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 Tus escritos: Anecdotario (IV) y epílogo.- Books

010. Testimonios
books :

 

 ANECDOTARIO (IV) Y EPILOGO

Books, 12.05.08

 

 

Poderoso caballero

Hacia el año 1996, creo recordar, nos reunieron un día a un buen grupo de administradoras y otras numerarias con trabajos internos. Nos comunicaron, que al no tener seguridad social, ni estar contratadas, se nos haría una póliza de jubilación, de cara a nuestro incierto futuro. La noticia lógicamente fue acogida muy bien, aunque eran bastantes los años en los que habíamos estado totalmente desamparadas. Cuando estaba pensando en mi salida, encontrándome en paro, me llegó el momento de pagar lo correspondiente a ese año. No tenía dinero, pues no cobraba ni siquiera el desempleo. Le dije a una persona de la delegación, con la que hablaba por aquellas fechas, que la iba a rescatar. Ella me preguntó qué iba a hacer con el dinero...



Le contesté que lógicamente ingresarlo en mi cuenta. Según ella, lo suyo sería que lo hiciera en la caja de mi centro. Yo pensaba que no, ya que la situación en la que me encontraba no era para tontear con algo que me pertenecía, y que de irme, sería lo único que me podía llevar conmigo.

 

Más tarde, pensando en esto, me dije que había sido tonta. Resulta, que para ingresar el dinero, era mi centro, pero para pagarme lo correspondiente a ese año del seguro, no era mi centro. O sea, para yo dar, era mi casa. Para que se me diera a mí ¿qué era?

 

Pasó un año. Escribí mi primera carta diciendo que me iba. Me contestaron al mes y pico, diciéndome que lo pensara. En estos días un cargo muy importante de la delegación mantenía conmigo una conversación, en la que me animaba a quedarme. Fue algo de un tono muy elevado, ella tocaba el cielo. Todo muy sobrenatural, muy espiritual, muy de Dios. De repente, y sin aviso, me suelta: "Desde que rescataste el dinero de la póliza, tu ya tenías claro que te ibas". Me quedé pegada. Hacía un año de eso, durante el cual yo seguía haciendo esfuerzos por quedarme. Yo ni me acordaba. Ella había bajado del cielo a la tierra en un segundo. Para variar, una vez más, el dinero jugaba un papel importante. Yo lo tuve claro. Aquella fue la puntilla. Digamos que con esa frase me puso en bandeja la salida.

 

Le contesté: "Me parece increíble. Ya no tengo ninguna duda. Esa póliza era mía, para mi futuro. En ningún rincón en letra pequeña decía, que si el futuro estaba fuera de la obra, dejara de ser mi futuro. Además, he trabajado muchos años sin estar contratada, sin cotizar en la seguridad social. No sé como puedes decirme esto. Yo puedo irme a vivir a casa de mi madre. Pero ya me dirás que hace alguien que se va de la obra, que no tiene familia y se va sin un duro. Supongo que se tendrá que ir a vivir debajo de un puente". Ella no dijo nada, y yo me fui sin despedirme y acto seguido estaba escribiendo mi segunda carta diciendo con claridad cristalina que me iba. Sí, yo estuve allí.

 

Durante muchos meses me retuvieron la correspondencia. De mi centro la llevaba alguien a la delegación. Algunas cartas eran importantes y me llevaron a más de una situación tensa, por no haberlas leído en su momento y como consecuencia, no haberlas contestado. Me lo dieron todo cuando recibí la contestación a la segunda carta que escribí, poniendo fin a mi estancia en el opus dei.

 

Un autógrafo, por favor

No sé cuantas veces firmé papeles sin saber lo que hacía. Llegaba la secretaria de la casa y me decía: ¿puedes firmar esto?. Me ponía los papeles delante de la nariz, con un bolígrafo, yo firmaba y se los llevaba.

 

Un día empecé a leer lo que ponía. Cuando iba por la segunda línea, la que en esos momentos llevaba las cuentas, me dice: ¿por qué lo lees? ¿no te fías de la obra?. Yo dejé de leer y firmé. Sí, así se las gastaban, y así de imbécil era yo.

 

Tertulias insoportables

Nunca me gustaron las tertulias de "contar". Esto ocurría sobre todo en los cursos anuales. "Hoy le toca contar a fulanita". Y la fulanita soltaba el rollo de su centro, su labor y yo que sé.

 

Pero si había algunas que me parecían de nota, eran aquellas en las que las narradoras habían vivido episodios importantes en la historia de la obra. Anécdotas, que a mí me ponían especialmente de los nervios.

 

-"En los viajes, había una numeraria que llevaba entre su equipaje una sartén para hacerle las tortillas al padre" ¿?

- "Un día el padre se enfadó mucho porque había una pelusa debajo de un sofá"

- "Otro día se enfadó mucho porque fue a un centro y no estaba la administradora"

-"Aquel día se enfadó porque vio un cuadro torcido".

 

!Cosas pequeñas! decían. Para mí todo era exagerado, desproporcionado, absurdo, maniático. Yo he conocido "el placer de las cosas pequeñas" fuera del opus. Dentro, llegaban a ser en algunas ocasiones un verdadero suplicio.

 

EPILOGO

¡Nuestra celda es la CALLE!

¡Somos del MUNDO, pero no mundanos!

¡Hemos de amar al mundo APASIONADAMENTE!

¡Las personas del opus dei son CIUDADANOS CORRIENTES!

 

Si estas máximas son reales, que baje Dios y lo vea. Me daría con un canto en los dientes, si alguna fuera cierto. Pero mucho me temo que si pierdo la mandíbula, será por otro motivo. Claro, que siempre cabe la posibilidad de acudir a la intercesión de san Judas Tadeo ¿pensáis que daría resultado? En fin, que como os decía a mí no me importa otro pedo de violinista, como diría Frank McCourt....

 

Un abrazo, books.

 

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Publicado el Monday, 12 May 2008



 
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