En su texto, La espiritualidad del Opus Dei, Gervasio realiza un interesante análisis sobre el tema del título. Joseph ha profundizado en él,  mostrando alguna trampa realizada desde OD. Por mi parte, quiero añadir anécdotas que refuerzan lo que ambos muestran.

Durante una temporada de mi vida, tuve un trabajo manual, no intelectual. En cierta ocasión, tuvimos que doblar el turno, es decir, hacer el trabajo de dos jornadas (que solían ser de cuatro horas porque era a un  trabajo a tiempo parcial) en una jornada (utilizamos por tanto cerca o más de ocho horas). Como empezamos después de comer, a eso de las 15.00 horas, no pude parar de trabajar (la máquina no podía parar) hasta que me fui al centro, ya bastante tarde. Lógicamente no pude hacer varias normas. Lo comenté en la charla y el director me preguntó por qué no me había marchado a otro sitio de la nave en la que trabajaba para hacer la oración. ¡Vaya acto de solidaridad con mis compañeros: dejarles sólos para que hagan mi trabajo! ¿Les daría parte de mi nómina?

Es un ejemplo de la obsesión por el cumplimiento de las normas.

Por otro lado, cada uno de los ex que estamos aquí, podría pensar en cuántos de los numerarios que conoce trabajan en profesiones diferentes a las labores internas o a las obras corporativas. Por mi parte, podría decir que apenas un dos por ciento. Algún periodista, algún médico, por ejemplo.

Es un ejemplo de la obsesión por las labores internas.

Ahora bien, Gervasio que debe ser mayor de edad, debe saber que en ocasiones se permitía (por lo menos en los 80) que un numerario universitario trabajase en algo manual para pagarse sus estudios. Fue mi caso y el de varios más en mi centro de estudios. Es algo lógico teniendo en cuenta que algunos procedíamos de familias numerosas. No había impedimento porque se recordaba que uno debía mantenerse con sus propios recursos y si su familia no se lo daba, debía trabajar. Eso sí, debía hacer todo lo que los demás hacían: normas, apostolado, estudiar para sacar buenas notas, dormir ocho horas (sí, porque para estudiar por la noche había que pedir permiso).

Es difícil, por tanto, decir cuáles son los criterios por los que uno es llamado como numerario o agregado. Pueden ser desde varios: para ser numerario hay que ser univesitario, no hay que tener taras físicas ni mentales, proceder de buena familia, "tener cierto aire de categoría humana", tener una cierta ascendencia aristocrática: por ejemplo, padres de profesiones liberales, estudiar en una obra corporativa. Quizá, ahora, haya cambiado.

En el texto, Gervasio habla de que "para captar niñas bien se inventaro unas enseñanzas domésticas absurdas. Me parece que se llamaban escuelas hogar o algo así". Se llamaban: ciencias domésticas. Como todo en esta vida se puede "construir" a través del lenguaje. Pongo una etiqueta bonita y cambio la realidad (es lo que ha pasado con las actuaciones de los especuladores norteamericanos, que daban nombre extraordinarios a sus falsedades financieras). En ocasiones, funciona y a veces, pasado un tiempo, falla (ha ocurrido con la crisis). De hecho, eso se suprimió (lo de las ciencias domésticas). Ahora las numerarias que se dedican a tareas de intendencia (como se le llama en los ejércitos) estudian una carrera y luego hacen una formación específica (que tampoco es tan difícil).

Lo que nunca entenderé es por qué en una familia se trata de usted a alguien. Ciertamente, se me podrá decir que es algo habitual trata de usted a una abuelo de 80 años, claro. Yo mismo lo he hecho porque creo que debe ser así, pero no trataría de usted a mi primo pintor, por ser pintor.

Supo