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 Tus escritos: Una frase, un regalo y una caricia. Para María Consuelo.- Kaiser

040. Después de marcharse
Kaiser :

Mi querida María Consuelo:

 

No sé cómo encontrar las palabras acertadas para hacerte llegar siquiera una caricia, una muestra de afecto, que te ayude a sobrellevar tanto dolor.

 

En casos como el tuyo es en los que resulta más escandalosa la falta de caridad y la mínima sensibilidad de quien profirió esta sentencia:   

 

No encontraréis la felicidad fuera de vuestro camino, hijos. Si alguien se descaminara, le quedaría un remordimiento tremendo: sería un desgraciado. Hasta esas cosas que dan a la gente una relativa felicidad, en una persona que abandona su vocación se hacen amargas como la hiel, agrias como el vinagre, repugnantes como el rejalgar". De nuestro Padre: Meditaciones, tomo III, p. 389. (Citado aquí mismo por Jacinto Choza)

 

 

Voy a pedirte una cosa, María Consuelo, repasa la frase. Enfréntate a ella y pregúntate: ¿Es esto propio de un corazón rezumante de Amor, de Amor de Dios? ¿No es más propio de un corazón seco? ¿Voy a dejar que un corazón seco convierta mi vida en un desierto y mi alma en un harapo perdido en él?

 

Los duros trances de tu vida, María Consuelo, no te los puede desear nadie que merezca de ti la menor atención. Y, aún más, sería atribuirle un triunfo inmerecido considerar que lo malo o bueno que nos sucede se lo debemos a ese falso profeta.

 

Pero, mira, si te fijas, lo que dice no es que caerá sobre nosotros todo tipo de desgracias. Es todavía peor. No deja resquicio a la felicidad. Por un lado, anuncia un remordimiento tremendo. Los cristianos sabemos que el remordimiento forma parte de la conciencia de haber pecado, y nos abre la puerta de la absolución y la reconciliación con Dios a través de la confesión. Decir lo contrario es atentar contra la virtud de la Esperanza y dudar de la Misericordia Divina. Por tanto, mi querida amiga, deja atrás tus temores. No hay materia para el remordimiento, pues ¿qué pecado hay? Si, pese a ello, consideras que te ha quedado algo, ya sabes que en sí mismo el remordimiento es bueno, porque nos ha de impulsar a acercarnos a Dios a través de los medios para reconciliarnos con Él.

 

Hay más. Como decía antes, la maldición de marras no deja un resquicio, porque añade:  Hasta esas cosas que dan a la gente una relativa felicidad, en una persona que abandona su vocación se hacen amargas como la hiel, agrias como el vinagre, repugnantes como el rejalgar. Es evidente que no se está refiriendo a las desgracias que te han acaecido. Lo que quiere decir es que en los momentos más felices de nuestra vida nos perseguirá el regusto amargo que nos impedirá disfrutarlos como el resto de los mortales. Es una maldición terminante, ambiciosísima y cruel -mucho más que la de la expulsión del Paraíso Terrenal-, que reviste un grado de particular repugnancia cuando parece tomar cuerpo en un caso como el tuyo.

 

Mira, frase por frase, yo a este señor del rejalgar le contestaría con una que voy a regalarte, que me asaltó hace un tiempo y que me rompió bastante los esquemas que yo tenía acerca de su autor:

 

Si amamos sin producir amor, es decir, si nuestro amor como tal no produce amor, si por medio de una expresión de vida como personas que amamos, no nos convertimos en personas amadas, entonces nuestro amor es impotente, es una desgracia".  Karl Marx. 

 

Yo la corregiría diciendo “si decimos amar sin producir amor”, pero el caso es el mismo. ¿Qué amor podía sentir por ti alguien que te desea tanto mal? Si esa es la forma en que nos amaba, ¡qué desgracia! pero qué desgracia para él. Una lástima.

 

Recibe un fuerte abrazo. Me pongo a tu disposición a través de los orejas para aliviarte en lo que buenamente pueda.

 

Kaiser




Publicado el Wednesday, 20 February 2008



 
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