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090. Espiritualidad y ascética
Brian :

POSICIONES Y ARTÍCULOS

PARA LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN

Y CANONIZACIÓN DEL SIERVO DE DIOS

ISIDORO ZORZANO LEDESMA

DEL OPUS DEI

Por José Luis Muzquiz, sacerdote numerario del Opus Dei -1948-

 

XVI.-CASTIDAD

 

 

217.-Vida de pureza.-Fué heroico el Siervo de Dios en el ejercicio de la virtud de la castidad. Desde muy joven el Señor le concedió un gran amor a la pureza, que supo buscar y conservar por medio de la mortificación constante y de la oración; huía de las ocasiones y de toda distracción, entretenimiento o comodidad que pudiese enturbiar su pureza. Con entera naturalidad sabía apartarse de las diversiones corrientes en su estado social y del trato con personas de distinto sexo.

Se entregó más tarde a Dios en el Opus Dei y desde entonces supo mantenerse fiel al Señor, formulando voto de castidad, después de haberlo deseado mucho y pedido con insistencia. Su constante sonrisa, su admirable sencillez, su perfecta inocencia, descubrían a cuantos le trataban la pureza intachable de su vida.

Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información...



 

218.-La modestia del Siervo de Dios.-Desde su infancia fué el Siervo de Dios muy agradable en su trato. Mesurado y correcto, sin usar de familiaridades, su admirable modestia causaba en todos la impresión de dignidad y bondad.

Amable, cariñoso, pero sin concesión alguna, el Siervo de Dios, en sus conversaciones, no transigía lo más mínimo con la impureza. Recuerdan sus compañeros de estudio que apartaba toda materia impura o tema improcedente con sólo su presencia, de tal manera que toda conversación en que él tornase parte corría siempre por «cauces

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nuevos y limpios, que él mismo animaba con su alegría».

Y este amor a la modestia creció, si cabe, después de su entrega a Dios en el Opus Dei. No hubo nunca nada en su conversación que pudiese rozar lo más remotamente la impureza.

Todo lo cual, etc.

 

219.-En Málaga.-Siendo el Siervo de Dios un hombre joven, ingeniero prestigioso, durante su estancia en Málaga tuvo que luchar contra el interés que tenían sus amigos, compañeros y muchas personas conocidas en que contrajera matrimonio, rehuyendo todas las ocasiones, facilitadas por otra parte por su categoría y sus relaciones sociales. Sin rarezas ni descortesías, sabía el Siervo de Dios desviar aquellas intenciones, persuadido del valor de la castidad, aunque fuese incomprendido por sus amistades y aun algunos pudiesen creer que era un egoísta.

En cierta ocasión, y para defenderse de tales peligros, el Siervo de Dios se cortó el pelo por completo, rapándose la cabeza, con lo que pudo fácilmente esquivar las atenciones mundanas; se trataba precisamente de estar «impresentable». Y fué heroico este proceder, ya que por sus relaciones sociales y profesionales tenía que tratar con mucha gente.

Todo lo cual, etc.

 

220.-Acudió a los medios sobrenaturales.-El  alma del Siervo de Dios, puesta desde el principio bajo la custodia divina con entera confianza daba la impresión de una tranquilidad constante. Pero el Siervo de Dios luchaba también; en cuanto sobrevenía la tentación, recurría con sencillez y presteza a los medios sobrenaturales: a los Sacramentos, a exponer el caso a su superior, siguiendo después con docilidad los consejos apropiados y las luces que el Señor le enviaba. Porque confiaba en Dios y estaba

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filialmente en su presencia, no podía permitirse siquiera el diálogo con el enemigo.

Hablaba a veces de la necesidad de esta lucha, que no podía extrañar a nadie: «Nos vendrá la tentación como a San Pablo, quien decía que el Señor le había dejado el aguijón de la carne para atormentarle, pero, como a él, nos bastan la gracia de Dios y las oraciones de nuestros hermanos».

Fueron un arma predilecta del Siervo de Dios en esta lucha las tres Avemarías, que todas las noches, con los brazos en cruz, rezaba en honor de la Virgen antes de entregarse al descanso, y en las que pedía de modo especial la virtud de la pureza para él y para sus hermanos. A Ella se encomendaba siempre y recurría con filial amor, en especial cuando apuntaba el peligro. Esta costumbre de las tres Avemarías la vivió hasta el fin de su vida; ya enfermo, aunque no pudiese formularlas verbalmente, no por eso dejaba de rezarlas todas las noches, tendido en el lecho, con los brazos en cruz muy levantados.

Todo lo cual, etc.

 

221.-Huyó de las ocasiones.-Desde su niñez el Siervo de Dios evitó con extrema delicadeza toda ocasión de pecado. En sus tiempos de estudiante sabía mantenerse apartado de las ocasiones, especialmente en los viajes de estudio por el extranjero, Francia y Suiza, durante los cuales no asistió nunca a lugares de diversión. En Málaga no asistía a cines, teatros ni espectáculos de ningún género. Nadie recuerda haberle visto bailar, sino que, por el contrario, rehuía con entera naturalidad esta clase de diversiones, tan corrientes a su edad y en todos los compañeros y amigos que le rodeaban.

En carta del 26 de julio de 1935 habla de las juventudes «sin freno ni temor», y dice: «Tanta pena me da el ver esta multitud de gente desprovista de todo pudor que apenas salgo de casa; es la única manera de evitar este bochornoso espectáculo».

- 140 -

 

Todo lo cual, etc.

222.-Guardó los sentidos y castigó su cuerpo.-Para asegurar la virtud de la pureza, el Siervo de Dios cuidó heroica y constantemente la guarda de sus sentidos por medio de la mortificación corporal e interior. Especialmente guardaba la vista, sin que para ello tuviese que recurrir a procedimientos extravagantes o ridículos. Su modestia, tan natural, no por eso dejaba de edificar, ni pasaba inadvertida, de tal manera que algunas de las personas que le trataban, como la sirvienta de la pensión de Málaga donde vivía, advertían con admiración sus prácticas heroicas, y hoy recuerdan, por ejemplo, que el Siervo de Dios mortificaba su curiosidad y con naturalidad desviaba la mirada hacia un reloj de pared cada vez que entraba alguna mujer en el comedor, y que procuraba rehuir con toda naturalidad las conversaciones innecesarias con personas de otro sexo.

El Siervo de Dios huyó constantemente del ocio, buscando en el trabajo intenso y esforzado la mayor gloria de Dios y la mejor defensa contra las tentaciones. En una ocasión contó el Siervo de Dios cómo el trabajo le había servido en Málaga para no dejarse influir por el ambiente general que le rodeaba. Ante los peligros de ese ambiente, la reacción del Siervo de Dios fué trabajar intensa y metódicamente.

Para la mejor y más celosa guarda de su virginal pureza trató con rigor su cuerpo, sin dejar nunca la mortificación exterior. Siempre usó cilicios y disciplinas; fué extremadamente frugal y parco en el dormir, sin permitirse comodidades jamás. Así, mediante esa lucha continua, pudo vencer toda inclinación natural de su cuerpo.

Todo lo cual, etc.

 

223.-Ejemplo de pureza.-En su juventud admiraban sus amigos al Siervo de Dios porque, siendo muy animado y alegre, sabia eludir el trato de las muchachas cuando era

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peligroso, y este retraimiento no les llevaba a pensar que el Siervo de Dios fuese raro o huraño, sino que comprendían que la causa era su profundo amor a la pureza. El Juez de Málaga, don Rafael del Castillo, dice que el Siervo de Dios, a quien conoció después de su ingreso en la Obra, «tenía, o unas condiciones excepcionales, o un dominio extraordinario de si mismo». Y dada su posición social esta conducta era heroica.

En las excursiones que organizaba solía aprovechar la oportunidad para dar consejos y orientaciones a los más jóvenes de sus acompañantes, especialmente para apartarles de la impureza y hacerles comprender la belleza de una vida recia y limpia llevada por amor de Dios.

Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información.

 

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Publicado el Wednesday, 20 February 2008



 
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