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 Tus escritos: Los adscritos.- Supo

030. Adolescentes y jóvenes
Supo :

Ya comenté hace un tiempo que contaría temas sobre los adscritos, sobre todo a partir de mi propia experiencia, claro está.

Un tema bien interesante era el del dinero. Lo normal en muchos países es que los padres den una paga a los hijos (también propina en otros sitios). Una cantidad pequeña para gastos normales: tomar algo con los amigos, poder hacer una llamada telefónica (cuando no había móviles, ahora será recargar), ir en autobús, comprar unos folios, etc.). Mis padres me daban algo de dinero. Si digo que era poco, pueden creerme o no, pero desde luego yo lo sentía como poco, como poquísimo. Realmente, si tienes muchos hermanos, pues toca a menos...



¿Qué hacíamos con el dinero? Lo entregábamos todo. Un día a la semana (no recuerdo cuál, pero me parece que era después del círculo de numerarios) el secretario del centro nos atendía. Abría una armario y allí dabas todo. A cambio, te dejaba una pequeña asignación, pues realmente uno tiene gastos en esta vida, al no ser que viva en África pobre. Lo apuntaba: lo que dabas y lo que te quedabas.

Si necesitabas dinero entre semana, estabas fastidiado porque el secretario no siempre estaba a disposición de darte algo de dinero y desde luego debías justificarlo.

Después había que acordarse de apuntar en un papelito de cuentas de la Luxinder los gastos a diario. Como yo no tenía muchos gastos porque no tenía mucho dinero, claro está, muchas veces se me olvidaba. Al final de mes, debías inventarte algo para justificar que te faltaban 100 pesetas. Lo socorrido era un refresco o 100 folios, aunque nos decían que si no cuadraba tampoco pasaba nada.

Pero en esto, como en todo, hay diferencias. Aquellos adscritos cuyos padres tenían más dinero, lógicamente tenían más dinero y por lo tanto gastaban más (supongo que también ingresaban más). En este punto no se vivía la pobreza de forma igual. Yo la vivía obligado por mis circunstancias: mis padres no me daban más dinero y punto. Hubiera ocurrido igual si no hubiese sido de la Obra, sólo que quizá hubiera tenido algo más de dinero, pues siempre que entregabas, te devolvían menos.

Como los adscritos nos conocíamos de sobra, sabíamos quiénes tenían más dinero sus padres. A mí me molestaba profundamente que algunos que tenían más dinero nunca invitasen a otros adscritos (yo mismo, claro está) que no teníamos recursos. En nombre de esa estúpida versión de que no somos familia para el tema del dinero, había gente realmente tacaña y que sabía que otros adscritos tenían menos recursos y quizá hubiera sido bonito que de vez en cuando te invitasen a un refresco. Pero no, ellos debían guardar su dinero para invitar a sus amigos en los planes apostólicos.

Cuando era adscrito, hubo unas elecciones generales. Uno de los partidos políticos (de derechas, claro) propuso que fuéramos a pegar carteles por la noche. A mí me dijeron si quería ir porque ganaría un dinerito, que para el curso anual me vendría bien. Acepté, nunca les dije nada a mis padres, y a eso de las 4.00 de la madrugada me levanté para pegar los carteles. Nunca vi el dinero, porque fue directamente a la caja para pagar mi curso anual.

Otro asunto era la notable diferencia en la ropa. Había gente, como en cualquier caso, que sus padres les podían comprar más y mejor ropa que a otros. Pero eso no se veía mal en el centro. A pesar de que nos habablan de la sobriedad, yo pensaba que algunos adscritos no eran sobrios con la ropa, pues tenían más de la que necesitaban. Como lo pagaban sus padres, en el centro tampoco se le daba más importancia.

Tampoco entendía mucho que los directores que no trabajaban fuera de la Obra (la mayoría de los que conocí, por cierto) pudiesen vestir tan bien o fumar tabaco tan caro. Me parecía una contradicción con el tema de no ir al cine por pobreza. Era más caro fumar todos los días, que ir un día al mes al cine con un amigo.

Como yo nunca tenía dinero, había un numerario del centro que me regañaba. Me decía que debía llevar dinero. Sé que tiene razón, porque ahora mi mujer me dice que debo llevar dinero. Pero lo que no entendía es que no llevaba porque no tenía y no tenía porque debía dar para pagar a la panda de directores que no trabajaban por la mañana.

Por cierto, a cuántos numerarios conocemos que trabajen por cuenta ajena o propia en un empleo que no esté relacionado con la Obra (colegios, Universidad de Navarra, etc.). Personalmente, no pasan de los dedos de una mano los que en mi vida he conocido que puedan decirse que deben fichar todas las mañanas. Conocí a un arquitecto, un farmacéutico, algún médico en la sanidad pública española. ¿A cuántos hemos conocido que sólo hacen labores internas? Muchísimos.

Quiero terminar con el agradecimiento a Ana Azanza por la traducción de la entrevista. Como siempre, nos trae cosillas frescas que no podemos conocer. De verdad que muchas gracias por traerlas y traducirlas.

Con el deseo de que se puedan sumar a esta gran familia los que lo necesiten... Feliz 2009 y que la crisis nos pille... confesados.

Supo




Publicado el Wednesday, 07 January 2009



 
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