Presentación de la serie

 

Continuación del Capítulo #28. San José María Rubio. “El Apóstol de Madrid”.

(#Capítulo 28)

 

La omisión intencional de una figura de la relevancia de san José María Rubio no es un olvido. Al igual que la de san Manuel González antes de 1933… Es un ocultamiento. Y sus razones tendrán…

Como va dicho en entregas anteriores, san José María Rubio y san Manuel González eran muy cercanos entre sí. Se reunían con cierta periodicidad, cuando don Manuel acudía a Madrid. Uno de los motivos era para impulsar las Marías de los Sagrarios. Mons. González era el fundador, mientras que el P. Rubio, desde hacía ¡15 años!, las impulsaba en Madrid. En los hechos, el jesuita era el fundador de la rama madrileña (recordad su firma en el precioso Diploma que ya hemos visto). Asimismo, el P. Rubio había fundado en Madrid (entiendo que en 1916), los Discípulos de San Juan (Pía Unión masculina), que habían sido creados por Mons. Manuel González. Son la organización “hermana” de las Marías de los Sagrarios (femenina una, masculina la otra). Para tener una referencia, en 1939 llegaron a haber unas 500.000 Marías de los Sagrarios y unos 10.000 Discípulos de San Juan (hombres que se ubican en el puesto de San Juan Evangelista al pie del Sagrario-Calvario; podían ser sacerdotes, seminaristas o seglares). Eran miles y miles las mujeres y hombres que acompañaban al Señor en los Sagrarios. Una movilización notable.

Por poner ejemplos conocidos por nosotros, la Marquesa de Onteiro, en cuyo hotelito Escrivá “fundó” la Sección Femenina de su Obra, era una de las Marías de los Sagrarios. Asimismo, la primera “numeraria” en alcanzar la Casa del Padre, María Ignacia García Escobar, también lo era. Y ya me he preguntado si doña Dolores Albás y Carmen Escrivá serían Marías de los Sagrarios, porque ¿qué otra cosa harían, además de labores, estas buenas mujeres, día tras días? Incluso a lo mejor lo eran desde Zaragoza… y se ilusionarían al saber que José María, estando solo en Madrid…, estaba amparado y protegido por el famoso P. Rubio….

[Los lectores que tenéis fe podéis acompañarme en esta breve oración. Podemos rogar a san José María Rubio y a san Manuel González que nos ayuden a aclarar su influencia sobre sanjosemaría. Puede servirnos la oración propuesta por las Marías de los Sagrarios:

 

Imploramos la protección, desde el cielo, de nuestras Marías Mártires,
del Santo Padre Rubio y san Manuel González,
que recibió de tu corazón este precioso carisma del “amor eucarístico reparador”,
que llena nuestra vida.

Todo lo pedimos en el nombre de Jesucristo Nuestro Señor. Amén

 

Es patente la cercanía y unión entre el P. Rubio y Mons. González. Hasta en la oración oficial de las Marías. Y, a mi modo de ver, ambos fueron cercanos a Escrivá antes y durante los episodios fundacionales…].

Tal vez en alguna de esas reuniones entre los futuros dos santos, en que hablarían de las diversas asociaciones y labores apostólicas que ambos impulsaban, fundaban, o dirigían, a lo mejor estuviera presente Escrivá, si es que tenían lugar en el Patronato, antes de confesar niños (si fuera en casa de los jesuitas, ahí es menos probable). De todas formas, supongo que don Norberto, que los conocía, procuraría que el joven sacerdote se encendiera al tratar a esos sacerdotes mayores, quienes -insisto- eran ambos famosísimos entonces. Y no es casualidad que ambos llegaran a santos, y por medios más honestos y procesos a lo mejor más transparentes que los de Escrivá… ¿Es increíble, no? ¡Varios santos canonizados encontrándose exactamente en el momento y lugar donde nacería la Obra! Y parece que esto no fue relevante para la vida interior de nuestro Padre, que no mereció ni un capítulo, ni un párrafo, en las miles de páginas de su historia canonizada. Ni en las homilías que predicó, ni en las Cartas que dirigió a sus hijos, ni en ningún sitio parece que Escrivá mencionara a san José María Rubio.

Es importantísimo también notar que José María Rubio era el director espiritual de don Norberto. Habían trabajado muchos años juntos. Si era el director de uno de los capellanes, ¿lo sería acaso también del otro? (Bueno, y además era director espiritual de doña Luz Rodríguez Casanova, y de Merceditas Reyna, y tantos otros en ese ambiente.)

Como escribí y no me importa repetirme: es llamativo, muy llamativo, que Escrivá no haya obtenido ninguna enseñanza, ninguna anécdota, ningún ejemplo edificante de san José María Rubio, un auténtico santo, “apóstol de Madrid”, con quien coincidió en el Patronato de Enfermos… ¿Por qué no nos mencionó jamás a este santo jesuita? ¿Cómo es posible que no haya aprendido nada de él? ¿Cómo es posible que hubiera aprendido más de Mercedes Reyna que de José María Rubio? El P. Rubio falleció en 1929. Es seguro que habría menciones en los Apuntes que Escrivá quemó, en el Cuaderno I.

Además de en otras labores, no hay que descartar que el P. Sánchez también haya sustituido al P. Rubio en su relación con Escrivá, ya sea como confesor, ya sea (y más probablemente) como Director de la Obra. De la misma forma que el P. Rubio dirigía a las Apostólicas, a lo mejor dio algún consejo para la fundación incipiente de su querido don Norberto (¡con quien hacía tantos años que trabajaba!) y del joven, inestable, y advenedizo, sacerdote de Zaragoza, José María Escrivá. Tuvieron poco tiempo, entre octubre de 1928 y mayo de 1929. Pero quién sabe. Los dos co-fundadores (Escrivá y Norberto) eran, y no por casualidad sino por providencia, los capellanes de unas labores de las Apostólicas del Sagrado Corazón. Y Rubio dirigía a todos ellos. No hay que descartar, al menos en mi relato, que cuando falleció Rubio en 1929, su lugar lo ocupó unos meses más tarde el P. Sánchez Ruíz, también jesuita. Tanto como Director de las Damas Apostólicas (que Sánchez lo fue), como del germen de la Obra (que también lo fue).

Las Damas Apostólicas, al quedarse sin Director, fueron a su tiempo (guiño) a buscar un nuevo Director en la persona del P. Sánchez, compañero del P. Rubio. Por su parte, es más que posible que los capellanes también buscaran Director en el P. Sánchez, quien por sus nuevas tareas comenzaría a acudir con regularidad al Patronato de Enfermos. Y precisamente allí le entregarían el dichoso paquete con el proyecto de fundación, un 6 de julio de 1930

El P. Rubio fue Director de las Apostólicas. El P. Sánchez lo sustituyó. El P. Sánchez fue Director de la Obra. Por tanto, ¿puede haber sido el P. Rubio también Director de la Obra de los capellanes? Pues, que parece un problema matemático de la dificultad de 2+2, o una aplicación nuevamente de la ley transitiva...

Es también simpático e interesante saber que el P. Rubio también era director espiritual, confesor, predicador, impulsor de labores apostólicas, en el Patronato de Santa Isabel, y no solo del de Enfermos de doña Luz Casanova. Es decir, Escrivá navegaba sobre la estela del P. Rubio. Es increíble. No me extrañaría que, para lograr conseguir su cargo en Santa Isabel hubiera recordado a las monjas la gran amistad que lo había unido al P. Rubio mientras los dos trabajaban en el Patronato de Enfermos: “era un santo –diría Escrivá- y tuve la gracia de tratarlo, de ser su amigo, incluso su confidente (como después diría del P. Poveda, en ambos casos con una diferencia de edad que hacía poco creíble estas afirmaciones, pero bueno). Siempre me habló muy bien de ustedes, tal y cual.” Beatriz Comella indica que en el Colegio de Santa Isabel había diversas Asociaciones de carácter religioso, entre ellas: a) Hijas de María de la Asunción, dirigida entre 1925 y 1927 por el P. Rubio; b) Marías de los Sagrarios, promovidas a partir de 1925 por el P. Rubio. El P. Rubio dirigió Ejercicios Espirituales de la Comunidad de Santa Isabel y para señoras en la Capilla del Colegio entre 1911 y 1926 (después lo sustituyó, al menos un año, el P. Valentín Sánchez, quien aparece nuevamente vinculado a las labores del P. Rubio[1]).

Habla mal de Escriba que no hubiera aprendido nada de este santo jesuita, que fue uno de los más grandes de su época. Es completamente inadmisible. Si Escrivá no dijo nada de él no es porque no hubiera influido, sino por lo contrario ¡por lo mucho que influyó!

Por poner una analogía. Rubio era el Cruyff de la época. Tenía fama de santidad en vida. Era el Apóstol de Madrid en 1928... La gente se agolpaba para verlo, para oírlo predicar, para confesar con él. Y José María Escrivá fundó a su sombra. Y con la asistencia de uno de sus seguidores, de su ayudante de campo, del querido don Norberto. Y nuestro Padre fue capellán de una de las labores de las que el P. Rubio era Director… Y los prelaticios mencionan incluso a personas que nadie conoce ni importan de cuando Escrivá tenía 10 años. Y buscan datos de un amigo de la infancia. Y tienen información del hijo del sacristán de Perdiguera. Y conformaron un equipo de peritos en historia para hacer el trabajo de Indiana Jones y tratar de dar con Juan el Lechero [no es broma]. Y así, más. ¡Pero no dicen nada de Cruyff! Nada de uno de los más grandes santos madrileños de todos los tiempos, quien estaba presente ¡en 1928! En el mismo “club” y en exactamente los famosos mismos años (1927, 1928, 1929) en los Escrivá, podríamos decir, que estaba en la cantera, haciendo sus primeras armas… Inaudito que los prelaticios no le encuentren valor… O, el hecho de que lo hayan hecho desaparecer[2] (Escrivá en primer lugar) puede ser una pista de la influencia increíble que pudo haber tenido en la Fundación…

 

O si la referencia de Cruyff no llena, cambiando de banda podemos pensar en Sócrates (no el futbolista brasilero, sino el filósofo griego), Platón y Aristóteles. ¿Se puede hacer una biografía de Platón o de Aristóteles sin mencionar siquiera una vez a Sócrates? Pensando acaso que el primero no tuvo influencia en los siguientes. Pues lo mismo, afirmo yo, de san José María Rubio dirigiendo a las Damas Apostólicas, y san Josemaría siendo entonces el capellán de su Patronato de Enfermos. Es inaudito. La biografía de Escrivá está, evidentemente por redactar (así lo afirmó con razón, y para malestar prelaticio, Giancarlo Rocca: “la biografía crítica y exhaustiva sobre Escrivá está todavía sin escribir”).

 

Fallecimiento y entierro. El P. Rubio falleció sorpresivamente el 2 de mayo de 1929, a los 64 años, en la Casa del Noviciado jesuita de la Provincia de Toledo. La semana anterior había sufrido un ataque de angina y los médicos le prescribieron descanso. A lo mejor dejó algún encargo a su querido y fiel Norberto, y también al joven José María, para que lo suplieran en alguna tarea, ya en la Iglesia del Patronato, ya directamente en la atención de las Damas Apostólicas. Habrá previsto sustitutos para otras de sus muchas ocupaciones, y marchó unos días a descansar a Aranjuez. El 2 de mayo se levantó como de costumbre a las 7am, celebró misa, y tuvo una jornada habitual con los otros jesuitas, hasta que luego de un nuevo ataque de angina de pecho, expiró sobre las cinco y media de la tarde.

“La Compañía de Jesús y el apostolado católico en Madrid pierden, con la muerte del padre Rubio, una figura de extraordinario relieve. Como predicador, como confesor, como director de almas, como propagandista de las verdades eternas y ministro celosísimo de la caridad, el padre Rubio fue un religioso ejemplar, cuya personalidad, recatada y humilde [ved, añado yo, su fotografía] aparece nimbada por aureola de santidad” (ABC, 4 de mayo de 1929).

Fue una conmoción en el ambiente católico de Madrid. El funeral y entierro tuvieron lugar en Aranjuez. El Mañana indica que asistieron más de 2.000 personas, entre ellas el obispo de Madrid-Alcalá, doctor Eijo, presidiendo, el provincial de los jesuitas, los padres jesuitas de las Residencias de Madrid y Toledo, en particular el padre Torres. Parece lógico que estuviera el P. Valentín Sánchez, y que llorara a su amigo y compañero. También habían acudido muchas personas de la aristocracia de Madrid. Hacia allá fueron las Damas Apostólicas, encabezadas por su fundadora, doña Luz. ¿Es imposible pensar que allí también irían los capellanes del Patronato? Don Norberto ciertamente procuraría acudir: el P. Rubio era su amigo y confesor, y también su apoyo, a cuya sombra había trabajado. A lo mejor alguna de aquellas aristocráticas damas llevara en coche a los capellanes. No sería la primera vez. También figuraba el alcalde civil de Madrid y otras personalidades.

El periódico La Época, del 4 de mayo de 1929, indica expresamente que entre los centenares de personas de toda condición social (bonito leer estas palabras…) que asistieron al entierro, estaba la superiora del Patronato de Enfermos, doña Luz, hija de la marquesa de Onteiro. Y con la delegación del Patronato, con doña Luz y con Norberto, probablemente iría el joven capellán José María. Y yo me imagino también a la Abuela y a Tía Carmen acudiendo a ese funeral (sinceramente: ¿qué tenían para hacer?) Probablemente, el P. Rubio significaría mucho en sus vidas, y se habrían ilusionado con la influencia positiva que podía ejercer en José María… Es imposible que este fallecimiento no hubiera dejado una fuerte huella en las Damas Apostólicas (de quien era, desde hacía muchos años, el Director) y dejaría una huella profunda en el capellán mayor (don Norberto estaría afectado por el deceso, sorpresivo, de su amigo y confesor), ¿y cómo no dejaría una huella en el capellán joven?

Una vez llegados al sitio donde iba a recibir sepultura, depositaron el féretro en el suelo, y después del responso “desfiló ante él la enorme concurrencia, durante dos horas”.

Tal era la fama de santidad, tal la impresión que el P. Rubio había causado, que el periódico republicano El Liberal[3] incluyó un artículo en su ejemplar del 3 de agosto de 1929, que comienza con:

Murió, en olor de santidad, el padre Rubio. Ordinariamente la muerte de un fraile entregado al servicio ritual de su orden y su iglesia, no especializado en artes o letras profanas, es un suceso que acontece todos los días. Mas este fraile, nimbado por la leyenda apocalíptica de un tabú, ha escrito con su severa piedad un capítulo de la historia espiritual de nuestro tiempo, y queda por siempre ligado a ella.

¡Pensar que Escrivá fundó casi bajo la sombra de este santo apóstol, director de tantísimas obras de apostolado! Y que en las miles de páginas que escribieron sobre el Fundador del Opus Dei nos contaron del hijo del sacristán de Perdiguera y no de este jesuita santo.

Al regresar al Patronato en Madrid, me imagino que Norberto y José María hablarían del shock que había representado el fallecimiento del santo jesuita. Conversarían, de sacerdote a sacerdote, sobre las enseñanzas y ejemplos del P. Rubio, de quien Norberto había sido tan cercano. Repasarían algunas ideas y enseñanzas que les había dejado. Por ejemplo, el proyecto que tenía de hacer una liga secreta de personas que buscaran la perfección en medio del mundo… No hablarían de fútbol, evidentemente, porque ni lo miraban ni era el momento. Y, en ese año de 1929, José María y Norberto pensarían también en la futura Fundación. Y seguirían tomando notas y ordenando ideas.

Por su parte, La Lectura Dominical, al anunciar su fallecimiento, explicaba:

El Padre Rubio, conocidísimo por sus virtudes y por su don de consejo [¿habrá aconsejado a Escrivá?], en Madrid, era muy querido y respetado por todos. Trabajó con celo insuperable por el bien de las almas en una larga vida consagrada por completo a la piedad y el amor al prójimo. Infinidad de personas [¿Escrivá?], de toda condición [y oficio], le deben la paz de sus conciencias y el conocimiento del camino de perfección [en medio del mundo, ¿mediante el trabajo profesional y en el cumplimiento de los deberes ordinarios del cristiano? [4]].

Su muerte ha sido muy sentida, pues es realmente una pérdida irreparable, no sólo para la ínclita Compañía de que fue preciado ornamento, sino también para el pueblo fiel. Dios le haya acogido en su seno. (La Lectura Dominical, 1929, p. 309)

Nada. Que fue una figura principalísima del catolicismo español en los años 20. Afamado confesor, director de obras apostólicas, etc. Y coincidió temporal y geográficamente con José María Escrivá justamente cuando éste se decidió a fundar. Y necesitaba un confesor, y necesitaba un director. Y esto no sé si Rubio lo fue (aunque es probable), y sí lo fue su compañero el jesuita P. Valentín Sánchez, quien sustituyó al P. Rubio en tantas labores, y a lo mejor también en la dirección espiritual de José María, y en la dirección de su proyecto de Obra.

Sería interesante también saber si José María Escrivá testificó en la causa de José María Rubio. Habiendo compartido los últimos años de vida del santo jesuita, el testimonio del Fundador del Opus Dei sería muy relevante. ¡Un santo testimoniando sobre las enseñanzas que le dejó otro santo! Entre los hombres de Dios debe haber una comunicación especial, que escapa al resto de los mortales.

Como hemos visto, recuerdo lo del comienzo. José María Rubio falleció con fama de santidad en 1929, cuando todavía Escrivá era el capellán y Rubio el Director. José María Rubio recibió a José María Escrivá en su tarea de capellán. Fueron cercanos en el año de la fundación (1928) y lo habían sido en el año previo, y en el siguiente… El jesuita dirigía y moderaba varias fundaciones de aquel entonces. Para mí es increíble que Escrivá compartió desvelos apostólicos (al menos referidos a las Damas y sus apostolados) con un SANTO en el período inmediatamente anterior a su fallecimiento, y este fue el culmen de su vida que concluyó con esa fama extendidísima. Preparado ya para volar al Cielo... Y no aprendió nada de él. Y no testimonió. Y calló. Y ocultó. ¿Por qué?

Concluimos este capítulo como lo comenzamos. Recordando el fervor que hubo en Madrid católico entonces. Una multitud de fieles acudieron a su entierro y luego agotaron  su fotografía. Todos lo consideraban un santo, también los liberales. Y con el tiempo (2003) se transformaría nada menos que en el primer santo jesuita no mártir en más de 100 años... Y fue él quien recibió a José María Escrivá a su llegada sacerdotal a Madrid. Y se encontraba muy próximo a Escrivá cuando ese “fundó” en 1928... Y muchos están conociendo su figura a través de esta serie, lo que es inadmisible.



[1] Un dato básico es que Escrivá fue capellán del Patronato de Enfermos y después capellán (y más adelante Rector) del Patronato de Santa Isabel. Y no es casualidad que tanto san José María Rubio como el P. Valentín Sánchez hubieran trabajado previamente durante muchos años en ambas instituciones. En esto Escrivá también seguía la estela de estos dos Directores. Parece que José María acudía a los lugares donde antes habían estado los dos jesuitas.

En concreto, sobre el Patronato de Santa Isabel, donde Escrivá estuvo entre 1931 y 1945, los jesuitas estuvieron antes y con intensidad, con involucramiento. San José María Rubio: Dirigió los Ejercicios Espirituales de la Comunidad de Santa Isabel y para señoras, en la Capilla del Colegio, entre 1911 y 1926. Dirigió Ejercicios Espirituales para la Comunidad de La Asunción en 1922. Dirigió Ejercicios Espirituales en cuaresma para ex alumnas Hijas de María y señoras, en 1911, 1919, 1923 (más de 300 asistentes), 1926. Dirigió la Asociación de Hijas de María de La Asunción, entre 1925 y 1927. Promovió las Marías de los Sagrarios especialmente en 1925 entre las antiguas alumnas y otras señoras. Por su parte, el P. Valentín Sánchez: Dirigió Ejercicios Espirituales en cuaresma para ex alumnas Hijas de María y señoras, en 1929. Fue confesor de la comunidad de religiosas de La Asunción en 1929. Predicaba y confesaba en el Colegio de Santa Isabel – La Asunción desde 1928.

Dicho sea de paso, el pbro. José Cicuéndez, quien tenía una academia y empleó a Escrivá (que luego montaría su propia academia), fue Capellán del Colegio, entre 1910 y 1931… No es poco tiempo.

José María transitaba por donde sus benefactores habían estado antes.

[2] A José María Rubio lo hicieron desaparecer de la monumental biografía de Vázquez de Prada, la de tres tomos que es equivalente a la Positio canonizada. Pero había aparecido, se ve que por descuido, en la primera biografía (El Fundador del Opus Dei, Rialp, 1983, pp. 105-106). También había sido mencionado en los Apuntes de Salvador Bernal.

Más adelante, Álvaro del Portillo habrá visto que “no convenía” mencionar siquiera al P. Rubio... Y por tanto, se lo eliminó de la historia canonizada en la Positio. ¿Es notable, no? Pero no es la primera vez que sucede algo así, al no poder hacer compatibles las piezas del puzle con el nuevo relato que estaban inventando, tuvieron que arrojar al cesto de los desperdicios algunas piezas clave…

Otro ejemplo paralelo al del P. Rubio, son las ya mencionadas hermanas Zabaleta quienes dieron su testimonio en 1975 para incluir en el Proceso. Aparecen en la primera biografía, provisional, sobre Escrivá: los Apuntes de Salvador Bernal. Sin embargo, más adelante los prelaticios vieron que tampoco “convenía” que apareciera su testimonio porque mostraba al P. Rubio junto a Escrivá en los años exactos que envolvían a la Fundación: 1927-1929… Decidieron borrarlo de las biografías que estaban fabricando… Y algo similar ocurrió con san Manuel González. Dos santos que influyeron en el Escrivá Fundador, y que resultaron incómodos para el Proceso…

[3] Sobre El Liberal, los jesuitas, y también sobre el carácter del Fundador, es simpático este Apunte de 1932 que no han sacado a la luz:

n. 577 Al levantarme esta mañana, me dice llena de indignación mi madre que han anunciado anoche por radio la disolución de la Compañía de Jesús. Fiat. Cuando iba a decir mi Misa, en un 48, vi a dos carteros, uno de ellos con “El Liberal” en la mano, hablando regocijadamente con el conductor del tranvía. Supuse, al momento, que hablaban de los jesuitas. El cuerpo me pedía pelea… Salí a la plataforma y…. la armé. Pude darme cuenta del odio, de las infamias y tinieblas que han metido en el corazón y en la inteligencia del pueblo esas campañas escritas y habladas pornográfico-anticlericales. Tanta tiniebla, tanta infamia y tanto odio que les parece justa y noble la injusticia y la indignidad. (24-I-1932)

[4] Esto es una broma que apunta a mostrar qué fácil sería tener un texto de 1929 y hacerle incisos y añadidos y transformarlo en otra cosa… “Anotaciones marginales” dirán los prelaticios, cuando lentamente empiezan a confesar las falsificaciones de Escrivá sobre los documentos originales. Y Portillo lo encubrió. Lo que hice sobre el fragmento de La Lectura Dominical de 1929 parece infantil y de broma. Pero fue análogo a lo que hicieron los prelaticios. Y es algo muy serio y grave.