Como advertencia previa, debo sentar que no es mi intención hacer que el todo (Studium Generale) coincida necesariamente con la parte (mi experiencia personal). Tampoco pretendo restar valor a las opiniones y vivencias diferentes o contrapuestas. Serán las cosas como son, pero yo las siento como son en mí. Y, según lo siento, así digo.

He cursado dos carreras universitarias, una de ciencias y otra de letras, obteniendo el grado de doctor. Ejerzo ambas. En los últimos veinte años he sido profesor en varias universidades españolas, públicas y privadas, habiendo realizado ciertas tareas de investigación, parte de las cuales fueron publicadas en su día. Hoy tengo hijos que estudian en la universidad. También he formado parte de algún que otro tribunal y de otros órganos institucionales universitarios. Nada del otro mundo. Forman legión los que tienen más y mejores méritos.

Además, he sido alumno del Studium Generale, si bien hace ya tiempo.

Cuando el Studium Generale y yo interactuábamos, nunca tuve la sensación de que fuese una cosa poco seria, ni de baja calidad, ni una farsa. Tampoco me pareció que la benevolencia de algunos tribunales perjudicara la justicia de su fallo. Pude apreciar que no todos los profesores tenían idénticas habilidades pedagógicas ni poseían igual inteligencia, ni ejercían una similar o única vocación investigadora.

En caso alguno encontré profesor que no supiere o que fuese un inútil. Tampoco me pareció malo el material docente, ni me hallé nunca ante un examen de chiste. Con temas plúmbeos he peleado toda mi vida, aunque los exponga la cátedra del mismo Sócrates o cualquiera de sus más aventajados discípulos.

Por todo ello, habida cuenta de que todo es mejorable -yo mismo también-, juzgo como buena la calidad universitaria del Studium Generale del Opus Dei, al menos del que yo conocí hace pocos lustros.

Lo siento así.

Mineru.-