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 Tus escritos: Cilicio, tienes una cita.- Luxindex

020. Irse de la Obra
LuxindexBorgia :

Querido Cilicio, yo de ti me iba. Es más, muchos de nosotros, cuando éramos ellos, nos fuimos. Y tan panchos. Se han ido miles, Cilicio, y ni uno volvió ni siquiera para darse el gusto de volver a irse. Bueno, aunque conozco yo a una que le cogió gustillo a los portazos, pero es que hasta en eso es única en su género.

 

Verás, no quisiera restarle heroísmo a tu situación pero tampoco aumentarlo, pues tengo la sensación de que eso de hacerse holocausto tiene su puntito de morbosidad atractiva, en la medida que nos hace, ante los propios, ejemplares y, ante nosotros mismos, irresponsables. Lástima que el resultado de tan santa mezcla, como bien sabes, no sea la felicidad, sino la duda permanente.

 

Te presionan los directores y supongo que tú mismo. Es natural, se establecen lazos tan intensos como prohibidos, unos miran a los otros, pito pa´que pites tú, persevero pa´que perseveres tú... Cilicio, hay un poemita de Antonio Moreno Figueras que viene al caso. Se titula Con las botas puestas y dice así:

 

IMAGINA lo que sintió

el general Custer

cuando tras gritar

adelante mis muchachos

se volvió

y comprobó que no le seguía

nadie.

 

Custer debió sentir un ridículo bastante... general, pero si al personaje del poema lo degradamos quitándole los galones, lo tratamos, lo encomendamos, lo encajamos, pita y se lleva veinte años en el Opus Dei ® y buen día dice: “adelante mis muchachos” sin que nadie le siga, yo creo saber qué sentiría ese personaje: paz.

 

Al irse uno, te adelanto, se pasa por una fase eufórica, maniática, mezcla de la libertad recobrada con el sobresalto de los eslóganes que retumban en la cabeza, ciertos tics... bah, tonterías. No pasa de ser una desintoxicación.

 

Pero pronto la vida te alegra, pues sientes que te invita de veras y no como convidado de piedra.

 

Y hablando de invitar, invitar a una chica a cenar es un placer: ¡¡te da un poderío!! Te hace sentir tan vivo, tan entusiasmado... Si ella no sabe nada de tu pasado, qué quieres, la sorprenderás y te verá como lo que eres: un bicho raro. Pero si mantienes el humor, la escuchas, y te comportas como eres, te confesaré algo, las mujeres son tan hospitalarias que acabará sorprendiéndote ella a ti: les gustan los bichos raros, con tal de que sean sinceros, buenos y quieran hacerlas reír (ni siquiera hace falta ser simpático, valoran más la intención).

 

Otra cosa, sólo hay un placer superior a leer lo que te apetece, no leer lo que no te apetece.

 

Con el tiempo, y unas cuantas cenas y unos cuantos libros prohibidos, la gravedad con que te tomas estas cosas la verás infantil y harás chistes al respecto.

 

Y sí, Cilicio, creo que para casi todos fue tan difícil salirse de aquella maraña. En mi caso tengo la sensación de haber estado más años intentando salir que estando dentro. La única explicación que se me ocurre es que entré mucho antes de pedir la admisión y que tardé en estar fuera aun habiendo franqueado la famosa puerta que permanece de par en par. (Lo siento, pero en este punto siempre tengo que preguntar lo mismo: ¡¿de qué sirve una puerta abierta de par en par?!).

 

Cilicio, la felicidad os espera, a ti y a tu voluntad. Esperamos ansiosos que nos cuentes cómo fue la cita.

 

Luxindex




Publicado el Friday, 26 October 2007



 
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