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max :

Hola a todos.

Dando un repaso general a las contribuciones de esta Web, es fácil darse cuenta de que su crecimiento ya es desproporcionado. Esto está lejos de ser algo malo, pero sí exige organización. Es maravilloso que, a pesar de su tamaño, se nota el esfuerzo constante de parte de los Orejas por que no se mantenga “a la deriva”. Afortunadamente, este sitio Web no es como un foro de discusión, de los que abundan en Internet. De ellos, rara vez se puede sacar algo concreto fácilmente. Esta Web, en fin, sigue más o menos organizada. En general, buen trabajo. El objetivo no se ha perdido: denunciar lo que, a luces unas veces claras y otras no tanto, está mal en la Obra.

Sin embargo, toda empresa humana corre un riesgo (y tal vez peco por generalización), que es quedarse anclada en sí misma. De nuevo, con Orejas esto no ha pasado y espero que no pase… Porque es lo que pasa con el Opus Dei. Paso a explicarme...

Honestamente, uno mira en el papel, por lo menos la descripción general, y el Opus Dei suena como algo poco menos que maravilloso. “Santificar el Trabajo, Santificarse en el Trabajo, Santificar a los demás con el Trabajo”. ¿Qué ideal más… ideal que éste? No dejan de sorprenderme citas que sigo creyendo, como ésa de que estas crisis del mundo son crisis de santos. Por supuesto que lo creo… “Hace falta una cruzada que contraataque la labor infame de los que creen que el hombre es una bestia”… y yo soy el primero en gritar: “¡Claro que sí!”… Y, sin embargo, los que se meten en la Obra terminan, en muchos casos, desesperados, enclaustrados, encerrados en ella, sintiéndose sin escape, con un montón de restricciones mentales y de traumas. Si uno mira Opuslibros, la lista tremenda de testimonios nos habla de un continuo desahogo por parte de los que han sufrido. Como el náufrago que, luego de vivir su soledad, necesita “volcarse” en los demás para desahogarse de su trauma… O como el preso que sale de la cárcel… o como cualquiera que ha pasado por una experiencia traumática… la necesidad de contar es más que hacer gala de víctima… Sirve como catarsis, como elemento algunas veces fundamental en la recuperación del que ha sufrido. Digo, que es necesario contar para liberarse… Aquí, nuevamente, también sirve el ideal del Opus Dei: ser “salvajemente sincero”. Qué lógico.

Lógico, ideal, hermoso… Pero el hecho es que la gente sale desesperada del Opus Dei y de 10 que entran, uno se queda. ¿Qué pasa entonces? ¿Es que el ideal es incorrecto? ¿Es que lo de santificar el trabajo es ya caduco? ¿Ha cambiado el Hombre su naturaleza? No, no lo creo. Mi teoría es distinta: el Hombre no sólo no ha cambiado, sino que refleja en sus creaciones el pecado original. Esto pasa en el Opus Dei. En efecto, me parece que el gran problema es que el Opus Dei es una institución que se ha llenado de sí misma.

Los hombres tenemos, también por naturaleza, la tendencia a crearnos falsos ídolos. Una creación, buena, esperanzadora, prometedora de la libertad, siempre comienza así: pequeña pero hermosa. Luego los hombres construyen sobre ella… y vierten sus cualidades, pero también sus defectos. El Opus Dei, en el papel, es algo hermoso (un numerario con el que hablaba hace unos años me decía algo realmente cierto: si fueran los países como lo que dicen sus constituciones, todos –y sobre todo aquél de donde yo soy- serían poco menos que paraísos terrenales), en la realidad, para muchos es un infierno. La institución se vuelve más importante que el ideal inicial.

Así, el numerario que inicialmente comenzó su jornada saltando alegre… termina atormentado por un conjunto innumerable de normas, “deudas” y culpas. El Opus Dei se ha convertido en un monstruo. Poco queda, para el numerario que se va de la Obra, del ideal romántico. El problema es, nuevamente, que la institución del Opus Dei se ha llenado de sí misma. En su afán por conservar el “espíritu”, presa evidente del miedo y de la falta de fe, ha procedido a definirse milimétricamente, en un conjunto de documentos, leyes, preceptos, decretos, normas de comportamiento, cuadernos, glosas, “costumbres”, etc. (¿cómo puede describirse sobre el papel una costumbre sin destruirla? ¿Qué tal definir un carnaval, una fiesta, con precisas reglas? ¿Qué falta hace, si es una costumbre, algo bien conocido y comunicado con experiencia vital? ¿No parece una locura?). Tal vez esté equivocado, pero lo que veo es que cada vez más y más numerarios están en todo menos que en vivir en medio del mundo. Repiten que están en medio del mundo, pero (evidentemente), no lo están. Existen los casos, cada vez más raros, de los numerarios que no son sacerdotes ni que trabajan en instituciones de fomento… de la Obra. Éstos, tal vez por el contacto real que tienen con la “suciedad” del mundo real, es más factible que tengan una visión realista, objetiva y que logren, por ende, vivir el ideal de vivir en medio del mundo, santificar y santificarse, y (más o menos), ser “los demás”, como decía el Padre. Pero los otros, los que desempeñan labores de dirección, ésos viven, piensan, respiran Opus Dei. La Obra comienza a ser su vida desde que rompe el alba hasta el crepúsculo. La ligereza inicial de la Obra, el ideal romántico, se ha materializado en un conjunto infinito de papeles y “cuentas por pagar”.

¿Qué pasa, a estas alturas, con eso de darle la vuelta al mundo como un calcetín? Lo que comienza a suceder en el alma atormentada es que ya no importa. El instinto de supervivencia ante el agobio de las reglas comienza a pesar más que el supuesto sentido de las mismas (máxime cuando, en muchos casos, este sentido es difícil de ver de por sí, o se ha difuminado ante la desesperación que implica el cumplimiento de la regla “sobre todas las cosas”; la ley, más importante que el individuo). ¿Es el ideal, pues, malo? No, nada de eso. En verdad sí hace falta amor en el mundo; sí hace falta caridad, desprendimiento, servicio, sí hace falta corregir la labor continua de los que rebajan el ser humano a “un mamífero más”. Hace falta gente que libere de la opresión del pecado, que sean guías, que sean líderes honestos… Claro que sí. ¿Pero qué tiene que ver el cumplir unas normas como robot con este ideal? Por lo menos yo, y sé que muchos otros, no vemos muy claramente el enlace. El Opus Dei se llena de sí mismo.

- ¿Y el sentido de la regla?
- No importa, lo pensamos después, que la regla hay que cumplirla. Así que a hacer tu oración, tu mortificación, tu rosario…
- ¿Y para qué tanto movimiento?
- Si sigues pensando así, ¡nunca vas a llenar tu hojita de normas! Si sigues así, ¡no vas a traer almas al Centro! ¡Vamos, anda, muévete! ¡Deja de pensar!
- ¿Pero…?
- Pero… ¡nada! ¡¡A trabajar, a moverse!! A hacer el Opus Dei siendo tú mismo Opus Dei.

Y esta última frase lo resume todo. La persona termina convertida en el Opus Dei, el ideal de liberar al mundo desaparece. ¿Importa el ideal? “¡Sí, sí!”, dice la mente, la boca del numerario desesperado aunque ya el subconsciente lo que grita es “¡¡ya no quiero mááááás!!”

¿Y cuál es la salida? No puedo describir todo lo que se tendría que hacer en la Obra para que dejaran de sufrir los que en ella están sufriendo. Lo que sí sé es esto: lo importante es el Amor a Dios y al Prójimo. Ya lo dijo el Maestro:

"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente, con toda tu alma y con toda tu fortaleza." Y, también “Marta, Marta, te afanas y te preocupas por muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria. Pues María ha escogido la buena parte, la cual no le Será quitada.”

¡Si, para ellos, en verdad esto fuera lo más importante, tuvieran más fe, dejaran al verdadero Amor actuar libre… y dejaran de esquematizar, de diagramar, de construir castillos… ¡de llenar tantos papelitos!

Saludos,
Max.



Publicado el Monday, 12 May 2008



 
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