Con ojos nuevos.

Sobre conflictos de interés y el “algo pariente” Mons. Laplana (II).

 

Stoner, 24/06/2017

 

En el Opus Dei importa más la limpieza que la verdad.

 

En mi escrito anterior expresé mi perplejidad ante la falta de claridad con que los historiadores oficialistas de la Prelatura describen la relación de parentesco entre José María Escrivá y Cruz Laplana. También pregunté cuáles eran las fuentes históricas para señalar que Cruz Laplana era buen amigo de José Escrivá Corzán. Y sugerí que esta relación de parentesco y de amistad familiar son las que explican que Escrivá haya conseguido el Nihil Obstat y el Imprimatur para su obra Camino (Consideraciones Espirituales, 1934) en la diócesis de Cuenca y no en la de Madrid, donde ejercía su apostolado con los jóvenes a los que estaba destinado su libro, ni haya buscado la aprobación en Zaragoza, diócesis en la que estaba incardinado.

 

Hace poco también escribí que “para los que estamos dentro, es más fácil dudar sobre la Obra de Escrivá en base a las contradicciones y mentiras que hay en los documentos internos que por ataques externos. Con ataques externos la tendencia es a unirnos más, apiñarnos en actitud defensiva: buenos (nosotros) contra malos (ustedes). Si en cambio la crítica surge en base a documentos originales de Escrivá (cartas, catalinas, etc), entonces, para los de dentro, es más [fácil] poder abrir los ojos.”

 

Ahora quiero mostrar las que, a mi entender, son otras manipulaciones en cómo se cuenta la historia. Las siguientes palabras, atribuidas a Winston Churchill, me parecen apropiadas para entender la manipulación que realiza Escrivá de su historia personal y de la de su Obra:

 

“History will be kind to me for I intend to write it.”

 

Estoy tratando de armar un puzle en base a datos ya publicados. En este caso, los datos (nuevos para mí) provienen principalmente del artículo de Pedro Rodríguez “El doctorado de san Josemaría en la Universidad de Madrid” (Studia et Documenta, 2008). Si bien tratan sobre otro aspecto de la vida de José María Escrivá, tienen elementos interesantes sobre su relación con su “algo pariente” Cruz Laplana y con la canonjía de Cuenca. Como he dicho, no tengo acceso a las fuentes históricas originales. Espero con ansias el día en que publiquen el Epistolario de san Josemaría (¿por qué tanto secreto con lo anterior a 1945 por ejemplo?) y que publiquen las Catalinas completas (con los comentarios de Alvaro del Portillo: no nos priven a los miembros de la Obra de la posibilidad de beber directamente de la fuente).

 

***

 

Entiendo que existe una manipulación en la forma en que habitualmente se presenta el ofrecimiento de la canonjía en Cuenca. Sutiles manipulaciones históricas, medias verdades. La versión más extendida creo que es conocida: Mons. Cruz Laplana le ofreció una canonjía a san Josemaría. El ahora santo rechazó el ofrecimiento, al considerarlo una tentación del demonio. Este hecho está relatado en el proceso de beatificación y canonización bajo el título de Humildad Heroica. Por tanto, el episodio muestra el grado heroico con que Josemaría vivió la humildad y cómo venció las asechanzas del Maligno.

 

Para situarnos en contexto, Vázquez de Prada describe el incidente de la siguiente forma: “Mientras tanto doña Dolores, desconocedora aún de la empresa sobrenatural que traía entre manos su hijo, hizo sus gestiones particulares. Sería a principios de febrero de 1932 cuando escribió a Mons. Cruz Laplana, Obispo de Cuenca, con quien le unía cierto parentesco. Le expuso la situación en que se hallaba Josemaría, y le pidió consejo. Por medio del canónigo doctoral, que tenía que pasar por Madrid uno de esos días, daba respuesta el Prelado a doña Dolores. El canónigo en cuestión era don Joaquín María de Ayala (el mismo que en el verano de 1927 pedía a don Josemaría por carta que le recogiese una sotana y le comprase piedras de encendedor); y el contenido del mensaje, una generosa invitación. Lola —le decía el Prelado—, ¿cómo no viene a verme tu hijo? Tengo una canonjía para él.

 

¿Cómo iba a desaprovechar el demonio esta nueva oportunidad de tentarle? Sobre ello habló con don Norberto, el capellán segundo del Patronato de Enfermos. He aquí la catalina [n. 598] del 15-II-1932:

 

Luego (a D. Norberto se lo conté, cuando sucedía y después, al sentir la sugestión del enemigo) luego trae a la memoria que el doctoral de Cuenca habló con mamá para que yo fuera a opositar a una canongía vacante en aquella catedral... Después mi padre Director, diciéndome que la Obra había de comenzar en Madrid y que, a toda costa, tenía yo que continuar aquí. En fin, que satanás es listo, malo y despreciable, pero me ha hecho entrever que, como me decía —¡riéndose!— D. Norberto, cuando a mí me parecía que nunca podría ser, puedo perder la alegría y la paz (no las he perdido) y ¡pueden darme disgustos!

 

De la tentación salió victorioso (…)”

 

Al relato de Vázquez de Prada quiero agregar ahora un testimonio muy ilustrativo, contenido en Artículos del Postulador n.1015. “El Rev. D. Joaquín Mestre escribe que el Arzobispo, don Marcelino Olaechea recordaba que, ya en los años treinta, era tan grande el prestigio de don Josemaría, que le hubiera facilitado en España pingues y honrosos puestos eclesiásticos. Recordaba, por ejemplo, que un pariente del Padre, don Cruz Laplana, Obispo de Cuenca, le ofreció una canonjía en la catedral conquense, y que don Josemaría la rechazó de plano, alegando que no quería obstáculos para proseguir la misión a la que Dios le llamaba.”

 

Por tanto, tenemos todos los ingredientes: el ofrecimiento de un buen cargo, que, sin embargo, resulta ser una sutil tentación del demonio (que es listo, malo y despreciable), y nuestro santo que lo rechaza y se nos presenta como vencedor, en grado heroico, en las virtudes de la pobreza y de humildad.

 

Esta es la versión que yo siempre escuché/leí sobre el episodio. Pero ahora me encuentro con otros datos que alteran esta versión idílica de virtud heroica. La versión oficial esconde o disimula algunos tejemanejes de Escrivá. Por ejemplo, no nos indica que en realidad fue Escrivá quien buscó directamente un puesto eclesiástico en Cuenca con sus correspondientes ingresos (que no está mal…). La versión oficial nos dice justamente lo contrario: que el cargo se lo ofrecieron (no que lo buscó) y que la oferta fue “por ser tan grande el prestigio” del joven Escrivá, quien logra rechazar la tentación de obtener pingues ingresos.

 

Si bien pueden parecer matices, creo que son interesantes para ver cómo se escribe la historia, y en definitiva cómo se construye un santo.

 

El relato de Vázquez de Prada se sitúa en 1932. Pero las gestiones de Escrivá por la canonjía de Cuenca se remontan a ¡junio 1928! Menuda sorpresa me llevé con este dato, nuevo para mí. Es decir, incluso antes de “fundar” el Opus Dei, el 2 de octubre de 1928, ya estaba sondeando la posibilidad de ir a Cuenca…

 

En junio de 1928 tenemos a Escrivá penando por Madrid, con muchas dificultades económicas, sin poder avanzar en sus estudios doctorales, etc (Pou de Foxá, su maestro y mentor, percibe al joven Escrivá sin norte). Desde hacía unos meses (noviembre 1927) su familia vivía con él, en un ático en la calle Fernando el Católico. Anteriormente, su madre y hermanos se habían mudado de Zaragoza a Fonz, a vivir en casa de la familia de Doña Dolores. Supongo que por los apuros económicos. José María Escrivá no lograba conseguir una “colocación” en Madrid que fuera redituable y que le permitiera mantener a su familia como correspondería. Pero, de todas formas, entiendo yo que no tenía por qué vivir en Madrid. No era necesario: simplemente quería salir de Zaragoza. El motivo de que sólo en la Universidad Central podía hacer el doctorado, no me parece suficiente. En efecto, el doctorado consistía únicamente en 4 materias y la tesis, y podía apuntarse a las asignaturas como “alumno externo” de doctorado, o alumno “libre” o “no oficial”. De hecho, Escrivá, aun estando en Madrid, se inscribió como alumno externo, por tanto, sin necesidad de acudir a clases, y (obviamente) sin necesidad de residir en Madrid[i]. La tesis, entiendo yo que podía redactarla en cualquier ciudad... Tal vez, incluso en otras ciudades hubiera mejores archivos (y de hecho, terminó escribiendo sobre la Abadesa de las Huelgas, que se encontraba más cercana a Burgos que a Madrid…). Por tanto, Escrivá no tenía por qué estar en Madrid para hacer su doctorado, pero no quería o no podía volver a Zaragoza. En junio de 1928, cuando realiza los primeros intentos con la diócesis de Cuenca, se ve que la necesidad de estar en Madrid no era tan imperiosa (podía seguir adelante con su doctorado como alumno libre, desde Cuenca. Hasta entonces se había apuntado como alumno libre a dos exámenes, pero no se había presentado). Asimismo, me atrevo a insinuar que el doctorado era más una excusa para huir de Zaragoza que una verdadera inquietud intelectual.

 

Realizo un primer paréntesis. La versión oficial explica que Escrivá fue a Madrid porque allí lo esperaba Dios para que fundara el Opus Dei. Este es uno de los tipos de omen con los que Jaume muestra cómo se escribió la historia de la Obra… Y no me parece justo con la Historia explicar un traslado de ciudad en 1927 con un suceso que ocurriría más de 17 meses después... Y tampoco me parece justo con Dios, ya que implica limitar su acción salvadora. En efecto, parece que el Todopoderoso necesitara que el interesado se encuentre en la diócesis de Madrid; como si no pudiera otorgar su Gracia en Zaragoza, o en Claraval, Asís, Siena, Padua, Ars o incluso Jerusalén… Si fuera una empresa espiritual, no habría mayor diferencia en un pueblo que en otro… Sí habría diferencias si la empresa tuviera una misión no exclusivamente espiritual, como por ejemplo, influir en política, en cátedras, a través de la administración pública, en núcleos de poder, etc. En ese caso, no es lo mismo estar en la capital, Madrid, que en Perdiguera. Pero me voy de tema, simplemente quería señalar que no hay una necesidad de residir en Madrid y que incluso Escrivá pensaba que desde Cuenca podía seguir con su labor.

 

Retomo el hilo de la historia. Escribe el profesor Pedro Rodríguez que en junio del 28 Escrivá se encuentra en la “búsqueda de una “colocación” estable que resuelva a la vez su residencia fuera de Zaragoza y el sustento de su familia” y se lo “comunica a Joaquín Ayala, Canónigo Doctoral y Rector del Seminario de esa Diócesis, con el que hizo amistad en la Residencia de Larra y al que pregunta detalles de la oposición”. Desde Cuenca, le responde su amigo: “Me alegro de que se oriente Vd. hacia las Doctorales. Las oposiciones consisten en una disertación latina sobre el pique que se elija de los tres que se dan en el Código de Derecho Canónico; dos argumentos de media hora cada uno, y un pleito cuya speciesfacti se ha de exponer de memoria”.

 

Por tanto, apuntamos la fecha de junio de 1928 como primer intento de Escrivá de comenzar a estudiar para opositar a la canonjía de Cuenca. Como en otros muchos objetivos intelectuales que se planteó en su vida, sus acciones fueron más cortas que sus intenciones.

 

Tiempo después, ya en febrero de 1930, vuelve a sondear la posibilidad de incardinarse en Cuenca. Apuntamos, pues, un segundo intento. En el artículo de Rodríguez (2008) se pueden leer estos detalles. Por ejemplo, la preparación de la carta que Escrivá planifica enviar a Cuenca, cuyo texto lo discute y acuerda previamente con su mentor Pou de Foxá[ii]. Es por tanto (a) un segundo intento de ir a Cuenca, anterior a la historia oficial de virtudes heroicas de 1932 que narra Vázquez/Positio, y (b) ¡nuevamente la movida la comienza Escrivá! y no es un “ofrecimiento” de su pariente Cruz Laplana. Y en esta parte de la historia surge un tercer aspecto que me llamó la atención: el MOTIVO para realizar las gestiones.

 

Pedro Rodríguez nos regala una frase muy gráfica sobre un motivo por el cual Escrivá quiere incardinarse en Cuenca. Cuál habrá sido mi sorpresa cuando leí que buscaba ir a Cuenca para que no lo “obliguen a volver a Zaragoza”. Esta frase, de puño y letra de Escrivá, se encuentra en una carta a Pou de Foxá, su maestro y consejero y ¿director espiritual?, fechada el 23 de febrero de 1930 y contenida en EF 300223-1.

 

Realizo un segundo paréntesis para destacar otro aspecto de esta carta de Escrivá a Pou del 23 de febrero de 1930. Pedro Rodríguez señala que “La carta tiene extraordinario valor biográfico y trasciende nuestros intereses inmediatos.” Me sorprende realmente el valor que le asigna el profesor Rodríguez a este documento, que entiendo permanece inédito. Siendo tan “extraordinario” su valor biográfico, me llama poderosamente la atención que no encontré referencias a esta carta en la monumental biografía de Vázquez de Prada (tal vez la haya pasado por alto). Agradezco al profesor Pedro Rodríguez que aportó este dato. Y valoro la sinceridad que muestra (o un mínimo rigor científico que a veces falta en otros autores), indicando fuentes documentales y mostrando indicios que sirven para elaborar versiones alternativas sobre los mismos hechos que ya relataron las biografías/hagiografías oficiales. Espero que sea capaz de dar un paso más y, comience a difundir con más libertad todo lo que sabe sobre la verdadera historia de Escrivá y del Opus Dei, a pesar de que contradiga la versión oficial, la versión canonizada[iii].

 

Con relación a esta larga carta manuscrita, entiendo que sería muy útil que se diera a conocer completa. Es una carta inmediatamente posterior a la iluminación de Dios del 14 de febrero de 1930. Me gustaría ver qué le dice del evento a Pou de Foxá. Si no incluyó nada, sería curioso, porque Escrivá parece que no tenía otro director espiritual en aquel entonces (recuerden la mentira de “Al acabar me fui corriendo a mi confesor” de la que ya escribí el 10 de mayo). Dios Nuestro Señor le había comunicado de forma totalmente expresa su misión en esta tierra. La visión completa: varones y mujeres. El cuadro del Opus Dei estaba totalmente revelado, no había dudas que tenía que fundar, por expresa voluntad de Dios, una Obra de alcance universal que debería durar hasta el fin de los tiempos para bien de toda la humanidad. Por tanto, la carta debería reflejar al menos una chispa de esa maravillosa luz divina. En realidad, dudo que haya en esa carta algo que no sea la preocupación de un joven sacerdote por encontrar una estabilidad en su vida, que, como indiqué, tenía poco norte en aquel entonces. O por hacer algo por resolver la lamentable situación de la Iglesia en Españade aquellos años[iv].

 

Otro punto interesante a destacar es que el original manuscrito de esta (larga) carta lo conservan los herederos de Pou. Se ve que los miembros de la Prelatura no lograron “secuestrarla” como a tantos otros documentos de la vida de Escrivá. Explica Rodríguez que en el Archivo General de la Prelatura sólo conservan una fotocopia… A mi entender, sería pues sumamente interesante acceder a esta carta (tal vez alguno ya disponga de ella). Yo creo que es posible que nos llevemos alguna sorpresa con los documentos que quedaron fuera del control de la Prelatura.

 

Sigamos con Cuenca. A mediados de marzo de 1930 Escrivá escribe a Joaquín Ayala, Rector del Seminario de Cuenca, explicándole que quiere incardinarse allí. Tanto Pou como Ayala le piden cautela a Escrivá, que medite sus acciones… Incluso Ayala le da a entender que en caso de incardinarse, después tendrá que cumplir con “todo lo que ella pueda luego exigir”[v]. A mi entender, es una velada alusión a la obediencia al Obispo, ya que parecería que Escrivá no había sido del todo ejemplar con el de Zaragoza y se ve que no quieren nuevas situaciones incómodas con el Obispo de Cuenca, aunque sea pariente y buen amigo de la familia Escrivá.

 

En medio de tantas dudas existenciales y falta de estabilidad, esta respuesta medianamente favorable (aunque con advertencias) hace que Escrivá se ponga muy contento de poder radicarse en Cuenca. En efecto, al recibir la respuesta de Joaquín Ayala escribe exultante: “(…) el asunto marcha, al parecer, favorablemente. Subí, rezamos mamá y yo tres avemarías a la Ssma. Virgen. Volví a la iglesia y sólo supe decir muchas veces, porque soy un miserable: ¡Señor, qué bueno eres! ¡qué bueno!  –Y es que verdaderamente no puedo entender cómo El no me ha dado, ¡asqueado!, un golpe definitivo, en lugar de ayudarme y bendecirme tan amorosa y paternalmente como lo hace. Pienso que quizá me ayude así, por mi madre y mis hermanos: y también porque me quiere para su Obra” (Apuntes Íntimos, n.22, 7 de abril de 1930, en Rodríguez, 2008). (Llamativamente, en la versión de las Catalinas liberadas (parciales y mutiladas) que poseo explica que nuestro Padre en este número se refiere al éxito positivo de las gestiones para permanecer en Madrid, lo que resulta bastante diferente al verdadero motivo de la alegría, que era la posibilidad de ir a Cuenca, no de permanecer en Madrid…).

 

Todos estos eventos ocurrieron antes del ofrecimiento de 1932, relatado en la Positio, y que parecía caído del cielo “por ser tan grande su prestigio”. En la historia real, no la de la canonización, le advierten a Escrivá que si “insiste en sus deseos” de incardinarse en Cuenca, después tendrá que obedecer... Y es una advertencia relevante, por el antecedente de Zaragoza. Es una advertencia sabia de J. Ayala, que incluso Pou de Foxá, su director/consejero, la reafirma al día siguiente, 8 de abril de 1930, al advertirle que si “riñes con el Obispo y creo yo que, en plan de reñir, te es preferible reñir con el Arzobispo”. Sin comentarios.

 

Rodríguez indica que recién en octubre de 1932 se pone el punto final a todo este episodio de la incardinación de Escrivá en Cuenca. Esto es, 8 meses después del relato que hace Vázquez de Prada del rechazo heroico del ofrecimiento de la canonjía de Cuenca (situado en principio en febrero de 1932). Pedro Rodríguez nos explica la decisión de Escrivá de descartar lo de Cuenca y nos vuelve a regalar una frase que yo no conocía y que me resultó llamativa. «Debo proporcionarme una colocación eclesiástica modesta, que me dé estabilidad canónica en Madrid hasta que la Obra se desarrolle lo suficiente: escondido tras el carguito de sacerdote secular, ¡cuánto puedo hacer, con la ayuda de Dios, para su Obra!»(Apuntes Íntimos, n.1618, el subrayado es mío)[vi].

 

Para mí esa frase es otra perla. Vemos que el motivo no es “pobreza” sino que quería permanecer en Madrid, “escondido tras el carguito de sacerdote secular”.

 

¿Escondido de quién? ¿De las luces del mundo y de la gloria? Si era un sacerdote joven, uno más entre tantos, no creo que tuviera que esconderse para no brillar entonces… ¿Sería permanecer “escondido” de sus superiores en Zaragoza, viviendo en Madrid sin hacer ruido? ¿Qué necesidad de esconderse? Escondido, pues, ¿de quién?

 

***

Antes de terminar, rescato otro dato que brinda Pedro Rodríguez, que me llamó poderosamente la atención. Es una sugerencia velada pero muy llamativa, en la nota al pie 97. Viene a decir que el evento relatado por Vázquez/Positio puede no haber ocurrido en febrero de 1932, sino en 1930: ¡dos años antes!

 

“Tal vez en este periodo se inscriba lo que escribirá dos años después: «el doctoral de Cuenca habló con mamá para que yo fuera a opositar a una canonjía vacante en aquella catedral...» (Apínt, n. 597, 15 de febrero de 1932).”

 

Lo que me llama la atención es que sugiere que Escrivá, ya en 1932, estaba haciendo una reescritura de su pasado…. Es decir, en 1932 estaba escribiendo o reescribiendo un hecho que ocurrió dos años antes. De ser así, sería un comportamiento para mí penoso, enfermizo. Dos años después que sucedieron los eventos, los relata de forma distorsionada, presentando como un ofrecimiento algo que él buscó durante años (y después tal vez se arrepintió), poniendo de por medio tentaciones del demonio y cuestiones del estilo. ¿Por qué puede hacer esta reescritura? A mi modo de ver, quemar sus apuntes personales anteriores a 1930 le brindó la posibilidad de relatar los hechos como le hubiera gustado que sucedieran

 

En el marco de esta posible reescritura de la historia y la facilidad para oscurecer lo que tendría que ser claro, agrego una nota al pie con otro elemento que surge de la Catalina n. 598. Me costó un poco darme cuenta de algo que me parece otra inconsistencia o manipulación. Luego de varias lecturas revisando este escrito me dije: ¡como no lo vi antes! Tal vez alguno ya lo haya notado antes de leer la nota al pie, fíjense si descubren algo raro en la catalina. Me da pena que hay que sospechar para no caer en lo que parece un engaño. Si leemos la Catalina de buena fe, no cabe duda que el director espirituales D Norberto. Si sabemos, en cambio, que Escrivá tenía instalado, ya desde entonces, el vicio (¿enfermedad?) del engaño, de la manipulación, del doble pensar, pues resulta que el Director puede ser distinto que D Norberto. Yo no poseo la verdad, no sé bien qué sucedió. Sólo que hay mucha manipulación y engaño en el relato de este episodio por parte de Escrivá/Vazquez/Positio. Así que dejo para la nota al pie el resto de este aspecto[vii].

 

***

Para concluir:

                         

Creo que, con los “nuevos” datos, resulta interesante volver al comienzo y leer la forma en la que Vázquez y la Positio (y el mismo Escrivá) relataron el episodio. Un relato muy parcial, e incluso manipulador, mezclando tentaciones demoníacas, ofrecimientos de pingues colocaciones y demás condimentos que hacen que el rechazo de Escrivá a la ¿oferta? de su pariente se transforme en una historia de humildad y pobreza heroica, propia de un santo, y no de un sacerdote “fugitivo” de su diócesis que hacía años que estaba tratando de conseguir una colocación eclesiástica estable.

 

En este episodio me resulta “divertido”que la Prelatura haya presentado bajo el título de Humildad Heroica en el Proceso de Canonización… La humildad heroica por la que rechazó el cargo, en realidad tenía un par de “condimentos” más. Y estos condimentos están incluso relatados en palabras del mismo Escrivá, aunque no incluidas en su Proceso de santidad:

 

·        Buscaba ir a Cuenca para que no lo “obliguen a volver a Zaragoza”.

·        Pero después decidió permanecer en Madrid, “escondido tras el carguito de sacerdote secular”

 

Estas dos frases de Escrivá me “rompieron” los ojos cuando las leí por primera vez. No condecían con la versión idílica que tenía sobre el episodio ni con la figura de san Josemaría. Creo que el Escrivá histórico desdice un poco del santo ideal que crearon...

 

En definitiva, la versión “oficial” indica que san Josemaría rechazó una oferta tentadora que le presentó el demonio (que es listo, malo y despreciable). La versión “real” es bastante más rica y menos sobrenatural. Escrivá buscaba opositar a la ya famosa canonjía de Cuenca desde 1928, y el motivo eran las peleas (desobediencias) que tenía en Zaragoza con su Arzobispo. Por tanto no es que rechazó un ofrecimiento, sino que buscó un cargo en Cuenca, con insistencia, durante años. Dirán que es un matiz, pero para mí no es menor.[viii]

 

En The Importance of Being Earnest, Oscar Wilde escribe:

 

“The truth is rarely pure and never simple.”

 

De algunos aspectos de la historia del Opus Dei me fastidia que, siendo la verdad a veces elusiva y compleja, quieran enredar los asuntos, con engaños y medias verdades. Supongo que si rascamos un poco casi que cualquier episodio relatado por Vázquez y la Positio, descubriremos una historia más real pero menos ejemplar que la canonizada.

 

Espero con ilusión el día en que se publique el epistolario completo de san Josemaría. O si no completo, al menos para esclarecer este episodio, bastaría con la correspondencia con Pou de Foxá y con Joaquín Ayala. Estimo que nos llevaremos varias sorpresas. Entiendo que, antes de liberar los Apuntes Íntimos y el Epistolario, estén esperando la canonización de don Alvaro, para que su papel en las manipulaciones históricas no obstaculice ese proceso...

 

Stoner

 

PD 1: El viernes pasado (semana X del TO) la Iglesia nos propuso el siguiente salmo (116):

 

Te ofreceré, Señor, un sacrificio de alabanza

Tibi, Dómine, sacrificábo hóstiam laudis.

 

Yo mantenía la fe, incluso cuando pensaba:

"¡Qué desgraciado soy!"

En mi aflicción decía:

“Los hombres son unos mentirosos”.

 

PD 2:

Fuera ya del tema principal, comparto unos extractos de TheBanality of Putin, un artículo reciente en el New York Review of Books.

 

El artículo consiste en una crítica al documental de Oliver Stone The Putin Interviews, que, como el nombre lo indica, contiene entrevistas al presidente ruso.

 

Leyendo el artículo en los días en que escribía sobre el asunto de Laplana, no sé por qué pero varias frases me perecieron muy oportunas. Por ejemplo, la que resume la entrevista:

 

"Putin lies as a display of power. Only powerful people can lie and get away with it."

 

Así que les comparto algunos extractos del artículo, ya que reúnen un paralelismo grande con el tema sobre el que escribí.

 

When Putin tells Stone in the second episode that his presidential residence is twenty minutes from the Kremlin, he neglects to mention that this driving time is made possible only by having the police clear and close intervening roads so that the presidential motorcade can hurtle into town at eighty miles an hour. So it is with almost everything that Putin says in his conversations with Stone. At best each claim requires a paragraph of small print explaining the facts that have been left out. At worst, the facts are left out entirely. As, for example, in Putin’s assertion that “We have hundreds of TV and radio companies, and the state doesn’t control them in any fashion.” Or again: “We never interfere within the domestic affairs of other countries.”

 

Putin lies as a display of power. Only powerful people can lie and get away with it. The more blatant the lie, the greater the show of power when your listener cannot or dare not contradict you.

 

Putin is a persuasive speaker because his arguments are internally coherent once you accept his premise that Russia always means well.

 

Who knew that Putin had a private chapel? Or three offices in the Kremlin alone?

 

...  nobody outside the inner circle of the Russian government has much idea of what Putin does all day, nor how his power is exercised.

 

Me podría entretener comentando los paralelismos. Pero no me extiendo más y dejo el enlace al artículo completo por si a alguno le interesa.

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[i] Explica Pedro Rodríguez (2008) que “buena parte de los [alumnos] no oficiales venían a los exámenes desde toda la geografía española” (por tanto, no tenían que residir en Madrid…). Más aún, la ¡mayoría! de los alumnos eran no oficiales… “Una consulta al Archivo de la Universidad Complutense pone enseguida de manifiesto que, en aquellos años, los alumnos de Licenciatura y doctorado de la Facultad de Derecho eran en su mayoría alumnos libres”.

 

[ii] La forma como se desarrollan estos eventos, durante varios años, no me resultan coherentes con lo que Escrivá opinaba años después. Las citas que contiene el siguiente fragmento de Vázquez de Prada son de los años 1974 y 1964. Creo que no se condicen con todo lo que estamos viendo del José María Escrivá “real” de los años 30.

 

Escribe Vázquez de Prada (el subrayado es mío):

 

“En el caso de Josemaría, la incorporación al seminario suponía la renuncia a una carrera de superior nivel social y económico, como prometían los estudios de Arquitectura y Derecho. Bien patente estaba a sus ojos la perspectiva eclesiástica cuando, una vez ordenado, se incorporara al engranaje de la vida:

 

Salían de allí para seguir su carrera... Se comportaban bien y procuraban ir de una parroquia a otra mejor. El que estaba preparado, hacía oposiciones a una canonjía. Cuando pasaba el tiempo, los metían en el Cabildo, de donde procedían los elementos necesarios para ayudar en el gobierno de la diócesis, para la formación del clero en el Seminario...

 

Para algunos clérigos, en fin, ser sacerdote significaba algo así como una ocupación administrativa. Idea que Josemaría no compartía, en absoluto. El joven seminarista no se sentía llamado a una carrera así:

 

Aquello no era lo que Dios me pedía, y yo me daba cuenta: no quería ser sacerdote para ser sacerdote, el cura que dicen en España. Y tenía veneración al sacerdote, pero no quería para mí un sacerdocio así”.

 

Y concluye Vázquez con otro omen.

 

“Si Josemaría decidió hacerse sacerdote fue porque juzgaba que, de esa manera, tendría mayor facilidad para realizar el oculto designio de Dios, presintiendo también que ése era el camino adecuado para conocer su Voluntad”.

 

[iii] Josef Knecht en un escrito Semejanzas y diferencias entre el Itinerario jurídico del Opus Dei y la Edición crítico-histórica de “Camino, de 16/04/2012, también pondera positivamente a Pedro Rodríguez, comparando su trabajo crítico-histórico sobre Camino, con el trabajo realizado sobre el Itinerario Jurídico por Fuenmayor, Gómez-Iglesias e Illanes.

 

“Tengo la sincera impresión de que Rodríguez, pese a su obligado anacronismo, no es tan descaradamente manipulador como los tres coautores del Itinerario jurídico y se ajusta mejor a la mente del autor de Camino. Una prueba de ello es que Rodríguez no oculta la seria admiración de Escrivá por la espiritualidad ignaciana ni tampoco claras influencias del pensamiento de Pedro Poveda en el fundador del Opus Dei, cuyos textos honradamente compara. De esta forma, la originalidad de Escrivá es algo relativizada o, mejor dicho, ubicada en su contexto histórico-literario y no adquiere una rotundidad tan enorme como sugieren los tres coautores del Itinerario jurídico, empeñados en insistir por activa y por pasiva en que Escrivá fue siempre fiel a lo que “vio” el 2 de octubre de 1928, cuando en realidad dio auténticos bandazos en el itinerario jurídico de su Obra. El modo de proceder del profesor Rodríguez se atiene mejor al rigor científico.

(…)

La sinceridad de Rodríguez en este trabajo, aunque haya sido compatible con cierto anacronismo, permite que se “vea el plumero” en el mito de san Josemaría.”

 

[iv] Incluyo dos referencias de Alvaro del Portillo en el libro Entrevista sobre el Fundador.

 

“Aquel 2 de octubre de 1928 se abrieron para nuestro Fundador los horizontes hacia los que el Señor le llamaba al confiarle el Opus Dei: una movilización de cristianos que, en todo el mundo, en todas las clases sociales, a través de su trabajo profesional desarrollado con libertad y responsabilidad personales, busquen la propia santificación, santificando al mismo tiempo, desde dentro, todas las actividades temporales, en un audaz proyecto de evangelización para llevar a Dios a todas las almas. Es, con unas décadas de anticipación, el mensaje de renovación de la Iglesia querido por el Concilio Vaticano II, que ha proclamado la vocación universal a la santidad para la salvación del mundo, con todas las consecuencias pastorales que de ahí derivan, y que delinean la función eclesial del Opus Dei, mientras, como decía el Fundador, haya sobre la tierra hombres que trabajen.

 

–¿Con quién habló el Fundador, además de, naturalmente, con su confesor?

 

–Uno de los primeros fue un profesor suyo de la Universidad civil de Zaragoza, don José Pou de Foxá, catedrático de Derecho canónico, muy conocido en España. (…)”

 

En primer lugar, la descripción que hace Alvaro del Portillo de lo que sucedió aquel 2 de octubre de 1928. A estas alturas, entiendo yo que esa descripción tiene muy poco que ver con lo que de verdad pensó Escrivá que debería ser su Obra. Ya veremos con el Epistolario, u otros documentos, qué aparece en 1928 de “movilización de cristianos, en todo el mundo, en todas las clases sociales”, “trabajo profesional santificado”, “libertad y responsabilidad personal”, “vocación universal a la santidad”, “anticipación del Concilio Vaticano II”, etc, etc.

 

Dudo que haya algo de esto en las cartas a Pou, u otros documentos de principios de los años 30, pero quién sabe.

 

También señalo que el entrevistador da por supuesto que Escrivá habló con su confesor. Don Alvaro no aclara que Escrivá no tenía ni confesor ni director espiritual fijo, ni en 1928, ni en 1929 ni hasta que conoce al P. Sánchez a mediados de 1930.

 

Transcribo una segunda cita de ese libro.

 

Cesare Cavalleri realiza una pregunta muy pertinente y de gran interés:

 

"–¿Con sus palabras y su ejemplo el Fundador del Opus Del enseñó a no fiarse del propio criterio y a acudir siempre a una prudente dirección espiritual, también en la confesión. ¿Quiénes fueron sus directores espirituales y sus confesores?

(…) Después de su ordenación, fue don José Pou de Foxá quien más le orientó en los primeros pasos de su ministerio, en calidad de amigo leal y noble y bueno, como lo describía el Padre.”

 

Así que en principio es Pou, sacerdote, quien fue el “director espiritual” de Escrivá desde su ordenación hasta que conoció al P. Sánchez en el verano de 1930. Es un dato llamativo, muy importante, y sobre el que creo que no se ha profundizado lo suficiente. Es el sacerdote que orienta y dirige a Escrivá durante 5 años clave que incluyen ¡¡¡las dos fechas fundacionales!!! Y lo “mejor” del asunto es que ¡hay abundante material histórico original, contemporáneo! Por eso, insisto en que el epistolario con Pou (más de 100 cartas que van de 1924 a 1939) es vital para entender a Escrivá en los años de la Fundación.

 

De todas formas, dudo que la relación entre los dos sea de “dirección espiritual” propiamente dicha. Y esto es una pena, porque entonces nos quedamos con un joven sacerdote al que Dios preparaba para una fundación, que no tenía ningún consejero espiritual que lo ayudaran a “no guiarse por su propio criterio”. Es peor la alternativa (a) que no hubiera ningún guía, ningún maestro espiritual maduro y con experiencia que guiara al joven sacerdote, que la opción (b) de que fuera Pou de Foxá y que esta “dirección espiritual” fuera más profesional que verdaderamente espiritual. Así que, aunque mala, mejor la opción (b). Y esta opción es la que plantea una relación de Pou con Escrivá que parece más la de un profesor de la Universidad de Zaragoza, que la de un sacerdote. Es más bien la tarea de un maestro que asesora a su discípulo, que la de un director espiritual propiamente dicho. Los consejos, entiendo yo, serían básicamente sobre la carrera de Escrivá, tanto civil como eclesiástica. Por lo que hay recogido en Vázquez de Prada veo poca conversación sobrenatural (entre dos sacerdotes) y más bien relación profesional. Incluso Escrivá le mandaba sus alumnos particulares de Madrid a rendir examen a Zaragoza (ver comentario de Jaume sobre estos “chanchullos”).

 

Esto no quita que se confesara alguna vez con Pou (como por ejemplo en Barcelona en 1937 antes de cruzar los Pirineos), pero dudo que fuera una verdadera relación de dirección espiritual y en su lugar entiendo que era dirección y consejo académico/profesional.

 

Reviste pues Pou un carácter fundamental, porque parece que, aunque por correspondencia, era el director espiritual de Escrivá, antes y después del famoso 2 de octubre de 1928.

 

Por último, releyendo la pregunta que Cavalleri formula con palabras de Escrivá (el Fundador del Opus Del enseñó a no fiarse del propio criterio), creo que irónicamente esas mismas palabras condenan o desdicen del comportamiento de Escrivá con relación a su dirección espiritual durante sus primeros años de sacerdote, su conflictiva estadía en Zaragoza y la visión de la fundación. Las palabras actúan como un boomerang...

 

[v] “El señor Obispo quiere darnos gusto y no ha cerrado las puertas, pero habrá que esperar un poquito y tendrá Vd. que decirme si insiste en sus deseos y, si meditándolo despacio, le conviene la incardinación con todo lo que ella pueda luego exigir. Creo que al fin conseguiremos lo que deseamos pero puesto que no urge, bueno es que Vd. lo medite otra vez y me escriba”

 

[vi] Este número de los apuntes íntimos (obviamente) no fue citado completo en la Positio ni en Vázquez. No se encuentra en las catalinas liberadas (parciales y mutiladas). Luego de releer bastante a Vázquez, me llama la atención la manipulación que hacen de las Catalinas para contar una historia que les gustaría que hubiera sucedido. Eliminan los datos que van en contra del pasado heroico del santo que estaban construyendo. Personalmente, sueño con el día en que liberen todos los Apuntes Íntimos, con las notas explicativas de don Alvaro. Llegado ese día espero poder verificar mi hipótesis de que la manipulación alcanzó cotas escandalosas. Creo que es sencillo: mostrar simplemente los textos que omitieron de las biografías oficiales. Trabajar exclusivamente con lo que Escrivá escribió de sí mismo, sin recurrir a fuentes externas, de esas “malas”, de esas que “no nos entienden”. Sería escuchar una sola campana: la de Escrivá. Y ver si dice lo mismo que la campana de san Josemaría creada para su canonización. Escrivá vs san Josemaría. No habría comentarios, ni ironías, ni nada parecido. Simplemente, sería el texto completo, marcando en rojo lo que borraron en el Proceso de Canonización. En rojo el Escrivá histórico (en la versión que él tenía de sí mismo, obviamente parcial y muy interesada, pero creo que con un Escrivá no manipulado ya es suficiente), y en negro los fragmentos que son apropiados para san Josemaría (lo que nos contaron: los fragmentos utilizados para construir al santo).

 

[vii] A mi entender, de la lectura del texto de la catalina de 1932 no caben dudas que el Director es Don Norberto Rodríguez García. Es él quien previene a Escrivá contra la sugestión del demonio, lo orienta en la decisión, etc. Don Norberto era un sacerdote mayor: tenía 50 años en 1930, cuando José María Escrivá tenía solo 28. Se habían conocido en el Patronato de Enfermos en junio de 1927.

 

Vuelvo a copiar el texto de la Catalina n. 598 para tenerla a mano:

 

Luego (a D. Norberto se lo conté, cuando sucedía y después, al sentir la sugestión del enemigo) luego trae a la memoria que el doctoral de Cuenca habló con mamá para que yo fuera a opositar a una canongía vacante en aquella catedral... Después mi padre Director, diciéndome que la Obra había de comenzar en Madrid y que, a toda costa, tenía yo que continuar aquí. En fin, que satanás es listo, malo y despreciable, pero me ha hecho entrever que, como me decía —¡riéndose!— D. Norberto, cuando a mí me parecía que nunca podría ser, puedo perder la alegría y la paz (no las he perdido) y ¡pueden darme disgustos!

 

Lo que me causa asombro es que el texto asigna a D. Norberto un papel de director espiritual, pero, como veremos más adelante, Alvaro del Portillo nunca nombra a Norberto Rodríguez como director espiritual de Escrivá. O bien es una omisión llamativa o bien en la catalina n. 598 Escrivá mezcla y mezcla, haciendo que parezca que D Norberto es su director cuando en realidad era el P. Sánchez. Pero también puede ser que, como sugiere Pedro Rodríguez, este texto de 1932 en realidad sea una re-escritura de un suceso de 1930, tal vez anterior a que Escrivá conociera al P. Sánchez... Muy mezclado todo, poco transparente.

 

Otro aspecto, antes de ver el listado de los directores espirituales. Mi hipótesis es que en la reescritura de este episodio en 1932, Escrivá combina unas sugerencias de Don Norberto de 1930 con unas indicaciones ¿posteriores? del P. Sánchez sobre que la Obra se tenía que desarrollar en Madrid. Si no es D. Norberto el Director que indica que la Obra había de comenzar en Madrid y que, a toda costa, tenía yo que continuar aquí, entonces esa indicación es del P. Sánchez. Pero esto nos trae otra inconsistencia, ya que Escrivá, en otras oportunidades, fue muy tajante al escribir que el P. Sánchez nunca opinó sobre la Obra: Nada tuvo que ver con la Obra, porque jamás le dejé intervenir ni opinar. Esta afirmación rotunda es de la Carta 29-XII-1947 / 14-II-1966, n.20. Me llama si el Director fuera el P. Sánchez indica dónde se tiene que desarrollar la Obra, no es una decisión menor, y sería contradictoria con la frase de 1947/1966. Si el P. Sánchez no es ese Director, ¿quién sería sino? Porque D Norberto no figura entre los directores espirituales de Escrivá (aunque la catalina 598 da a entender que sí).

 

Alvaro del Portillo realiza una descripción extremadamente prolija de todos los directores espirituales o confesores que tuvo José María Escrivá durante su vida. En total, nombra a 17 sacerdotes, ninguno de los cuales es D. Norberto. Como comentario lateral, parecería que Escrivá estuvo muy dirigido espiritualmente, esa al menos fue mi primera impresión hace años al leer tamaña lista. De todas formas, la verdad es que desde su ordenación sacerdotal (III-1925) y durante los años claves fundacionales, a mi modo de ver no tuvo realmente un director espiritual (a no ser que la relación maestro-discípulo con Pou fuera dirección espiritual).

 

Ante la pregunta de Cesare Cavalleri ¿quiénes fueron sus directores espirituales y sus confesores?, responde Portillo en con la siguiente lista, la cual abrevio para destacar principalmente los nombres y fechas y mostrar que D Norberto no aparece y por tanto es confusa la redacción de la catalina 598.

 

Logroño, 1918: Padre José Miguel, carmelita, don Antolín Oñate, Abad de la Colegiata, don Albino Pajares, sacerdote castrense.

Para la dirección espiritual propiamente dicha y la confesión, Josemaría acudió a don Ciriaco Garrido Lázaro.

 

En el Seminario de Zaragoza, le ayudó sobre todo el Rector, don José López Sierra. Recibió consejos también del propio Cardenal Soldevila, de Mons. Miguel de los Santos Díaz Gómara, y de don Antonio Moreno.

 

Después de su ordenación, fue don José Pou de Foxá quien más le orientó en los primeros pasos de su ministerio.

En Madrid, recurrió a la dirección espiritual del Padre Valentín Sánchez S.J., a quien confió la guía de su alma en el verano de 1930.

 

Cuando interrumpe con el P. Sánchez surgen otros directores espirituales o confesores, por breves temporadas: Padre Postius, religioso claretiano; Padre Recaredo Ventosa, don Angel Sagarmínaga, don Saturnino Martínez, P. Francisco de B. López Pérez, claretiano.

 

Después, al regresar a Madrid al término de la guerra civil española, volvió a su antiguo confesor, el P. Valentín Sánchez, hasta 1940, en que se vio obligado a dejarlo.

 

Y por último, antes de Alvaro Portillo, escogió a don José María García Lahiguera,

 

*** En definitiva, está todo muy enredado…hay mucho humo y falta de claridad para aspectos que me parece que tendrían que ser más transparentes y menos contradictorios.

 

[viii] Es un “matiz” del estilo de las pretensiones episcopales de Escrivá. Es decir, si san Josemaría pensaba que podía ser Obispo, o si realizó gestiones activas para tratar de serlo.En el caso de lo de Cuenca es una perspectiva similar, aunque “menos grave”, entiendo yo.