Hace tiempo que no escribo, aunque leo con interés todo lo que se va publicando en la web.

Me gustaría compartir con vosotros esta experiencia reciente que tuve.

Estaba buscando un cura para confesarme y como pasaba el tiempo y el que me suele confesar no estaba, decidí ir a una iglesia en la que hay un cura Agregado. No era lo que más me gustaba, pero pensé que la gracia de Dios es igual recibirla de un servidor suyo o de otro.

Me acerco al confesionario y tras el saludo de rigor:

-¿Cómo te llamas?

- Fulanita

Empiezo la confesión, me interrumpe sin venir a cuento y me dice:

-¿En qué trabajas?

- Soy... y por favor, no me pregunte más cosas... que me pongo nerviosa. (Todo dicho con la mayor educación y respeto a un sacerdote)

- ¡Te pregunto todo lo que quiera!, responde en tono imperativo y enfadado.

Y ahí acabó todo, claro, porque Guiomar se levantó, se fue a otra iglesia donde, casualmente el cura también era de la Obra, pero como el resto de los clérigos: te escucha, te da el consejo, te impone la penitencia, te absuelve y te vas.

Cuento las dos cosas para que se vea que no todos los curas son iguales... ¿Qué pensáis de esto?

Un cura puede preguntar algo para entender mejor el sentido o alcance de algo y sus implicaciones morales, y eso, con gran discreción.

¿Qué más da cómo te llames si la confesión es secreta? ¿Qué importa en lo que trabajes para ser perdonado? Eso tendría sentido si el trabajar en una determinada profesión cambiase en algo la categoría moral del pecado...

Después de esta funesta anécdota reflexioné y me di cuenta de que con este primer cura sólo se confiesan los de la Obra, pero no los feligreses... no me extraña.

Allá ellos, porque así les va. Muy triste la experiencia y muy sintomática de cómo van las cosas en las mentes de algunos miembros de la Obra.

Saludos

Guiomar