PARA LA CAUSA DE BEATIFICACIÓN
Y CANONIZACIÓN DEL SIERVO DE DIOS
ISIDORO ZORZANO LEDESMA
DEL OPUS DEI
XX-DONES EXTRAORDINARIOS. GRACIAS Y FAVORES
266.-Naturalidad con que vivía sus
virtudes.-La
santidad del Siervo de Dios radica en el conjunto de detalles
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vividos heroicamente y con perseverancia durante toda su vida y en la perfección habitual con que los llevaba a la práctica. Su humildad procuraba cuidadosamente ocultar el heroísmo de sus virtudes: pero, a pesar de sus esfuerzos, cuantos le trataban sorprendían con facilidad su unión con Dios, en verdad admirable.
Fué un don extraordinario en el
Siervo, de Dios la naturalidad con que vivió la perfección de las
cosas ordinarias, ocultando a los demás las gracias que recibía del Señor, al
mismo tiempo que trataba a todos con extraordinaria bondad y conservaba su
habitual paz interior.
Todo lo
cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o
que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus
fuentes de información.
267.-Su vocación y perseverancia.-Fué verdaderamente
extraordinario y providencial el encuentro del Siervo de Dios con el Fundador
del Opus Dei. A pesar de que hacía mucho tiempo que no se habían visto, los dos
albergaban, por motivos distintos, el deseo de volver a ponerse en contacto: el
Fundador, para darle a conocer la Obra, y el Siervo de Dios, para tratar con
aquél el problema de su vocación, aunque cada uno de ellos desconocía el
designio del otro. Habiendo conocido su dirección en Málaga, el Fundador le
escribió una carta diciéndole que no dejase de visitarle si por algún motivo
había de hacer un viaje a Madrid. Pasado cierto tiempo, el Siervo de Dios
buscaba en esta ciudad al Fundador, y después de varias tentativas
infructuosas, marchó por una calle que le desviaba y le hacía dar un rodeo, y
se encontró con el Fundador, quien también de una manera inexplicable, había
escogido aquel camino, desacostumbrado para él. «Una seguridad de verte me ha
traído por esta calle», fueron las primeras palabras del Siervo de Dios al
producirse el encuentro, y apenas empezó a tratar el problema de su vocación y
a pedir consejo al Fundador, éste le dió a conocer la Obra, que el Siervo de
Dios desde el primer momento reconoció como el camino seguro de su
santificación.
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Fue también don extraordinario
su recia fe para entregarse, que tan sólo se explica por una ayuda fuera de lo
normal. Por eso también su confianza en Dios, ilimitada e imperturbable, hizo
que pudiese vencer todos los grandes obstáculos y dificultades que se oponían a
su vocación.
Todo lo cual, etc.
268. -Influjo del Siervo de Dios.-Desde niño, el Sievo de Dios
tuvo, según testimonio de cuantos le trataron en aquellos años, un don que le
distinguía de los demás de su edad, sin que exactamente pueda precisarse en qué
consistía; pero todos, hermanos, parientes y amigos, coinciden en afirmar que
era notorio su influjo, de manera indudable.
A pesar del tiempo transcurrido,
permanece indeleble su recuerdo entre sus alumnos y obreros, y a muchos todavía
les emociona. Coinciden todos en que poseía un don que no aciertan a explicar,
pero que se apoderaba de ellos y les dominaba: imponía su autoridad sin
despegar los labios y mantenía con toda naturalidad un orden absoluto
simplemente con su presencia, «por un algo especial que tenía», dice don Luis
Cárceles, alumno que fué del Siervo de Dios.
Entre los obreros que trabajaron
a sus órdenes había muchos que, por su tendencia política extremista y por lo
agudizado de las luchas sociales y del odio en aquellos años, ofrecían las
peores condiciones para experimentar este influjo, y sin embargo le demostraron
su cariño, le recuerdan hoy con emoción, y todos los testimonios coinciden en
que, a pesar de las incitaciones de los jefes comunistas, durante la revolución
ninguno hubiera osado tocarle un cabello.
Todo lo cual, etc.
269. Fe extraordinaria que
comunicaba en sus conversaciones.-Su íntima
unión con Dios se reflejaba en
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sus conversaciones y en todas sus palabras,
que se adentraban en el corazón de los que le oían, causándoles una impresión
extraordinaria y duradera. A pesar de los años transcurridos, numerosos
testimonios coinciden en ello: «Había un fervor y un espíritu tan sobrenatural
en sus palabras que recordé el pasaje de la Sagrada Escritura en que se aparece
el Señor resucitado a los dos discípulos de Emaús». «A medida que pasaban los
días me fuí dando cuenta de la impresión que me habían dejado sus palabras»;
«de cada conversación con Isidoro sacaba impulsos y propósitos concretos».
Su palabra atraía las voluntades y cuantos le escuchaban se sentían más cerca de Dios. Durante su enfermedad muchas personas iban a recibir sus palabras llenas de sentido sobrenatural, al calor de las cuales comprendían la vanidad de las cosas terrenas y la alegría de las almas que se entregan a Dios; de tal manera quedaron grabadas sus frases en los corazones de los que las escucharon de su boca, que, aun al cabo de los años, siguen siendo para muchos guía de su vida.
Todo lo cual, etc.
270.-Don de consejo.-Todos los que tuvieron ocasión de tratar al Siervo de Dios comprobaron
la sabiduría, eficacia y bondad de sus consejos y orientaciones. Desde muy joven
fué considerado en su casa como el jefe de familia, y en su mayoría de edad no
se hacía nada sin consultarle previamente.
Resolvía con serenidad y acierto
los problemas de sus hermanos en el Opus Dei en los momentos más graves y
difíciles que hubieron de pasar durante la época roja, y sabía aconsejar el
camino exacto y la solución adecuada, que después, y a pesar de todos los
obstáculos, se llevaba a cabo con una sencillez extraordinaria; y el ejemplo de
su confianza heroica en el Señor, comunicaba la misma seguridad a sus hermanos.
Sus cartas de entonces llegaban
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siempre con la mayor oportunidad, sin ser
abiertas por la censura gubernativa de las autoridades rojas.
Cuando algunos de sus hermanos
tuvieron que pasar a la zona nacional, demostró poseer el don de consejo en
grado admirable, pues gracias a su dirección y prudentes advertencias fué
posible vencer todos los obstáculos: la salida de las Embajadas, el
alistamiento en las filas rojas, se llevaron a cabo sin dificultad gracias a
las instrucciones minuciosas y acertadas del Siervo de Dios.
Todo lo cual, etc.
271. Don de profecía.-Con verdadera
seguridad predijo el Siervo de Dios el éxito de la evasión de varios de sus
hermanos de la zona roja y su paso a la España nacional en momentos en que la
empresa era prácticamente imposible. No pudo dejar de asombrar a los mismos
interesados la fe y seguridad con que les concedió en tales circunstancias el
permiso necesario, y más aún cuando, ya en la zona nacional, supieron que había
escrito al Fundador anunciándole que llegarían a mediados de octubre. «Lo he
pensado bien delante de Dios, y podéis salir del Consulado»; y con toda
naturalidad determinaba las fechas en que debían abandonar su refugio,
presentarse en la Caja de Recluta roja, etc.
El día de Nuestra Señora del
Pilar, 12 de octubre de 1938, los tres socios de la Obra evadidos de Madrid
consiguieron llegar a Burgos, después de atravesar las líneas del ejército
rojo. Sólo más tarde supieron, pocos días antes de la muerte del Siervo de
Dios, las circunstancias en que éste, haciendo oración frente a su Crucifijo,
había visto con toda claridad el éxito de la empresa y la fecha en que sus
hermanos estarían a salvo y se encontrarían con el Fundador.
Todo lo cual, etc.
272. -Intuición sobrenatural.-Días antes de morir el Siervo de
Dios, el R. P. López Ortiz, O. S. A., poco después
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consagrado Obispo de Tuy, le fué a visitar
con el propósito de pedirle que le dispensase del sigilo sacramental, pensando
que sería conveniente para después de su muerte. Le vió, sin embargo, tan
extenuado, que no se atrevió a decirle nada, a pesar de sus grandes deseos de
obtener el permiso. Pero, al despedirse, el Siervo de Dios se le quedó mirando
al tiempo que sonreía, y con gran dificultad, jadeando, le dijo: «He pensado
estos días que he sido poco delicado con usted, pues no le he levantado el
secreto de confesión. Sepa que desde ahora puede contar a los cuatro vientos
cuanto le he dicho en ésta y en anteriores confesiones».
Todo lo cual, etc.
273. Paz y alegría en su enfermedad.-Fué evidentemente don de Dios la paz y
alegría que mostró su Siervo en el sufrimiento. Le había impresionado mucho la
muerte de algún hermano suyo en la Obra; pero al tener seguridad de la suya, la
esperó con una serenidad inigualable.
Tan extraordinaria fué esta paz,
que cuantos tenían contacto con el Siervo de Dios durante aquellos meses
olvidaban toda tristeza y experimentaban una inexplicable alegría: de tal
manera les impresionaba la actitud del Siervo de Dios. Todos, sus hermanos, sus
compañeros, los médicos, las enfermeras, sintieron la misma impresión al
visitarle en su lecho de muerte y todavía hoy conservan un hondo y vivo
recuerdo de su sobrenatural alegría e impresionante paz.
Todo lo cual, etc.
274.-Gracias obtenidas por su Intercesión.- Numerosas gracias, muchas de
las cuales revisten carácter verdaderamente extraordinario, se han obtenido a
partir de la muerte del Siervo de Dios, por su intercesión. En diversas
ocasiones y circunstancias, gran número de personas se han encomendado con fe
al Siervo de Dios, pidiéndole
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ayuda para la solución de problemas
espirituales y materiales de todo género.
Cuantos han invocado su nombre
en sufrimientos y enfermedades, contradicciones y problemas, han encontrado la
fortaleza de su ánimo, y en gran número de casos, el logro de sus peticiones.
La confianza ha ido en aumento
entre personas de todas las clases sociales, y se ha extendido por diversas
naciones, de donde se reciben frecuentes noticias de los favores obtenidos por
intercesión del Siervo de Dios.
Todo lo cual, etc.
275.-La aprobación
canónica de la Obra.-Repetidas veces, durante su enfermedad el Siervo de
Dios manifestó al Fundador que en el Cielo intercedería ante el Señor en todas
las necesidades de la Obra, por las que entonces ofrecía sus dolores.
Una de las gracias que
especialmente se le encomendó que alcanzase del Señor fué la aprobación
canónica de la Obra por la Santa Sede. Por entonces tuvo lugar el primer viaje
a Roma del Secretario General del Opus Dei y su audiencia con el Santo Padre.
Al comentar este viaje y la coincidencia de su enfermedad con los trámites que
se llevaban a cabo en Roma, el Siervo de Dios expresaba su alegría diciendo:
«La verdad es que mi enfermedad no ha podido ser más oportuna. ¡Con tantas cosas
por las que hay que pedir! ».
La intervención del Siervo de
Dios después de su muerte se ha visto en la aprobación de la Obra concedida al
poco tiempo por la Santa Sede: los miembros del Opus Dei no habían dejado de
encomendar este asunto a la intercesión del Siervo de Dios.
Todo lo
cual, etc.
276. Nuevos Sagrarios-El El Siervo de Dios ofreció muchos de los padecimientos durante su
enfermedad por la erección de nuevos Sagrarios en casas de la Obra.
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Después de su muerte, su
poderosa intercesión se ha manifestado también en este aspecto. El número de
Sagrarios ha ido multiplicándose, y cada nuevo Sagrario era acompañado de una
insistente y confiada petición al Siervo de Dios.
Así, en Santiago de Compostela
era necesaria una nueva casa para hacer labor de apostolado con los estudiantes
de aquella Universidad. Se buscó un local a propósito, y tras laboriosísimas
gestiones se llegó al convencimiento de que no había ni una sola vivienda
disponible en toda la ciudad. Llegó entonces el momento de encomendar este
asunto al Siervo de Dios, y al poco tiempo pudo conseguirse un piso que reunía
perfectamente las condiciones necesarias. Los socios del Opus Dei de aquella
ciudad deseaban intensamente dejar al Señor reservado en el Oratorio el día 14
de marzo, y para conseguirlo, el 8 del mismo mes empezaron a encomendar el
asunto al Siervo de Dios. El día 14 se celebra el aniversario del día en que se
hizo público en España el «Decretum laudis» del Opus Dei; por esta razón tenían
interés en que en esta fecha un Sacerdote de la Obra dejase a Nuestro Señor en
el nuevo Sagrario.
Para lograr todos estos deseos
había que vencer muchas dificultades: no se había acabado la instalación del
Oratorio, el Prelado se hallaba gravemente enfermo y no había ningún Sacerdote
de la Obra en Santiago, y no obstante, el Excmo. Sr. Arzobispo concedió el
permiso necesario pocas horas antes de sufrir un ataque, del que ya no se
repuso y a consecuencia del cual falleció al día siguiente; se pudo terminar la
instalación del altar y en las primeras horas de la mañana del domingo llegó un
Sacerdote de la Obra.
El día 14 de marzo quedaba el
Señor presidiendo la nueva casa de los socios del Opus Dei en Santiago de
Compostela.
Todo lo cual, etc.
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277.-Vocaciones (I).-Los hermanos del Siervo de
Dios vieron siempre en él un modelo por su celo y espíritu de proselitismo.
«Hacen falta muchas vocaciones», les decía en su lecho de muerte, y muchas
vocaciones se han pedido al Señor por su intercesión, encontrando siempre en él
un apoyo seguro.
Viviendo aún el Siervo de Dios,
le escribió el Director de Valladolid pidiéndole su ayuda espiritual, ya que se
proponía dar a conocer la Obra a un estudiante de último curso de carrera y
deseaba que el Señor suscitase en él la vocación, aunque preveía muchas y
graves dificultades humanas para su entregamiento. Fijó la fecha del Santo del
Siervo de Dios, 4 de abril, para informarle de la Obra, y en tal día realizó su
propósito. El éxito no se hizo esperar y el interesado, viendo claro su camino
en la Obra, pidió la admisión sin parar en obstáculos ni dificultades; desde
entonces reconoció en todo momento que su vocación era fruto de las oraciones e
intercesión del Siervo de Dios.
Después de su muerte muchos
socios del Opus Dei le han encomendado con confianza e insistencia la vocación
de parientes y amigos, logrando el éxito de su petición a pesar de todas las
circunstancias adversas. Y en algunos casos mediante una verdadera moción
interior que, mudando todas sus disposiciones, les hacia entregarse al Señor en
el aniversario de la muerte del Siervo de Dios, a quienes intensamente se
habían encomendado sus vocaciones.
Todo lo cual, etc.
278.-Vocaciones (II).-Iniciar una labor en un
campo nuevo presenta siempre mayores dificultades que proseguir un trabajo ya
encauzado. Por eso, cuando se ha tratado de extender el apostolado de los
miembros del Opus Dei a nuevas naciones o a actividades diversas, el éxito de
la empresa se ha confiado muy especialmente al Siervo de Dios, y su intercesión
se ha hecho sentir siempre.
El Director de la Casa del Opus
Dei en Roma empezó
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a encomendar al Siervo de Dios la vocación de
un joven abogado italiano -que sería el primer socio de la Obra de esa
nacionalidad-, pidiéndole además que fuese «como un regalo en el día de su
santo» -9 de noviembre-, para cuya fecha faltaba una semana. Se presentaban
dificultades: por entonces sólo se había hablado de la Obra siete días antes a
un joven italiano, sin que nada hiciese esperar su vocación en tan corto plazo.
No obstante, el día 9 de noviembre fué aquel abogado a casa de los socios de la
Obra -era la tercera vez que lo hacía-, y después de hablar largo rato con uno
de ellos pidió, lleno de entusiasmo, la admisión en el Opus Dei.
Quizá era más difícil todavía,
humanamente hablando, conseguir la vocación del primer irlandés. Había llegado
tres meses antes a Dublín un miembro de la Obra. Trabó amistad con un joven
nativo, amistad un tanto superficial por lo reciente y porque, al fin y al
cabo, el socio de la Obra era un extranjero en aquel país. Después de
encomendar confiadamente el asunto al Siervo de Dios, le habló del Opus Dei, y
a las cuarenta y ocho horas el primer irlandés pedía la admisión.
Todo lo cual, etc.
279.-Vocaciones (III).-Otras muchas
vocaciones debe el Opus Dei a la intercesión del Siervo de Dios. La del segundo
italiano presentó también caracteres tan particulares, que parece difícilmente
explicable sin la intervención del Siervo de Dios. En la festividad de San
Francisco Javier, uno de los socios del Opus Dei residente en Roma, que
celebraba ese día la fiesta de su santo, pidió al Siervo de Dios el regalo de
aquella vocación. Era ya media tarde y las dificultades insuperables
humanamente, a pesar de lo cual lo encomendó al Siervo de Dios con la mayor
confianza. Estaba así pidiendo aquel regalo al Señor cuando llamó por teléfono
un joven conocido, abogado, anunciando que iba a visitarles una hora más tarde.
Durante la visita se le habló de la Obra, e inmediatamente pidió
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la admisión. Como la decisión era tal vez
demasiado rápida y podía ser fruto de un entusiasmo pasajero, se le hizo
desistir de momento de su idea, y tan sólo por su insistencia en días sucesivos
se le permitió solicitar dicha admisión.
Al iniciar la Sección Femenina
su labor con las sirvientas, las primeras vocaciones de éstas para la Obra
vinieron después de encomendarlas insistentemente a la intercesión del Siervo
de Dios.
Asimismo, los socios y asociadas
de la Obra se han dirigido al Señor en casos y circunstancias difíciles,
obstáculos o peligros graves para su vocación, pidiéndole por medio de su
Siervo la desaparición de los obstáculos o peligros, consiguiendo el éxito en
todos los casos. Así, una de las asociadas de la Obra se encomendó al Siervo de
Dios, segura y confiadamente, en una época de intensa oposición familiar,
logrando vencer, al cabo de muy poco tiempo, todas las dificultades.
Todo la cual, etc.
280.-Asuntos familiares.-En numerosos asuntos familiares de difícil
solución se atribuye también al Siervo de Dios el arreglo inesperado y
satisfactorio.
C. G. necesitaba autorización y
ayuda económica de su padre para poder asistir a unos cursos de formación. Ante
la cerrada negativa encomendó la solución, confiada e intensamente, al Siervo
de Dios. La víspera del día señalado para la marcha volvió a insistir,
obteniendo así mismo una rotunda negativa; no se desanimó, sin embargo, y
continuó pidiendo al Siervo de Dios su ayuda. Alrededor de la una de la
madrugada apareció su padre en su habitación e inesperadamente le concedió el permiso
y cuantas facilidades necesitaba.
N. G. tenía que retirar a un
pariente suyo el poder que le había otorgado, por delicadas razones referentes
a la marcha de sus asuntos familiares; parecía imposible llevarlo a cabo sin
romper con toda la familia. Encomendó
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el asunto al Siervo de Dios y con toda
facilidad retiró el poder, sin que se alterase en absoluto las relaciones
familiares.
E. B. abandonó el domicilio
familiar después de haber ocasionado un grave disgusto a su madre. Al día
siguiente ésta y todos los hermanos empezaron una novena, pidiendo, por
intercesión del Siervo de Dios, su regreso y arrepentimiento, que creían muy
difícil. A las cinco de la madrugada del segundo día se presentó E. totalmente
cambiado y pidiendo perdón por su anterior actitud.
Todo lo cual, etc.
281. Asuntos profesionales.-También en
problemas profesionales de difícil solución, ha sido invocada con éxito la
intercesión del Siervo de Dios.
Entre otros casos, se puede
citar el que se les planteó a dos químicos españoles que realizaban trabajos de
investigación en una Universidad alemana durante la pasada guerra mundial. La
estancia en aquella capital se iba haciendo imposible. Por otra parte, era
necesario terminar el trabajo emprendido, y apenas podían disponer ni de tiempo
ni de los aparatos necesarios, ocupados casi todo el día en investigaciones
bélicas. Encomendaron este asunto al Siervo de Dios, con resultados
sorprendentes: sucedían las cosas de tal manera que cuando ellos necesitaban
determinado aparato, el investigador alemán que lo utilizaba acababa de dejarlo
disponible en aquel momento; las frecuentes alarmas aéreas que interrumpían su
labor no disminuyeron en absoluto el rendimiento del trabajo, y éste se
desarrolló tan satisfactoriamente que muy pronto llegaron a las conclusiones
deseadas.
Se habían extraviado unos
documentos de cierta importancia en el bufete del abogado L. L. Tras varios
días de búsqueda infructuosa, el Letrado encargó una noche a sus ayudantes y
empleados que encomendasen el hallazgo de los documentos al Siervo de Dios. A
la mañana siguiente, antes de reanudarse el trabajo, y con él la búsqueda
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de los papeles, uno de los empleados cogió al
azar un expediente y al hojearlo aparecieron traspapelados los documentos en
cuestión.
Todo lo cual, etc.
282.-Asuntos económicos (I).-De
modo especial se han encomendado a su intercesión aquellos socios de la
Obra que en cada una de las casas están encargados de la administración y de
los asuntos económicos, en los que tanto tiempo estuvo ocupado el Siervo de
Dios. Estos problemas, por otra parte, le siguieron preocupando durante su
enfermedad: ofreció muchos dolores por ellos y prometió ayudar de una manera
especial después de su muerte: «Ya verá usted en cuanto yo vaya allí cómo se
nota», le decía en vísperas de su muerte al Fundador. Y efectivamente, su ayuda
se ha hecho sensible en numerosos casos. Así, el vencer todas las dificultades
económicas, humanamente insuperables, que se presentaban para adquirir la casa
de Roma. Así también la solución de las necesidades económicas propias de la
expansión de la Obra.
El día 12 de diciembre de 1947
se necesitaban 20.000 pesetas para un pago urgente, sin que hubiese medio
alguno de obtenerlas. Se encomendó el asunto al Siervo de Dios y se hicieron
algunas visitas a su tumba «pidiéndole las 20.000 pesetas». A los dos días, un
socio de la Obra visitó a un pariente, suyo para tratar de un asunto
completamente distinto, y en el curso de la conversación se vió sorprendido por
el ofrecimiento de un donativo de 12.000 pesetas y la promesa de otro inmediato
de 8.000. Con la consiguiente emoción advirtió entonces que ambos donativos
sumaban las 20.000 pesetas necesarias, gracia que sin vacilación atribuyó a la
intercesión del Siervo de Dios.
R. M. necesitaba 1.200 pesetas,
apuro que fué encomendado con urgencia al Siervo de Dios. A los dos días
recibió carta de su familia con un cheque por las 1.200 pesetas.
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Todo lo cual, etc.
283.-Asuntos económicos (II).-Un catedrático de la
Universidad de Madrid estuvo gestionando durante casi un año un crédito para la
construcción de una vivienda en un pueblo de la Sierra de Guadarrama. En
noviembre de 1947 empezó a encomendar el asunto al Siervo de Dios, y al día
siguiente recibió la comunicación oficial de que su solicitud había sido
resuelta favorablemente.
A. N. encomendó al Siervo de
Dios la solución de un difícil asunto, y a los dos días envió desde Tenerife un
radiograma entusiasmado por la ayuda recibida, diciendo: «Isidoro está actuando
de forma magnífica. Abrazos».
A. V. escribe
desde Portugal y refiere que encontrándose en gran dificultad para la obtención
de un crédito, sin el cual perdía una importante suma depositada como fianza
para la construcción de una carretera, los Bancos le negaron dicha cantidad.
Cuando ya urgía el tiempo, encomendó el asunto al Siervo de Dios, y pocos días
después un Banco le facilitó el dinero necesario, en condiciones mucho más
favorables de las que se hubiesen podido esperar.
Una empresa de Madrid arrastraba
desde hacía dos años una difícil situación económica, debida a una fuerte deuda
que un cliente, con evidente mala fe, rehusaba satisfacer, sin que hubiese
medio factible de lograrlo. El Director Gerente de la empresa encomendó el
asunto al Siervo de Dios, y muy pronto se cobró totalmente la deuda,
precisamente el día 15 de julio, aniversario de su fallecimiento.
Otras varias sociedades han
encomendado el éxito de sus asuntos económicos al Siervo de Dios y han visto
siempre su ayuda en la solución rápida y sorprendente, por lo inesperada, de
muchas dificultades.
Todo lo cual, etc.
284.-Curaciones (I).-R. U. padecía un proceso grave
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de tuberculosis pulmonar abierta. El
pronóstico era severo y los médicos habían anunciado la ineludible necesidad de
un tratamiento riguroso (neumotórax o frenicotripsia). Poco después de acordada
la intervención, se inició una rápida mejoría, que condujo al cierre de la
lesión, sin que hubiera necesidad de operar. El especialista que le trataba se
mostró muy sorprendido, pues con el régimen de reposo exclusivamente la
curación hubiera debido ser difícil y lenta. R. U. encomendó su curación al
Siervo de Dios, de quien llevaba un trozo de sudario como reliquia.
J. G., en Chicago, atribuye por
entero a la intercesión del Siervo de Dios la curación de un hermano suyo que
llevaba más de un año enfermo de tuberculosis en un Hospital.
I. U., también afectado de
tuberculosis pulmonar, llevó una reliquia del Siervo de Dios consigo, y
escribía: «Tengo la seguridad certera de que me curaré por su intercesión.
Pronto, Dios mediante, te lo comunicaré, y este será uno de los muchos favores
por los que Isidoro llegará a los altares». A pesar de haber sufrido una
hemoptisis en el mes de enero y de estar afectados ambos pulmones, ya en el mes
de febrero el médico le permitió hacer vida prácticamente normal.
Todo lo cual, etc.
285.-Curaciones (II).--A. F. cayó enfermo de
pleuresía en Roma; desde el primer momento se encomendó su curación al Siervo
de Dios. Los médicos pronosticaron con toda seguridad una enfermedad larga, con
fiebres altas y convalecencia delicada. Sin embargo, la mejoría fué tan rápida
que el médico que le asistía manifestó ser «casi milagrosa».
A consecuencia de una caída en
el Aeropuerto de Roma se produjo A. S. un profundo corte en la rodilla que le
llegó a interesar la cavidad articular. Trasladado a Roma le asistió el
cirujano Prof. Tossatti. El enfermo pidió su curación al Siervo de Dios, y a
los siete días la
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herida había cicatrizado totalmente, sin
quedarle el menor indicio de cojera, a pesar de que, según los médicos, era muy
difícil evitarla, dada la profundidad del corte.
La madre del Notario J. L. se
encontraba enferma de una grave afección hepática. El día 6 de enero de 1946
recibió aquél la noticia de que su estado era muy alarmante, y que los médicos
habían decidido operar si al cabo de dos días no disminuía la gravedad.
Encomendó entonces el caso al Siervo de Dios, y al ceder en seguida la dolencia
no fué necesaria la operación.
L. A. se enteró de que su amigo
I.I. se encontraba en estado de gravedad extrema a consecuencia de una
operación de apéndice, de la que se derivó una oclusión intestinal. Comenzó
entonces una novena al Siervo de Dios pidiéndole la curación de I. I. Al
segundo día de haberla iniciado, el enfermo empezaba a mejorar, y la segunda
intervención que sufrió tuvo un resultado satisfactorio, quedando completamente
a salvo.
El Sr. U. sufrió un accidente de
automóvil, produciéndose como consecuencia la fractura del fémur, rótula y un
hueso del pie, junto con gran hemorragia. La pierna fué operada e inmovilizada
y el curso de la consolidación siguió normalmente, hasta que a los quince días
sufrió un acceso por embolia que le hizo quedar como muerto. El juicio del
medico fué pesimista. C. A. lo encomendó con fervor al Siervo de Dios y pocos
días después el paciente estaba fuera (le peligro.
Todo lo cual, etc.
286.-Curaciones (III).-El abogado F. A., residente en Roma, padecía una leve enfermedad
ocular, que se agravó en vísperas de sus exámenes, presentando la forma de una
grave conjuntivitis y queratitis, a la que se añadió después una peligrosa
infiltración de la córnea en el ojo derecho. Ofreció sus sufrimientos al Señor
y pidió con devoción la salud al Siervo de Dios. A los pocos días la infección
del ojo derecho desapareció y después ambos
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ojos volvieron a la normalidad, por lo que
pudo presentarse oportunamente a examen y salir brillantemente de la prueba.
Atribuye por entero su curación a la intercesión del Siervo de Dios.
En Portugal, M. P. contrajo una
grave fiebre tifoidea. Quiso tener en su poder un Crucifijo que había sido del
Siervo de Dios, como medio eficaz para pedir al Señor la salud por su
intercesión; al poco tiempo, y a pesar de la opinión de los médicos, que temían
se presentasen complicaciones, M. P. curó totalmente.
La señorita J. B. estaba
desahuciada por los médicos, entre ellos por el especialista en aparato
digestivo Dr. R. C., que le pronosticaban muy poco tiempo de vida, pues padecía
una tuberculosis intestinal ya muy avanzada, de tal modo que apenas si podía
comer. Se encomendó su curación al Siervo de Dios y las lesiones han
desaparecido totalmente, de modo que hoy hace vida completamente normal en una
Institución religiosa.
En Barcelona D. L., enferma de
un cáncer de garganta, atribuye plenamente su curación a la intercesión del
Siervo de Dios.
Todo lo cual, etc.
287.-Favores espirituales-La señorita N. G. tenía a su padre enfermo de gravedad y en vísperas
de sufrir una difícil intervención quirúrgica. Muchos años hacía que aquél no
se confesaba. N. G. encomendó el caso al Siervo de Dios, y con mucha confianza
en su intercesión habló con su padre, que reaccionó muy bien y muy impresionado
se confesó.
El industrial A. R. visitó a un
obrero suyo gravemente enfermo con el propósito de convencerle para que se
confesara, No era fácil conseguir esto, pues se trataba de un hombre apartado
de las prácticas religiosas. A. R. encormendó el asunto al Siervo de Dios, y
cuando volvió a visitar al enfermo, al cabo de tres días, recibió la alegría de
saber que ya se había confesado.
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F. L. escribe
desde Barcelona que fué a visitar a N. N., tenor bien conocido en su época, a
quien halló en el lecho, gravemente enfermo. Cuando volvió a visitarle al
siguiente día, el estado del enfermo se había agravado aún más. F. L. observó
que en aquella habitación no había ni crucifijo ni ninguna otra imagen
religiosa y que la hija única del enfermo no se atrevía, por un miedo mal
entendido, a sugerir a su padre, ya en un estado desesperado, la necesidad de
recibir los auxilios espirituales. F. L., encomendando de todo corazón al
Siervo de Dios la buena muerte de aquel pobre enfermo, intervino en el asunto,
ante la oposición de una persona íntima de la familia, que estaba de visita: a
pesar de esta oposición, diez minutos más tarde llegaba un sacerdote que
confesó y administró los últimos sacramentos al moribundo, que murió
inmediatamente.
Todo lo cual, etc.
288.-Otros favores.-El Padre L. Feeney, S. J.,
Director Espiritual de St. Benedict Center, Cambridge 38, Massachusetts, EE.
UU., escribe con fecha 5 de agosto de 1948, que, conociendo la fama de virtudes
y santidad heroica del Siervo de Dios, encomendó a su intercesión la obtención
de un favor material extraordinario -an
enormous favor, dice él- por el que había estado pidiendo durante todo un año.
Ofreció hacer cuanto le fuera posible por su causa de beatificación, si dicho
favor le fuese concedido. Esto tuvo lugar la noche del 28 de julio. A la mañana
del día siguiente, dos horas después de celebrar la Santa Misa, había obtenido
el favor solicitado. El P. Feeney escribe absolutamente convencido de que lo
logró gracias a la santa intercesión del Siervo de Dios.
N. N. tenía que pasar un
reconocimiento médico militar. Algún tiempo antes había sufrido un proceso grave tuberculoso pulmonar abierto, que
le impedía absolutamente hacer vida
militar: existía el riesgo de que la
gravedad se reprodujese. «Nos examinaron -escribe- por rayos a
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unos siete u ocho. Al primero le miraron
durante un rato -no tenía nada- y el médico dió la consigna a la hermana
ayudante: «S. H.» -sin huellas: es decir, útil
para todo servicio-. Pasé yo y expliqué al médico la lesión padecida. Me
miró detenidamente, mientras yo me encomendaba al Siervo de Dios con
insistencia. Terminó de mirarme y repitió a la hermana: «S. H.». Yo me dije:
«¡malo, N.! » y redoblé con insistencia creciente mi petición al Siervo de Dios
y ofrecí una novena por su glorificación, fuese cualquiera el resultado del
reconocimiento. Cuando terminó de ver a todos el médico dijo que quería volver
a ver al que había pasado primero; el primero se había marchado ya como algunos
otros, pero cuando yo me acerqué a preguntarle el lugar en que me comunicarían
el resultado, me dijo que era a mi a quien quería volver a ver y que había
preguntado por el primero creyendo que era yo. Me colocó de nuevo tras la
pantalla y después de mirar un buen rato, en el que yo seguí pidiendo al Siervo
de Dios, comenzó a ver los residuos y cicatrices de mi lesión. Dictó a la
hermana esta vez cosas concretas en términos médicos y dió por terminado el
examen. Unas semanas más tarde me llegaba un certificado acreditando que
habiendo pasado las revisiones reglamentarias había sido declarado inútil
total».
Todo lo cual, etc.
289.-Buena muerte de los que acuden
a su intercesión.-Como
premio quizá a la heroica paciencia con que llevó los dolores de su última
enfermedad, el Siervo de Dios ha alcanzado del Señor la misma muerte ejemplar
para los que se le han encomendado en aquel trance.
La señora D. de L., madre de un
industrial de Córdoba, conservó junto a sí durante los últimos días de su vida
un trozo del sudario del Siervo de Dios, y soportó con gran visión sobrenatural
los enormes dolores producidos por su enfermedad -cáncer de estómago-, moviendo
los labios para rezar el Rosario cuando ya no podía hablar,
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y muriendo -según testimonio de su director
espiritual- como una santa.
Bartolomé Lloréns, socio del
Opus Dei, que murió en olor de santidad el día 31 de mayo de 1946, se
encomendaba durante su enfermedad al Siervo de Dios con gran confianza, de la
que participaban sus parientes y amigos. Las personas que le acompañaban en su
lecho de muerte y que habían tratado o tenían noticias del Siervo de Dios,
experimentaron una fuerte impresión al considerar que la alegría de Bartolomé
Lloréns ante la muerte recordaba la alegría y la paz con que había sufrido y
muerto aquél.
Bartolomé Lloréns rezaba todos
los días privadamente una oración que él mismo había compuesto, en la que pedía
al Siervo de Dios intercediera por su curación, si convenía a la gloria del
Señor, aceptando de antemano el desenlace de su enfermedad, cualquiera que
fuese. La noche en que murió decía sonriendo que «iba a reunirse con Isidoro».
Todo lo
cual será probado por testigos dignos de fe por haberlo visto, oído o leído, o
que lo saben por ser cosa pública y notoria, los cuales indicarán, además, sus
fuentes de información.
Hos pro nunc, salvo semper jure alios exhibendi articulos, non tamen se adstringens ad onus superfluae probationis, si opus fuerit.
Matriti, die 15 Augusti, Assumptioni
Beatae Mariae Virginis sacra, anno 1948.
Vice-Postulator