Primero fue con el fundador de la importante Congregación de los Legionarios de Cristo. Después, la Santa Sede intervino para enderezar algunos detalles litúrgicos de las celebraciones del Camino Neocatecumenal, que se supone que se habrán confirmado al aprobarle sus Estatutos hace unos días. Ahora, Mons. Sebastián, arzobispo emérito de Pamplona ha recibido el pasado sábado 24 de mayo el encargo del Santo Padre de ser comisario pontificio de la Unión «Lumen Dei» «por tiempo indefinido y con las facultades ordinarias de superior general»:

Tras la muerte en 2002 de su fundador, el jesuita Rodrigo Molina, se desató una crisis en el grupo. Según el diario La Razón, la crisis ha estado marcada por «desórdenes morales y escándalos económicos, amparados en ocasiones por algunos cargos principales de Lumen Dei». Al parecer, estos desórdenes internos habían sido denunciados ante la Santa Sede, que no ha tardado en reaccionar, enviando a monseñor Sebastián para que intervenga y ponga orden en esta institución que despliega hoy la mayor parte de su actividad por España e Hispanoamérica.

Sólo falta que intervenga en el Opus Dei. Le toca. Y, desde luego, ya se ve que estas instituciones que emplean el nombre de Dios o de Jesucristo en su denominación, no están resultando muy de fiar. Ese modo de denominarse resulta un tanto pretencioso y me evoca el mandato de no tomar en vano el nombre de Dios.

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