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 Correos: Felices por decreto.- Antrax

040. Después de marcharse
Antrax :

A propósito del tema recurrente en Opuslibros de la “felicidad” dentro y fuera de la santa casa, se me ocurre alguna consideración de escasa trascendencia que me atrevo a escribir.

Mis recuerdos sobre el tema son más bien ridículos, casi grotescos. Allí se había determinado que todos éramos felices. ¿Cómo felices? ¡Felicísimos! Vivíamos en un estado muy próximo a la beatitud. Eso por definición y por superior mandato.

Un sobreentendido más que se explicitaba con alguna frecuencia en charlas y meditaciones.

La capacidad de representar episodios maniqueos y, desde luego, categóricos, era casi inagotable.

Claro que todo aquello sonaba a hueco, a poco que uno se pusiera a escucharse con algo de franqueza. Digamos que esto de la felicidad, igual que lo de la desdicha, no se puede sujetar a un orden institucional, ni tampoco es del todo controlable por el individuo.

Una vez que sales fuera tampoco puedes aseverar sin engañarte que ahora sí que eres más feliz que el pajarillo en la rama. Lo que sí sucede es que no vives preso de un tópico más bien mendaz y puedes permitirte hasta sentirte desgraciado o alegre sin contrariar ninguna voluntad divina o humana. Es decir: puedes mirar de frente a la realidad y también acudir a una introspección honesta y descarnada. De esa manera recuperas tu humanidad y no te andas con floreos.

La estúpida institucionalización del sentimiento es propia de sectas y afines. Instituciones dedicadas a contrariar los resortes de la conducta humana. Juego sucio.

Queridos amigos: guerra a la felicidad por decreto. Viva la verdadera libertad.

Ántrax




Publicado el Monday, 14 April 2008



 
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