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 Correos: Amor y virtud.- Max

040. Después de marcharse
Max :

Tengo un amigo (Austro lo conoce) que es ex numerario de los que se llaman en buen plan. En súper buen plan, diría yo. Este amigo y yo nos hemos pasado horas entretenidos hablando de la Iglesia, el Amor, el servicio, la virtud y muchos otros temas de interés mutuo. Varias veces le he hablado de las cosas malas que veo en la Obra (tantas que han sido explicadas aquí), como lo del pastillerío en el que viven muchos (¿será la mayoría?) de los numerarios para, así, perseverar. A pesar de lo mucho que argüí con éste y otros motivos, él siempre defendía a la Obra a capa y espada. Y lo hacía bien: si uno cree en algo, lo ha de defender. La búsqueda de la verdad, sin embargo, ha de primar en una conversación. Pero esto es harina de otro costal.

El caso es que, una vez, ya cansado, me escribió en un correo electrónico 'yo creo que tienes algo en contra del Opus Dei'. Esto me lo esperaba. Lo que no, fue lo que seguía: 'Déjalo entonces. Ama. Ama a Dios y procura hacer su voluntad'.

Me dejó estupefacto que él, un ex numerario que ha seguido creyendo en el Opus Dei a pie juntillas en muchos aspectos, me recomendara que lo dejara. Al principio pensé que lo que pasaba era que estaba ardido (como llamamos en mi país a los que se aíran ante la eventualidad de que sus caprichos no fueron satisfechos). Sin embargo, seguí tratando con él y me sorprendió ver que su consejo sí era sincero. Estoy hablando de alguien que ha dejado de ver televisión por completo y de que se ha prohibido ver cine posterior a 1968… Alguien que vive una vida particular, por decir lo menos.

Y sus palabras 'Ama. Ama a Dios y procura hacer su voluntad', aún las recuerdo y me parece que hablan de algo que en el Opus Dei procura ser destruido (más o menos hablé de esto en mi anterior escrito), que es el amor. Sí, el amor del que tanto se habla. Al Opus Dei le agradezco muchas cosas y honestamente, no lo he dejado del todo (mucho menos a la Iglesia) porque sí me doy cuenta de que fomentan, bien o mal, algo que de por sí es bueno: la virtud. La laboriosidad, la integridad, la entereza, la responsabilidad, ésas y muchas otras virtudes son defendidas, promulgadas y hasta idealizadas en la Obra de muchas maneras. Cuando me entra 'la pensadera' me digo: 'ay, caramba, quién tuviera simplemente que obedecer ciegamente y ya. Esto de hacer lo que uno quiere siempre es una tortura'. Porque, al fin, ¿qué es lo que quiero? ¿Qué es lo bueno? ¿Tendré que escribir todo un tratado de filosofía para definirlo? ¿Quién me dice qué debo hacer? Ya he vagabundeado suficiente por la sección de autoayuda de las librerías y me desespera supeditar mi pensamiento y mis valores a los del autor del primer libro con nombre llamativo que encuentre. ¿Por qué abundan los libros de autoayuda en esta época, cuando tal género no existía antes? Las razones son muchísimas, pero destacaría el 'no' de la sociedad ante la obediencia ciega (a cualquier cosa) que se fomentó después de que se hicieron públicas las atrocidades de los regímenes Nazis y otro grandísimo tanto de los comunistas. La Historia cada vez repudia más y más las hagiografías. La verdad, que hace libre, parece también destruir las ilusiones y los ideales.

Y sigue retumbando en mi conciencia: 'Ama, ama a Dios'.

El corazón grita '¡No! ¡Mira a los que toman pastillas en la obra! ¡Mira a los desesperados! Mejor, ¡entrégate al vacío existencial!'. El tal nihilismo produce aún más desesperación, porque no se puede vivir sin creer en nada. Es simplemente imposible. Entonces, ¿qué hacer? ¿A quién seguir, si se tiene que seguir a alguien?

Y entonces me digo: 'bueno, en la Obra sentí mucha desesperación pero también tuve momentos de paz.' Y es que las virtudes son semilla de la paz interior. Aunque sea por el sólo hecho de tener la mente ocupada en algo menos que en la duda de la conveniencia del acto mismo. Me levantaba a tiempo y trataba de concentrarme en el trabajo, y de hacerlo santo… y (al menos en teoría), debía fomentar a los demás a que hicieran otro tanto. ¿Era esto malo? No. ¿Daba paz? Sí, por lo menos al principio. Después llegaba la desesperación. ¿Por qué?

Y la razón aún la sigo leyendo: la falta de amor. 'Ama, ama a Dios'. ¿Desesperación? ¿Cómo no? Si junto con el trabajo duro (bueno) se promulga también el no tener amistades particulares (malo), si junto con la integridad ('aunque la verdad te acarree la muerte') se dicen mentiras (como los cambios a los documentos o… lo que sea con tal de hacer proselitismo), y tantas otras cosas. ¿Cómo no se desgarran las almas? Y es que el motor de la pertenencia en la Obra puede ser el Amor al principio, pero muchas en muchos casos continúa con el Miedo (también con mayúscula).

Miedo a no haber cumplido los propósitos de la hoja de normas; a estar en una continua deuda económica y espiritual; a no llevar gente suficiente; a estar teniendo, de pronto, una amistad particular miedo a tantas cosas de las que ya se ha hablado tanto. Miedo a todo hasta a tener miedo. Miedo a que las normas vayan a cambiar (y entonces vamos a congelarlas, ¡a esculpirlas!) ¡Eso no es Cristiano!

El verdadero Cristianismo es 'Amaos los unos a los otros como yo os he amado. En eso reconoceréis que sois mis discípulos.'

Me quedo con las virtudes: me sirven, y mucho. Orientan mi vida. No son malas. Le añado algo nuevo: amor de verdad, a Dios y a los hombres, apasionado, sincero y, sobre todo, sin cuentas por pagar. Suena en mi alma: "Que la fragilidad de los hombres no enturbie la grandeza del ideal Cristiano. Ama, ama de corazón, sin miedo. Cumple tu trabajo, tu virtud. Ama, ora, obedece. Y si algo te quita la paz del alma seguramente no es cristiano." Mi amigo, el ex numerario en buen plan, sí esta equivocado en varias cosas, no lo dudo. Pero creo que en ésta, no.


Saludos,

Max




Publicado el Monday, 26 May 2008



 
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