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 Tus escritos: Numeraria auxiliar durante 35 años (5).- Maripaz

077. Numerarias auxiliares
maripaz48 :

NUMERARIA AUXILIAR DURANTE 35 AÑOS (5)

MariPaz, 23 de abril de 2008

 

 

Continuo con mi historia contando mis últimos días en Madrid.

La residencia era una antigua embajada, creo. Una casa señorial. Tenía una escalera principal, era como de cuento de hadas y cuando pasábamos por ella con los bártulos de la limpieza, en mi imaginación me sentía princesa, aunque llevara en la mano la escoba de barrer. Era cuestión de soñar .

En un lateral había una armadura de verdad. Yo la miraba con asombro y casi con miedo, no fuera a salir algún antepasado .

Cuando les comentaba estas cosas me decían que estaba “como un cencerro". Mi imaginación era calenturienta debido a los cuentos de princesas de la colección Azucena leídos en las noches frías de mi tierra al calor del hogar...



Allí descubrí lo qué era dormir en el suelo, con la guía telefónica de almohada, en la sala de estar.Yo veía que todas las noches desaparecida alguien con sus mantas y sabanas y no volvía hasta la mañana siguiente, y lo pregunte. A los pocos días, con mis enseres bajo el brazo, me fui también a vivir el día de guardia. En Madrid, en agosto, hace un calor de muerte y os podéis imaginar que no dormí en toda la noche. A la mañana siguiente me esperaba un día de intenso trabajo .

Viví allí pocos meses mas antes de irme al centro de estudios.

Recuerdo a una numeraria mayor que había estado en Kenia bastantes años. La recuerdo porque me dejó un recuerdo de cariño.

Como ya he contado, durante mi estancia en Bilbao veía la serie de vaqueros “Bonanza” y un periódico empezó a editar unos coleccionables muy simpáticos Todos los días, con gran secreto, los recortaba y lo iba guardando. No decía nada a nadie, tenía dudas si estaba bien o mal. En mi interior contrastaban sus ideas con las mías y llegaba a dudar de cosas elementales. Me estaban haciendo complicada... Yo siempre había sido sencilla. Pues bien, esta numeraria mayor debió observar que yo lo coleccionaba y ella misma, en una tertulia, hizo el comentario a una que estaba leyendo el periódico: “Dame lo de ‘Bonanza’ para esta pequeña que lo colecciona”. Me sentí descubierta y me puse colorada, pero fue un momento entrañable para mí. De hecho, no lo he olvidado con el paso de los años. Aquella persona me demostraba su cariño con un detalle quizá si valor, pero que para mí, en aquellos momentos, era vital. Necesitaba sentirme querida .

Por supuesto que guardo momentos bonitos y personas queridas de mis años en la obra. Hay gente valiosa que se entrega como lo hice yo, con todas sus fuerzas. Pienso que es necesario recordar los momentos felices para sobrellevar mejor aquello que nos hizo sufrir. Esa persona, más tarde vivió en Sevilla en mi mismo centro y siempre me tuvo un gran cariño. Recuerdo a numerarias auxiliares que fueron verdaderas madres para mí y con las que pase muy buenos momentos.

Un día me llamaron a dirección y me dijeron que me iba al centro de estudios a Galicia. Me pareció fenomenal, ya me empezaba a cansar de aquel encierro prolongado. Se vendrían también otras vocaciones recientes.

Los preparativos de la marcha nos sirvieron para rellenar el armario con algún traje nuevo, a veces -la mayoría heredado-. A mí todo lo que  fuera estrenar me parecía estupendo.

Nos pusimos en camino hacia Santiago de Compostela, era una nueva aventura y yo estaba feliz. Hicimos noche en el tren, fue un viaje muy largo. Los trenes de entonces eran bastante incómodos, pero disfrutamos mucho.

Llegamos al amanecer a la ciudad. La casa era muy bonita. Tenía una balconada en la parte central, como una preciosa galería típica de aquella zona. Desde allí, se veían las puestas de sol mas maravillosas del mundo, como mas tarde pude comprobar. Al fondo, el monte Pedroso.

Era Año Santo Compostelano y se divisaba a lo lejos las banderas del Burgo de las Naciones, no me acuerdo exactamente si servía como albergue de los peregrinos que hacían el Camino de Santiago.

Aquello no era tan grande como Madrid, parecia un pueblo grande.

La llegada fue bulliciosa, mucha gente joven llenaba los pasillos con sus risas y exclamaciones.

Nos enseñaron la casa, nuestras habitaciones... Saludamos a la directora y nos dieron un desayuno caliente que agradecimos.

Aquel mismo día por la tarde nos llevaron a visitar la catedral. ¡Qué maravillosa! Dimos el abrazo al apóstol Santiago riéndonos en voz baja, pues nos hacia gracia. Como en principio nuestra vida iba a consistir en formarnos, le dimos el coscorrón de rigor al maestro Mateo, para que nos iluminase el intelecto.

No sé, presentía dentro de mí que iban a venir tiempos mejores. Es la época mas bonita que recuerdo respecto a la convivencia. Éramos gente joven, ilusionada y disfrutábamos con cualquier cosa.

A los pocos días empezó el curso del centro de estudios. Éramos la administración de una casa de retiros y convivencias que había al lado nuestro. Hacíamos de todo: plancha, limpieza, cocina… El resto del tiempo que nos quedaba lo empleábamos en acudir a clase en el único aula que había, situada en la sala de estar, que daba a la galería que mencioné antes. Tenía una mesa que ocupaba la profesora y un encerado grande; alrededor sillas bajas de enea donde las alumnas nos sentábamos apoyando nuestros libros y cuadernos en el regazo.

Allí empecé a interesarme por la gente del sur de España, sin saber que seria mi destino al salir de allí durante muchos años.

 

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Publicado el Wednesday, 23 April 2008



 
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