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 Correos: La moda de idolatrar la coherencia de vida.- J.J. Irrazabal

070. Costumbres y Praxis
J.J. Irrazabal :

Tengo para mí que el cinismo, además de una actitud vital, es un género literario. Puede ser una opción entre tantas para muchos, pero lo considero un deber para otros como yo, que además creemos que la coherencia es una conducta que hay que procurar mantener, sobre todo en estos decadentes tiempos postconciliares. No hago más que llevar a la práctica el ideal de la unidad de vida, del que tanto nos hablaba nuestro Padre.

 

Por lo demás, creo que Zartan, Luxindex y Emevé, cada uno a su manera, han interpretado la intención de mi escrito anterior, así que me remito a sus intervenciones en lugar de contestar a algunos de los comentarios airados con los que me he encontrado. Excepto ellos, tenéis muchas razones, pero no tenéis razón...  



 

Perdonad mi entusiasmo por el tema del rejalgar, pero es que no se oye todos los días una maldición en la boca de un santo, y menos de uno de la talla de san Josemaría (que, como todos sabéis, junto con san Pablo, es de los que más gracias ha recibido en la historia de la Iglesia). Si a eso se suma la belleza literaria con que la expresa su anatema, es difícil resistirse a comentarlo. Pero al menos yo no quiero abundar en el tema, que ya tenéis vuestras propias vidas como prueba permanente del acierto de su profecía.

 

Quería hablar precisamente de la coherencia (o de la falta de ella), que es un tema por el que se nos ataca con frecuencia en esta página, con absoluta injusticia por cierto. Una cosa es que la Obra viva la humildad colectiva y no se tome el trabajo de aclarar oficialmente lo que algunos aquí oscurecéis, y otra que yo siga aguantando ataques de baja estofa sin decir nada cuando lo que está en juego es la honra de mi Madre Guapa. No creo necesario aclarar que lo que digo corre exclusivamente por mi cuenta, y que no soy portavoz oficial de nadie más que de mí mismo. Ya veis que somos libérrimos, como decía nuestro Fundador, y por eso mismo lo que aquí digo va por mi cuenta y riesgo.

 

Voy a empezar por denunciar esa especie de idolatría, que de cristiana no tiene nada, por la perfecta coherencia entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace. Como bien decíais algunos –en esto sí estamos de acuerdo–, estamos llenos de miserias y no hay nada que no tenga arreglo con una buena confesión, excepto irse del Opus Dei, claro. ¿Que retrasas la lectura? Pues te confiesas (por la pereza que implica, no por el retraso mismo, que no es pecado). ¿Que crees que le has mirado el tobillo a tu hermana cuando te servía el segundo plato de la cena? Pues te confiesas (porque en materia de pureza no hay detalles de poca importancia). ¿Que no prestas la debida atención a la lectura de la Intención Mensual en el Círculo Breve? Pues te confiesas (por la falta de unidad al Padre que eso implica, no porque sea pecado distraerse). ¿Que no les pagas a tus empleados según lo que manda la ley? Pues te confiesas (por lo que pudiera haber de mal ejemplo en ello, en algún caso remoto). Y así tantas otras cosas, que el justo peca siete veces al día, y es lógico que un Numerario que lucha peque al menos ocho o nueve. Si pecáramos sólo siete, es que estaríamos preparados para que el Señor se nos lleve al Cielo en ese mismo momento, y nos moriríamos todos simultáneamente, con el problema de continuidad de la Obra que eso traería consigo. El Señor otorga su gracia con generosidad, y se ve que cuenta con nuestra docilidad –y aun con nuestra falta de docilidad– para que su Obra se realice en el tiempo. Deo gratias!   

 

Así que, lo dicho: la obsesión por la coherencia entre pensamiento, palabra y acto es una idolatría de la semántica o de la pragmática a la que no se debería adherir. Por eso creo que decir que en la Obra se predica una cosa y se hace otra es una obviedad, y no pueden acusarnos por ello. Lo que se dice es que debemos ser santos, y lo que hacemos es procurar ser santos. Como del dicho al hecho hay mucho trecho, pues hay que reconocer que somos viatores: vamos camino a la santidad, con la gracia de Dios, y nadie debería admirarse de que no hayamos alcanzado todavía la meta.

 

La maravilla grande, la que no se puede negar, y que debería serviros como prueba de la divinidad de la Obra a los que dudáis, es la coherencia de su doctrina. Esa coherencia, que es toda de Dios, sí que es maravillosa, porque no está adulterada por nuestros pecados. En Casa hay una respuesta para todo, y tenemos la farmacopea para todas las enfermedades del alma, y lo bonito es que cada miseria nuestra tiene su medicina sobrenatural: ¿Que no haces apostolado? Pues seguro que te falta vibración y estás metido en tus cosas. Debes rezar y mortificarte más. ¿Que te cuesta ver la voluntad de Dios en lo que te dicen en la dirección espiritual? Pues es que la soberbia está haciéndote creer que tienes razón, cuando no tienes razón alguna. Entonces debes rezar y mortificarte más. ¿Que te está costando la guarda del corazón y de los sentidos? Pues debes volver a ilusionarte con la Obra, tus hermanos y el apostolado y, para eso, debes rezar y mortificarte más. ¿Que te cuesta desapegarte de tu familia de sangre e insistes en ir a la boda de tu hermana? Pues debes aprender de nuestro Padre a poner orden en los afectos y, si quieres lograrlo, nada mejor que rezar y mortificarte más. ¿Que sientes una simpatía especial por alguno de Casa, y te lo dicen con claridad y delicadeza en la corrección fraterna pero no acabas de reconocerlo? Pues es que se te está desordenando el corazón y hasta probablemente se te está metiendo una sensualidad lindante con la sodomía. No te espantes: eres capaz de las peores aberraciones, pero ese demonio se quita con más oración y más mortificación. En fin, ¿que estás triste y te parece que estás deprimido, y tienes tentaciones contra la perseverancia? Pues seguro que piensas demasiado en ti mismo y en tus cosas y estás dejando que el egoísmo se adueñe de ti. Qué mejor solución, en ese caso, que rezar y mortificarse más.

 

A variedad de enfermedades del alma (somos capaces de todos los errores y todos los errores, lo decía san Josemaría), variedad de medicinas para el alma. Nada de experimentos psicológicos modernos. Para eso está la doctrina ascética segura de siempre: no hay nada que no se arregle con la gracia de Dios, y para ser dócil a ella, basta con más oración y más mortificación.

 

Es bonito que en la Obra hay una respuesta segura para todo, para lo humano y lo divino. Dios le dio una vida larga a nuestro Fundador, y gracias abundantísimas para que hablara con enorme sabiduría sobre casi todos los temas. Y si no dijo nada sobre algún tema, casi siempre pueden tomarse frases suyas sobre cuestiones análogas y se descubre que se aplican perfectamente, como si en la mente de san Josemaría hubieran estado hasta las cosas que no se habían inventado todavía entonces. Si no tenía el don de profecía (tengo para mí que sí que lo tenía, y me remito a la prueba del rejalgar), se le parecía mucho. Creo que no exagero si afirmo que ha dicho cosas de enorme clarividencia sobre los medios de comunicación, por ejemplo, que hacen pensar que ya tenía en su mente la Internet, los teléfonos móviles, los ordenadores Apple y hasta los reproductores mp3. Leedlo sin prejuicios y coincidiréis conmigo. Y así sobre tantos otros temas. Misterios de un hombre santo.

 

Lo siento, me he ido por los cerros de Úbeda. Para terminar, sólo quiero recalcar lo dicho: la coherencia perfecta, para la doctrina. Y si nuestra vida no es tan coherente como quisierais, pues a no sorprenderse ni desesperarse, que estamos en ello. Rezad y mortificaos con generosidad, que Dios es misericordioso y os permitirá que nos ayudéis a los que seguimos siendo fieles a mantenernos perseverantes en el Amor. Tengo para mí que así os permitirá redimiros y quizá os guardará un lugar junto a los paganos de conciencia recta, por caso. También podéis haceros cooperadores, y ser generosos con vuestras aportaciones. Es una forma excelente de hacer oración y de volver a dar frutos concretos y tangibles –mensurables– de santidad y de apostolado. Pensadlo, que no todo está perdido (para que no digáis que me falta caridad y que os he condenado sin conoceros).

 

Que Jesús os guarde,

 

J.J. Irrazábal

PD: Para los que no sabéis si tratarme como hombre o mujer, sabed que soy hombre e ibérico.

 

Nota de Agustina.- Yo alucino (y me río mucho) contigo. Lo de que tenía el fundador en mente lo del mp3 es para nota. Seguramente también ya veía que se podría un día descargar música por Internet y por eso se compusieron las “canciones de Casa”, para no tener que ir con la guitarra de un sitio para otro en el futuro. Si tú eres un ejemplo de la formación que se recibe en la obra, no hay duda de que sacaste las mejores notas. Y de los criterios, praxis y costumbres, el primero de la clase. No sé si otros numerarios pensarán como tú. Eso sí, hacer sonreír sí que haces, y mucho. 


Publicado el Friday, 29 February 2008



 
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