Ignacio Travella nos ha escrito el miércoles (Mi opinión, es decir, la suya de él), y ¿para qué? Pues para decirnos que somos unos indocumentados (nuestras “afirmaciones no tienen ni fundamento ni validez”), calumniadores (“las calumnias que esta pagina muestra”), retorcedores de argumentos (“tergisversando (sic) las palabras de su fundador, de sus seguidores y mal interpretando las enseñanzas y escritos de innumerables autores”), torpes (“me ha decepcionado el poco tacto”), irrespetuosos, burlones e injuriadores (“valiéndose de burlas e injurias”), enemigos de la Iglesia y del Papa (“a quienes ustedes de alguna manera acusan de ser ingenuos”), resentidos e inmaduros (“su página deja entrever el profundo resentimiento que le tienen, algo muy inmaduro por cierto”), mentirosos y cobardes (“no mientan ni se basen en falsedades al publicar en Internet, eso es digno de los cobardes”). En fin, de todo menos bonito, que se dice en España. Y después de toda esta retahíla de calificativos, nos pide “con humildad” (¿?) que dejemos de confundir y que le demostremos que no somos orgullosos.

            Si tan claro lo tienes y, sobre todo, tan claro hemos logrado hacértelo ver (“les digo a ustedes, que me han convencido con su pobre intento de desacreditar tan grande y fructífera institución, que el Opus Dei es un excelente camino para lograr nuestra salvación”), ya sabes lo que te queda: llama a la puerta del director del centro que dices frecuentar y… tinta y cálamo; o sea, que pidas la admisión… ¿o ya eres? Si no lo eres, tendrás una bonita anécdota que contar: cómo te hiciste de la Obra a través de Opuslibros, o de cómo los caminos del Señor son inescrutables…

            Lamentablemente, tengo que decirte que no me veo en absoluto retratado en tu escrito (por si no te diste cuenta, los entrecomillados anteriores y los que seguirán son palabras textuales tuyas). No soy perfecto, nadie lo es, pero eso no es argumento para deducir que soy absolutamente perverso, porque así es como me he sentido tratado por ti. Y menos mal que nos recomiendas leer la Biblia para que “no juzguen [los de Opuslibros] las intenciones de los hombres”; no sé que nombre darle a lo que tú has hecho con nosotros. Verás, cuando menos resulta una temeridad insensata: nadie nos ha presentado, de modo que yo no te conozco ni tú me conoces, así que sobran tus análisis y reconvenciones.

            Y sí, me pregunto “qué tanta autoridad podrían tener las palabras de un chico de 17 años”, y me respondo: la autoridad, es decir la validez, depende de la consistencia de lo que se diga. Y sinceramente, no argumentas, simplemente descalificas; y las descalificaciones desautorizan no al que las recibe, sino al que las hace. En esta página se escriben muchas cosas y escribimos gentes muy variopintas con un denominador común, nuestro paso por el Opus Dei. Unas veces escribimos de manera tranquila, otras veces nos puede la pasión, en algunos casos se hace gala de una muy docta racionalidad, en otros de una vitalidad hasta explosiva. Pero siempre, no te olvides, SIEMPRE SE ESCRIBE DESDE LA EXPERIENCIA y ahí, en esa experiencia vivida, protagonizada, sufrida, está el valor (no moral, que también, sino la consistencia e interés) de lo que escribimos aquí. Dices que tienes 17 años, justamente los que yo pasé dentro; si me comparo contigo, podría decir que pasé dentro toda una vida. No sé lo que conoces de la institución; en cualquier caso, mucho menos de lo que yo conocí y ya no digamos en los casos de otras personas que han estado dentro veinte, treinta años. Así que la próxima vez que nos leas, si es que lo haces, piensa que estás leyendo retazos de la vida de personas que han vivido mucho y que han amado mucho, y que de manera diferente a como lo hicieron entonces, siguen viviendo intensamente y amando más intensamente.

Beto