UNA MENTIRA REPETIDA MIL VECES DESDE EL 26 DE JUNIO DE 1975

Stoner, 20/12/2021

 

En el Opus Dei importa más la limpieza que la verdad.

 

Hay una frase que creo que todos conocemos de memoria:

El Siervo de Dios falleció en Roma el 26 de junio de 1975. En aquel momento, pertenecían al Opus Dei más de 60.000 miembros de 80 nacionalidades.

Escribiré hoy sobre los 60.000 miembros. Otra mentira para el collar.

Pero antes, comencemos con las 80 nacionalidades.

***000***

A la muerte del Fundador, había dos datos claros y distintos. Que en el Opus Dei había 60.000 miembros, y que pertenecían a 80 naciones.

El tema de la nula credibilidad de las cifras que ofrece el Opus Dei ya había sido tratado en esta página.

Por ejemplo, Compaq en Historiadores del Opus: Peor, imposible (2005), planteaba una pregunta sencilla y fácil: en cuántos países estaba establecida la obra cuando murió Escrivá. Y para responder, acudía a dos pesos pesados de la literatura oficial: Pilar Urbano y Amadeo de Fuenmayor.

Comparto con Compaq el 100% de sus primeros dos párrafos. De todas formas, la mentira que expone yo la calificaría de mentirilla, como un pequeño embuste, y puede ser atribuido a Pilar Urbano personalmente, y no a la Prelatura institucionalmente.

Refiere a que en 1975 pertenecían al Opus Dei personas de 80 naciones diferentes, aunque a veces algunos quisieron dar a entender que había labor en esos tantos países.

Como bien apuntó Acahou, no quiere decir que el Opus Dei trabajara directamente en esos 80 países, y ni siquiera que los miembros vivieran en esas naciones. A lo mejor en 1974 había pitado un cubano en México, y ahí sumábamos “Cuba” a la lista, y lo mismo con un croata en Roma, o un laosiano en Sydney, y sumábamos otros tantos. Ciertamente, ni la Obra trabajaba entonces en 80 países (había centros en 31 o 32 países, dependiendo de la fuente), ni creo que hubiera miembros viviendo en más de 40 naciones. Por lo que no me parece desacertado afirmar que en 1975 pertenecían a la Obra miembros de 80 nacionalidades.

Ciertamente, comparto con Compaq que la afirmación de Pilar Urbano es una mentira: en 1975 los miembros viven y trabajan en 80 países.

Claire Fischer (Historiadores del Opus: ¿peor imposible?. Sí, sí que es posible, 2005) también intervino en este tema y resumía: “Pilar Urbano miente, Fuenmayor miente, miente Müller y mienten los de AOP de España y USA. En otras palabras, y salvando la positiva aportación de Alcahou, estoy 100% de acuerdo con el correo de Compaq en el que muestra las mentiras intencionadas de los historiadores del opus y las contradicciones en las que inevitablemente van cayendo. Si eso es santificar el trabajo, si eso es buscar la verdad, no vamos nada bien…”

Los 60.000 miembros.

Vayamos ahora a lo nuevo.

Recién en 2021 un par de autores prelaticios tuvieron el coraje de reportar la verdad. Y queda en evidencia que sus hermanos (y los Padres) habían mentido durante décadas.

Resulta que 1975 el total de miembros era ¡32.800!

60.000 es muy, pero que muy, distinto de 32.800...

Fuente: Historia del Opus Dei, de José Luis González Gullón y John F. Coverdale (Rialp, 2021).

La mentira de los 60.000 se había repetido incansablemente. ¡Y ya desde el día uno!

Así, en el número especial del ABC del 27 de junio de 1975, leemos: “La emoción será muy grande también en toda la cristiandad, pues la obra fundada en 1928 cuenta con 60.000 miembros de ochenta nacionalidades diversas, constituyendo una de las más grandiosas y universales creaciones de este siglo.” La cifra fue indudablemente proporcionada por el Opus Dei.

Y repitieron esa mentira por todos lados. También ante la Santa Sede…

Así, en el Decreto pontificio sobre el ejercicio heroico de las virtudes [sic] del Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, explica:

“El Siervo de Dios falleció en Roma el 26 de junio de 1975. En aquel momento, pertenecían al Opus Dei más de 60.000 miembros de 80 nacionalidades; los sacerdotes incardinados en la Obra eran casi un millar (...).”

Esas mismas cifras aparecen actualmente en la biografía oficial del santo, en la página web del Vaticano… Supongo que alguien estarán contactándolos para hacer la enmienda correspondiente. Las buenas prácticas en estos casos implicarían añadir al final de la página una frase del estilo: “En las versiones anteriores de esta biografía, se incluía la cifra errónea, proporcionada por la Prelatura, de más de 60.000 miembros. Con fecha xxxx se corrigió el número a 32.800.” No pueden hacer como si nada hubiera ocurrido.

Y sigamos.

En la Positio que escribieron para canonizarlo, afirmaron: “Alla morte del Fondatore, l'Opus Dei, diffuso nei cinque continenti, annovera oltre 60.000 membri in rappresentanza di 80 nazionalità. Le attività apostoliche sono diffuse in 31 paesi; il numero dei Centri supera le 700 unità (...).”

En una entrevista a Mons. Álvaro del Portillo en 1982 con motivo de la Prelatura Personal (e incluida en el Itinerario Jurídico), el prelado afirmaba que en 1979 los laicos del Opus Dei eran más de 60.000.

Lo mismo, en las Hojas Informativas que se comenzaron a publicar luego de que el Fundador rindiera su alma a Dios. En ellas se insistía siempre en los más de 60.000 socios.

Por su parte, Mons. Dominique Le Tourneau desde 1984 viene escribiendo su informe sobre el Opus Dei (con numerosas ediciones en al menos 10 idiomas, hasta en japonés, croata, y húngaro). Es un libro oficial. Allí los prelaticios, bajo la firma del francés, escriben: “A la muerte del Beato Josemaría, el Opus Dei se había extendido por los cinco continentes y contaba con unos 60.000 miembros de ochenta nacionalidades.” Tan oficial es el texto , que actualmente se incluyen en la web prelaticia.

Asimismo, en el famoso folleto, también oficial, Datos Informativos sobre la prelatura del Opus Dei, firmado por Beat Müller, se repite lo de 60.000 miembros en 1975.

Vamos, que todos, absolutamente todos, vienen repitieron la mentira.

¿Fueron engañados en su buena fe? Al principio pensé que sí. Pero ahora creo que a lo mejor no todos fueron engañados. Porque, evidentemente, a lo largo de casi 50 años, muchos numerarios trabajaron en Villa Tevere y manejarían cifras básicas sobre la evolución del número de miembros, incluso detallados por categoría: numerarios, agregados, supernumerarios, numerarias auxiliares. Supongo que el dato básico y primario del número de miembros lo conocerían todos los miembros del Consejo General (los entrantes y los salientes y los eternos), los vocales de los tres arcángeles, los sucesivos administradores que manejaba y calculaba y volvía a calcular los millones que obtendrían de los tales miembros. Cualquiera que elabore un presupuesto no puede equivocarse en la cantidad de miembros o clientes o socios de 30 a 60. Es demasiado. E incluso los oficiales de menor jerarquía del Consejo tendrían una conjetura razonable de que era imposible que hubiera 60.000 socios. Es más, los integrantes de la Comisión de España tendrían bien claro que ese número de 60.000 era literalmente o numéricamente imposible, porque sabían el tamaño de la labor en la región primogénita. Sabían que gestionaba al menos la mitad de los recursos. La cifra de 60.000 no tenía asidero. Las mujeres, que ya en 1975 eran la mitad de la Obra, también podían hacer 15*2 y darse cuenta que en lugar de 30, desde Roma gritaban ¡60! Supongo que nadie tendría la valentía de confrontar las evidentes mentiras institucionales. Es más, los de la Comisión de España poseían una pericia y competencia notables con la que lograron manipular y manipular información, testimonios, favores, cartas, todo, para lograr que el Padre fuera santo. Tenían las manos muy manchadas. Lo de los 60.000 miembros era una pieza más en el enorme montaje institucional...

Muchos sabían que era una mentira. Pero no la desmintieron, no la corrigieron. Ayudaron a propalarla. Tal vez exista algún pacto de silencio u omertà entre los de Villa Tevere. Todos sabían, pero nadie hablaba. Probablemente sea consecuencia de las promesas, juramentos promisorios, votos o botas, que Escrivá añadió (sobre los que ya habían pronunciado antes, al incorporarse y con la fidelidad) para aquellos que eran “ascendidos” a inscritos. A los funcionarios de su más particular confianza. Inscritos llamó a los de ese particular grupo. Los constituyó mediante una ceremonia especial: Ordo ad Numerarios Inscriptos constituendos. Los que realizan la fidelidad al menos llevan un anillo al salir del oratorio. Los inscritos salen del oratorio sin ningún distintivo. Nadie sabe bien quiénes son. Es más, está muy mal visto preguntar quién ascendió a ese nivel más elevado de iniciación. Se protegían mutuamente, y protegían al Padre. Y tragaron piedras del tamaño de la cantidad de miembros. Y no dijeron nada.

Bajo juramento, Encarnación Ortega (a quien están queriendo hacer santa), testimonió: “[El Siervo de Dios] Consiguió abundantes vocaciones, y cuando murió había alrededor de 60.000 socios en el Opus Dei. Todo me consta por conocimiento directo.” Por sus cargos de máxima responsabilidad institucional manejaba las estadísticas al detalle, al menos la de la sección femenina, que eran aproximadamente la mitad de la Obra. Así que no tiene excusas. Me consta por conocimiento directo. Otros testigos del Proceso, miembros del Consejo General, testimoniaron lo mismo.

La lista sería interminable, porque realmente todos repitieron la mentira (cfr. Berglar, el artículo de Illanes en Diccionario de San Josemaría, Urbano, Gondrand, etc, etc.). Algunos sin culpa…, otros totalmente comprometidos…

Parece que los historiadores del Opus Dei empiezan, finalmente y poco a poco, a revelar la verdad. Es una tarea sencilla (¡sencillísima!), pero dolorosa, porque implica exponer en público las mentiras de sus hermanos en la Obra. Un ¡bravo! pues para González Gullón y Coverdale.

 

Reflexiones.

¿Por qué mentir con un dato objetivo, duro, como la cantidad de miembros que había logrado reclutar en vida José María Escrivá para su Obra?

En primer lugar, supongo que Escrivá mismo participaría en la elección de esa cifra. Era una estadística que manejarían internamente antes de su fallecimiento, y por eso pudieron brindarla a la prensa aquel mismo 26 de junio. Por tanto, si bien el primer responsable de la mentira es Del Portillo, evidentemente veo a Escrivá en la elaboración del número (no busqué suficientemente si antes de su fallecimiento se había reportado la cantidad de miembros, probablemente sí). Internamente irían avanzando con 20.000, 30.000, 40.000, 50.000, y llegarían a los 60.000 no de un día para otro (del 25 al 26 de junio), sino que sería una cifra que habrían ido haciendo permear de a poco, durante años. Escrivá en primer lugar. En otras palabras: el Fundador no se habría sorprendido si hubiera abierto los ojos el 27 de junio y hubiera leído en la prensa que en su Obra había más de 60.000 socios. No lo veo gritando ¡No! ¡Que no, hijos míos! ¿Qué habéis hecho? Si somos poco más de 30.000, hijos míos. ¿Por qué os habéis inventado esta cifra? Ciertamente no. Álvaro del Portillo jamás hubiera hecho nada con lo que el Fundador no estuviera de acuerdo, y menos en aquel 26 de junio de 1975. Si alguien hubiera interpelado a Escrivá ese día, hubiera afirmado que en la Obra había más de 60.000 socios, y, por tanto, lo mismo dijo Del Portillo.

Personalmente creo que, antes que mentir, mejor hubiera sido respetar aquella luz fundacional del lejano 1931: No se publicarán jamás estadísticas (Apunte n. 395). Y en caso de decidir publicarlas, al menos reportar cifras honestas.

Ciertamente, no parece muy evangélica esta necesidad imperiosa por aparentar poder, crecimiento, influencia. Ese afán de crecimiento numérico es indignante (¡los 500!). ¿Qué necesidad la de afirmar a los cuatro vientos que cuando falleció el Fundador eran 60.000 miembros? Con decir “algo más de 30.000” era suficiente. E igualmente impresionante.

Pero hay algo en el ADN prelaticio que lleva a aparentar, al engaño continuo, a la manipulación y la mentira. Probablemente tenga su raíz en la problemática y trastornada figura del Fundador, quien configuró la Obra más a su imagen que a la del Dios, aunque lo haya incluido en el título.

En 2004 Thomas Cook envió su primera colaboración, referida a la falsa realidad institucional. Muy buena y muy relacionada con lo que vengo diciendo. Thomas relata un par de anécdotas sobre cómo se mentía en las cifras oficiales de la región X donde vivió. Eso mismo, a mayor escala, se hacía a nivel Central. No es que lo que ocurrió en aquel país con menos de 600 miembros donde vivió Thomas fuera algo excepcional. Allí manipulaban las cifras, de la misma forma que lo hacían los vicarios (consiliarios) de otras regiones, y cómo siempre hicieron en Villa Tevere. Este modus operandi recorre continentes y décadas... Está grabado en el ADN. Nos configura como institución, pese a que sea un pecado.

No me detengo en mencionar una anécdota personal, referida a las mentiras en las cifras, porque me indigno y me expondría. Pero en algún momento cuestioné una mentira evidente en unas cifras publicadas. Y no le dieron importancia: había que mostrar constante crecimiento.

Volviendo al por qué duplicar el número.

Si me disculpáis, diré que percibo una cierta inseguridad adolescente, asociada justamente al tamaño, a la cantidad de miembros. Es llamativo. A lo mejor por ser una institución joven, que quiere aparentar más atributos de lo que posee. Ese deseo de aparentar, ¡ante propios y ajenos!, es también parte del ADN corporativo. De la cultura institucional. Fundacional.

¿A lo mejor fue una estrategia para mostrar más poder que… los jesuitas? No creo que Escrivá y Portillo tuvieran como objetivo expreso superar a sus “enemigos de siempre”, pero tampoco hay que descartarlo. Los jesuitas en 1975 eran unos 29.000, y pocos años antes casi 34.000. No estaba mal inventarse un 60.000 para los del Opus Dei… y así posicionar la Institución como la más poderosa en aquel entonces.

Se inventaron un número y lo presentaron a la Santa Sede. No sé si era algo que venían haciendo desde años antes: inventarse números para mostrarse como una institución con crecimiento vigoroso. Y mentira sobre mentira, crecimiento sobre crecimiento, llegaron a la cifra de más de 60.000. Probablemente haya sido un proceso de construcción gradual, y no del 25 al 26 de junio, como ya mencioné. La mentira que aparece incluso en el Decreto Pontificio, o en la actual página web del Vaticano, es suficientemente escandalosa como para ver desde cuándo están mintiendo los prelaticios. Es algo en lo que no profundicé porque es de segundo o tercer orden. La postura segura, como insisto desde hace un tiempo, es que los prelaticios mienten, siempre mienten, es parte de su ADN, y viene mintiendo Escrivá desde 1928 (como veremos llegado el momento).

Si bien no hay que descartar la comparación adolescente para ser la más grande de las instituciones, a lo mejor el aumento en la cantidad de miembros era algo también para consumo interno. Eran números inventado por y para el narcisista, para su satisfacción personal.

Parece que Álvaro del Portillo no sufría del probable trastorno narcisista del Fundador (aunque algo se le pegaría, por ósmosis, por la increíble compenetración que había entre esas dos almas). A lo que voy, que don Álvaro sacrificó el “éxito” numérico de su gestión personal al frente de la empresa, por haberse inventado unas cifras más favorables a Escrivá. Evidentemente, si al finalizar la “gestión Portillo” se reportaron las cifras reales de miembros, entonces inflar las cifras de Escrivá, hizo que la performance de Del Portillo se viera menguada. En efecto, parece que no mintieron con la cantidad de miembros que había en 1994. Se afirmó (p.ej. El País, 1994) que el Opus Dei pasó durante este periodo de 60.000 miembros activos a 77.000 en todo el mundo. La cifra de exacta según Historia es de 78.500. Como Del Portillo tomó el mando en realidad con 32.800 miembros, podemos apreciar que realizó una gestión notable. Durante sus 19 años de presidencia, consiguió 45.700 nuevos miembros (o más exactamente, aumentó el saldo en esa cifra, porque es el neto: los pitajes a lo mejor sobrepasaron los 100.000, pero muchos abandonaron…). En cualquier caso, los números reales muestran un crecimiento del 140%, frente al 28% reportado hasta ahora. En esto, Del Portillo, si bien no puede considerarse un ejemplo de virtud de la veracidad, podría sumar para una (probablemente mal entendida) virtud de la humildad.

Nada en la Obra es sencillo, nada es lo que a primera vista aparenta. Ni siquiera informaron con veracidad el número de miembros. Pero no es de extrañar, porque hasta hay dudas sobre cómo se llamaba realmente el Fundador.

Para casi duplicar los miembros de 1975, de 32.800 a más de 60.000, lo que parece cierto es que sumaron a todos los que pudieron. Supongo que hasta a los cooperadores acatólicos, e incluso a las amigas de la Tía Carmen (si es que las tuvo, y si seguían vivas).

Indigna la impunidad con que operaron las autoridades prelaticias, algunas ya en los altares. Poco a poco, se van desmoronando la imagen artificial que crearon. Quedan cada vez más a la vista la mancha de dolor y mentira que causaron directísimamente. Algo de luz sembraron, pero creo que las sombras cada vez son más visibles, e incluso mayores que la luz. Por lo pronto, la cantidad de miembros que quedaron por el camino, heridos, despreciados, maldecidos, es notablemente mayor que los que perseveraron hasta el fin (la otra colaboración que envié el viernes).

Inflar 5 o 10% alguna cifra (alumnos de un colegio, tirada de un periódico, lo que fuera), aunque no sea correcto, es comprensible. Por ejemplo, si hubiera querido redondear los 32.800 y decir que cuando el Fundador rindió su alma a Dios, el Opus Dei estaba ya extendido por los cinco Continentes, y contaba con 35.000 socios de 80 nacionalidades, me hubiera parecido mal, pero no tan mal.

Sabemos que hasta la última castañera que vende su mercancía modesta junto al Tevere recuenta su calderilla al atardecer… ¡Cuánto más los del Opus Dei! ¡Los tecnócratas, los ingenieros, los profesionales, los que santifican el trabajo y las cosas pequeñas! Así Escrivá y Portillo harían recuento de los que pitaban, día a día. Ellos tenían datos en tiempo real. Y si no datos diarios, seguro que mensuales. Y no me extrañaría que hicieran otros cálculos adicionales… Sabemos que la castañera cuenta el dinero que ha sacado, y lo que le han costado las castañas, y el tiempo que ha empleado en venderlas. Y los prelaticios, estoy seguro, han efectuado cálculos similares: ¿cuánto me cuesta un numerario? ¿Cuánto se invierte en Clubes, etc.? ¿Cuánto dinero recupero de esa inversión? Y esas cifras estarían ponderadas por la tasa de abandono y por los años efectivamente trabajados para la Obra, que es lo que hace que la rueda se mantenga girando. En definitiva, que no solo sabían el saldo neto exacto de numerarios, agregados, supernumerarios, sino que tendrían una estimación de cuánto jugo les podrían sacar, de cuánto los podrían exprimir. De los que leéis esto ¿alguno tuvo que realizar estos cálculos como parte de su trabajo de gobierno en la Obra? ¿sabéis el resultado de los tales análisis? También hay estadísticas de perseverancia: sólo perseveran los hijos de supernumerarios que pitaron con 14 años y medio, o poco más de edad. La perseverancia luego de 10 o 20 años de los que habían pitado ya siendo mayores de edad (universitarios, que son poquísimos) y que no eran hijos de al menos un padre supernumerario (muchos menos que casi ninguno) tiende a cero. De estos cálculos salió el llamado imperioso de Echeverría a que piten más aspirantes… Y el llamado actual a formar bien a los supernumerarios jóvenes, porque sólo sus hijos serán los futuros numerarios. No saldrán de otro lugar sino de estos ambientes endogámicos.

La precisión en los datos es algo que se insistía desde siempre. Así, en la Instrucción para los Directores (supuestamente de 31-V-1936), en su n. 44 se leen los siguientes conceptos (que aparecen también en otros pasajes):

“Cuando la Comisión pida informes sobre una labor, la respuesta ha de ser concreta, con cifras bien precisas, si el asunto así lo requiera. Nunca se puede contestar aproximadamente o con un más o menos. Si no se tienen datos suficientes para contestar con exactitud, se comunica así; y después se buscan los datos, y se envían cuanto antes.”

Y explicaba don Álvaro en nota al pie:

“La tarea de gobierno es también una labor profesional secular (n. 23), y de una importancia extraordinaria. Si en la Obra no caben vagos, los chapuceros –como nos dice el Padre-, ya que se ha de buscar la santidad haciendo con la mayor perfección posible, incluso humana, el propio trabajo profesional, se comprende que los Directores –no sólo por caridad y por justicia, sino hasta por fidelidad a la vocación-, no podrán ejercitar su cargo a la ligera. Contestar a la Comisión aproximadamente o con un más o menos, denotaría además falta de seriedad, de respeto y de sentido sobrenatural. Cfr., sobre estas mismas ideas, la Instrucción, 1-IV-1934, nn. 65-86”

Hipócritas es poco para calificar lo que hicieron con los más de 60.000 socios.

Finalmente, planteo dos propuestas para enmendar las mentiras oficiales sobre la cantidad de miembros:

·         Ya he sugerido que cuando corrijan las páginas web y otras publicaciones, deberían incorporar una nota al pie con la aclaración de la edición que llevaron a cabo (fecha, y mención del cambio). No pueden hacer como si nada hubiera ocurrido. Estos casi 50 años de mentiras tienen que tener un costo, aunque sea mínimo de reputación.

 

·         La segunda sugerencia, o penitencia, sería que publiquen las estadísticas reales. Completas, detalladas.

 

Probablemente ya se encuentren digitalizadas. Si no, habrá que asignar algunos recursos: un equipo de dos o tres personas, y unos fondos económicos para el proyecto (viajes, etc.). Deberán digitalizar los archivos que ya existen en papel. El impreso E28, la ficha Academia-Residencia para la admisión, es algo que existe desde la época fundacional, desde la Academia DYA (de hecho, de ahí el nombre del impreso). Además de los datos identificatorios básicos, y de la fotografía personal, incluyen un arsenal de campos a completar; por ejemplo: profesión de los padres, nombre de los hermanos (vivos y difuntos), idiomas que habla y que traduce, aptitudes intelectuales, conocimientos especiales como contabilidad o conducción de vehículos, deporte y aficiones, asociaciones a las que pertenece o perteneció (religiosas, culturales, políticas, deportivas), enfermedades que padece o haya padecido, vacunación, constitución y estado general físico, etc., etc. El modelo que actualmente se utiliza es un formulario repleto de arcaísmos, consecuencia evidente de la inercia institucional. La ficha para fichar a los nuevos fue elaborada en 1934-1935, y no ha sufrido casi alteraciones, por ser algo querido y pensado por nuestro queridísimo Padre. (Y sí, en 2021 se sigue utilizando. Gervasio había hecho mención a su empleo en el año 2000, y a la actualización periódica de las fotografías, que ahora se pueden enviar por correo electrónico.)

 

O tal vez en lugar de obtener la información de los impresos E28, que contienen datos excesivos, sea más sencillo obtener la información básica para este análisis de las tesseras (regional y romana), que, como explicaba HP en 2005, además de la foto, incluye el número (personal e intransferible) de miembro y otros datos básicos, con los que a lo mejor se pueden completar los campos que sugiero más adelante.

 

Actualmente entiendo que los nuevos fichajes ya se incorporan directamente en un sistema electrónico global (con VPNs y esos artilugios técnicos modernos). No tengo información sobre las fichas antiguas.

 

Los ficheros son algo de siempre. Fundacional. Recordemos aquel pedido de Escrivá que decía que no era tanto papeleo, tanta dificultad mantener los ficheros y los datos actualizados, al día.

 

Todavía me produce un cierto rubor cuando tengo que completar la ficha ante una nueva incorporación y al candidato le tengo que preguntar desde qué generación es católica su ascendencia (sobre lo que ya había escrito en 2017: Sobre las generaciones de antepasados católicos). O si está vacunado, o qué idiomas sabe traducir, o si sabe contabilidad o conducción de vehículos.

 

Está todo perfectamente documentado.

 

Evidentemente, no solicito toda esa información, aunque sea anónima, sino los datos más básicos.

 

Volvamos al pedido, para enmendar los 50 años de mentiras.

 

Los que se encarguen de este trabajo de sistematización deberían ir completando una tabla de Excel (u otro software). Me tomo el atrevimiento de sugerir las columnas del tal archivo. Columna 1: identificador numérico del socio (para que sea una lista anónima). La segunda columna puede ser el nombre (para aquellos pocos miembros cuya pertenencia sea pública). Así, por ejemplo, pondríamos #1 José María Escrivá Albás; #2 Norberto Rodríguez García; #3 José Romeo Rivera; #4 Isidoro Zorzano Ledesma. Las siguientes columnas deberían ser: fecha de petición de admisión, lugar (ciudad y país), nacionalidad, edad, categoría (n, s, agd, nax), fechas de admisión, oblación, fidelidad, ordenación sacerdotal, fecha de dimisión, motivo, fecha de fallecimiento en caso de haber seguido perteneciendo a la Obra. El número de filas corresponde a una por cada solicitud de admisión, por lo que serán, no sé 200, 300.000 por decir algo (podéis hacer vuestros cálculos sobre cuántas personas escribieron la carta pidiendo la admisión en la historia de la Obra. Los datos básicos para el cálculo son: saber que actualmente hay unos 92.900, y que hay unos 20.000 fallecidos; el resto, serán supuestos sobre la tasa de perseverancia, diferentes para célibes que casados, y pitajes por cohortes).

 

En base a esos datos, ya habrá quienes ayuden a analizar la evolución de la Obra en distintos momentos del tiempo y en diferentes países (agregados mexicanos pitados en la década de 1970, o perseverancia de las auxiliares filipinas en la década del 2000, etc.).

 

Personalmente comencé a elaborar la tal lista para el periodo 1928-1939. Si bien todavía es incompleta tiene más de 60 entradas. Cuando la comparta entiendo que será la lista publicada más completa de miembros y ex miembros de la primera hora. La baja tasa de perseverancia no es algo nuevo, es un cáncer fundacional.

 

***

Mentir en el número de miembros en aquel 26 de junio de 1975, cuando el cuerpo del Fundador todavía estaba caliente, es algo que habla muchísimo sobre la Obra. Y que la mentira haya sobrevivido durante décadas, también. Desde 1928 la Obra ha crecido y se ha desarrollado en un ámbito de mentiras constantes (recordar, por ejemplo, mi colaboración sobre el Texto Camaleónico, entre muchas otras en la misma línea). Desde 1928 una mentira llevó a la otra. De una mentira ciento se derivan. Slippery slope. Y pasaron a sentirse invencibles. La impunidad con que han manejado los aspectos institucionales más básicos lo demuestra. Todo este montaje no puede sino acabar mal, muy mal. Está podrido en la raíz.

Stoner

PS: mientras escribía estas líneas, la liturgia de adviento nos presentó al profeta Sofonías: El resto de Israel no cometerá maldades, ni dirá mentiras, ni se hallará en su boca una lengua embustera...

 

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