Tanto María Angustias como Heraldo han planteado un panorama esperanzador en lo que respecta a la canonización. Mi reflexión es la siguiente.

Imaginemos que la Iglesia declara nula la canonización de Escrivá. Imaginemos este escenario, pues en algún momento este «equívoco» (de la canonización de un fundador tan particular) sería interesante aclararlo. También se puede dar el otro escenario, que planteé en su momento: silencio total para siempre. Yo creo que el Opus Dei dentro de la historia de la Iglesia no es nada y por lo tanto la Iglesia no va a jugarse por un tema que pasará al olvido y que no le beneficia en absoluto. Al contrario, ya le dio muerte y lo enterró con anticipación. Pero bueno, este final no es muy Hollywood. Pero Hollywood tampoco es la realidad, por eso existe, por eso fue creado...

Bien, imaginemos lo contrario: la Iglesia habla y se expresa extremadamente, anulando la canonización.

¿Qué explicación daría para ello? ¿Cuál sería el beneficio pastoral para proceder en ese sentido? ¿Los miles de ex miembros y miembros? Los siglos son mucho más numerosos y pesan más que un puñado de hombres insignificantes para el largo proceso histórico de la Iglesia. No somos tan importantes, así como el Opus Dei tampoco es tan importante aunque se crea el centro de la Redención.

Una canonización no es comparable a un proceso histórico como el de las Cruzadas o la Inquisición. Es una declaración dogmática, sometida a un proceso histórico sin duda. Pero proceso que concluye en declaración solemne. Rever dicha declaración sería caer en el ridículo y el descrédito.

Veamos lo que dice la Iglesia respecto de las canonizaciones:

CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 27 octubre 2005 (ZENIT.org).- Al delegar la presidencia de los ritos de beatificación en un cardenal, Benedicto XVI quiere subrayar la diferencia radical entre este pronunciamiento y el de la canonización, que implica a su Magisterio infalible, aclara el cardenal José Saraiva Martins.

(…) «Si bien ambos son actos pontificios --esto siempre hay que recordarlo-- con las beatificaciones el Papa concede que localmente o en determinadas familias religiosas se pueda rendir culto público a un siervo de Dios; mientras que con las canonizaciones el beato es declarado santo y el culto se convierte en obligatorio para toda la Iglesia», afirma.

En las canonizaciones, añade, «la Iglesia actúa con un pronunciamiento que tiene el carácter de decreto, definitivo, y preceptivo para toda la Iglesia, comprometiendo el magisterio solemne del romano pontífice. Mientras que en el caso de las beatificaciones esto no sucede».

Está difícil el asunto. Al menos el Prefecto para las Causas de los Santos ha sido taxativo. No hay mucho para interpretar. No hay grises. El panorama es negro azabache. Y para un panorama blanco, habría que ver cuál es su sustento, más allá de buenas intenciones y esperanzas subjetivas.

¿Cómo explicaría semejante traspié dogmático, si se declarara nula la canonización de Escrivá? La Iglesia podrá pedir perdón o reconocer errores históricos, pero nunca traspiés dogmáticos. Se le acabaría la autoridad. Antes de que sucediera dicha anulación, más probable sería que declarara lícitos los anticonceptivos, el sacerdocio femenino y la comunión a los divorciados. Es lo que ha sucedido con los anglicanos y su crisis reciente.

Podrá leerse de manera pesimista la tesis planteada, ya lo creo. Pero también el hecho concreto es que la Iglesia no puede dar marcha atrás una declaración dogmática. Se volverían discutibles un montón de otras realidades, morales y de fe. Se abriría la puerta a la caja de Pandora.

Lo interesante es no perder la fe a pesar de este panorama. Ese es el desafío. Y esto no es nada pesimista, al contrario, se necesita ser muy optimista para aceptar las realidades más desagradables.

Saludos,
E.B.E.