Me parece ilustrativa la línea argumental de los escritos de Eidsupo y Epi que casualmente han aparecido simultáneamente en la web: que si a los que se divorcian les pasa lo mismo que a los que se van de la Obra, que si en otras instituciones hacían un proselitismo parecido, que si la escasez de vocaciones se da también en otras instituciones eclesiales, que si en otras congregaciones religiosas usan cilicios mayores, que si las mujeres abandonadas también presionan a sus parejas para que vuelvan, etc. O sea, que la Obra no es tan mala porque en otros sitios también hay fallos.

            Algunos ya han respondido a estos escritos y no voy yo a abundar en la réplica. También porque me parece que se trata, una vez más, de una estrategia de la Oficina de Información de la Prelatura. Pero sí quería señalar dos cosas. La primera es que las comparaciones no resultan eximentes, ya que, además de no ser exactas, en ninguna de esas instituciones se dan tantos dislates juntos como en la Obra. Y, sobre todo, porque esta estrategia del ventilador parecerá convincente a los que, como hacen muchos políticos, tratan a los demás como peldaños de los que servirse para su propio provecho. Pero el mal de muchos no consuela nada a los que lo padecen.

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