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 Tus escritos: Familia de Sangre.- Edu

080. Familias del Opus Dei
edu :

 

Me gustaría hacer algunas consideraciones sobre el tema de la "familia de sangre" en la Obra, al hilo de experiencias personales que -¡ojo!- no tienen por qué darse siempre en los demás. No quiero generalizar.

 

            Para empezar, el nombre se las trae. ¿Familia de sangre? El término no puede ser más espeluznante y hasta vejatorio pero, claro, la Familia sólo puede ser el Opus Dei, la "madre guapa" como decía Escrivá.

 

            Sin embargo la familia "de verdad" sí debe ser importante cuando Dios mismo la coloca en el 4º lugar del decálogo. En la Obra la realidad es muy distinta. Como en casi todo, la palabra de Dios se manipula para hacerla más acomodaticia y conforme a sus criterios. Ya de joven, con apenas 15 años (¡quince!) se me dijo que la familia era la Obra a la que acababa de incorporarme. Ese mismo año dejé de pasar los fines de semana con ellos o a ir de vacaciones, y te van separando cada vez más de ella. Hay que tener el corazón "desprendido", dicen.

 

            Con 17 años me cambiaron de ciudad, pues en la mía no había centro de estudios, y ya desde un principio se me recalcó que no era "oportuno" que hablara con mis padres por teléfono; mejor cartas donde les contara cosas de la labor apostólica y, al igual que en las cartas al Padre, en tono positivo. Pasado un tiempo, no me dejaron ir a una importante celebración familiar a la que acudieron todos mis hermanos (alguno vivía en otro país) argumentando que en la Obra somos pobres y no podíamos gastar dinero en viajes "superfluos". Pobres, pero eran mis padres quienes costearon mis estudios y alojamiento en una ciudad lejana cuando podía haber vivido igual en la mía. En cuatro años, sólo pude verles una vez. Además, hacia finales de los años 80 llegó una nota prohibiendo tener en la habitación fotos de tu familia. ¿Es eso normal?

 

            Sus cartas se me daban abiertas y los pocos regalos que me hacían, como es costumbre, tenía que entregarlos. Puede parecer pueril (quizás lo fuera con 17 ó 18 años), pero duele ver cómo una prenda que te han regalado tus padres con tanto cariño (porque la necesitas) la lleva puesta el subdirector al día siguiente como si tal cosa... Resultado: dejas de amar a tus padres. Es tal la presión para que la "madre guapa" ocupe plenamente tu corazón que, la verdad, lo consiguen. Con el paso de los años, vives de espaldas a ellos, cada vez hablas y les escribes menos. Las celebraciones familiares dejan de interesarte y para asistir a algún acontecimiento (bodas, comuniones, etc) tienes que pedir un permiso que, al menos en mis años dentro, costaba conseguir.

 

            Al final, lo que con tanto denuedo te inculcan, acaba cuajando. Cuando murieron mis padres no solté ni una lágrima. Ni una. Pude ir a sus respectivos entierros, sí, pero a ningún funeral posterior. Ya con algunos años fuera de la Obra sigo sin ir, ¿para qué? Llegaron a convertirse en seres distantes; aquel hombre y aquella mujer dejaron de ser, hacía tiempo, esos seres buenos y amorosos que de hecho eran. Al dejar de haber tratado a mis padres durante tantos años (más de 20) acabé por no tener sentimientos hacia ellos; ni buenos ni malos. Simplemente me eran unos desconocidos. Cuando murieron llegué incluso a pensar: "un lazo menos que me une a mi familia", mejor.

 

            Y lo mismo sucede con mis hermanos, varios ahora del Opus desgraciadamente. No sé casi nada de ellos y lo que es peor, no me importa. Han sido tantos años martilleando que la familia "de sangre" es secundaria que acabé por creerlo y, aunque la Obra es ya agua pasada, el daño está hecho. Insisto, mi familia me importa un bledo y -creedme - lo lamento. Envidio las familias de mis amigos que almuerzan juntos los domingos; hermanas que quedan para ir de compras un sábado de rebajas; conversaciones telefónicas interminables llenas de cariño; fines de semana de insomnio por quedarse con los sobrinos para que sus padres pudieran hacer un viaje; alquiler conjunto de una casita rural (por la crisis) para pasar las vacaciones juntos, etc.

 

En mi caso, tengo que darle la razón al bueno de Escrivá: un poquito de rejalgar sí que me ha tocado en el reparto. Pero también les toca a muchos estando dentro ¿eh? No sólo cuando se van. Muchos testimonios en opuslibros dan fe de esto.

 

            En fin, no sé si hoy me estoy dejando llevar por un sentimentalismo que estando dentro de la Obra no pude tener. Pero - oh ingenuos aspirantes - sabed que vuestro corazón lo vais a tener que "poner en el suelo para otros pisen blando", cosa que no está mal, salvo si es a costa de quienes más te quieren: tus padres. Por eso insisten en que no se diga a los padres que uno ha pitado, para ir haciendo, poco a poco, labor de zapa.

 

            Una última consideración a modo de pregunta casi interminable: ¿Por qué ese afán de la Obra en subrayar que ella es la verdadera familia (a quien hay que darle TODO) y que la "de sangre" es secundaria, mientras Escrivá logró que su padres estuvieran enterrados en un capilla privada en la sede de la Comisión de España; pudiera obtener un marquesado para "compensar" los esfuerzos de su hermano Santiago por ayudar a la Obra; ó adquiriera un palacete en Roma para que su hermana Carmen viviera a su lado? ¡Ay, amigos supernumerarios! Si supierais dónde van a parar vuestras aportaciones (dinero negro) con la excusa de que son para las labores... Yo he sido secretario de varios centros pero no hablo por decencia.

 

En fin.... Si alguien ha leído estas líneas, le doy un consejo que nadie me pide: Ama a tus padres y hermanos, quiéreles, compréndeles, apóyate en ellos y que ellos puedan apoyarse en ti, no les abandones y piensa que la verdadera familia es la tuya, la única y maravillosa; ni de sangre ni de leches.

 

Edu




Publicado el Monday, 22 September 2008



 
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