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 Tus escritos: Numeraria auxiliar durante 35 años (II).- Maripaz

077. Numerarias auxiliares
maripaz48 :

NUMERARIA AUXILIAR DURANTE 35 AÑOS (II)

Mari Paz, 11 de abril de 2008

 

 

A los quince días de mi estancia en la residencia, aquella vida no me gustaba pero mi amor propio me llevó a aguantar. ¡Cualquiera volvía a las pocas semanas, decepcionada de mi maravillosa experiencia!…

 

Trabajábamos muchas horas: limpiezas, rezos, horas de plancha... Desde primera hora me especialicé en la plancha y ¡cuántas horas he dedicado a este menester!. Es más, mi brazo derecho, se resiente con frecuencia, actualmente, debido a la presion a la que le sometí a lo largo de numerosos años...



Por entonces, allí, no vivían numerarias auxiliares y había una agregada, como diez o más años mayor que yo -me enteré hace poco que murió bastante sola por aquello de la caridad seca y fría que se vive en la obra, después de haber dejado su vida-. Era buena persona, trabajaba en la portería o recepción de la residencia. Desde el principio me cayó simpática, me hacía sentirme importante, me tomaba en serio. Ella fue la que poco a poco con su carácter infatigable, de buena vasca, me introdujo en su mundo y empezó el proceso de lavado de cerebro y mi inquietud por algo espiritual que no fueran los chicos y la ropa bonita, únicos ideales en mi joven vida hasta entonces.

 

Más tarde vendrían los cursos de retiro en una preciosa casa de Las Arenas y allí, sí que te metían “paquetes” en dosis elevadas. Para una mente como la mía, idealista, formada en el seno familiar en la honradez y en valores, pronto prendió en mí la llama de la vocación y rápidamente, me avasallaron con toda clase de impaciencias sobrenaturales, para que me decidiera cuanto antes a pitar.A los 16 años entregué mi vida, mis planes, el cariño familiar, mis ilusiones -todo- por un ideal que pensé entonces, por lo que me había costado decidirme, me haría la persona mas feliz del mundo.

 

Una cosa que observé apenas llegar era el trato de superioridad de las numerarias hacia nosotras. También, en los años sesenta, estas diferencias sociales estaban más en vigor que ahora. La sociedad ha sufrido un cambio y se vive con mas naturalidad el status social de las personas. Yo lo tenía claro: pobre pero honrada y con mi dignidad elevada al grado superlativo. Y plasmaba mi superioridad en miradas desafiantes y llenas de rebeldía cuando algo me parecía injusto.

 

Era  la época de “Bonanza”, una serie televisiva de vaqueros y causaba furor un programa que dirigía un sacerdote numerario [Jesús Urteaga] –“Siempre alegres para hacer felices a los demás”- se titulaba. La única salita que habia era bastante pequeña, con unos muebles clásicos y nada cómodos. Por supuesto nosotras no la usábamos. En el rellano de la escalera, al lado de la sala y junto a una balconada de madera, sacaban dos o tres sillas y en el suelo sentadas, veíamos la televisión los pocos ratos que teníamos libres. La verdad es que eran momentos únicos, mas propios de nuestra edad que los numerosos trabajos a los que estábamos expuestas.

 

Cuando recuerdo aquella época viene a mi memoria el teatro Ayala pues las camarillas daban a la parte trasera del mismo y soñé con haber asistido a alguna representación. En el edificio de enfrente estaba una casa central de la Once [Organización Nacional de Ciegos Españoles] y como música de fondo se oía eso de “¡Serie me queda para hoy!” que repetían los ciegos vendiendo sus cupones.

 

Un día, después de la limpieza de la residencia, limpiábamos la salita de la administración mi amiga y yo, que daba a la fachada principal y aunque teníamos prohibido mirar por ventanas y balcones, a mí me encantaba. Apenas salíamos a la calle, yo necesitaba verla por lo menos y cual es mi sorpresa que allí enfrente estaba mi hermano del alma .Yo le quería especialmente, me llevaba dos años, éramos los dos mayores, grandes cómplices y amigos. Grite con todas mis fuerzas y mi amiga, que entonces estaba coladita por él,se fue hacia el bacón y le llamamos. Venia con un amigo.

 

La numeraria que lo vio nos quitó de allí sin ninguna contemplación y nos cayó un buen rapapolvos. Yo pensé que había hecho algo espantoso. Más tarde, con el paso del tiempo, aprendí a controlar todas mis emociones y dado que mi natural era la espontaneidad, me costó bastante. Todavía pienso cómo fui capaz de vivir tantos años pisando algo que hace humanos y sensibles a las personas como es el mundo de los sentimientos, en aras de que tenía que vivir un espíritu “que era de Dios” y que poco a poco te quitaba la alegría natural de la vida.

 

Aquel día mi hermano quiso llevarnos a comer fuera y no se lo permitieron, no les parecía bien que nos fuéramos con unos chicos jóvenes. Desde aquel día tuve que aprender el difícil arte de vivir ignorando a tu propia familia, esos seres que hacía tan poco habían significado todo para ti.

 

Me parecía que estaba empezando a pagar un alto precio por vivir aquella vocación que me salio al encuentro cuando menos lo esperaba.

 

Un fuerte abrazo y hasta pronto.

Mari Paz

 

 

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Publicado el Friday, 11 April 2008



 
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