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 Tus escritos: Treinta y cinco años numeraria auxiliar (13).- Maripaz

010. Testimonios
Maripaz48 :

NUMERARIA AUXILIAR DURANTE 35 AÑOS (13)

Maripaz, 26 de mayo de 2008

 

El suelo era de losetas rojas, bastante desgastadas. Las dabamos cera roja ,para mantenerlas limpias y brillantes. Lo haciamos de rodillas, nuestras manos se ponian de un color bermellon, horrible. Habia que mezclarlo con aguarras para ir limpiando el betun de los zapatos de los residentes, que a juzgar por la cantidad de rayas, eran generosos a la hora de limpiarlos. Las rodillas aplastadas, se ponian con durezas y deformadas. Tambien la escalera principal era del mismo suelo y como adorno, un filo de madera en cada escalón.

Vivia allí una chica castellana mayor entrañable, quiza de mentalidad un poco antigua. Ella sí era una empleada de hogar profesional. Habia trabajado en numerosas casas. Le oi contar que habia trabajado en casa del ex presidente del gobierno recientemente fallecido y lo orgullosa que se sentia cuando le veia en la televisión...



Yo nunca habia trabajado en una casa particular, pues mi padre no me dejaba. Comento esto porque ella tenia metido un espíritu servil muy curioso que se manifestaba a veces en su autoestima, que era nula, siendo una persona muy valiosa en todos los sentidos.

Congeniábamos estupendamente, se la veía feliz con mi alegría y entusiasmo. Cocinaba de maravilla y me hizo engordar con sus guisos varios kilos. Recuerdo las tardes de los sabados, cuando despues de toda una tarde planchando sin merendar, subia a preparar la cena y a los pocos minutos, bajaba un olor a ajo, fruto del refrito de las acelgas con patatas que estaba preparando. Solo con el olor mis papilas gustativas se ponian a cien y recordaba a Carpanta el del TBO que muerto de hambre, se metia con la nariz en las cocinas de los restaurantes, aunque solo fuera a oler los suculentos manjares.

Tambien ,me enseñó a pasar las llamadas de telefono, en una vieja centralita que habia en el segundo piso. Como era la delegación, habia siempre un gran numero de llamadas. Habia una encargada, otra chica muy pacifica, con la que me llevaba bien, pero si faltaba ella, tenia que atenderlo yo. Qué calvario pasé. Cortaba las llamadas y no acertaba a dar el botón adecuado, con el consiguiente enfado del receptor de la misma. Más de una vez, un sacerdote aragonés de fuerte caracter, que tenia su despacho en aquella planta, llamaba y pasaba al comedor, donde me echaba una bronca de mil demonios por haberle cortado una llamada importante y me gritaba diciendo: ¡ay Dios mio, que la enseñen!. Le temía como a un nublao y nada mas desaparecía decía con todas mis fuerzas: ¡Qué hombre "cuarentón" más rancio! Entonces tenia apenas veintiún años y los cuarenta me parecían la plena vejez.

Ella reía a escondidas mi reproche, aunque le parecía una falta de respeto y me solía reprender.

Las tertulias de la noche, en verano, las hacíamos en una enorme terraza que había en la azotea. El fresco de la noche era maravilloso, alli nuestros huesos malparados de los trabajos de todo el día, se recomponian. Se veían la luna y las estrellas y como música de fondo el cante flamenco y las sevillanas, que abajo en la plaza estaba en su mayor apogeo a esas horas. ¡Que corto se me hacia! Siempre quería mas rato, pero teniamos que madrugar... No podíamos hablar muy alto, el patio de la entrada de la casa daba alli y nos podían oir los residentes.

Yo, como era muy teatrera, alguna noche hacia televisión escenificada. Había una pared que separaba una zona de la terraza de otra y habia un hueco de una ventana sin ventanas y un hueco de una puerta si puerta. Por alli, cantaba, hacia telediarios, contaba chistes, de medio cuerpo y de cuerpo entero, como si realmente la cámara me fuese grabando desde distintos ángulos. Las otras se tiraban por el suelo de risa y yo me sentía artista, aunque solo fuera por media hora. Algunas noches con unas viejas banquetas, haciamos corridas de toros, con rejoneo y todo, cada vez le tocaba a una hacer de toro. También mi espiritu de poeta se inspiraba con frecuencia en aquel rincón que recuerdo de manera especial.

Pienso que éramos felices con nada. Nuestro cansancio se diluia rápidamente con nuestra alegria juvenil.

Por supuesto, nosotras no teniamos televisión, la residencia, si. No era solo por pobreza, sino por el control férreo de nuestras vidas y para no tener del exterior, nada que empañase nuestra angelical vocación de servicio total...

Un dia nos pasaron de la residencia una tele pequeñita que les habían regalado y pensaron en nosotras. Pero claro, no teniamos antena instalada y recuerdo que por entonces vivía alli una muy manitas. Por la noche, en un cuarto que había al lado de la terraza, hacia verdaderos esfuerzos por conseguir que saliera la imagen, como si de un experto en telecomunicaciones se tratara. Pero no habia manera. Todo era muy rudimentario, me ponía sujetando un cable que habia conectado a la antena de la residencia y ella accionaba los botones. ¡Para habernos pasado algo gordo!

Lográbamos ver algún trozo de pelicula que nos sabia a gloria por lo prohibido...

No habiamos dicho ni pio a la directora, sabíamos que no era muy ortodoxo y lo manteníamos en secreto. Hasta que un dia la administradora la descubrió y nos quedamos sin ella.

De todas las maneras agradecimos el detalle de los numerarios que generalmente tenian muchos detalles de cariño con nosotras. Cuando en las noches calurosas de verano alguno sorprendia a los demás comprando helados para todos, siempre nos pasaban uno para nosotras, creo que no he comido un helado en mi vida que me haya sabido tan bueno como aquellos.

Recuerdo con verdadera ilusión un dia que un numerario muy importante se fue a Londres a un viaje de trabajo, era catalán y nos trajo a la vuelta unas tiras plastificadas de gominolas, nada vistas entonces en España. ¡Cómo las difrutamos!

 

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Publicado el Monday, 26 May 2008



 
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