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 Tus escritos: Mi pequeña historia (II).- Julia

010. Testimonios
Julia :

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Pasaban los días, y yo, aparte de estudiar participaba, en todas las actividades del colegio mayor. Debo deciros que siempre he sido una persona muy sociable y dicharachera. Provengo de una familia de clase media en la que todos sus miembros tienen estudios superiores. El ambiente en casa de mis padres siempre se caracterizó por lo animado de todos sus miembros. Las reuniones familiares, tanto por parte de mi padre, como de mi madre eran constantes. La confianza y sinceridad fueron el estado natural que yo viví, día a día desde mi infancia. Fui una niña feliz y una adolescente estudiosa e interesada en todo lo que la vida podía depararme. Tenía y tengo bastantes amigas, aunque debo confesar que no era de las de “salir de marcha” ni mucho menos por las noches. Siempre, me ha encantado estudiar para saber, al margen de las calificaciones escolares...



Volviendo a Goroabe, durante aquellas primera semanas, aparte de encontrarme un tanto aturdida por tanta novedad, iban haciendo mella en mi espíritu las sucesivas “charlas” que con cualquier excusa se me inculcaban. Llegó un momento en que me sentí, realmente, acosada. Por poneros un ejemplo, os diré que ya no sólo era lo que me decían de viva voz, sino las notitas, que, mágicamente, aparecían sobre mis apuntes, cuando me encontraba en la sala de estudio, preparando algún parcial. O, el venir a buscarme a la puerta del aula, después de un examen oral, a puerta abierta, cuando más exhausta y nerviosa me encontraba. Siempre intentaban abordarme cuando tenía la guardia baja. Pero estoy adelantando acontecimientos.

 

Como os decía los primeros días, “la amiga” que tenía asignada era P. C., con ella me llevaba bien pero sin una especial afinidad, simplemente era la primera persona que me había encontrado tras dejar mi casa. Ella llegó a decirme, en muy poco tiempo, que yo tenía vocación de numeraria. La frase me dejo estupefacta y pensativa, ya os dije que yo era muy responsable (y supongo que impresionable) y el asunto comenzó a darme vueltas por la cabeza. Por aquel entonces, cuando mis padres me llamaban por teléfono me encontraban rara. Un día mi madre me preguntó si estaba enferma, pero su intuición la llevó más allá y comenzó a temerse que me estaban haciendo un lavado de cerebro. Sin yo saberlo se puso en contacto con una hermana suya (mi tía Gloria) dominica de clausura que tan asustada la encontró, que inmediatamente se puso en marcha un dispositivo casi peliculero, de monjas, sacerdotes, y hasta el Obispo de La Diócesis de mi tía. La desorientación en cuanto a los métodos de “seducción” del opus era y es total. Después muchas llamadas telefónicas por parte de mi madre y mi tía, se encontraron con un fraile dominico, que les dijo una frase que fue determinante para apaciguar, en cierto modo, la ansiedad de las dos: ”vocación con angustia, no es vocación”. Y es que yo estaba muy angustiada. Perdí muchos kilos en ese primer mes en Goroabe, a pesar de las magnifico platillos que allí nos servían.

 

Durante el segundo mes de mi estancia en Goroabe, no recuerdo como, ni porqué, desaparece de mi vida P. C. y aparece en escena B. C., una numeraria mayor que nosotras que pertenecía a la dirección del colegio, concretamente era la administradora del mayor. Blanca era mujer vasca de constitución fuerte y terriblemente sensible. Había estudiado Filosofía Pura y en ese momento cursaba la carrera de Teología. Según me contó, en sus múltiples charlas, la habían destinado a la administración porque la consideraban demasiado espiritual. Decían que sus estudios de Filosofía la habían hecho flotar en el aire y querían que pusiera los pies en la tierra, enfrentándose a la realidad de las cuentas de la administración. Blanca (que después fue directora de Alcor, creo) poseía unos ojos grandes y sinceros, amaba el Opus Dei con la pasión de un enamorado y fue, sin ninguna duda, la persona con mayor vocación religiosa que yo he conocido.

 

Fueron tiempos intensos los que viví durante mi “amistad” con ella. Largas sesiones en el salón de actos visionando películas del padre, meditaciones, círculos y continuas visitas al confesionario. Por cierto, no puedo dejar pasar la impresión que me produjo la primera vez que entré al oratorio para escuchar una meditación. A pesar de las considerables dimensiones del mismo, estaba repleto de numerarias que con la cabeza baja, y cubierta por un velo, se sujetaban la cara en un  gesto de concentración. La oscuridad de la iglesia, se rompía por un flexo de luz tenue que iluminaba una pequeña mesa a la derecha  del altar, en la que se situaba el sacerdote. Sentado, el cura leía algún punto de Camino, sobre el que reflexionaba en voz alta, no sin “soltar” algún manido chistecito por el que todas se reían al unisolo. Mucho después, me explicaron que eso se hacía para demostrar que estaban atentas a su discurso, o sea que no se habían dormido. Éste detalle de clonicidad fue una de las características de los miembros de el Opus Dei que más me llamaba la atención. Parecía increíble estar en el inmenso comedor, por ejemplo y encontrarse con personas de todas las nacionalidades (en Goroabe vivían numerarias de los cinco continentes) batiendo palmas ante la llegada de un plato de patatas. “patatas, patatitas” gritaban entusiasmadas, y todas iguales, como una fábrica de muñecas, todas hablaban del mismo modo, con los mismos giros, con el mismo acento: impresionante.

 

Recuerdo especialmente, a Anni, una numeraria noruega que había renunciado a su religión protestante, enfrentándose y rompiendo relaciones con su familia, para abrazar la religión católica, bautizarse para terminar firmando la carta de acceso al Opus Dei. Si, y es al padre y a las personas de la obra les fascinaban las heroínas!!! Los grandes gestos de renuncia”in extremis” en el último momento, como la numeraria – no recuerdo su nombre- sé que era madrileña, que a punto de casarse, con el traje de novia colgado en su habitación, suspende la boda para hacerse de la obra. Pero, no siempre, éstos actos de renuncia eran bien acogidos. Algunas no podían evitar mostrar su sufrimiento ante decisiones de los superiores, que les partían la vida y el corazón. Eso fue, precisamente, lo que le ocurrió a numeraria, enfermera de la Clínica Universitaria. Se había formado en un Hospital de la Cruz Roja en Madrid; adoraba y vivía su profesión como pocos, hasta que un mal día, me la encuentro llorando amargamente por los pasillos: la habían destinado a las cocinas del Colegio Mayor Aralar, Centro de Estudios de numerarios varones. Estaba tan desolada, que llegó a pedirle a una adscrita diabética, que por favor le dejara ponerle las inyecciones de insulina. Se sentía enfermera hasta la médula y le habían cortado las alas. 

 

Muy diferente fue el caso de Mari C. R.. Ésta numeraria, maestra (sobrina de Félix Rodríguez de la Fuente), tras aprobar las oposiciones de Magisterio, tenía que pagar los derechos de examen. Ni corta ni perezosa se dirigió a la administración, factura en mano, para pedir el importe y cual no sería su sorpresa, cuando tienen la desfachatez de decirle que se lo pida a sus padres. Llevaba años trabajando como maestra en colegios privados y entregando su sueldo integro a la obra. Hacía muchísimo tiempo que no tenía contacto con su familia en Burgos, a la que abandonó de mala manera, para vivir en una casa del Opus Dei. ¿A qué venía ahora, semejante respuesta? Como mujer de fuerte carácter, no se lo pensó dos veces, hizo su maleta y se fue para siempre de “casa” para su CASA, la de sus padres.

 

El chantaje sentimental

 

Tengo la sensación, al escribiros éstas cartas, de que se me olvidan cosas importantes. Temas, que en su momento. me hicieron mucho daño. A lo mejor, los estoy obviando por una de esos olvidos freudianos de la mente. Pero ahora me he acordado de alguna y, antes que nada, os las voy a relatar. La primera tuvo lugar, durante una conversación con P. Quizás por aquello de que se me notaba joven, inexperta e IMPRESIONABLE, en una de nuestras charlas, al llegar  al punto recurrente de LA VOCACIÓN  de numeraria, me contó como en una ocasión El Padre se había puesto un cilicio especial, hecho de trozos de cristal y su secretario, alarmado tuvo que abrir  su despacho pues la sangre salía por debajo de la puerta. Aunque os parezca mentira, me lo creí. A mí el tema de la sangre siempre me producido mucho miedo (quien lo iba a decir, viendo a lo que me dedico actualmente…) supongo que la cara se me demudaría en blanca palidez, cosa que ella advirtió, dándole pistas sobre el camino que tenían que seguir para que pitara de una vez. “Eres dura de pelar, Julia”, me repetían sin cesar, “pero muy dura…” 

 

Durante la etapa  con B. C., ocurrió otro hecho, no menos terrible: aprovechaba cualquier ocasión para decirme  lo mucho que me apreciaba Don A. A. e insinuarme con tono misterioso: “tú no sabes las cosas que está haciendo el cura para que tú te hagas de la Obra”  ¿Os imagináis como me quedaba yo?  La mente se me disparaba, viendo a tal D. A. en toda suerte de mortificaciones, inundando su cuarto de sangre… De nuevo otra característica de opus: el chantaje moral o sentimental.

 

Posiblemente, la más terrible, yo diría que hasta delictiva, ya que la llevan a cabo con menores de edad, a quienes  separan de sus familias, no sólo físicamente sino también, mentalmente. Como si de una anorexia se tratara, el lavado de cerebro llega convencerte a tales niveles, que lo que la familia te dice y te aconseja suena a la más burda de las mentiras. El espejo de tus padres y amigos, del mundo en que, antes de conocer La Obra, te movías, te devuelve una imagen distorsionada, falsa. No ves la realidad que tienes delante. Sientes lástima por las personas de fuera que dejan pasar su existencia, su precioso tiempo en éste mundo, como paganos, por no estar dentro de la Obra. Ellas, te hacen sentir afortunada. Tocada por el dedo divino de la vocación al Opus Dei; para ser santa a través de EL. Cuantas veces habré oído exclamar públicamente, a muchas numerarias. ”¡Qué habría sido de mí, sino hubiera conocido el opus dei! ¡Sabe Dios!, estaría por ahí tirada… " 

 

Continuará…

 

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Publicado el Monday, 29 October 2007



 
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