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 Tus escritos: Anecdotario (III).- Books

010. Testimonios
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ANECDOTARIO (III)

Books, 5 de mayo de 208

 

 

Sin palabras

Trabajaba en una administración, algo cutrecilla, por cierto, y que se inundaba con cierta frecuencia. Entre las numerarias auxiliares, había una, del norte, muy delicada, educada y terriblemente “¿cuadriculada?”.

 

Encontrábame con ella en el oratorio de la residencia, yo limpiando la zona del altar y ella por los bancos. Yo pasaba la mopa. Cuando llegué a lo que es propiamente el altar levanté las partes que caían del mantel y las puse sobre éste. De repente, veo que la auxiliar, suelta el trapo del polvo, viene hacia mí con cara de circunstancias, muy seria, y me dice: “señorita, eso no se puede hacer, es una irreverencia, es como si se le levantara la falda a nuestro Señor”...



Yo me quedé tiesa, no estaba acostumbrada a escuchar cosas tan rarísimas. Me entraron ganas de reírme, pero no lo hice por detalle con la auxiliar. De este tipo de ocurrencias, se dieron más, no las recuerdo bien y no las puedo poner en pie. Pero había cada cosa....

 

“Ha estado usted a punto de irse al otro mundo”

Estas fueron las palabras que me regaló el mantenedor de un colegio mayor, en cuya administración trabajaba.

 

Yo pasaba una temporada en el planchero. Era sábado a mediodía. Fui al lavadero, a cambiar el agua a la lavadora, pues era de esas gigantes con un bombo horizontal de unos dos metros, y manual. Había que darle a una manivela para soltar el agua sucia, abrir la llave del agua para que entrara la limpia. Pues bien, estoy en estas faenas, cuando el bombo, lleno de ropa y de agua, empieza a pegar botes de arriba abajo. Salía mucho vapor por todos lados, incluso de una lavadora automática que había a otro lado. Como pude, aterrorizada, solté la mano de la llave, salí corriendo y busqué a la directora, y ésta al mantenedor y al cura de la residencia, ya que el director “no podía aparecer al otro lado”. Bajamos a las calderas, que estaban inundadas. Resulta que el termostato había fallado, y la temperatura del agua subió de una manera espantosa. Fue entonces cuando el mantenedor me dijo: “señorita, ha estado usted a punto de irse al otro mundo”. Tardé toda la tarde en recuperarme del susto, y esa noche no pegué ojo... se la ví!.

 

¿Sibaritas, místicas, retorcidas, cínicas?

Una empleada de hogar con la que trabajé varios años, y con la que aun mantengo contacto, me llamó un día indignada. Ella seguía trabajando en un centro de la obra, por cierto, mal pagada. Yo ya me había ido:

 

-“Estoy hasta el gorro, esto no hay quien lo aguante. ¿Qué te crees que me viene a decir el otro día la gili esa (la administradora)? Agárrate!. Va y me dice la tía: ‘mira, tu estás mal de dinero ¿no? Pides a veces que se te adelante el sueldo, o que se te suba..... Habíamos pensado.... que vinieras a trabajar el domingo que hay retiro, para que las de la casa puedan rezar bien y no se distraigan recogiendo la mesa, poniéndola...’”

 

Mi amiga le contestó. “Mira, yo tengo una familia, trabajo aquí de lunes a viernes. Salgo a las diez de la noche. Los sábados y domingos me dedico a los míos. Así que no, no vendré a trabajar el domingo de retiro.”

 

La administradora le contestó que no le haría tanta falta el dinero, a lo que ella le dijo, que aunque tuviera que tirar de donde fuera, no iba a dejar a sus hijos y a su marido para ir allí.

 

Y es que así se las gastan a veces.....

 

Un regalo de mi hermana

Cuando la otra, era buena....

En mis veintidós cumpleaños, veintidós santos, veintidós días de reyes, recibí regalos de mis padres y hermanos. Recordando he querido contar con las cosas que me quedé: una caja de bombones, que escondía en el armario entre la ropa, una carpeta portafolios, algún bolígrafo....

 

Un pañuelo que me regaló mi hermana, me lo quedé, pero cuando me lo vio puesto la directora, me lo arrancó del cuello. También me quitó un jersey que me había comprado sin consultar. Y es que me encontraba pasando entonces, una mala racha.

 

En una ocasión, en la que me encontraba “bien”, mi hermana me regaló un jersey que me encantó. El color me parecía precioso, y la forma también. Pero con mucha pena y pocas ganas lo dejé en dirección.

 

Al día siguiente, se sienta a mi lado en el comedor una de las personas más rancias que me encontré en el opus dei. No vestía como una “persona corriente”. Bien, pues me dice: “me ha dado la directora un jersey que lo voy a usar para excursiones”. Le pregunté que cómo era. ¡Era el que me regaló mi hermana, no había duda!. Claro, ella no podía llevarlo puesto como cualquiera, con más o menos estilo, ya que como fuera que lo usase, lo estropeaba. ¡Qué mal me sentó! Cuando se lo vi puesto, casi lloro de la pena.

 

Y hablando de trapos.

Cuando me hallaba con un pie fuera y otro saliendo, me fui un día de compras, yo sola ¡oh falta de espíritu! Y cuando llegué al centro no dejé la ropa en dirección ¡oh pecado!.

 

Me parecía absurdo que me acompañara alguien que no era de mi estilo y más absurdo soltar las compras en dirección, estando en época de rebajas, y donde se acumulaba la ropa porque éramos muchas personas las que vivíamos allí, y ni la directora ni su abuela miraban nada, porque lo que querían era quitarse aquello de en medio cuanto antes, pero claro, caiga quien caiga, es necesario cumplir los trámites...

 

Recuerdo que durante mucho tiempo, para ver qué te tenías que comprar, y qué debías “desechar”, se paseaban directora y subdirectora por todas las habitaciones, te hacían vaciar el armario entero, y con libreta y boli en mano, te decían “tienes suficiente ropa, o demasiada, o tienes que comprarte un conjuntito, o esto no te queda ya bien, lo tienes que dejar. Y apuntaban: P.K.W.: compras: un conjunto; desechar: una falda....

 

A veces te daban ropa, unas más monas que otras, y según como estuviera el ambiente, te la quedabas o si ya estabas harta de ropa que no te gustaba.... decías: “no gracias”. En algunas ocasiones sí me gustó lo que me dieron. Decían que yo tenía “cuerpo de pobre” y que todo me valía....

 

Obligada por una “luxindex”

Ya me estaba yendo, o lo pensaba más en serio. Cumplía el trámite de sentarme una vez a la semana con mi supuesta amiga de intimidades. Yo hablaba de tonterías, pues no me apetecía contarle nada a la persona designada. Dije a la directora que quería cambiar, pero no tuve éxito. Ya dejé de llevar agenda porque no tenía nada que apuntar, porque no tenía nada de contar. 

 

Un día me dice una del consejo local: “Ha llamado la de san miguel, que quiere que vayas a hablar con ella”.

 

Cuando llegué, más fresca que unas pascuas a la delegación y después de los saludos de rigor, me dice la mujer: “me han dicho que no usas la agenda para tus conversaciones”. Yo le contesté que no sabía que era obligatorio y además le dije que tampoco la llevaba para círculos, ni meditaciones, ni ná de ná..... Total que aquello fue el inicio de una conversación bastante chunga y en la que la chica no logró convencerme de nada de lo que tenía escrito en su luxindex...

 

Y ahora me viene la duda: ¿eso de la agenda era una norma o una costumbre? Claro que no me importa un pedo de violinista....

 

Un beso, books

 

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Publicado el Monday, 05 May 2008



 
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