Antes un entremés… No he sido capaz (ignorante, floja y ligera que una es) de seguir el debate que sobre la fe se sigue en esta web, seguramente con mucha calidad y erudición (no lo dudo) y no he sido capaz porque pienso que la fe es un asunto mío (personal, privado, intransmisible e incluso inexplicable) y quizá conocer alguna experiencia me sirva de vez en cuando, pero quien tiene que decidir sobre ella y quien tiene que comprometerse con ella soy yo misma.

Quizá podríamos pensar que hablar sobre nuestra personal manera de ver la fe luego del opus sirva de ayuda a quienes están confundidos. Respetable opinión, pero yo discrepo. Me parece que cada vez que queremos hablar de fe siempre terminamos peleando alguien vs alguien, siempre hay uno que piensa tener la verdad absoluta y siempre hay otro que se rebela contra el absolutismo de “la verdad” y finalmente nos herimos y nos confundimos más. Yo no soy erudita de nada, pero me parece que cada vez que en la humanidad se han puesto a comparar cuál fe es mejor… han acabado a las trompadas.

En realidad, como ya dije, la mía ni siquiera es una opinión informada sobre el debate de la fe que se viene dando aquí, es simple y llanamente una ligera reflexión a “vuelo de pájaro” sobre la conveniencia de esos debates en un entorno de personas con tantas y tantas diferencias (desde aquellos a los que les gustan los crespillos -¡horror!- hasta la eterna discrepancia entre creyentes y ateos) y sobretodo –sin ánimo de herir susceptibilidades- es muy difícil que podamos llegar a un acuerdo cuando alguien piensa que tiene la razón y lo que viene a hacer es convencer y dar luz a los que –a su entender- están en tinieblas (respetable postura, pero inconveniente en este entorno).

Fin del entremés… Vuelvo al tema de la prueba.

Dice bien Daniel M cuando puntualiza en que si no hay pruebas, es una cosa de “dimes y diretes”… o “tu palabra contra la mía”. Yo puedo decir que en el opus mi único y más sagrado deber de conciencia era lavar el cerebro a colegialas y convencerlas de hacerse numerarias, pero ¿cómo lo demuestro? (dicho eso, tengo un par de ex colegialas que lo corroborarían ante un Tribunal, para vergüenza mía). Pero pienso que el asunto de opuslibros no es simplemente demostrar que lo que yo digo es cierto.

Aunque si bien jurídicamente la “carga de la prueba” reposa en quien hace la afirmación, yo suelo hacer afirmaciones sobre temas tan personales como mi propia percepción, y de los temas puntuales, suelo tener testigos. Pero ese no es el punto. ¿Por qué concentrarme sólo en pedir pruebas de lo que yo digo?

Lo que me daba vueltas y vueltas en la cabeza tenía relación con el tema de la prueba, pero yo quisiera que me prueben esta afirmación: “El Opus Dei ayuda a encontrar a Cristo en el trabajo, la vida familiar y el resto de actividades ordinarias” (versión extraída de la página oficial del opus dei).

Es decir ¿ellos dicen eso? Perfecto, que nos lo demuestren.

¿Que cómo se demuestra que la gente del opus dei ha encontrado a Cristo en el trabajo, en la vida familiar y en el resto de las actividades ordinarias? Pues ha de ser fácil. La gente del opus debe ser gente fácilmente reconocible por su santidad, por ser gente dulce, alegre, sincera, amiga de sus amigos, sin secretos, que viven con sus familias en un clima de comunicación y unión basada en el amor y el respeto, gente que no se pierde una boda, un funeral, un bautizo, gente que hace regalos a los sobrinos, que está en casa para sus madres cansadas, gente que es amiga de todos los que están a su alrededor (hasta de los no pitables), finalmente, de esa gente que cuando una los conoce dice: “así quiero ser yo”. ¿Pasan la prueba las personas del opus que conocemos?

Sin juzgar a nadie. Vayamos más al fondo. Todos o casi todos los que de una u otra forma leemos opuslibros conocemos a gente con muchos años en la obra, con cargos altos, gente que bebe de la fuente viva del espíritu. Personas que deben dar el ejemplo de: trabajar, tener vida familiar plena y llena de amor y de hacer actividades ordinarias con gente ordinaria (nada de rarezas ni secretos). ¿Cuántos de esos que conocemos son como dice el opus que deben ser? (y que los demás de sus casas no se refieran a ellos como “zafados”, un poco “locos” o “de los que no se enteran”).

Entonces, vayamos todavía más allá. Desde 1928 hasta el 2008 han pasado 80 años y un santo. Decía este santo que de cada 3 del opus, 2 tenían que ser santos del altar y el otro más santo aún, porque pasaba de incógnito. Es decir, de la proporción de fallecidos dentro del opus y viviendo a cabalidad su “maravilloso” espíritu, deberían haber procesos de beatificación iniciados de por lo menos 2/3. ¿Cuántos procesos de beatificación tienen en curso? Y la siguiente pregunta (obvia) es ¿de los procesos de canonización vigentes, cuántos son de personas ordinarias (o sea, laicos) que trabajaron en medio del mundo y vivieron una vida de familia? Yo creo que sé de uno. Pero si sólo es uno, ¿quiere decir que en el opus no se ha muerto nadie desde el año 28? Y si han sido 300 los fallecidos (por ser muy optimista) deben haber 200 procesos de beatificación o al menos 200 devociones privadas (estampitas y oraciones ad hoc).

Aquí algo falla. Aquí algo no resiste la menor raspadita… si buscamos pruebas, empecemos por las del opus. Primero que me digan cuántos “casos de éxito” tienen, y ya luego yo veré si les creo que son tan buenos y que hacen tanto bien y que santifican a tantas almas… o en otras palabras, les creeré que “El Opus Dei ayuda a encontrar a Cristo en el trabajo, la vida familiar y el resto de actividades ordinarias”… y también les creeré que el opus es “camino de santificación en el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano”.

Mientras tanto, sea yo ex numeraria o no (aunque tengo más de un testigo)… sigo teniendo todo el derecho del mundo (nunca mejor dicho) de dudar de la veracidad de las afirmaciones en las que el opus fundamenta su existencia institucional.

Frente a pruebas contundentes, creeré que no tengo nada qué decir sobre el opus, más que alabanzas.

Saludos a todos.

Emevé