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 Tus escritos: Vidas cruzadas (II).- Satur

100. Aspectos sociológicos
Satur :

VIDAS CRUZADAS (II)

Satur, 23 de mayo de 2007  

 

 

En nuestro hombre, Joan, se intuía un algo de artificio en su manera de hablar, de saludar, de escuchar. No sabías qué era, pero se presumía que aquello era más de pose que algo natural: no era de cuna.

 

Una tarde, tomando un café, se nos acercó una madre del colegio que tenía dos restaurantes muy conocidos en la ciudad. Se sentó a darle a la hebra y en un momento dado le dice a Joan…”¿sabes dónde te conocí a ti por primera vez?”: en el Hotel Tal, en un curso que se impartió sobre cómo ganar amigos e influir sobre las personas del Carneggie ése”. El tío se azoró un poco, pero se sobrepuso…



Así que era eso. Efectivamente, toda su estrategia era “comercial Carneggie”. La seguía al dedillo, por el libro, y no se le escapaba detalle. Por ejemplo, de manera difícil de percibir, te acariciaba con frases que daban a entender lo inteligente que tú eras, lo simpático que tú eras, lo maravilloso que tú eras – que son estrategias barato-chungas de los cursos esos… parecía que estabas con un buen recepcionista de un Hotel de cinco estrellas Gran Lujo, uno de esos que te hacen sentir un tío importante…”caballero, por favor, si es usted tan amable, ¿podría hacerme entrega de su carnet de identidad?... muchas gracias, señor, muy amable…

 

Me temo que hizo más cursos acelerados porque cuando alcanzó una pluma y llegó a subdirector te llamaba al despacho, te hacía sentar, te observaba con una sonrisa en silencio durante unos segundos y, sin dejar de sonreír, te amonestaba y a continuación, después de otros breves segundos en silencio, añadía: “sin embargo, seguimos teniendo una gran confianza en ti, a todo buen escribano le cae un borrón, y esperamos que no se volverán a repetir actitudes de éste tipo”.

 

Y uno tenía la impresión de haber leído eso mismo en “El Ejecutivo Mernabo, de cabo a rabo”.

 

Aceptaba mal que la vida le llevara la contraria, no digamos cuando los que le contrariaban era las personas humanas cuerpos. Se hundía y se quedaba sinceramente perplejo. Alguien lo escribió mejor: la señal de mala voluntad en una persona es que no puede sufrir su fracaso. Así, un año se presentó por la candidatura oficial de la dirección del colegio a las elecciones sindicales. El hombre se lo curró, y visitó uno a uno todos los despachos, y a todo bicho viviente: personal docente y no docente. Por supuesto, también se presentó la candidatura de la contra. Ya se sabe, los hijos de la Tinieblas son más listos que los hijos de la Luz. Y ganaron.

 

Le encontraron después del recuento de votos llorando en un aula vacía. Para su desgracia el que lo encontró era Chivurri “colmillo blanco”. Le intentó animar, pero nuestro hombre, presa del desánimo y de la sorpresa que le había provocado su derrota, le enseñó un papel con todos los que él presumía que le iban a votar, los más seguros, los dubitativos… ¡y estaba convencido de su victoria!. Pero le habían fallado, le habían mentido, se habían mofado de él.

 

Entonces era un maestro de primaria …

 

En Fomento hay una norma no escrita que dice que para ser directivo de un colegio hay que poseer título universitario. Y a eso se pusieron algunos de los afines a la dirección.

 

El núcleo duro del digamos bando de Miguel Bloom eran tres: Joan, Jordi y Ramón. Los tres jóvenes, los tres ambiciosos, los tres recién casados, los tres supernumerarios, los tres muy amiguetes. Una piña. Eran como el Trium Puerorum.

 

Jordi era, y es, un trepilla de tres al cuarto, y como Miguel, feo, nacionalista de campanario y con un estilo enredador y ventanero. No tenía la voluntad de Joan y, lo que es peor en alguien ambicioso, la envidia le podía. Ser ambicioso y envidioso es, sencillamente, incompatible. Por esa razón Joan le ganó la partida; Joan no era envidioso. Joan sólo tenía una idea. Y Jordi perdía fuerzas y energía en quedar bien con todo el mundo, en dejar caer aquí y allá infundios y calumnias, y en dispersarse hacia no se sabe donde por culpa de los celos. Era muy celosete.

 

Ramón, de los tres, fue el más ingenuo. Miguel vio en él una capacidad enorme de gestionar, de organizar, de encauzar los problemas y comerse los marrones. Y lo nombró secretario del Comité directivo. Era el perro de presa, el que se metía en todos los charcos, el que gestionaba absolutamente todo. Le hizo ser el malo de la película, y él, gustoso, porque le iba la marcha, se prestó a ello con todas sus fuerzas. Nada se movía sin Ramón.

 

Poco sospechaba que tanto Jordi, como Joan, cuando las cosas iban mal, le echaban la culpa de todo.

 

Miguel dispensaba cacahuetes a los tres, de vez en cuando y, también de vez en cuando, les tascaba el freno. Miguel, en eso de motivar era un tanto curioso, pues le gustaba jugar a psicólogo de chichinabo y, mientras te motivaba, te explicaba el por qué de tus comportamientos: mira, tú eres muy extrovertido y esa extroversión, unida a un cierto comportamiento histriónico de tus dotes artísticas, hace que atraigas a las personas del otro sexo, cosa muy interesante en un colegio, pues son las madres el motor de lo bueno y lo malo que en él existe.

 

Y se quedaba tan ancho.

 

Y decidieron cursar la difícil licenciatura de Psicopedagogía en la universidad de Tarragona. Y durante años, por la tarde, se cogían el coche y, hala, dale que te pego, a por el título universitario. Fueron años donde la piña se unió más que nunca: se repartían apuntes, se hacían los trabajos juntos, rezaban el rosario como buenos cristianos durante el viaje, celebraban sus aniversarios, cenaban con sus parejas… y soñaban, entre abrazos y guiños de complicidad, con un pastel fantástico.

 

En la vida, ya se sabe, el hombre propone y Dios dispone. Eso es en la vida. En Fomento hay una tercera vía, que no sé exactamente a quién se debe, pero que se da con la tozudez de los ciclos de la naturaleza. Parece como si alguien desde un despacho, un día cualquiera, le da el puntazo y grita “ ¡a tomal pol saco todo!. Y, pimba, a miles de personas – familias, profesores y alumnos -, les cambia la vida toda. Así que diremos eso de “el hombre propone, Dios dispone, y Fomento “¡¡¡ahórale, mi veyyyyy, que voy voyyyyyy!!!”. Y es que aquel curso habían cambiado la Dirección General de Fomento y se había nombrado Director General, o Consejero Delegado, a un crackscatacracks de lo más que no veas llamado Santiago, aunque se le conocía por Santi.

 

Santi era un tipo agresivo ejecutivo que comenzó como muchos han comenzado en Fomento, en plan “¡deháme zolo que ezto me lo como en un plis plas!”, y que años después salió como Paquirri en Pozoblanco y eso de “uzté tranquilo dotó, mi vida depende de uzté….”. Un botón de muestra: cuando Don Santiago entró se peinaba con raya en medio, muy ajustada y de fino dibujo. Y al salir se peinaba patrás, a bulto, fruto de la desesperación diaria.

 

Y éste Santi un día cualquiera de un mes de abril de aquel curso escolar llamó a Madrid a Miguel. Abril en Fomento es un mes de expectativas, de planteamientos futuros, de diseños de estrategias… y allá se fue Miguel, con su mejor traje, su mejor colonia, su cartera de cuero y su sonrisa dispuesta a adornar el más que previsible ascenso.

 

Cuando regresó le habían cesado fulminantemente. Así, en vena, en abril, y sin motivo aparente. Nunca olvidaré la cara de aquel hombre que entró al colegio sin abrir la puerta, por debajo. Había ido sacando pecho para que le colgaran la medalla y, a cambio, le habían metido un collejón en la nuca y le habían dicho “ ¡¡¡hala, a cagar a la vía!!!”.

 

Imaginaos el bombazo que fue aquello en un colegio de provincias: todo el comité directivo cesado en abril .

 

Íbamos a ver muchos cambios en muy poco tiempo.

 

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Publicado el Wednesday, 23 May 2007



 
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