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 Tus escritos: Guía sobre el Opus Dei para padres y adolescentes (II).- Pero

030. Adolescentes y jóvenes
pero :

GUÍA SOBRE EL OPUS DEI PARA PADRES Y ADOLESCENTES

Autor: Pero

 

 

CAPÍTULO II

 

Los cimientos de una captación

 

El Opus Dei lleva a cabo la captación de menores de edad mediante un proceso que puede a un tiempo definirse como sistemático y personalizado.

 

Es sistemático porque obedece a una serie de patrones establecidos y a un modus operandi inconfundiblemente propio de la Prelatura; y es personalizado porque dichos patrones son suficientemente flexibles para adaptarse a un rango más o menos amplio de maneras de ser y circunstancias personales. Como consecuencia, toda “vocación” adolescente a la Obra suele llevar asociada una apariencia de naturalidad que por un lado sugiere al interesado la noción de encuentro personal con Dios, y que por otro encubre a sus ojos lo que a menudo realmente es: la víctima de un proceso estandarizado de captación...  



 

Son proporcionalmente muy escasas las “vocaciones” provenientes de centros educativos no vinculados al Opus Dei, por lo que es más adecuado enfocar la descripción a la órbita de los colegios de la Obra. Con respecto a las excepciones, puede decirse que no suelen diferir mucho de la norma general, salvo en el hecho de que el contacto con el club no se produce mediante el colegio sino más bien a través de algún familiar o amigo.

 

Hechas estas precisiones, pasamos a describir de forma genérica la “anatomía de una captación”, desde sus comienzos hasta su consumación.

 

Como se comentaba anteriormente, la captación de un menor por parte de la Obra puede ser un proceso de varios años. El proceso a menudo comienza mediante el establecimiento de un vínculo de confianza entre el colegio y los padres, con objeto de que éstos últimos vayan adquiriendo desde el principio una cierta predisposición favorable hacia todo aquello que guarda relación con aquél. Se trata de una labor gradual que se prolonga durante toda la enseñanza primaria, es decir, aproximadamente hasta que los hijos tienen unos diez o doce años.

 

A partir de 5º de Primaria (también puede ser 4º ó 6º de Primaria, ó 1º E.S.O., según los casos), los clubes hacen su primera aparición en escena, generalmente mediante la organización de campamentos de verano u otras actividades “de inmersión” (por actividades de inmersión se entienden aquellas que permiten mantener a los hijos separados de sus padres por espacio de varios días). Éstas van encaminadas a establecer contacto con los chicos, y permiten a los clubes obtener la inscripción de su primera remesa de socios. En ocasiones ayuda decisivamente al éxito de estas actividades el hecho de que los pequeños tengan hermanos mayores en la órbita de los clubes. 

 

        El club lleva a cabo una tarea lenta y sistemática con sus nuevos socios. Dicha tarea se prolongará por espacio de unos tres o cuatro años, y pivotará sobre actividades aparentemente inocentes que los chicos encontrarán atractivas (deporte, gymkhanas, campamentos, “pasajes del terror”, “chocolatadas”, concursos de disfraces...). Éstas por lo general se organizan los viernes por la tarde y los fines de semana, a fin de que los chicos se vayan acostumbrando a invertir su tiempo de ocio en el club. La constancia en la participación y el afán proselitista se inculcan desde el principio, siendo frecuente que todas estas actividades formen parte de una gran competición por equipos, en la que conseguir nuevos socios se recompensa por ejemplo en forma de puntos (según la naturaleza de la competición, al final del trimestre o del curso estos puntos pueden canjearse por algún tipo de premio).

 

        Durante esta etapa los monitores del club no muestran un comportamiento excesivamente beligerante con respecto a los planteamientos vitales de los chicos (algo lógico dada la excesiva juventud de estos últimos). Sin embargo, ya comienza a llevarse a cabo una primera labor de adoctrinamiento, basada en charlas a cargo de los monitores y pláticas ofrecidas por sacerdotes de la Prelatura, amén de sesiones individuales de preceptuación. El objetivo de la misma es por un lado ir estableciendo unos parámetros mentales de funcionamiento en los chicos, de tal manera que estén mejor predispuestos a recibir el adoctrinamiento “pesado”, que comenzará en torno a 2º de la E.S.O. (trece años); y por otro que se acostumbren desde pequeños a contar sus intimidades con naturalidad a un numerario del club, ya que dos o tres años más adelante esto puede facilitar enormemente la tarea de plantearles la llamada “crisis de vocación”.

          

            Para mantener el interés de los chavales durante todo ese tiempo, es frecuente que el club escalone cronológicamente sus actividades, ofreciendo aquellas que son relativamente menos atractivas al principio (cuando los chicos son más jóvenes y se divertirán con cualquier cosa) y las más sugerentes hacia el final (cuando ya se van haciendo mayores y cuesta más esfuerzo mantener su interés en el club). Por otra parte, el grado de libertad de los socios para moverse dentro del club va incrementándose con el tiempo. Se persiguen que cada vez se encuentren más en su elemento y vayan haciendo del club una suerte de "cuartel general".

 

Sin embargo, hacia los trece años los socios comienzan a entrar en la adolescencia, y por tanto tienden a perder interés en actividades que empiezan a considerar demasiado infantiles. Ésto, unido a la proximidad cada vez mayor del momento en el que puede planteárseles la vocación a vivir el celibato dentro de la Obra (catorce años), hace que la estrategia del club con respecto a ellos cambie considerablemente.

 

Así, es aproximadamente a estas edades cuando comienza a plantearse el club como un compromiso serio; un compromiso que va más allá del entretenimiento, y cuyo meollo se encuentra en la dimensión espiritual. Por otra parte, y a fin de acelerar la selección de objetivos proselitistas, comienza a hacerse hincapié en la asistencia al club entre semana para participar en actividades de adoctrinamiento “pesado” (círculos, meditaciones), así como en planes de estudio.

 

Como consecuencia, esta fase puede ser un tanto convulsa, ya que supone un cierto “shock” para aquellos chicos que tienen una idea del club como lugar de recreo o que simplemente tardan más en madurar. Es por ello fácil que muchos de estos encuentren otras alternativas más atractivas (chicas, fiestas, discotecas) y desaparezcan. Se hará un esfuerzo por perseguir a los que se vayan si por algún motivo se piensa que "merecen la pena" (es decir, si se piensa que con un poco de trabajo puede ponérseles en una disposición receptiva de cara a la "vocación"). En muchos casos, sin embargo, la ola de defecciones se toma como una selección natural: el que se va es sencillamente porque "no vale". 

 

De manera deliberada deja también de prestarse atención a aquellos que, si bien permanecen fieles, presentan algunos “defectos” que desaconsejan que se les plantee la vocación a la Obra. Dichos defectos pueden ir desde el mal rendimiento académico a una cierta inmadurez, sin dejar de lado determinadas patologías, sobre las que además hay que aclarar que no existe un criterio claro: así, queda al albedrío de los directores del club si determinadas enfermedades, como por ejemplo la dislexia, la hiperactividad o distintos desórdenes de atención pueden considerarse impedimentos para plantear la vocación a un chico. Cuando la respuesta es afirmativa, es frecuente que el chico en cuestión “deje de interesar” y con el tiempo acabe por desaparecer cansado de no recibir la atención que a otros sí se les dispensa.

 

Puede también aprovecharse este momento para echar a aquellos que son percibidos como una mala influencia. Algunos motivos relativamente poco obvios pueden ser la falta de docilidad, una mentalidad escéptica con respecto al club, o un cierto resabiamiento acerca de las técnicas de captación de la Obra.

 

Para paliar el vacío ocasionado por los que se van, durante esta etapa se realiza una nueva andanada proselitista. Esta vez los esfuerzos se centran en atraer a los amigos de aquellos que han permanecido fieles al club a pesar del cambio.

 

Llegados a este punto, el numerario encargado de cada grupo de chavales ya se las ha ingeniado para adquirir el rol de líder espiritual. Esto se debe en gran parte a la labor de zapa que se realiza con ellos a edades tempranas, y que, entre otras cosas, les inculca de manera inequívoca la idea de que el club es “algo de Dios” y de que los numerarios que lo llevan son “personas entregadas en cuerpo y alma a Dios”. Por ello, durante esta etapa cada numerario puede estar ya al mando de una tropa de “pequeños fundamentalistas”, a menudo dispuestos a llegar a extremos considerables para llevar a sus amigos al club.

  

Si bien no existe un perfil típico de "blanco perfecto", sí es cierto que determinadas cualidades se valoran muy positivamente a la hora de evaluar si conviene invertir energías en en alguien: familia razonablemente acomodada (y preferiblemente allegada a la Obra), piedad, docilidad, buenas calificaciones (o al menos el potencial para obtenerlas), etc. Cualidades que en ocasiones pueden suplir la carencia de las mencionadas son, por ejemplo, liderazgo, talento artístico o deportivo, sentido de la justicia, un apellido insigne o una posición económica excepcionalmente buena.

 

Muchas de estas características facilitan enormemente la tarea de captación, sobre todo si el chico en cuestión es alumno en el colegio de un numerario del club. De esta manera no difícil que por un lado tenga una cierta tendencia a llevarse bien con los profesores, y que, por otro, sea proclive a sentir una cierta admiración por ellos. Esta situación es manejada hábilmente para atraer al chico al club, y, como ya se ha comentado, en ocasiones puede sustentarse sobre determinados tratos de favor dentro del ámbito académico.

 

No conviene tampoco olvidar que cumplidos los trece años muchos de los chicos ya han podido pasar por las manos de varios profesores numerarios en el colegio, lo cual facilita definir objetivos proselitistas.

 

Una vez que un chico es incluido en la lista de objetivos (el término "lista" no es en este caso figurativo: en muchos casos existe una lista real), se convierte en el blanco de aquellos de sus compañeros que frecuentan el club. Amparados en la amistad (e instigados por el numerario o el cura correspondiente) éstos a menudo harán el "trabajo sucio" de insistir hasta que finalmente acceda a acompañarles.

 

Una nueva etapa comienza cuando el chico entra  en la órbita del club. Ésta se caracteriza por un adoctrinamiento cada vez más intenso (los "medios de formación"), y lleva el nombre de "labor de San Rafael".

 

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Publicado el Friday, 18 January 2008



 
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