Bienvenido a Opuslibros
Inicio - Buscar - Envíos - Temas - Enlaces - Tu cuenta - Libros silenciados - Documentos Internos

     Opuslibros
¡Gracias a Dios, nos fuimos
Ir a la web 'clásica'

· FAQ
· Quienes somos
· La trampa de la vocación
· Contacta con nosotros si...
· Si quieres ayudar económicamente...
· Política de cookies

     Ayuda a Opuslibros

Si quieres colaborar económicamente para el mantenimiento de Opuslibros, puedes hacerlo

desde aquí


     Cookies
Utilizamos cookies propias y de terceros para obtener datos estadísticos de la navegación de nuestros usuarios y mejorar nuestros servicios. Si continúa navegando, consideramos que acepta su uso. Puede obtener más información aquí

     Principal
· Home
· Archivo por fecha
· Buscar
· Enlaces Web
· Envíos (para publicar)
· Login/Logout
· Ver por Temas

     Login
Nickname

Password

Registrate aquí. De forma anónima puedes leerlo todo. Para enviar escritos o correos para publicar, debes registrarte con un apodo, con tus iniciales o con tu nombre.

     Webs amigas

Opus-Info

NOPUS DEI (USA)

ODAN (USA)

Blog de Ana Azanza

Blog de Maripaz

OpusLibre-Français

OpusFrei-Deutsch


 Correos: Libro 'olvidado' por el Opus Dei sobre Isidoro Zorzano (Cap. VII).- Brian

090. Espiritualidad y ascética
Brian :

POSICIONES Y ARTÍCULOS

PARA LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN

Y CANONIZACIÓN DEL SIERVO DE DIOS

ISIDORO ZORZANO LEDESMA

DEL OPUS DEI

Por José Luis Muzquiz, sacerdote numerario del Opus Dei -1948-

 

VII.-ESPERANZA

 

 

95.-Confianza en el Señor.-El Siervo de Dios vivía heroicamente la esperanza, virtud íntimamente unida a la fe. Su fe heroica y operativa fué, sin duda, el fundamento inconmovible de su esperanza heroica. Esperanza en lograr la salvación por medio de sus buenas obras y, sobre todo, por los méritos de Jesucristo y la intercesión de la Virgen y de los Santos.

Uno de sus hermanos, aun al cabo de los años, recuerda vivamente sus palabras, que dice se le grabaron por la firme convicción con que fueron pronunciadas: «¿Sabes lo que supone tener la seguridad de que servimos a un

-61-

 

Señor que toma en cuenta todos nuestros actos, por pequeños que parezcan, y que los premiará con largueza?»

Tuvo esperanza en el futuro de la Obra, esperanza en la misión providencial del Fundador. Esperanza heroica en aras de la cual se entregó del todo; y así tuvo siempre una confianza sin límites en Dios, una sensación de seguridad absoluta, la convicción de que cuanto sucediera sería lo mejor, junto con la de la necesidad de poner todos los medios: precisamente porque creía, esperaba y amaba fué un trabajador infatigable.

Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información.

 

96.-Desprecio de las cosas temporales.-Este espíritu de total esperanza en el Cielo y en la visión de Dios, le mantenía, sin alardes, alejado de las cosas temporales: había puesto todo su corazón únicamente en las cosas del Cielo.



Una persona que le trató recuerda cómo el Siervo de Dios le decía que «la verdadera perfección se alcanzaba cuando todo importaba nada».

Próximo a morir, hablaba en broma del nuevo destino que le habían dado en la Compañía de Ferrocarriles y del amplio y bien montado despacho en que le habían instalado. «A causa de mi enfermedad, puse como condición que habían de llevarme en coche. Me dijeron que sí, pero aun con todo no me conviene: prefiero medios más rápidos... y otras habitaciones», terminó, refiriéndose al Cielo.

Todo lo cual, etc.

 

97.-Confianza en las dificultades.-La confianza extraordinaria del Siervo de Dios en el Señor y el abandono en su Providencia hacía que, aun en medio de las mayores dificultades, se mantuviese firme su confianza y su seguridad en la protección divina.

En medio de todas las dificultades y peligros, jamás dudó de lo que pudiera ocurrir. Encontraba totalmente

-62-

 

natural sortear los obstáculos, y, esperando en la bondad inagotable de Dios, nunca veía imposibles, sin que su confianza en el Señor flaqueara un solo momento.

Cuando se trató, en la primavera de 1937, de que el Fundador pasase a la zona nacional, no tuvo dudas de que habría de lograrse, aun cuando iban fracasando uno tras otro los planes que se proyectaban; y proponía como norma a seguir las oraciones de los primeros cristianos que consiguieron la liberación de San Pedro. Cuando, una vez logrado el objetivo, pasó algún tiempo sin tener noticias del resultado, el Siervo de Dios tuvo absoluta seguridad en el éxito y una confianza siempre igual, a pesar de que en los mismos días en que debía el Fundador escapar de la zona roja a través del Pirineo, publicaron los periódicos de Madrid la noticia de que habían sido apresadas y muertas más de un centenar de personas que intentaban evadirse de la España comunista por el mismo procedimiento. Las cartas de esta época muestran su extraordinaria confianza, que, por otra parte, inculcaba en todos, insistiendo a sus hermanos en la necesidad de poner todos los medios.

Todo lo cual, etc.

 

98.-Oraciones jaculatorias.-Invocaba con frecuencia al Señor, así como a la Santísima Virgen, a los Angeles y a los Santos, especialmente a los Apóstoles y a San Nicolás, por medio de jaculatorias que, ya con los labios, ya de corazón, repetía constantemente el Siervo de Dios. Tenía la costumbre de dirigir su mirada muchas veces al Crucifijo y a la imagen de la Virgen que tenía en su habitación y de rezar al mismo tiempo una jaculatoria.

Aun en los últimos tiempos de su enfermedad, incluso en la agonía, perseveró en esta confianza en el Señor, que se traducía en el deseo de acudir a El por medio de frecuentes jaculatorias. Hacía indefectiblemente un acto de presencia de Dios cada media hora, cuando sonaba el reloj. Otras veces, cuando extraordinariamente débil sufría

-63-

 

accesos de tos y quedaba muy extenuado, no se le oía queja alguna, diciendo solamente muy a menudo: «Jesús mío, Virgen Santísima...»

Todo lo cual, etc.

 

99.-Alegría del Siervo de Dios.-Nunca se alteraba su ánimo ni su semblante, siempre sereno y alegre. Su paz y su sonrisa no podían engañar: hablaban de su entregamiento perfecto y de su sacrificio heroico. Aquella alegría, aquella sonrisa, recordada por todos los que le trataron, era el exponente más claro y la prueba más patente de su abandono y confianza en el Señor. Mantuvo esta alegría el Siervo de Dios en la salud y en la enfermedad, en la paz y en la guerra, en Málaga y en Madrid, en todos sus diferentes trabajos profesionales y de apostolado.

Los obreros que trabajaron a sus órdenes y los alumnos que le tuvieron como Profesor, recuerdan que el Siervo de Dios era de carácter muy alegre. «No vi nunca a Isidoro enfadado -escribe una persona que convivió con él-, ni siquiera triste. Tenía siempre una alegría especial que no sé cómo explicar, pero que daba la impresión de salir de dentro de él». Alguna vez se le veía preocupado, pero jamás inquieto, poniendo siempre todos los medios para resolver las dificultades, con entera confianza en Dios.

Todo lo cual, etc.

 

100.-Alegría en su enfermedad (I).-Lejos de disminuir, la alegría del Siervo de Dios iba en aumento a través de las pruebas y en medio de los acerbos dolores que le causó la enfermedad, por estar sólidamente cimentada en una esperanza inconmovible y heroica.

Poco antes de guardar cama, con la cara demacrada y lleno de molestias, se le veía siempre sonreír con una alegría que contagiaba a cuantos le rodeaban. En su enfermedad

-64-

 

estuvo siempre sonriente, siempre amable y cariñoso, sin vérsele nunca un gesto sombrío.

Uno de sus compañeros recuerda que «a no ser por la imposibilidad material que tenía de hablar y moverse -se le veía consumido y con fortísimos dolores-, no me hubiera podido imaginar nunca que estuviese realmente grave. Suplía las palabras con gestos, sonrisas y miradas llenas de expresión»; y otro afirma también que «su alegría espiritual se exteriorizaba en su cara, en su conversación, en todo». Uno de sus hermanos escribía poco después de la muerte del Siervo de Dios: «Mi recuerdo visual de Isidoro es invariablemente una imagen sonriente».

Todo lo cual, etc.

 

101.-Alegría en su enfermedad (II).-Esfuerzo verdaderamente heroico costaba al Siervo de Dios sonreír en medio de sus enormes sufrimientos. Muchas veces mostraba auténtico buen humor y hacía reír a los demás con sus bromas.

Con su alegre paciencia llegaba a bromear sobre la comida, que tanto le costaba ingerir. Y a pesar de la terrible fatiga que solía apoderarse de él en todas sus tomas de alimento, era ésta una de las ocasiones en que se manifestaba especialmente su buen humor.

Debía tomar muchas veces al día un medicamento, y comentaba el Siervo de Dios «que lo tomaba con música», refiriéndose a su respiración fatigosísima.

Al avanzar su enfermedad creció también su alegría. Admiraba verle físicamente destrozado y, consciente de ello, sobreponerse a sí mismo, y no perder en ningún momento la visión sobrenatural de las cosas. Así vivía una alegría impresionante.

El Excmo. y Rvdmo. Sr. Fray D. José López Ortiz, Obispo de Tuy, confesor entonces del Siervo de Dios, recuerda con emoción su alegría desbordante en la última enfermedad.

-65-

 

Todo lo cual, etc.

 

102.-Hablaba del Cielo.-El Siervo de Dios hablaba del Cielo con una encantadora naturalidad, sobre todo cuando su muerte era ya inmediata. En el Sanatorio, tenía sobre la mesa de noche un tren de juguete, que en broma y como alusión a sus trabajos de ingeniería en los ferrocarriles, le habían regalado en la fiesta de Reyes. El Siervo de Dios solía decir: «Es para entretenimiento de las visitas y para recordarme que pronto hay que emprender el viaje. Un poco pequeño es, pero así será más fácil introducirse en el Cielo».

Otro día, después de leer un libro sobre la Virgen, se le oyó decir: «¡Qué ganas tengo de verla!».

Hablaba muchas veces de «nuestra casa del Cielo». Decía en tono de broma que sería también administrador en aquella casa y que se ocuparía de que todo se encontrase preparado para cuando fueran llegando los demás.

Todo lo cual, etc.

 

103.-Ante su muerte próxima.-Esperaba el Siervo de Dios la muerte cierta y próxima como a una hermana, y hablaba de ella con una alegría conmovedora. La aceptaba como algo natural. En sus conversaciones insistía en la lucidez con que se ven todas las cosas a la hora de la muerte, y decía que la causa de la alegría de entonces era haber dejado todo lo de este mundo para darse sólo a Dios. «A nosotros no nos puede pedir el Señor cuenta de los bienes de esta tierra, porque nada poseemos. ¡Qué tranquilidad y qué Amor!», exclamaba.

Dos días antes de morir concretaba con un hermano suyo pormenores del entierro con una naturalidad desconcertante: e interrumpiéndose de pronto, exclamó sonriendo: «Si alguien nos oyera hablar así de mi entierro, diría que estábamos locos». Solamente podía hablar de esta manera quien, como el Siervo de Dios, viviera lleno de una sobrenatural esperanza.

-66-

 

Todo lo cual, etc.

 

104.-Se ofreció como víctima.-Tan lleno estaba el Siervo de Dios de la virtud de la esperanza, que llegó al completo olvido de si mismo, para no pensar más que en el Señor, en la Iglesia, en la Obra, en el Fundador, en sus hermanos. Su pensamiento estaba siempre fijo en su vocación, en el cumplimiento de sus deberes, en el Cielo.

La muerte, esperada tantos meses y hasta deseada, fué la culminación de su vida de entrega, de su heroico abandono en los brazos del Señor, enteramente confiado en su Voluntad. Al agravarse la enfermedad, pidió permiso al Fundador para ofrecerse como víctima por la Iglesia y por la Obra; preguntaba entonces el Siervo de Dios: «Padre, ¿de qué asuntos me tengo que ocupar en cuanto llegue al Cielo?: ¿por qué quiere que pida?». Salió de la habitación el Fundador, emocionado ante la reacción extraordinariamente sobrenatural del Siervo de Dios, y éste, lleno de alegría, siguió diciendo: «¡Pronto iré al Cielo y desde allí podré trabajar mucho por lo que más preocupa al Padre!».

Todo lo cual, etc.

 

105. -Ejemplo de esperanza.-Vivía de tal modo el Siervo de Dios la virtud de la esperanza, que trascendía a los que le rodeaban, infundiéndoles optimismo y alegría sobrenatural. Su ejemplo en los sufrimientos de la enfermedad y en todas las dificultades que tuvo que vencer en la vida, animaba a los demás a ponerse en las manos de Dios: «Ya se arreglará, ya verás; lo encomendaremos al Señor». Con estas palabras les exhortaba a llevar las luchas y dificultades.

Fomentaba la esperanza en todos los que le trataron durante la guerra. Una de sus hermanas tenía a su marido en la cárcel, y el Siervo de Dios tuvo que ir con ella varias veces a declarar ante los tribunales rojos. La hermana le decía: «Tienes que pensar en lo que vas a declarar, qué vas a contestar, dónde dirás que trabajas». El Siervo

-67-

 

de Dios le contestaba: «Habla menos y reza más. Encomiéndate a santa Teresita y ella nos inspirará lo que debemos decir».

Todo lo cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus fuentes de información.

 

 

<<Capítulo VICapítulo VIII>>

 

Ir al Índice del libro




Publicado el Monday, 11 February 2008



 
     Enlaces Relacionados
· Más Acerca de 090. Espiritualidad y ascética


Noticia más leída sobre 090. Espiritualidad y ascética:
Indice estructurado de los documentos internos.- EscriBa


     Opciones

 Versión imprimible  Versión imprimible

 Respuestas y referencias a este artículo






Web site powered by PHP-Nuke

All logos and trademarks in this site are property of their respective owner. The comments are property of their posters, all the rest by me

Web site engine code is Copyright © 2003 by PHP-Nuke. All Rights Reserved. PHP-Nuke is Free Software released under the GNU/GPL license.
Página Generada en: 0.150 Segundos