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 Tus escritos: Mi vida sin mí (I).- Books

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MI VIDA SIN MI (I)

Books, 14 de enero de 2008

 

Mis primeros pasos en el opus dei

Entre los catorce y los veinte años, supongo que mi vida fue parecida a la de la gente de mi  edad.

Me gustaba ir a la discoteca, salir con la pandilla, cambiarme la ropa con mis amigas. Me encantaba que se organizaran fiestas en casa de alguien, pues de allí siempre salía algún amigo especial. Haciendo memoria he recordado que tuve unos cúantos, y tres de ellos, tal vez los que más me gustaban y con los que duré más tiempo, casualmente se llamaban josé maría, eso sí, escrito por separado un nombre de otro. Uno de ellos estudiaba arquitectura, más bien mal estudiante, repetía primero por tercera vez. Otro trabajaba en un banco, y el último hacía la mili en Sevilla, pero era asturiano y bastante mayor que yo. Había pedido la prórroga mil veces, hasta que ya no se lo consintieron más.

No sé a partir de qué momento olvidé todo ésto, y me olvidé, en fin, de mi vida anterior. Tampoco sé cuando dejé de ser yo y comencé a ser otra, pues no he sido consciente de este hecho hasta después de irme del opus dei y  es ahora cuando estoy volviendo atrás e intentando ubicar el momento de mi transformación. Y haciendo este ejercicio mental, me han venido a la cabeza las veces que me dijeron que no era "dócil", claro que ésto adquiere más sentido, porque yo era calificada de indócil, cuando ya no era yo, sino que era la otra. Y ésto que parece un juego de palabras, no es más que un ejemplo, una muestra, un botón, de lo complicado que puede llegar a ser el opus dei, siendo tan simple transmitir un mensaje tan sencillo: el de "amarás a Dios sobre todas las cosas, y a prójimo como a tí mismo", que es al fin y al cabo el colofón de los diez mandamientos.

Tal vez fuera a mitad del primer año del centro de estudios, cuando empezó mi vida sin mí,  o al menos, sin mucha parte de mí. Creo que hasta entonces añoré y eché en falta aquellas cosas que dejé, eso sí, porque quise.

Yo había estudiado secretariado de dirección en una obra corporativa, de mucho renombre en Sevilla. El último año, yo tenía diciecinueve, además de estudiar, trabajaba con un abogado. Ambos estábamos muy contentos el uno con el otro. Por eso se mosqueó tanto cuando le dije que lo dejaba. A mí tampoco me hizo mucha gracia, pero lo tuve que hacer ya que me prohibieron que trabajara con un hombre a solas, y es que yo acababa de pedir admisión en la obra.

De la noche a la mañana, siendo adscrita, me encontré viviendo en la administración de un colegio mayor, el centro de estudios de numerarios. Y de la mañana a la noche, me ví en Madrid, estudiando una nueva "carrera", "Ciencias Domésticas", pues decidieron que a mí se me daba la administración. Así que dije adiós para siempre al secretariado y adiós a Sevilla, por, al menos, cuatro años.

Fue por ello, que durante dos años estuve rodeada por numerarias, mañana y tarde ya que en mi nueva carrera, todas las estudiantes, teníamos esta condición, e incluso el profesorado estaba compuesto por personas de la obra, excepto la profesora de contabilidad, creo recordar.

Y creo que este hecho debió contribuir a dejarme atrás. Cambió mi forma de vestir, el modo de hablar, y de pensar o de "no pensar" y por lo tanto mi manera de hacer. Sí, tuvo que ser así porque si no, ¿cómo se explica que no me negara a salir a la calle a asaltar a niñas para hacerles encuestas absurdas sobre el univ, el Papa y sobre yo que sé? Claro que de estas encuestas, lo que nos importaba no eran las contestaciones, realmente, sino los datos como su nombre, su dirección o su teléfono, si es que nos los daban. Este era el método para "hacer amigas" que se nos imponía a las que hacíamos ciencias domésticas y veníamos de fuera. ¡Que vergüenza pasé¡, al principio, claro. Este modo de actuar no tenía nada que ver con mi manera de ser, pero a base de charlas, praxis, clases y encerronas en el centro de estudios, dejé de pasar vergüenza, sencillamente porque no sentía, porque ya se estaba efectuando en mí el cambio de persona corriente en numeraria impersonal.

Para colmo yo siempre llegaba al centro con muy poca producción, hasta que en segundo, Dios debió venir a verme y me concedió "cuatro amigas", que incluso hicieron un curso de retiro. Y me llamaban por teléfono, y salía mi número, el 62, en la pantalla que había en el comedor y yo chuleaba, cada vez que aparecía, así en grande y en color rojo. Pero ésto duró poco, debió ser que Dios me envió amigas de plástico.

Mi estancia en el centro de estudios no fue ni alegre ni triste, fue sencillamente indiferente, porque yo era indiferente.

Me fui a Madrid engañando a mis padres. Les dije que me iba por dos meses, los que duraba el semestre previo y el que tenía que haber hecho en Granada. Pero yo me enteré el día antes de irme, que mi destino era Madrid, y claro con tan poco tiempo fui incapaz de decirles que no volvería hasta dentro de cuatro años. Mis padres me dejaron de hablar cuando se enteraron, porque para colmo se lo comunicaron desde el centro de estudios, cuando al llamarme por teléfono, les dijeron que yo había ido a Atocha a recoger la ropa de invierno. Sí, así supieron que yo no vovía. Después arreglamos las cosas. Creó que ya por esta época empezó a cambiar mi corazón, y de ser una sentimental, pasé a ser alguien con muy pocos sentimientos.

En mi centro de estudios éramos unas cien. ¡menudo rebaño de ovejas¡ Todas de un lado para otro, ovejas con anteojeras de burros, con las que sólo podíamos ver a la que nos precedía, con los oidos muy abiertos, la boca excesivamente cerrada, el corazón encogido y  el alma muy limpia.

!Qué charlas tan fuertes¡ Obediencia por encima de todo, "cariño sobrenatural" para con todas y para nuestra familia, sinceridad absoluta... pobreza. ¡Qué pobre éramos en el centro de estudios, sobre todo algunas que como yo íbamos con una beca, sí porque así se explicaba que yo, que ya había estudiado una cosa, empezara otra nueva. A mí ni se me pasó por la cabeza pedirle dinero a mis padres y a ellas tampoco, pero estaban haciendo una buena inversión: una  futura adminstradora. En los dos años que estuve allí, por reyes me regalaron una botella de litro de colonia y  unos leotardos color beig. Eso sí, lo del bote de litro me vino bien, pues una vez vacío lo llené de agua bendita, ya que el que yo tenía que era muy pequeño, se me acababa muy rápido y a mi me daba mucha rabia estar todo el día en la sacristía rellenándolo. Eso sí, a nadie le conté lo que hice, por si acaso era una falta de  "buen espíritu".

¡Pobreza! Nunca olvidaré aquella clase. Nos la dió una que gritaba mucho. Por ponernos un ejemplo muy, pero que muy gráfico, gritó a todo pulmón: "si te encuentras una peseta por la calle, esa peseta no es tuya, esa peseta es del opus deiiiiiiii!. ¡Qué miedo¡. Pero luego me decía a mí misma que claro, que se trataba de que nos enterásemos bien, de que aprendiéramos a ser numerarias desde ya, todo era muy lógico. Y me parecía normal que me cambiaran la cabeza, y el modo de pensar, y que no me planteara nada distinto, pero claro, yo no sabía que todo ésto estaba ocurriendo en mí. ¡Qué fácil es llenar cabezas inmaduras de todo tipo de normas, reglas, costumbres... ¿Dónde estaba mi rebeldía?¿Dónde mi corazón? ¿Dónde mis ilusiones" Yo que fui la delegada de curso durante los cinco años que estuve en la obra corportiva, que me peleaba con todas las numerarias por defender a mis compañeras, que no aguantaba a la directora, que me echaban de clase, que hacía novillos, que quería a mis amigas.... Realmente el opus tiene poder, el poder de cambiar las mentes sin que tú te des cuenta, al menos eso fue lo que a mí me ocurrió.

Del centro de estudios se fueron varias, nos decían que no tenían vocación. De una de ellas, la explicación de su salida fue la siguiente: "Pepita se ha ido porque tiene vocación de monja". A mí eso de que quisiera ser religiosa me dio mucha pena. No sé si llegó a serlo, la cuestión es que hace un par de años, charlando con una exnumeraria del mismo centro de estudios, me preguntó: ¿Te acuerdas de Pepita, la que iba para monja?  Sí, le contesté. "Pues me la encontré en un yate, en tal puerto, y !está montada en el dólar¡.... Supongo que cuando recuperó su cabeza decicidió recuperar también el tiempo perdido.

Un abrazo, y hasta la próxima,

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Publicado el Monday, 14 January 2008



 
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