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 Tus escritos: Ideologías, convicciones, prejuicios.- Alberto Moncada

100. Aspectos sociológicos
Alberto Moncada :

Ideologías, convicciones, prejuicios

Alberto Moncada, 19 de diciembre de 2007

 

 

 

A petición de algunos de vosotros, ofrezco un breve resumen de lo que puede encontrarse en cualquier manual de Ciencias Sociales. Todos pensamos, hablamos y actuamos según condicionamientos de la conducta que adquirimos por herencia, educación, influencias. Estos condicionamientos pueden cambiar por acontecimientos, reflexión personal, madurez. etc. En mi libro “La crisis de los cuarenta”, explico ese cambio a media biografía que muchos hemos experimentado. Un acontecimiento importante, una guerra, una enfermedad, un descalabro económico, un cambio de pareja, el salir del opus en nuestro caso, pueden disparar un cambio de muchos de los condicionamientos de conducta que teníamos antes. Se pueden cambiar los modos de pensar, de actuar y de hecho es casi imposible no hacerlo...



Pero hay gente que pasa por la vida sin apenas cambiar el arsenal de conocimientos y predisposiciones que aprendió de niño, en familia, en la primera enseñanza. A veces por no haber adquirido un juicio independiente, por falta de reflexión y a veces por cortedad de juicio. El índice de inteligencia se puede medir y aunque ser muy inteligente no garantiza independencia de juicio si garantiza bastante el que no seamos fácilmente influenciables.

 

También hay trozos de la experiencia sobre los que no hemos reflexionado personalmente y en los que a veces actuamos por puro mimetismo, de eso se aprovechan los que quieren vendernos algo, comercial o ideológicamente y obviamente los niños están más expuestos a ello como muy bien saben en el opus que impone como paradigma para los numerarios la infancia espiritual.

 

Las ideologías son esquemas de comportamiento  público, dominadas por doctrinas generales y simplificadas por los respectivos líderes. Las convicciones son ideologías personalizadas, a veces con estímulos externos como el patriotismo o la fe. Y los prejuicios son la parte más débil de nuestro caudal intelectual, pueden ser superados pero hay que tomarse en serio el hacerlo y mucha gente, sobre todo a partir de cierta edad, no cambia, por pereza o por no necesitar ese cambio para su vida cotidiana. La homofobia es uno de los terrenos en los que los prejuicios son más patentes.

 

Los partidos políticos simplifican las tendencias, agrupan a la gente en derecha e izquierda a efectos electorales y dibujan un perfil un tanto artificial pero bastante certero. Se puede decir que la izquierda mira al futuro, al cambio y gracias a ello se han ido consiguiendo tantos derechos humanos despreciados y perseguidos no hace ni cien años. La derecha mira al pasado, idealizándolo, prefiere para la sociedad lo que ellos llaman la ley natural, con poca intromisión del Estado excepto para castigar a los supuestos infractores de  una cierta moralidad, prefieren que haya pocos impuestos, mucha libertad para la empresa y poca distribución de la riqueza. Y predica la lealtad  por encima de todo. Ser leal a la familia, a la patria, a la Iglesia sería la máxima virtud para el pensamiento conservador, de derechas. De hecho, tal planteamiento es una manera frecuente  de defender intereses, de evitar que el progreso, el cambio pueda afectar al “status quo” de personas o grupos que ejercen el poder. La historia está llena de conflictos y tragedias producidas por el enaltecimiento de la virtud de la lealtad convertida en un obstáculo tanto al progreso material como al bien común. En el  tortuoso camino hacia su actual vigencia universal, el régimen democrático fue zarandeado, insultado y prohibido por los defensores del orden establecido. Basta recordar la oposición a las libertades y los derechos individuales esgrimidos por cualquiera de los totalitarismos de derecha o de izquierda que han funcionado en el siglo XX o persisten en el XXI.

 

El mundo sectario es una de las células antidemocráticas que subsisten con la ayuda de los intereses correspondientes. Por referirme al opus, nunca funcionó mejor que aliado a dictaduras de derecha. Lo que pasó en el franquismo, con el  jefe del Estado poniendo la economía en manos de los tecnócratas tras un juramento de lealtad de éstos al régimen, lo que sucedió en el Chile de Pinochet o la Argentina de Videla, con miembros supernumerarios juramentados para defender a la vez el patriotismo y el modelo económico de mercado, pone de relieve la facilidad con la que la ideología conservadora produce una fusión de intereses políticos, económicos y religiosos que necesariamente no tienen por qué coincidir. Precisamente una de las discusiones más agrias en el Concilio Vaticano II fue sobre este tema cuando obispos y teólogos progresistas pusieron de relieve la servidumbre práctica de la estructura eclesiástica a los intereses de los poderosos. El repudio a las Encíclicas antidemocráticas de los papas anteriores fue uno de los desencadenantes de la crisis vaticana. El asunto fue especialmente notorio en América Latina hasta producir la práctica división del catolicismo en dos campos que siguen estando contrapuestos aunque el Vaticano favorezca a uno de ellos. Las contiendas políticas latinoamericanas han incluido a la religión de manera peculiar y de hecho,  los intereses de los grupos, de los estratos, ricos y pobres, han usado la religión para subrayar sus reclamaciones.

 

La ampliación de la información y las discusiones que produce Internet permite una mayor intensidad y facilidad de las discusiones sobre ideologías. De hecho una búsqueda en Google abre perspectivas insospechadas hace unos pocos años Sin internet no sería posible, por ejemplo, movilizar a tanta gente a favor del lema del Foro Social Mundial, “Otro mundo es posible”, o en torno al cambio climático hasta tal punto que el “status quo” está siendo deslegitimado y solo países que ponen obstáculos al acceso a Internet pueden contener, aunque no por mucho tiempo, las nuevas discusiones ideológicas. Por ejemplo, hay un opus antes y después de opuslibros. El actual cambio electoral en América Latina, por muchas que sean las torpezas y autoritarismos de sus protagonistas, está asentado en un hecho básico, la conciencia de la gente más pobre de que se puede actuar ya sin miedo, de que no es lógico ni permisible que de los 100 dólares que vale un barril de petróleo, menos de un dólar regrese al país del que se extrae.

 

Pero que pasa con las clases medias?  Anna Ahrendt explicó que la clase media es el colchón que impide la confrontación entre ricos y pobres. El éxito del progreso económico franquista, como el de los demás autoritarismos, fue crear una clase media apolítica, escasamente interesada en el cambio democrático y que se arrinconaba en sus intereses pequeño burgueses para evadirse de la confrontación pública. Por eso el franquismo tuvo que esperar a la muerte del dictador para extinguirse. Algunas clases medias latinoamericanas sienten en sus carnes la actual confrontación continental  y les gustaría que no les afectara pero ello es muy difícil.

 

No vivimos en el mejor de los mundos, según la ideología que subyace en el mensaje subliminal de la publicidad televisiva, sino en un mundo atravesado por los conflictos de intereses y cuanto antes uno averigüe cual es el suyo y donde están sus solidaridades, mejor para él.

 

Alberto Moncada




Publicado el Wednesday, 19 December 2007



 
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