-Por la verosimilitud de sus ambientes. Fesser, como de costumbre, cuida hasta el más mínimo detalle. Una palabra de su guión viene precedida por una tarea de documentación de meses. Las escenas de hospital, las de la residencia religiosa, los diálogos entre las niñas en el colegio… Todo parece grabado con cámara oculta, arrancado a la realidad sin que se dé cuenta.

-Por la interpretación de Nerea Camacho, que a punto ha estado de hacer creer a Javier Fesser en los milagros. Lo de esta niña de Balanegra, en Almería, no tiene nombre. Es para verlo…

-Por la relación padre-hija que se muestra en la película, y que tiene uno de esos pocos momentos que al que esto escribe han hecho gemir de llanto en el cine.

-Porque es la mejor película española en lo que va de año. Y que conste que, viendo el nivel de esta temporada, ésta es una de las razones de menos peso…

-Por el humor, que también lo hay en la película. Sobre todo de la mano de ese otro gran descubrimiento que es la pequeña actriz Claudia Otero…

-Para darse cuenta de que también el fundamentalismo es cristiano.

-Y por reflejar una historia de amor infantil que, después de Del rosa al amarillo y de Valentina, nuestro cine no había sabido reflejar con tanta sensibilidad.