En la carta de este mes de noviembre, el Prelado, con la excusa de los 25 años de la prelatura y de la preparación de los 80 de la Obra, convoca un año mariano para el Opus Dei. Pero se nota a la legua que se trata de canalizar sus preocupaciones ante una posible intervención de la Iglesia en relación a la Obra, como sucedió en los anteriores años marianos de la institución.

            En efecto, en varios párrafos de la carta Echevarría habla de la situación del mundo y de la Iglesia, y de la necesidad de rezar por «la paz del mundo, de la Iglesia, de la Obra y de las almas».  Cuando más se le ve el plumero es cuando habla de «reforzar nuestra unión con el Romano Pontífice: rogando con mayor intensidad por su Persona y sus intenciones, rezando asiduamente por sus colaboradores en el gobierno de la Iglesia». Pues los que habéis estado dentro del Opus Dei, ya sabéis que la mejor manera de denigrar solapadamente a alguien es pedir que se le encomiende especialmente.

            No quiero acabar sin mencionar un último detalle. Al comienzo de la carta cita el punto 86 de Camino, que habla de que «nuestra oración debe ser litúrgica». Y esto me ha recordado, por contraste lo que hizo el prelado el día de la Asunción en el curso anual de numerarias de Artacea, Pamplona: predicó la media hora de meditación y dirigió unos minutos de acción de gracias de la Misa. Pero cuando llegó el momento de la homilía, que es preceptiva en las solemnidades, dijo que no se sentaran, pues para cumplir con lo mandado iba a decir tres palabras, como así hizo. Una vez más, prevalecieron los gustos del fundador sobre la norma eclesial, haciendo de la liturgia un sayo a su medida.

            Por cierto, en esa meditación también se traslució su preocupación por lo que pueda sobrevenirle a la Obra: «Es bonito que pienses –decía más o menos el prelado- en el crecimiento de toda la Obra. Hemos de proteger el capullo de la rosa que nació en el 28 y en el 30. No estás lejos de la realidad si piensas que nuestro Padre pensaba que tenía que proteger, como tú ahora, el capullo de la rosa».

Trinity

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