Comentarios a los Reglamentos del Opus Dei como Pía Unión (7)

 

 

V.   E S P Í R I T U

(1ª Parte: art. 1-26)

 

Junto con Régimen y Orden, Espíritu es uno de los anexos más expresivos de la mente de Escrivá.

 

Al igual que Régimen, muchas de sus afirmaciones resultan tan sorprendentes, que El itinerario jurídico… dedica bastantes páginas para reinterpretar sus párrafos (cfr. pp. 90-103), dándoles un sentido de espiritualidad y secularidad que no tienen, en un alarde de falta de rigor científico, puesto que sus citas de los art. 1, 2, 3, 4, 7, 10, 14, 23, 24, 26, 39, 40 y 50 no respetan la textualidad de su contenido.

 

Una persona que haya pasado muchos años en la Obra oyendo el discurso oficial, puede quedarse bloqueada cuando encuentra afirmaciones como: “Los socios del Opus Dei no son religiosos, pero tienen un modo de vivir -entregados a Jesús Cristo- que, en lo esencial, no es distinto de la vida religiosa” (art. 1,1); “El espíritu de la Obra es que sus socios varones ocupen cargos oficiales y, en general, puestos  de  dirección” (art. 28); “Las asociaciones auxiliares de que se habla en Régimen (Art.33) han de ser, por regla general, culturales y, mejor, sociedades de carácter económico y comercial” (art. 31); “No podemos perder el tiempo levantando casas: las tomamos” (art. 57); “No hablemos de nuestra vocación, bajo ningún pretexto” (art. 61).

 

No obstante, he de decir que lo que más me ha llamado la atención es que en este anexo —Espíritu—, donde cabría esperar que el fundador entrara en la descripción de la espiritualidad de su Obra, lo que uno se encuentre sea, sobre todo, con una estrategia ocultista para obtener cotas de poder, y que, sólo al final del documento, aparezcan unas pocas y superficiales referencias a aspectos ascéticos y de prácticas religiosas.

 

Lo que, en realidad, Escrivá considera espíritu de la Obra no es más que un estilo en la apariencia y una praxis de funcionamiento, que se ordenaban a facilitar, con el secreto, la consecución de ámbitos de poder mundano, con el supuesto objetivo de influir cristianamente en la sociedad. Y todo ello muestra que Escrivá no tuvo espíritu fundacional, sino unas preferencias en el aspecto o apariencia de su modo de funcionar.

 

Nuestro comentario a este apartado se dividirá en dos partes. En esta primera, nos ocuparemos de los art. 1-26, donde lo que más llama la atención es que la exigencia de los socios de la Obra se ha de asimilar a la de los religiosos con tanta intensidad como han de procurar disimularlo en la apariencia exterior de los miembros y de los Centros de la Obra.

 

En la segunda parte (art. 27-62), nos encontraremos con diversos aspectos apostólicos, ascéticos y religiosos, con los que Escrivá va intentando delinear las peculiaridades de la institución que trata de definir.

 

 

[n°28]

 

1.                Los socios del Opus Dei no son religiosos, pero tienen un modo de vivir -entregados a Jesús Cristo- que, en lo esencial, no es distinto de la vida religiosa.

 

Llama poderosísimamente la atención que la característica primera –punto nº 1- del espíritu de esta institución sea la separación verdad-vida: “no somos religiosos pero vivimos en lo esencial como religiosos”. Esto es demostrativo de lo que Escrivá tenía en su cabeza, de sus esquemas de funcionamiento, algo totalmente ajeno a una inspiración divina. El fundador no parece un hombre de Dios, ni tampoco una persona razonable.

 

Es muy importante que el fundador reconozca esto en los comienzos de la fundación. Pues, como la praxis fundamental de la Obra no cambiaría con los vaivenes jurídicos, esto quiere decir que la preconizada espiritualidad secular no es más que una aseveración propagandística que obedeció a su estrategia de emplear un estilo que permitiera a los socios alcanzar cargos públicos, pero no a la realidad del modo de vida propio de la Obra de Escrivá. Los miembros de su Obra habían de ser religiosos, con un comportamiento en todo igual al de los religiosos e incluso más exigente, pero sin aspecto de religiosos.

 

            De esta forma, resulta clara la doblez de Escrivá engañando a la gente y faltando a la rectitud. Esto no es compatible con una inspiración sobrenatural, pues las cosas de Dios no son retorcidas. Este planteamiento del fundador suena a estrategia, más que a carisma sobrenatural, y supone un fraude para los miembros, que nunca han conocido estos reglamentos, ni se les ha informado de esta doble vida. Un fraude de efectos perniciosos, pues este imitar a los religiosos, pero sin parecerlo, es una tortura para los numerarios y gregados que no son sacerdotes; es una esquizofrenia estructural que ha dañado psíquicamente a muchas personas.

 

2. Los edificios, muebles y ambiente de los centros donde los socios desarrollan su labor de apostolado nunca tendrán aspecto conventual; y se evitará, en todo, hasta el menor detalle que pueda dar a la Obra apariencia de instituto religioso.

 

Ésta es su preocupación: no parecer lo que son. Ya se ve que la novedad de la propuesta de Escrivá –lo que podríamos llamar su carisma, pero que no es un carisma divino, sino una estrategia humana muy poco eclesial– está en el aspecto estético, no en el espiritual. Lo original de Escrivá era crear una institución de personas totalmente sometidas a su autoridad, que se organizaran y se apoyaran secretamente para escalar puestos de influencia social.

 

3. El entregamiento a Jesucristo, que viven los socios, no es pasajero y común, sino definitivo y de perfección.

 

Al igual que en otros apartados habla de consagración, ahora se expresa en términos propios del estado de perfección característico de los institutos religiosos. Y de hecho, no tendría ningún inconveniente en participar, bastantes años después, junto con destacados miembros del Consejo General y de la Asesoría Central de su Obra, en el Congreso Nacional de Perfección y Apostolado que se celebró en Madrid, en septiembre de 1956. Que luego cambiara de discurso y en los años sesenta se apuntara a la teología del laicado, no fue, por tanto, una cuestión de espíritu, sino de estrategia.

 

4. Los socios de la Obra cumplen todos sus deberes de ciudadanos y, a la vez, ejercitan todos los derechos.

 

Si no dieran la impresión de que lo hacen, podrían perjudicar a su estrategia, y ser tildados de religiosos e impedírseles ocupar cargos públicos vedados en la Iglesia a las personas consagradas.

 

5. Los nuestros, por su espíritu católico, ven con alegría todas las manifestaciones de celo que desarrollen los demás.

 

Esta afirmación, fuera de sonar a autoalabanza, no ha tenido repercusiones prácticas, puesto que la Obra siempre se ha mantenido al margen de toda colaboración con las restantes organizaciones eclesiales. Y es que parece que, en realidad, lo que Escrivá busca es que los demás respeten a su Obra.

 

6. No se celebrarán nunca reuniones generales con los colaboradores del Opus Dei. El trabajo de apostolado se realiza siempre en pequeños grupos.

 

¿Y la asamblea de amigos de la Universidad de Navarra de 1968; y las Jornadas de la Familia en Torreciudad; y los Congresos de UNIV; y las tertulias con el Padre? Esto me recuerda cuando en la homilía del campus de la Universidad de Navarra aseguró que su Obra nunca se haría cargo de seminarios, y desde entonces no ha parado de hacerlo. Como dice Markus Tank, era maestro en contradecirse.

 

7. Los socios de la Obra son selección de su clase social, y procuran ejercitar el apostolado de amistad y de confidencia entre los mejores de su ambiente.

 

¿No decía que de cien almas le interesaban las cien? Una vez más, el eslogan propagandístico no era más que una tapadera de su verdadero objetivo: alcanzar puestos altos en la sociedad.

Resulta raro hablar de "apostolado de amistad y de confidencia" como si fuera algo perfectamente normal en la Iglesia, cuando realmente es una expresión propia del fundador. Lo normal, cuando se trata de apostolado, era y es pensar que  "fray Ejemplo es el mejor predicador", y también lo es la libertad de espíritu para hablar con sencillez y autenticidad de la vida cristiana que uno vive y de las verdades que uno cree. Y precisamente eso es lo que el secretismo y la doblez de la vida en la Obra de Escrivá impide realizar, puesto que uno no puede hablar con sencillez ni del modo propio de vida ni del modo de aplicar la doctrina.

 

 

 

8. Es característica especialísima de los socios numerarios "vivir la Catolicidad". Es decir, evitar que la Obra pueda servir intereses incompatibles con ese espíritu de la Santa Iglesia Romana.

 

         Es curioso que sólo tengan que preocuparse especialmente de vivir la catolicidad los socios numerarios, o sea los numerarios inscritos (sólo varones, cfr. Régimen, 2). ¿No será esta catolicidad una coartada para olvidarse de los intereses diocesanos?

 

9. La Obra pasa oculta. Por eso no puede asistir a ningún acto de la vida social, ni ser representada; y del nombre de la Obra, desconocido para los extraños, jamás debe derivarse un apelativo común para los socios. Procúrese evitar esos apelativos aún en las actividades de apostolado.

 

Una vez más, la obsesión por el secreto, por no dar la cara, porque ni siquiera el nombre de la Obra aparezca ni en relación a sus miembros ni a sus apostolados.

 

[nº 29]

 

10. Por esta humilad colectiva de los socios, que hace que la Obra pase oculta, nunca se podrá atribuir a la Obra la fama o mérito de las actividades de sus miembros. Toda la gloria es para Dios y, en lo humano, para otras asociaciones.

    De aquí que tampoco se comunique a nadie la consagración que a la Obra hacen algunos de sus socios.

 

Camufla el secreto como humildad colectiva. Camufla el no querer asumir la responsabilidad de las actividades que los Directores realizan a través de los miembros, como renuncia a la fama de éstos. Y camufla como huida de la vanagloria la prohibición de que se comunique la pertenencia a la Obra.

 

Algunos: Este “algunos” da a entender que Escrivá está pensando que sólo la pertenencia de los numerarios y supernumerarios (hoy inscritos y numerarios) había de conllevar una consagración, y que la de los inscritos (hoy supernumerarios) no suponía consagración alguna. ¿Dónde queda, por tanto, lo que luego siempre diría de que la vocación a la Obra es única y que lo único que varía son las circunstancias en que cada uno vive?

 

11. Este mismo espíritu de humildad colectiva impone la norma de no decir el número de socios que forman parte de la Obra.

 

Otro subterfugio para no ser transparentes a la hora de informar sobre la institución.

 

12. Los nuestros nunca hablarán de la Obra a los extraños, ni manifestarán a nadie que pertenecen a ella.

        

¿Y esto no es una sociedad secreta, una masonería blanca? Pues, ¿hay alguna razón de espiritualidad para el secretismo?

 

13. Por la misma razón, la existencia de los centros en que los socios numerarios realizan su labor de apostolado -obra de San Miguel- no debe ser conocida más que por los que en ellos trabajan.

 

Más secretismo, ahora no de personas, sino de los centros que no tienen labor externa. ¡Cuanta razón tienen los artículos de Doserra sobre las mentiras de Escrivá en relación al secretismo de su Obra!

 

14. Los socios de la Obra en nada exterior se diferenciarán de las demás personas de su profesión y clase social. Por eso nunca se permitirá, con ningún pretexto, ni uniforme, ni distintivo particular alguno.

 

Es otro modo de asegurar que no se conozca su pertenencia a la Obra de Escrivá.

 

15. Los Reglamentos, Instrucciones, etc., están numerados; y hay prohibición absoluta de mostrarlos a los extraños y aún de verterlos al idioma vulgar, si están escritos en latín.

 

Se numeran para controlarlos, no vaya a suceder que se filtren. Y se prohíbe mostrarlos a los de fuera e incluso –al prohibir su traducción- que los conozcan los de dentro. Ambas cosas constituyen una injusticia clamorosa, ocultando a la Santa Sede y a los miembros de la Obra lo que tienen derecho a saber.

 

En efecto, el asunto es grave, porque se trata de un atentado contra la transparencia, algo impropio de una institución pública y, además, de la Iglesia. ¿Qué se pretende ocultar? ¿Por qué este ocultismo en una supuesta obra de Dios? ¿Por qué nunca se han facilitado a los miembros los estatutos de la institución, cuando son la norma aprobada por la autoridad eclesial por la que se deben regir?

 

Esta actitud de siempre ha propiciado el abuso institucional de exigir a los miembros obligaciones no contenidas en la norma oficial, muchas de las cuales atentan contra derechos fundamentales de los fieles. Tal actitud de manipulación de los miembros y de engaño a la Iglesia no es compatible con la santidad de Escrivá.

 

16. El Reglamento de la Obra se sujetará a lo que disponga, en cada país, la legislación sobre asociaciones.

 

Esto explica que redactara un documento que no especifica apenas nada, ocultando la verdadera naturaleza de la institución para evitar dificultades.

 

17. Régimen, Orden, Costumbres, Espíritu y Ceremonial, como son ordenaciones internas de apostolado, se someten solamente a la autoridad eclesiástica; pero a ésta incondicionalmente.

 

Una vez más, Escrivá emplea doble lenguaje. Es cierto que esos cinco anexos no los entregaría a la autoridad civil, a la que sólo informaría de la primera parte, que tituló Reglamento. Pero es falso que los mostrara sin condiciones a la autoridad eclesiástica, puesto que sólo los entregó al obispo de Madrid, con la petición de que fueran custodiados en el Archivo secreto diocesano: una petición que, al ser atendida, haría que esos anexos quedaran ocultos a propios y extraños hasta que Opuslibros los ha publicado.

 

18. Es obligación de los nuestros cooperar, con todos los medios, al perfeccionamiento y desarrollo de las actividades apostólicas de los socios. De esta obligación nace el deber de poner en conoci-

 

[n°  30]

 

miento de la autoridad de la Obra todo lo que, en la conducta de los socios, o en la marcha de sus actividades, pueda perjudicar la labor.

 

Con todos los medios: Expresiones como éstas, que dan tanto miedo, muestran el maquiavelismo que siempre ha estado presente en la actuación de los que gobiernan en la Obra, y que es tan propio de las instituciones promovidas por líderes narcisistas, a quienes siempre le parece legítimo cualquier medio que contribuya a la satisfacción de sus cuasi-divinos deseos.

 

Poner en conocimiento de la autoridad de la Obra: Otro eufemismo para justificar la delación de unos socios a otros ante los Directores. Pues es bastante dudoso que de ese deber nazca la obligación de denunciar, que convierte a los colaboradores en policías. De cualquier modo, se entiende que Escrivá impone una fuerte solidaridad de unos y otros en las labores apostólicas; es decir, que buena parte de los objetivos apostólicos de su Obra se habrían de conseguir colectivamente, en equipo, en grupo o como se quiera decir, pese a sus constantes declaraciones en sentido contrario.

 

19. Los socios de la Obra constituyen una familia de vínculos sobrenaturales. Por eso, cuando tres o más socios viven juntos, se dice que viven en familia.

 

Todo un eufemismo para disimular el estilo de vida en comunidad al que han de ajustarse los socios numerarios y supernumerarios (hoy, inscritos y numerarios).

 

20. La Obra es familia, y a la vez, milicia. Tiene todas las ventajas de la vida familiar, sin ninguno de los inconvenientes del afecto exclusivamente humano. Y toda la eficacia combativa de la más severa disciplina militar.

 

Milicia: Esta expresión resume muy bien la concepción original que Escrivá tuvo de la institución que promovió. Como muestran estos Reglamentos, no es que concibiera un modo específico de acercarse a Jesucristo y vivir la vida cristiana. Escrivá pensó en una nueva milicia: con la misma religiosidad que los institutos religiosos, pero con un aspecto secular, sin hábitos que dificultaran conseguir cargos públicos y desde ahí extender el Reino de Dios en el mundo.

 

Sin ninguno de los inconvenientes: Ojalá fuera así. Pero la profusión de las enfermedades mentales entre los que padecen esta vida de familia, muestra la toxicidad de un ambiente en que, por estar prohibida la confianza y comunicación con los que viven bajo el mismo techo –bajo la acusación de amistad particular–, y donde no cabe espontaneidad alguna, es de los peores sitios para vivir y morir. En este sentido, estoy de acuerdo con Adrenalina en que mi comparación entre la vida en familia de los Centros de la Obra y la vida de las comunidades religiosas sólo ha de entenderse en el sentido en que ambas son convivencias regladas y alejadas de la vida común de las familias normales; pero que la vida en familia en la Obra tiene una toxicidad que no se da en los monasterios y conventos.

 

Afecto exclusivamente humano: Hablar de “afecto exclusivamente humano”, como un “inconveniente”, es decir, entendiéndolo como un afecto desordenado, supone una visión dualista del ser humano, contraria a una adecuada antropología sobrenatural, y denota a la vez no tener experiencia espiritual.

 

 

21. Los socios que no vivan en familia están adscritos a un centro de apostolado, del que dependen.

 

22. Como manifestaciones exteriores de afecto a la familia de sangre, los nuestros deben conservar siempre que sea posible el domicilio de su familia respectiva, para toda clase de documentos de identidad, aunque hayan adquirido otro cuasidomicilio.

 

Me parece el colmo del cinismo que, para disimular la pertenencia a la Obra y la existencia de casas destinadas a vivienda de l@s actuales numerari@s, justifique la ocultación del verdadero domicilio como expresión de amor a la propia familia. Pues lo que parece la verdadera razón de este modo de actuar es que en los organismos públicos no se pueda relacionar a los socios “secretos” de la Obra por causa del domicilio común. Es una consecuencia más de que Escrivá pretendía un poder secreto. Ahora bien, ¿acaso las cosas de Dios no son diáfanas?

 

23. Evítese que aparezcan con el mismo domicilio los socios que no pertenezcan a la misma familia de sangre.

 

Puede parecer muy chocante y hasta obsesivo este empeño en ocultar la pertenencia a la Obra. Pero para Escrivá no lo era en absoluto, puesto que pertenecía a la esencia de la estrategia de ocultación, que era necesaria para alcanzar altos puestos en la sociedad y, en consecuencia, debía dejar muy perfilado el alcance de ese secreto.

 

24. La vida de familia de los socios del Opus Dei no es como la vida de una comunidad religiosa, sino que tiene el mismo tono y ambiente que el de un hogar de familia cristiana.

 

¿En qué quedamos? ¿No decía en el art. 1 de este apartado, que la vida de los socios de la Obra es como la de los religiosos? Además, ¿en qué familia está bajo llave la televisión o hay que consultar hasta lo más nimio? ¿Es que en la familia de Escrivá había misa diaria en su oratorio, con media hora de oración previa; o tenían que obedecer a un superior, o reuniones de familia para rezar, un tiempo de recreo después de comer y cenar, un tiempo de la noche o silencio mayor, medios de formación comunes, etc.? Esto no suele ser corriente en ninguna familia cristiana, salvo en las familias religiosas. Lo que sucede es que, en todo lo que se refería a la impresión que la Obra pudiera causar en la gente ajena, para Escrivá era fundamental dar la imagen de secularidad, aunque el modo de funcionar estuviera sometido a una regla, como los religiosos.

 

25. El tono humano del Opus Dei, su ambiente es la aristocracia de la inteligencia (en los varones) y una extremada delicadeza en el trato mutuo.

 

Aristocracia: Esta preocupación por dar a su Obra un tono de nivel intelectual, al responder a una estrategia y no a un verdadero interés por la cultura, quedó enseguida en mera apariencia, puesto que ni Escrivá era una persona culta, ni facilitó nunca que sus hijos estudiaran en serio, distrayéndolos constantemente con un activismo apostólico dispersivo.

 

En los varones: Otro planteamiento machista, que no habría existido en alguien que hubiera recibido un verdadero carisma para la promoción de la mujer en la Iglesia y en la sociedad.

 

26. Es característica de la vida en familia la naturalidad. Está absolutamente excluido el empleo de tratamientos especiales, para los que ocupan cargos directivos dentro de la Obra. Así, con esta sencillez, el Presidente del Opus Dei no tiene más tratamiento que "Padre", y nuestros documentos oficiales se redactarán también en tono familiar.

 

Esto no es nada más que una apariencia, porque, en la realidad, la Obra funciona como una secta gnóstica en que sólo la casta gobernante está al corriente del verdadero funcionamiento de la institución, y donde el culto al líder es casi idolátrico. Una manifestación de ello es que a los sacerdotes se les trata de don y también a los directores de Centros de Estudio: también de usted. En cambio, un joven trata de tú a un sacerdote, si es su hermano de verdad.

 

 

 

INDICE

Nota Introductoria a los Comentarios

Comentarios a los Reglamentos del Opus Dei como Pía Unión (1)

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Epílogo: La estafa del libro "El itinerario jurídico del Opus Dei"

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Reglamentos del Opus Dei como Pía Unión