En mi opinión la Obra Masónica (ellos la llamaban así primero) puede recibir varias de las críticas que le hago a la Obra de Dios. Y ocurrió que criticándole la masonería a un masón con pedigrí en amigable conversación, terminé por recibir de él el calificativo de nobleza decadente. Eso dolió, quizás porque es cierto. Pero la historia de mi relativo fracaso humano actual (siempre se está a tiempo pero me veo muy doblado) es una historia de dura resistencia de la que me siento orgulloso. Yo sé lo que he pasado, vivido y resistido. Y, pese a lo que puedan decir de mi algunos abducidos y exabducidos, resulta que cada uno tiene derecho a contar su propia historia como le plazca.

Mis antepasados lejanos fueron pequeña burguesía muy a la catalana, sin boatos ni pedigrís. Entre los familiares inmediatos de mi abuelo hay desde un reconocido genio mundial de la música, a una moderna mujer directora de instituto jubilada en los 70, pasando por diversos directivos de grandes compañías. Y sólo hago referencia a fallecidos o jubilados hace ya tiempo.

Ese nivel de cierta excelencia humana permanece en las ramas familiares en las que no penetró la Obra de Dios. Y, como sería injusto que yo entrara aquí a valorar la situación de otros personas, me limito a invitar a que cada cual examine la influencia del opus Dei en su propia familia.

Puede que yo sea nobleza decadente. Ahora tengo 41 años. A los 12-14 ya sentía cosas que luego he ido escribiendo aquí como que por ejemplo que el proselitismo es algo patético y anticristiano. No pité a los 14,5 pese a recibir duras presiones, y fueron tan duras dadas mis circunstancias que acabé pidiendo la admisión tan roto y llorando que jamás nadie me volvió a hablar del tema. Y yo, por supuesto, encantado de no volverlo a mencionar.

Al poco un veterano agregado que siempre pensó que yo sería de la Obra, e incluso compartía los latinejos privados en mi presencia, me aconsejó que me peinara con más gracia para tratar de gustarle a las chicas. ¡Suerte que antes no se pitaba para supernumeriario a los 14, que si no seguro que no me dejan en paz!

Creo que ahora si se pita a los 14,5 directamente para supernumerario especialmente en latinoamérica. Esos muchachos ya no deberán afrontar ni la exclusión moral, ni el ninguneo de la Obra de Dios a través de los abducidos miembros que componen tu familia, ni el no airarse jamás unos días fuera del propio mundo mediante salidas y vacaciones, etc... Algunos miembros de la Obra han percibido siempre la desgracia en la que quedamos quienes estando cerca no estamos en el ajo y han tratado de hacer que la Obra de Dios sea para todos intentando encontrar fórmulas y maneras con las que poder incluir en ella a todo el mundo.

Eso ha colaborado en crear no pocos conflictos internos. Recuerdo por ejemplo a un difunto sacerdote (el gallego Don E. C., tenido por santo incluso entre grandes firmas de esta página) que por lo que sé bajo el martirio cristiano de la vida opusina no expiraba con el debido "Señor, Señor, porqué me has abandonado" sino flagelando a diestro y siniestro para que la Obra fuera sólo para super puros escogidos de Dios. Cada cual expira a su manera y como puede. Le encontraron, supongo que sí lo tendría, un tumor cerebral del que le operaron.

A mi creo que los mismos también me buscaron un tumor cerebral cuando según me han contado dicho sacerdote me mencionó, en una meditación para importantes numerarios, como alguien que les pasaría por delante a todos ellos. Poco después me tomaba en el trabajo un café que me sento fatal, fatal, fatal. Al ofrecerme inmediata ayuda a través de un médico de mi empresa no me encontraron el tumor que buscaban pero sí una esquizofrenia que me comunicaron a mi el último meses más tarde de haber avisado a mi multinacional, a mi familia, y todos a mis entornos sociales.

En esa dura situación de estrés comencé a vivir numerosos y agobiantes síntomas psiquiátricos positivos que aun padezco. Perdí mi trabajo, mi familia, y mis entornos sociales. Me negaron la sustanciosa pensión de invalidez total (no absoluta) que entonces me correspondía diciéndome que ya me la darían más tarde que aun era muy joven. Y más tarde me la han dado, ahora me la reconocen y me han dado 300 ineficaces euros que podría haber cobrado desde 1996 multiplicados por 5. ¡Y que esos 300€ no me falten, please!

Nobleza decadente. A los 16 ya viví en carne `propia varias salidas de la Obra como la salida de un amigo íntimo de mi edad que sí había pitado a los 14. A los 16-17 ya envié a freir esparragos a la Obra y convertí en un asunto de conciencia no volver a pasarme por un centro del Opus Dei.

A los 27 había conseguido mi propia casa y una vida sin opus alrededor. Pero, quizás por ese maldito café y todo lo que ocurrió, comencé a vivir las de los hijos del desierto sin formación, congregación, ni devoción. Nobleza decadente pero me mantuve y me mantengo en pie creo que sin alejamientos de la realidad (salvo ciertas derivas paranoicas de complots y perjuicios que apunto en este escrito) y con unas vivencias psiquiátricas positivas creo que completamente encajables en nuestro marco cultural cristiano. Lástima que soy ateo porque si sólo por sobrenaturalidad fuera acababa yo también en los altares o al menos con causa abierta de beatificación.

Nobleza decadente. Pues noble (y ajustada a nuestra cultura cristiana) ha sido la respuesta que mi identidad dañada por el Opus Dei ha ido ofreciendo a los demás. Los daños que ha sufrido mi identidad no los he sufrido voluntariamente mediante los sacrificios de una vida consagrada. Porque mi celda, como la de tantos y tantos, ha sido y es el estar en el mundo cerca del Opus Dei.

Xavier de Barcelona