Ref. avH 10/70                            nº 4 (NUEVA VERSIÓN)

junio 1975

SOBRE LOS ESPECTÁCULOS

(ESQUEMA)

 

I. LAS EXIGENCIAS MORALES DEL CRISTIANISMO

1.  El mundo como lugar de santificación para la mayoría de los cristianos.

2.  Estar en el mundo y ser del mundo, no quiere decir ser mundanos.

3. El Cristianismo no es una religión fácil: el amor a Dios pide todo? sin aceptar cohonestaciones doctrinales o morales de ningún tipo.

II. LAS DESVIACIONES MORALES ACTUALES Y LOS ESPECTÁCULOS

1.  Ambiente actual de lucha abierta contra las exigencias de la moral cristiana.

2.  El influjo de los espectáculos en la difusión de este nuevo paganismo: la imagen deformada del hombre que ofrecen.

3. Concesiones de algunas personas ante la difusión de estos errores.

4.  El ejemplo de los primeros cristianos que prescindieron de todos aquellos espectáculos que podían significar un peligro para su alma.

5.  El Cristianismo no ha cambiado: hemos de navegar contra corriente.

III. CONSECUENCIAS PRÁCTICAS

1. Obligación de evitar la asistencia a los espectáculos que son ocasión de pecado.

2. Fortaleza para no ceder ante las presiones del ambiente.

3.  Las falsas excusas de los que dicen que a ellos no les hace daño la asistencia a tales espectáculos.

4.  Misión de los cristianos: no basta con conocer la situación actual y lamentarse, es necesario poner los medios para cambiarla:

a)  mediante el apostolado personal;

b)  fomentando diversiones buenas.


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(GUIÓN DESARROLLADO)                     

 

I.  LAS EXIGENCIAS MORALES DEL CRISTIANISMO

1.  "Entonces examinó Dios todo cuanto había hecho, y he aquí que era muy bueno" (Gen. I, 31). Con estas palabras, la Sagrada Escritura pone de manifiesto' que todas las cosas, por haber sido creadas por Dios, son buenas. En el mundo, en medio de las ocupaciones terrenas, es donde la mayoría de los cristianos han de buscar la santidad.  "Hijos míos, allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo" (Conversaciones, n. 113).

2.  En consecuencia, los cristianos "hemos de amar el mundo porque es el ámbito de nuestra vida, porque es nuestro lugar de trabajo, porque es el campo de batalla -hermosas batallas de amor y de paz-, porque es donde nos hemos de santificar y hemos de santificar a los demás" (Carta Vocationis vestrae, 19-III-1954, n. 5).

Pero "estar en el mundo y ser del mundo no quiere decir ser mundanos. Por eso, se nos pueden aplicar plenamente aquellas palabras de la oración sacerdotal de Jesús Señor Nuestro, que relata San Juan: no te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal. Ellos no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo (Ioann. XVII, 15 y 16)" (Ibidem).

3. El Cristianismo no es algo fácil; la Cruz de Cristo es siempre "para los judíos motivo de escándalo, y parece una locura a los gentiles, si bien para los que han sido llamados a la fe tanto judíos como griegos, es Cristo la virtud de Dios y la sabiduría de Dios" (I Cor. I, 23-24). Dios Nuestro Señor quiere que le amemos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y con todas nuestras fuerzas (cfr. Matth, XXII, 37), y no admite cohonestaciones teóricas que traten de justificar una conducta desordenada. De ahí que los Apóstoles pusieran todos los medios para que los primeros cristianos, en medio de un ambiente pagano, vivieran la doctrina y la moral de Jesucristo sin dejaciones de ningún tipo: "Arrojemos, pues, de nosotros las obras de las tinieblas y revistámonos las armas de la luz (...), andemos decorosamente, no en comilonas y borracheras, no en fornicaciones y desenfrenos, no en rivalidad y envidia,  sino revestíos del Señor Jesucristo, y no os toméis solicitud por la carne para dar pábulo a sus concupiscencias" (Rom. XIII, 12-14).

 

II. LAS DESVIACIONES MORALES ACTUALES Y LOS ESPECTÁCULOS

1. Incluso en países de antigua tradición cristiana, es patente el crecimiento de un ambiente de lucha abierta contra las exigencias morales del Cristianismo y de la misma ley natural. El Padre indicaba, hace ya años, el avance de "esa mancha roja que se extiende rápida por la tierra, que lo arrasa todo, que quiere destruir hasta el más pequeño sentido sobrenatural. Y el avance de otra ola muy grande de sensualidad, -perdonadme- de imbecilidad, porque los hombres tienden a vivir como bestias"(Carta Dei Amore, 9-1-1959, n. 4).


 

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2. Los propagadores de este nuevo paganismo, han encontrado un eficaz aliado en el influjo que algunos espectáculos de masas ejercen en el ánimo de los espectadores. Así, con más intensidad en los últimos años,  se asiste a una proliferación de espectáculos que bajo excusas de "sinceridad", "arte", "libertad", etc., "alaban las concupiscencias y las pasiones libidinosas; son ocasión de pecados (…); destruyen el amor casto, la santidad del matrimonio y hasta las más íntimas situaciones de la vida familiar"  (Pío XI, Enc, Vigilanti cura; 16-VII-1936, AAS 28 (1936) P. 255).

A la vez, es cada día más frecuente que en tales espectáculos se haga alarde de irreligiosidad y de ateísmo, llegando en ocasiones a ridiculizar la religión y las verdades más santas del cristianismo, con lenguaje o actitudes blasfemos y soeces. "Ofrecen un mundo al espectador en el que no se hace ninguna mención de Dios ni de los hombres que creen en Él y le adoran, un mundo en el que las personas viven y mueren como si Dios no existiera" (Pío XII, Alocución, 28-X-1955: AAS 47 (1955) p. 821).

3. Ante su difusión, en algunos ambientes se ha pretendido justificar estos errores y las teorías que los sostienen, afirmando que las exigencias de la moral cristiana y natural son cosas anticuadas, que estaban bien para otros tiempos y otras mentalidades, pero no para el "hombre adulto actual".

"Los modernos pecadores públicos piensan encontrar una excusa, para sus herejías o para sus errores prácticos de carne o de falta grave de justicia, diciendo que los que luchan por vivir bien la ley de Dios son ¡anticuados! Olvidan que lo más antiguo es la caída. Pueden preguntar a Adán y a Eva" (Del Padre, Crónica IX-71, p. 5).

4. El "hombre adulto actual" es el mismo que encontraron los primeros discípulos del Señor; y los Santos Padres utilizaron, en su predicación, palabras duras, para apartar a los primeros cristianos de los espectáculos y diversiones inmorales: "no me vengas con que todo es una representación»  Sí, una representación que ha convertido a muchos en adúlteros y trastornado muchas familias... Si el hecho es un mal,  su representación también tiene que serlo. Y nada digo todavía de cuántos adúlteros producen los que representan esos dramas de adulterio, y cuan insolentes y desvergonzados hacen a los que tales espectáculos contemplan. Nada hay, en efecto,  más deshonesto, nada más procaz, que un ojo capaz de soportar esa vista (...) Mejor fuera embadurnarte los ojos con barro y cieno que no contemplar esa iniquidad" (San Juan Crisóstomo, Hom. super Matth., VI, 7). "Caminemos vigilantes y alerta, pues a poco que uno dormite, puede precipitarse en un abismo. No somos nosotros más perfectos que David y, por haberse descuidado un poco, se despeñó en la sima de la maldad" (Ibid., XXVI, 6),

De este modo, los primeros cristianos supieron prescindir de todos aquellos espectáculos que podían poner en peligro su alma, hasta el punto de que, no pocas veces, los paganos se daban cuenta de que uno se había convertido por el hecho de que dejaba de asistir a ciertos espectáculos (cfr. Tertuliano, De spectaculis, 24).

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5. El Cristianismo no ha cambiado; Jesucristo es el mismo ayer, y hoy y siempre (cfr. Hebr. XIII, 8), y nos pide la misma fidelidad y fortaleza que pedía a los primeros discípulos. Por tanto, también ahora "los cristianos hemos de navegar contra corriente. No os dejéis llevar por falsas ilusiones. Pensadlo bien: contra corriente anduvo Jesús, contra corriente fueron Pedro y los otros primeros, y cuantos -a lo largo de los siglos- han querido ser constantes discípulos del Maestro. Tened, pues, la firme persuasión de que no es la doctrina de Jesús la que se debe adaptar a los tiempos, sino que son los tiempos los que han de abrirse a la luz del Salvador» (Carta, 28-III-1973, n. 4).

 

III. CONSECUENCIAS PRÁCTICAS

1. Nuestra lealtad de cristianos nos ha de llevar a evitar todas aquellas posibles ocasiones de peligro para la salud espiritual de nuestra alma, "hemos de luchar por guardar los sentidos, para que la presión de toda una sociedad cargada de erotismo no debilite la finura de nuestra vida casta" (Carta, Febrero 1974, n. 11), sin olvidar que tenemos los pies de barro, conociendo la fragilidad del fundamento humano de nuestra vida.

Por eso, antes de presenciar o acudir a un espectáculo, sea cual sea, teatro, cine, televisión, etc., hay que tener la seguridad de que no será una ocasión de pecado, y en la duda hay que prescindir de ellos, y si -por estar mal informados- se asistiera a un espectáculo que desdice de la moral cristiana, la conducta que hay que seguir es levantarse e irse: "si tu ojo derecho te es ocasión de escándalo, arráncatelo y tíralo lejos de ti" (Matth, V. 29, cfr. XVIII, 9). Ese clima de lujuria, de sexualidad brutal, es una manifestación del mundo en cuanto enemigo del alma. También lo es el clima de rebelión, de violencia, que hay por tantos sitios. Y todo es fruto de la actividad diabólica. ¡Todo está organizado diabólicamente! (...) Nos quieren convertir en bestias, y vosotros y yo decimos que ¡no nos da la gana!, que queremos tratar a Dios y ser hijos suyos (...) Además, evitad la ocasión. Por ejemplo, no debéis ir a ver una película que no sabéis cómo respira. Es conveniente preguntar antes a vuestros padres o a una persona con buen criterio" (Del Padre, Dos meses de catequesis, pp. 705-706).

2. Esta conducta hay que seguirla siempre, sin miedo a "parecer raros" o "poco naturales": "'Y ¿en un ambiente paganizado o pagano, al chocar este ambiente con mi vida, no parecerá postiza mi naturalidad?', me preguntas.

-Y te contesto: Chocará, sin duda, la vida tuya con la de ellos: y ese contraste, por confirmar con tus obras tu fe, es precisamente la naturalidad que yo te pido" (Camino, n. 380).

Para vivir esta naturalidad de cristianos que quieren ser consecuentes con su fe, es necesario que pidamos al Señor la fortaleza de no transigir con nosotros mismos, y saber hablar con claridad a los demás, sin miedo al qué dirán; "Para los que no quieren tener una vida limpia, nuestra delicadeza en la guarda del corazón ha de ser necesariamente como un reproche, como un estímulo que no permite a las almas abandonarse o adormecerse. Es bueno que sea así; el hijo mío que no quiera provocar estas reacciones en las almas de los que le rodean, el que desee siempre hacerse


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el simpático, no podrá evitar él mismo la ofensa a Dios, porque se hará cómplice de los desórdenes de los demás» (Carta Res omnes, 9-1-1932, n, 73).

3. Si alguno objetara que a él no le hace daño la asistencia a tales espectáculos, "te contestaré que ya es muy grande daño pasar allí inútilmente el tiempo y ser escándalo para los otros… Y ¿cómo podrá decirse que tú no sufres daños, cuando contribuyes a los que se producen? (…) Porque, si no hubiera espectadores tampoco habría quienes se dedicaran a esas infamias" (San Juan Crisóstomo., o.c., XXXVII, 7).

Además, nadie puede sentirse inmune del influjo de esos espectáculos, pues la visión de esos errores contribuye a deformar la conciencia y crea una corteza en el alma que impide el trato con Dios. "Para oír a Nuestro Señor se necesita tener muy fino el oído. Se entenderá mejor con una comparación, que he repetido millares de veces. Una mota de polvo, un pequeño insecto que se posa en la epidermis fina y delicada de un niño pequeño, le hace reaccionar inmediatamente. En la mano dura y callosa de un campesino, que lleva años trabajando la tierra, no producen reacción alguna esos contactos” (Del Padre, Crónica IX-71, p. 8): si alguien dijera que no le hace daño asistir a tales espectáculos, quizá sería señal precisamente de que él necesita más que otros abstenerse de ellos.

4. Ante estas cosas, es deber de todos los cristianos poner los medios oportunos para acabar con esta situación. El oficio de vigilar, en este caso, no corresponde sólo a la Jerarquía, sino también “a todos los católicos y a todos los hombres cuerdos, que estén interesados en conservar los valores de la familia, de su patria y de la sociedad humana” (Pío XI, Enc. Vigilanti cura, cit. P. 258).

"Hijas e hijos míos, que nadie nos gane en diligencia; es la hora de una movilización general; de esfuerzos sobrenaturales y humanos al servicio de la Fe (…) Saber estas cosas y lamentarse no bastaría. Debernos esparcir la buena semilla a manos llenas y con constancia, de palabra y por escrito"(Carta, Febrero 1974, n. 14). "Hace falta una cruzada de virilidad y de pureza que contrarreste y anule la labor salvaje de quienes creen que el hombre es una bestia.

-Y esa cruzada es obra vuestra" (Camino, n.. 121).

a) El primer medio para contrarrestar este ambiente será la exigencia en la conducta personal, que no admite falsas concesiones, y la audacia en sembrar la buena doctrina, llamando a las cosas por su nombre; "que no os falte el valor de llamar a las cosas por su nombre, sin refugiaros en la fácil comodidad de afirmar que también el cerdo es buen ave. Hay cosas de las que no se puede decir que quizá tienen o no tienen, que quizá son o no son: sino que son o no son, que tienen o no tienen. La verdad es perenne, la palabra de Cristo no cambia: el cristiano debe ser fiel" a esa verdad, aunque resulte incómodo, aunque en ocasiones pueda ser incluso motivo de roces e incomprensiones" (Carta Argentum electum? 24-X-1965, n. 26).

b) También hay que poner los medios para lograr diversiones y espectáculos rectos. “Si no, os expondréis a esas sorpresas tre-


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mendas que os hacen padecer... y de las que no tenéis ninguna culpa, porque es de la situación actual del mundo. Discurrid, pedid al Señor que os ilumine e intentad algo. No en plan definitivo, sino como prueba, porque puede ser que la primera vez no salga bien, y la segunda tampoco. Hay que insistir"(Del Padre, Dos meses de catequesis, p. 625). “Urge recristianizar las fiestas y costumbres populares. -Urge evitar que los espectáculos públicos se vean en esta disyuntiva: o ñoños o paganos.

Pide al Señor que haya quien trabaje en esa labor de urgencia, que podemos llamar 'apostolado de la diversión'" (Camino, n.975).


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