Querida Lulu:

No me parece excesivo lo que te señalaban respecto a esa forma de difuminar los sentimientos a través de la ambigüedad de las palabras. Los que hemos sido de la Obra, lo aprendimos y lo hicimos siempre en todas las direcciónes, pues es parte de ese despojo de una parte muy importante de la personalidad, cual es la afectividad. Si de la familia se trata, no hay que expresar demasiado afecto pues eso haría peligrar el "desapego" o nos podría llevar a una rara "familiosis"; si de los amigos, tampoco se puede expresar nada que se salga de las fórmulas de inducción proselitista; si de los hermanos numerarios hablamos, cualquier expresión de confianza puede dar lugar a una acusación de "amistad particular".

En síntesis, el corazón de un numerario se queda atrapado en un lenguaje inhibitorio, impersonal, orientado siempre por el criterio de la desafección personal. Por eso los plurales amorfos, por eso las palabras ambiguas y los abrazos lejanos y fríos. Por eso tantos miedos a la verdad...

Saludos,

Castalio.