UNA MENTIRA REPETIDA MIL VECES DESDE EL 26 DE JUNIO DE
1975
Stoner,
20/12/2021
En el Opus Dei importa más la limpieza que
la verdad.
Hay
una frase que creo que todos conocemos de memoria:
El Siervo de
Dios falleció en Roma el 26 de junio de 1975. En aquel momento, pertenecían al
Opus Dei más de 60.000 miembros de 80 nacionalidades.
Escribiré
hoy sobre los 60.000 miembros. Otra mentira para el collar.
Pero
antes, comencemos con las 80 nacionalidades.
***000***
A
la muerte del Fundador, había dos datos claros
y distintos. Que en el Opus Dei había 60.000 miembros, y que pertenecían a
80 naciones.
El
tema de la nula credibilidad de las cifras que ofrece el Opus Dei ya había sido
tratado en esta página.
Por
ejemplo, Compaq en Historiadores del Opus: Peor, imposible (2005), planteaba una pregunta sencilla y fácil: en cuántos países estaba establecida la obra
cuando murió Escrivá. Y para responder, acudía a dos pesos pesados de la literatura oficial: Pilar Urbano y Amadeo de Fuenmayor.
Comparto
con Compaq el 100% de sus primeros dos párrafos. De
todas formas, la mentira que expone yo la calificaría de mentirilla, como un pequeño embuste, y puede ser atribuido a Pilar
Urbano personalmente, y no a la Prelatura institucionalmente.
Refiere
a que en 1975 pertenecían al Opus Dei personas de 80 naciones diferentes,
aunque a veces algunos quisieron dar a entender que había labor en esos tantos
países.
Como
bien apuntó Acahou, no quiere decir que el Opus Dei trabajara directamente
en esos 80 países, y ni siquiera que los miembros vivieran en esas naciones. A
lo mejor en 1974 había pitado un cubano en México, y ahí sumábamos “Cuba” a la
lista, y lo mismo con un croata en Roma, o un laosiano en Sydney,
y sumábamos otros tantos. Ciertamente, ni la Obra trabajaba entonces en 80
países (había centros en 31 o 32 países, dependiendo de la fuente), ni creo que
hubiera miembros viviendo en más de 40 naciones. Por lo que no me parece
desacertado afirmar que en 1975
pertenecían a la Obra miembros de 80 nacionalidades.
Ciertamente,
comparto con Compaq que la afirmación de Pilar Urbano
es una mentira: en 1975 los miembros viven
y trabajan en 80 países.
Claire
Fischer (Historiadores del Opus: ¿peor imposible?. Sí, sí que es posible, 2005) también intervino en este tema y resumía: “Pilar Urbano miente, Fuenmayor
miente, miente Müller y mienten los de AOP de España
y USA. En otras palabras, y salvando la positiva aportación de Alcahou, estoy 100%
de acuerdo con el correo de Compaq en el que
muestra las mentiras intencionadas de los historiadores del opus y las
contradicciones en las que inevitablemente van cayendo. Si eso es santificar el
trabajo, si eso es buscar la verdad, no vamos nada bien…”
Los
60.000 miembros.
Vayamos
ahora a lo nuevo.
Recién
en 2021 un par de autores prelaticios tuvieron el coraje de reportar la verdad.
Y queda en evidencia que sus hermanos (y los Padres) habían mentido durante
décadas.
Resulta
que 1975 el total de miembros era ¡32.800!
60.000
es muy, pero que muy, distinto de 32.800...
Fuente:
Historia del Opus Dei, de José Luis
González Gullón y John F. Coverdale (Rialp, 2021).
La
mentira de los 60.000 se había repetido incansablemente. ¡Y ya desde el día
uno!
Así,
en el número especial del ABC del 27
de junio de 1975, leemos: “La emoción
será muy grande también en toda la cristiandad, pues la obra fundada en 1928
cuenta con 60.000 miembros de ochenta nacionalidades diversas, constituyendo
una de las más grandiosas y universales creaciones de este siglo.” La cifra
fue indudablemente proporcionada por el Opus Dei.
Y
repitieron esa mentira por todos lados. También ante la Santa Sede…
Así,
en el Decreto pontificio sobre el
ejercicio heroico de las virtudes [sic] del Siervo de Dios Josemaría
Escrivá de Balaguer, explica:
“El Siervo de Dios falleció en Roma el 26 de junio de
1975. En aquel momento, pertenecían al Opus Dei más de 60.000 miembros de 80
nacionalidades; los sacerdotes incardinados en la Obra eran casi un millar
(...).”
Esas
mismas cifras aparecen actualmente en la biografía oficial del santo, en la página web del Vaticano… Supongo que alguien estarán contactándolos para hacer
la enmienda correspondiente. Las buenas prácticas en estos casos implicarían
añadir al final de la página una frase del estilo: “En las versiones anteriores
de esta biografía, se incluía la cifra errónea, proporcionada por la Prelatura,
de más de 60.000 miembros. Con fecha xxxx se corrigió el número a 32.800.” No pueden hacer como
si nada hubiera ocurrido.
Y
sigamos.
En
la Positio
que escribieron para canonizarlo, afirmaron: “Alla morte del Fondatore, l'Opus Dei, diffuso nei cinque continenti,
annovera oltre 60.000 membri in rappresentanza di 80 nazionalità. Le attività apostoliche sono diffuse in 31 paesi; il numero dei Centri
supera le 700 unità (...).”
En
una entrevista a Mons. Álvaro del Portillo en 1982 con motivo de la Prelatura
Personal (e incluida en el Itinerario
Jurídico), el prelado afirmaba que en 1979 los laicos del Opus Dei eran más de 60.000.
Lo
mismo, en las Hojas Informativas que
se comenzaron a publicar luego de que el Fundador rindiera su alma a Dios. En
ellas se insistía siempre en los más de
60.000 socios.
Por
su parte, Mons. Dominique Le Tourneau desde 1984
viene escribiendo su informe sobre el
Opus Dei (con numerosas ediciones en al menos 10 idiomas, hasta en japonés,
croata, y húngaro). Es un libro oficial. Allí los prelaticios, bajo la firma
del francés, escriben: “A la muerte del
Beato Josemaría, el Opus Dei se había extendido por
los cinco continentes y contaba con unos 60.000 miembros de ochenta
nacionalidades.” Tan oficial es el texto , que
actualmente se incluyen en la web prelaticia.
Asimismo,
en el famoso folleto, también oficial, Datos
Informativos sobre la prelatura del Opus Dei, firmado por Beat Müller, se repite lo de 60.000 miembros en 1975.
Vamos,
que todos, absolutamente todos, vienen repitieron la mentira.
¿Fueron
engañados en su buena fe? Al principio pensé que sí. Pero ahora creo que a lo
mejor no todos fueron engañados. Porque, evidentemente, a lo largo de casi 50
años, muchos numerarios trabajaron en
Villa Tevere y manejarían cifras básicas sobre la evolución del número de miembros, incluso
detallados por categoría: numerarios, agregados, supernumerarios, numerarias
auxiliares. Supongo que el dato básico y primario del número de miembros lo
conocerían todos los miembros del Consejo General (los entrantes y los
salientes y los eternos), los vocales de los tres arcángeles, los sucesivos
administradores que manejaba y calculaba y volvía a calcular los millones que
obtendrían de los tales miembros. Cualquiera que elabore un presupuesto no
puede equivocarse en la cantidad de miembros o clientes o socios de 30 a 60. Es
demasiado. E incluso los oficiales de menor jerarquía del Consejo tendrían una
conjetura razonable de que era imposible que
hubiera 60.000 socios. Es más, los integrantes de la Comisión de España
tendrían bien claro que ese número de 60.000 era literalmente o numéricamente
imposible, porque sabían el tamaño de la labor en la región primogénita. Sabían que gestionaba al menos la mitad de los
recursos. La cifra de 60.000 no tenía asidero. Las mujeres, que ya en 1975 eran
la mitad de la Obra, también podían hacer 15*2 y darse cuenta que en lugar de
30, desde Roma gritaban ¡60! Supongo que nadie tendría la valentía de
confrontar las evidentes mentiras institucionales. Es más, los de la Comisión
de España poseían una pericia y competencia notables con la que lograron
manipular y manipular información, testimonios, favores, cartas, todo, para
lograr que el Padre fuera santo. Tenían las manos muy manchadas. Lo de los
60.000 miembros era una pieza más en el enorme montaje institucional...
Muchos
sabían que era una mentira. Pero no la desmintieron, no la corrigieron.
Ayudaron a propalarla. Tal vez exista algún pacto
de silencio u omertà entre los de Villa Tevere. Todos sabían,
pero nadie hablaba. Probablemente sea consecuencia de las promesas,
juramentos promisorios, votos o botas, que Escrivá añadió (sobre los que ya
habían pronunciado antes, al incorporarse y con la fidelidad) para aquellos que
eran “ascendidos” a inscritos. A los funcionarios de su más particular
confianza. Inscritos llamó a los de ese particular grupo. Los constituyó
mediante una ceremonia especial: Ordo ad Numerarios
Inscriptos constituendos. Los que realizan la
fidelidad al menos llevan un anillo al salir del oratorio. Los inscritos salen
del oratorio sin ningún distintivo. Nadie sabe bien quiénes son. Es más, está
muy mal visto preguntar quién ascendió a ese nivel más elevado de iniciación.
Se protegían mutuamente, y protegían al Padre. Y tragaron piedras del tamaño de
la cantidad de miembros. Y no dijeron nada.
Bajo
juramento, Encarnación Ortega (a quien están queriendo hacer santa),
testimonió: “[El Siervo de Dios] Consiguió abundantes vocaciones, y cuando
murió había alrededor de 60.000 socios en el Opus Dei. Todo me consta por
conocimiento directo.” Por sus cargos de máxima responsabilidad institucional
manejaba las estadísticas al detalle, al menos la de la sección femenina, que
eran aproximadamente la mitad de la Obra. Así que no tiene excusas. Me consta por conocimiento directo.
Otros testigos del Proceso, miembros del Consejo General, testimoniaron lo
mismo.
La
lista sería interminable, porque realmente todos
repitieron la mentira (cfr. Berglar, el artículo
de Illanes en Diccionario de San Josemaría,
Urbano, Gondrand, etc,
etc.). Algunos sin culpa…, otros totalmente comprometidos…
Parece
que los historiadores del Opus Dei empiezan, finalmente y poco a poco, a
revelar la verdad. Es una tarea sencilla (¡sencillísima!), pero dolorosa, porque implica exponer en
público las mentiras de sus hermanos en la Obra. Un ¡bravo! pues para González
Gullón y Coverdale.
Reflexiones.
¿Por
qué mentir con un dato objetivo, duro, como la cantidad de miembros que había
logrado reclutar en vida José María Escrivá para su Obra?
En
primer lugar, supongo que Escrivá mismo participaría en la elección de esa
cifra. Era una estadística que manejarían internamente antes de su fallecimiento,
y por eso pudieron brindarla a la prensa aquel mismo 26 de junio. Por tanto, si
bien el primer responsable de la mentira es Del Portillo, evidentemente veo a
Escrivá en la elaboración del número (no busqué suficientemente si antes de su
fallecimiento se había reportado la cantidad de miembros, probablemente sí).
Internamente irían avanzando con 20.000, 30.000, 40.000, 50.000, y llegarían a
los 60.000 no de un día para otro (del 25 al 26 de junio), sino que sería una
cifra que habrían ido haciendo permear de a poco, durante años. Escrivá en
primer lugar. En otras palabras: el Fundador no se habría sorprendido si
hubiera abierto los ojos el 27 de junio y hubiera leído en la prensa que en su
Obra había más de 60.000 socios. No lo veo gritando ¡No! ¡Que no, hijos míos! ¿Qué
habéis hecho? Si somos poco más de 30.000, hijos míos. ¿Por qué os habéis
inventado esta cifra? Ciertamente no. Álvaro del Portillo jamás hubiera hecho nada con lo que el
Fundador no estuviera de acuerdo, y menos en aquel 26 de junio de 1975. Si
alguien hubiera interpelado a Escrivá ese día, hubiera afirmado que en la Obra
había más de 60.000 socios, y, por tanto,
lo mismo dijo Del Portillo.
Personalmente
creo que, antes que mentir, mejor hubiera sido respetar aquella luz fundacional del lejano 1931: No se publicarán jamás estadísticas
(Apunte n. 395). Y en caso de decidir publicarlas, al menos reportar cifras
honestas.
Ciertamente,
no parece muy evangélica esta
necesidad imperiosa por aparentar poder, crecimiento, influencia. Ese afán de
crecimiento numérico es indignante (¡los 500!). ¿Qué
necesidad la de afirmar a los cuatro vientos que cuando falleció el Fundador
eran 60.000 miembros? Con decir “algo más de 30.000” era suficiente. E
igualmente impresionante.
Pero
hay algo en el ADN prelaticio que lleva a aparentar, al engaño continuo, a la
manipulación y la mentira. Probablemente tenga su raíz en la problemática y
trastornada figura del Fundador, quien configuró la Obra más a su imagen que a
la del Dios, aunque lo haya incluido en el título.
En
2004 Thomas Cook envió su primera colaboración, referida a la falsa realidad institucional. Muy buena y muy relacionada con lo que vengo diciendo.
Thomas relata un par de anécdotas sobre cómo se mentía en las cifras oficiales
de la región X donde vivió. Eso
mismo, a mayor escala, se hacía a nivel Central. No es que lo que ocurrió en
aquel país con menos de 600 miembros donde vivió Thomas fuera algo excepcional.
Allí manipulaban las cifras, de la misma forma que lo hacían los vicarios
(consiliarios) de otras regiones, y cómo siempre hicieron en Villa Tevere. Este modus operandi recorre continentes y
décadas... Está grabado en el ADN. Nos configura como institución, pese a que
sea un pecado.
No
me detengo en mencionar una anécdota personal, referida a las mentiras en las
cifras, porque me indigno y me expondría. Pero en algún momento cuestioné una
mentira evidente en unas cifras publicadas. Y no le dieron importancia: había
que mostrar constante crecimiento.
Volviendo
al por qué duplicar el número.
Si
me disculpáis, diré que percibo una cierta inseguridad adolescente, asociada
justamente al tamaño, a la cantidad de miembros. Es llamativo. A lo mejor por
ser una institución joven, que quiere aparentar más atributos de lo que posee.
Ese deseo de aparentar, ¡ante propios
y ajenos!, es también parte del ADN corporativo. De la cultura institucional.
Fundacional.
¿A
lo mejor fue una estrategia para mostrar más poder que… los jesuitas? No creo
que Escrivá y Portillo tuvieran como objetivo expreso superar a sus “enemigos de siempre”, pero tampoco hay que
descartarlo. Los jesuitas en 1975 eran unos 29.000, y pocos años antes casi
34.000. No estaba mal inventarse un 60.000 para los del Opus Dei… y así
posicionar la Institución como la más poderosa en aquel entonces.
Se
inventaron un número y lo presentaron a la Santa Sede. No sé si era algo que
venían haciendo desde años antes: inventarse
números para mostrarse como una institución con crecimiento vigoroso. Y
mentira sobre mentira, crecimiento sobre crecimiento, llegaron a la cifra de más de 60.000. Probablemente haya sido
un proceso de construcción gradual, y no del 25 al 26 de junio, como ya
mencioné. La mentira que aparece incluso en el Decreto Pontificio, o en la
actual página web del Vaticano, es suficientemente escandalosa como para ver desde cuándo están mintiendo los
prelaticios. Es algo en lo que no profundicé porque es de segundo o tercer
orden. La postura segura, como insisto desde hace un tiempo, es que los
prelaticios mienten, siempre mienten, es parte de su ADN, y viene mintiendo
Escrivá desde 1928 (como veremos llegado el momento).
Si
bien no hay que descartar la comparación adolescente para ser la más grande de
las instituciones, a lo mejor el aumento en la cantidad de miembros era algo
también para consumo interno. Eran
números inventado por y para el narcisista, para su satisfacción personal.
Parece
que Álvaro del Portillo no sufría del probable trastorno narcisista del
Fundador (aunque algo se le pegaría, por ósmosis, por la increíble compenetración que había entre esas dos
almas). A lo que voy, que don Álvaro sacrificó el “éxito” numérico de su
gestión personal al frente de la empresa, por haberse inventado unas cifras más
favorables a Escrivá. Evidentemente, si al finalizar la “gestión Portillo” se
reportaron las cifras reales de miembros, entonces inflar las cifras de Escrivá, hizo que la performance de Del
Portillo se viera menguada. En efecto, parece que no mintieron con la cantidad
de miembros que había en 1994. Se afirmó (p.ej. El País, 1994) que el Opus
Dei pasó durante este periodo de 60.000 miembros activos a 77.000 en todo el
mundo. La cifra de exacta según Historia
es de 78.500. Como Del Portillo tomó el mando en realidad con 32.800 miembros,
podemos apreciar que realizó una gestión notable. Durante sus 19 años de
presidencia, consiguió 45.700 nuevos miembros (o más exactamente, aumentó el
saldo en esa cifra, porque es el neto: los pitajes a
lo mejor sobrepasaron los 100.000, pero muchos abandonaron…). En cualquier
caso, los números reales muestran un crecimiento del 140%, frente al 28%
reportado hasta ahora. En esto, Del Portillo, si bien no puede considerarse un
ejemplo de virtud de la veracidad, podría sumar para una (probablemente mal
entendida) virtud de la humildad.
Nada
en la Obra es sencillo, nada es lo que a primera vista aparenta. Ni siquiera
informaron con veracidad el número de miembros. Pero no es de extrañar, porque
hasta hay dudas sobre cómo se llamaba realmente el Fundador.
Para
casi duplicar los miembros de 1975, de 32.800 a más de 60.000, lo que parece cierto es que sumaron a todos los que
pudieron. Supongo que hasta a los cooperadores acatólicos, e incluso a las
amigas de la Tía Carmen (si es que las tuvo, y si seguían vivas).
Indigna
la impunidad con que operaron las
autoridades prelaticias, algunas ya en los altares. Poco a poco, se van
desmoronando la imagen artificial que crearon. Quedan cada vez más a la vista
la mancha de dolor y mentira que causaron directísimamente. Algo de luz
sembraron, pero creo que las sombras cada vez son más visibles, e incluso
mayores que la luz. Por lo pronto, la cantidad de miembros que quedaron por el
camino, heridos, despreciados, maldecidos, es notablemente mayor que los que
perseveraron hasta el fin (la
otra colaboración que envié el viernes).
Inflar
5 o 10% alguna cifra (alumnos de un colegio, tirada de un periódico, lo que
fuera), aunque no sea correcto, es comprensible. Por ejemplo, si hubiera
querido redondear los 32.800 y decir que cuando
el Fundador rindió su alma a Dios, el Opus Dei estaba ya extendido por los
cinco Continentes, y contaba con 35.000 socios de 80 nacionalidades, me
hubiera parecido mal, pero no tan mal.
Sabemos
que hasta la última castañera que vende su mercancía modesta junto al Tevere recuenta su calderilla al atardecer… ¡Cuánto más los
del Opus Dei! ¡Los tecnócratas, los ingenieros, los profesionales, los que santifican el trabajo y las cosas
pequeñas! Así Escrivá y Portillo harían recuento de los que pitaban, día a
día. Ellos tenían datos en tiempo real. Y si no datos diarios, seguro que
mensuales. Y no me extrañaría que hicieran otros cálculos adicionales… Sabemos
que la castañera cuenta el dinero que ha
sacado, y lo que le han costado las castañas, y el tiempo que ha empleado en
venderlas. Y los prelaticios, estoy seguro, han efectuado cálculos
similares: ¿cuánto me cuesta un numerario? ¿Cuánto se invierte en Clubes, etc.?
¿Cuánto dinero recupero de esa inversión? Y esas cifras estarían ponderadas por
la tasa de abandono y por los años efectivamente trabajados para la Obra, que
es lo que hace que la rueda se mantenga girando. En definitiva, que no solo
sabían el saldo neto exacto de numerarios, agregados, supernumerarios, sino que
tendrían una estimación de cuánto jugo les podrían sacar, de cuánto los podrían
exprimir. De los que leéis esto ¿alguno tuvo que realizar estos cálculos como
parte de su trabajo de gobierno en la Obra? ¿sabéis el
resultado de los tales análisis? También hay estadísticas de perseverancia:
sólo perseveran los hijos de supernumerarios que pitaron con 14 años y medio, o
poco más de edad. La perseverancia luego de 10 o 20 años de los que habían
pitado ya siendo mayores de edad (universitarios, que son poquísimos) y que no
eran hijos de al menos un padre supernumerario (muchos menos que casi ninguno)
tiende a cero. De estos cálculos salió el llamado imperioso de Echeverría a que
piten más aspirantes… Y el llamado
actual a formar bien a los supernumerarios jóvenes, porque sólo sus hijos serán
los futuros numerarios. No saldrán de otro lugar sino de estos ambientes
endogámicos.
La
precisión en los datos es algo que se insistía desde siempre. Así, en la Instrucción para los Directores
(supuestamente de 31-V-1936), en su n. 44 se leen los siguientes conceptos (que
aparecen también en otros pasajes):
“Cuando la
Comisión pida informes sobre una labor, la respuesta ha de ser concreta, con
cifras bien precisas, si el asunto así lo requiera. Nunca se puede contestar
aproximadamente o con un más o menos.
Si no se tienen datos suficientes para contestar con exactitud, se comunica
así; y después se buscan los datos, y se envían cuanto antes.”
Y
explicaba don Álvaro en nota al pie:
“La tarea de
gobierno es también una labor
profesional secular (n. 23), y de una
importancia extraordinaria. Si en la Obra no caben vagos, los chapuceros –como
nos dice el Padre-, ya que se ha de buscar la santidad haciendo con la
mayor perfección posible, incluso humana, el propio trabajo profesional, se comprende que los Directores –no sólo
por caridad y por justicia, sino hasta por fidelidad a la vocación-, no podrán
ejercitar su cargo a la ligera. Contestar a la Comisión aproximadamente o
con un más o menos, denotaría además
falta de seriedad, de respeto y de sentido sobrenatural. Cfr., sobre estas
mismas ideas, la Instrucción, 1-IV-1934, nn. 65-86”
Hipócritas
es poco para calificar lo que hicieron con los más de 60.000 socios.
Finalmente,
planteo dos propuestas para enmendar las mentiras oficiales sobre la cantidad
de miembros:
·
Ya he sugerido que
cuando corrijan las páginas web y otras publicaciones, deberían incorporar una
nota al pie con la aclaración de la edición
que llevaron a cabo (fecha, y mención del cambio). No pueden hacer como si nada hubiera ocurrido. Estos casi 50 años
de mentiras tienen que tener un costo, aunque sea mínimo de reputación.
·
La segunda
sugerencia, o penitencia, sería que publiquen las estadísticas reales.
Completas, detalladas.
Probablemente ya se
encuentren digitalizadas. Si no, habrá que asignar algunos recursos: un equipo
de dos o tres personas, y unos fondos económicos para el proyecto (viajes, etc.).
Deberán digitalizar los archivos que ya existen en papel. El impreso E28, la
ficha Academia-Residencia para la
admisión, es algo que existe desde la época fundacional, desde la Academia DYA
(de hecho, de ahí el nombre del impreso). Además de los datos identificatorios básicos, y de la fotografía personal,
incluyen un arsenal de campos a completar; por ejemplo: profesión de los padres,
nombre de los hermanos (vivos y difuntos), idiomas que habla y que traduce,
aptitudes intelectuales, conocimientos especiales como contabilidad o
conducción de vehículos, deporte y aficiones, asociaciones a las que pertenece
o perteneció (religiosas, culturales, políticas, deportivas), enfermedades que
padece o haya padecido, vacunación, constitución y estado general físico, etc.,
etc. El modelo que actualmente se utiliza es un formulario repleto de
arcaísmos, consecuencia evidente de la inercia institucional. La ficha para
fichar a los nuevos fue elaborada en 1934-1935, y no ha sufrido casi
alteraciones, por ser algo querido y pensado por nuestro queridísimo Padre. (Y
sí, en 2021 se sigue utilizando. Gervasio había hecho mención a su empleo en el año 2000, y a la actualización
periódica de las fotografías, que ahora se pueden enviar por correo
electrónico.)
O tal vez en lugar
de obtener la información de los impresos E28, que contienen datos excesivos,
sea más sencillo obtener la información básica para este análisis de las tesseras
(regional y romana), que, como explicaba HP en 2005, además de la foto, incluye el número (personal e
intransferible) de miembro y otros datos básicos, con los que a lo mejor se
pueden completar los campos que sugiero más adelante.
Actualmente
entiendo que los nuevos fichajes ya se incorporan directamente en un sistema
electrónico global (con VPNs y esos artilugios
técnicos modernos). No tengo información sobre las fichas antiguas.
Los ficheros son
algo de siempre. Fundacional. Recordemos aquel pedido de Escrivá que decía que
no era tanto papeleo, tanta dificultad mantener los ficheros y los datos
actualizados, al día.
Todavía me produce
un cierto rubor cuando tengo que completar la ficha ante una nueva
incorporación y al candidato le tengo que preguntar desde qué generación es católica su ascendencia (sobre lo que ya
había escrito en 2017: Sobre
las generaciones de antepasados católicos). O si está vacunado, o qué idiomas sabe traducir, o si
sabe contabilidad o conducción de vehículos.
Está todo
perfectamente documentado.
Evidentemente, no
solicito toda esa información, aunque sea anónima, sino los datos más básicos.
Volvamos al pedido,
para enmendar los 50 años de mentiras.
Los que se
encarguen de este trabajo de sistematización deberían ir completando una tabla
de Excel (u otro software). Me tomo el atrevimiento de sugerir las columnas del
tal archivo. Columna 1: identificador numérico del socio (para que sea una
lista anónima). La segunda columna puede ser el nombre (para aquellos pocos
miembros cuya pertenencia sea pública). Así, por ejemplo, pondríamos #1 José
María Escrivá Albás; #2 Norberto Rodríguez García; #3
José Romeo Rivera; #4 Isidoro Zorzano Ledesma. Las
siguientes columnas deberían ser: fecha de petición de admisión, lugar (ciudad
y país), nacionalidad, edad, categoría (n, s, agd, nax), fechas de admisión, oblación, fidelidad, ordenación
sacerdotal, fecha de dimisión, motivo, fecha de fallecimiento en caso de haber
seguido perteneciendo a la Obra. El número de filas corresponde a una por cada
solicitud de admisión, por lo que serán, no sé 200, 300.000 por decir algo
(podéis hacer vuestros cálculos sobre cuántas personas escribieron la carta
pidiendo la admisión en la historia de la Obra. Los datos básicos para el
cálculo son: saber que actualmente hay unos 92.900, y que hay unos 20.000
fallecidos; el resto, serán supuestos sobre la tasa de perseverancia,
diferentes para célibes que casados, y pitajes por
cohortes).
En base a esos
datos, ya habrá quienes ayuden a analizar la evolución de la Obra en distintos
momentos del tiempo y en diferentes países (agregados mexicanos pitados en la
década de 1970, o perseverancia de las auxiliares filipinas en la década del
2000, etc.).
Personalmente
comencé a elaborar la tal lista para el periodo 1928-1939. Si bien todavía es
incompleta tiene más de 60 entradas. Cuando la comparta entiendo que será la
lista publicada más completa de miembros y ex miembros de la primera hora. La
baja tasa de perseverancia no es algo nuevo, es un cáncer fundacional.
***
Mentir
en el número de miembros en aquel 26 de junio de 1975, cuando el cuerpo del
Fundador todavía estaba caliente, es algo que habla muchísimo sobre la Obra. Y
que la mentira haya sobrevivido durante décadas, también. Desde 1928 la Obra ha
crecido y se ha desarrollado en un ámbito de mentiras constantes (recordar, por
ejemplo, mi colaboración sobre el Texto Camaleónico, entre muchas otras en la misma línea). Desde 1928 una
mentira llevó a la otra. De una mentira
ciento se derivan. Slippery slope.
Y pasaron a sentirse invencibles. La impunidad con que han manejado los
aspectos institucionales más básicos lo demuestra. Todo este montaje no puede
sino acabar mal, muy mal. Está podrido en la raíz.
Stoner
PS:
mientras escribía estas líneas, la liturgia de adviento nos presentó al profeta
Sofonías: El resto de Israel no cometerá
maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera...