Puesta a punto de la serie.


Escrivá en sus años fundacionales

 

Comencemos esta puesta a punto post Navidad y Año Nuevo.

Ya hemos avanzado con el P. Sánchez y don Norberto y con san José María Rubio y san Manuel González.

De todas formas, todavía nos ha faltado bastante contexto para situarnos en mi modo de ver a Escrivá en sus años fundacionales. En concreto, los primeros capítulos que no he compartido se titulan:

Capítulo #1: Escrivá quería fundar.
Capítulo #2: Escrivá necesitaba fundar.
Capítulo #3: En 1928 no había fundado nada.

El 30 de septiembre de 1928, José María Escrivá acudió a sus ejercicios espirituales (curso de retiro), en medio de sus continuas dudas y crisis de vocación. Como he mencionado, asistió obligado (cfr. página 9 de esta entrega). En efecto, entonces el Fundador era un sacerdote de mínimos. El requisito para los sacerdotes era ejercitarse, al menos, cada tres años. Nuestro Padre acudió, por tanto, forzado por el Código de Derecho Canónico de 1917, entiendo que incluso seis meses pasado de plazo...

Que Escrivá entonces no hiciera ejercicios espirituales es consistente con mi hipótesis de que estaba en una sima, en un pozo.

¿Puede llegar a ser que ese de 1928 fuera su primer curso de retiro siendo sacerdote? Y, parecería que sí, porque no hay constancia que haya entrado en ejercicios como sacerdote ni en 1925, ni en 1926, ni en 1927. Y tampoco parecería haberlos realizado ni en 1929, ni 1930, ni 1931… De existir alguno de ellos, sería muy interesante conocer dónde lo hizo, bajo qué dirección (¿claretianos?), qué propósitos sacó, etc. En particular, entre los de octubre de 1928 y los de octubre de 1932 transcurren más de 3 años, por lo que tal vez falten unos ejercicios allí. O bien se retiraba a ejercicios más bien poco, o por algún motivo los han ocultado.

Los ejercicios de 1925 habían sido los obligatorios previos a la ordenación sacerdotal, que los realizó siendo todavía diácono. No tengo más datos, pero doy por bueno que los hizo, porque entonces estaba sujeto a la disciplina del Seminario, y no podía no realizarlos.

Pero el resto, una vez que salió del seminario y estuvo a las buenas de Dios, ¿qué hizo?

El tema de los ejercicios espirituales personales del santo Fundador es muy confuso... De hecho, cuando años más adelante, ya en Madrid, solicita las cartas testimoniales a Zaragoza, hay dudas sobre si Escrivá hacía o no los ejercicios espirituales (cfr. nota 209 a Apunte n. 193, no liberado). Y después él dice -todo ufano- que los hacía de ocho días todos los años… Pero no era tan así, la verdad… Conociendo su historial, tal vez sea un poco exagerado cuando escribe en 1934 al Vicario de Madrid “todos los años, con un guion de mi Director, hago ocho días completos: el año último, en los P.P. Redentoristas de Manuel Silvela”. Parecería que a partir de 1932 Escrivá ya ingresa en un ritmo anual: hubo un cambio positivo. A lo mejor 1932 se pueda señalar como el final de la montaña rusa espiritual, las idas y vueltas, y ya encontremos a Escrivá comprometido al 100% con su sacerdocio, y con la Obra que le daría sentido.

Ya había adelantado mis dudas sobre los ejercicios espirituales del Fundador, en la Post Data 2 Escrivá como Terciario Carmelita: José María de San Simón de 2021 Sí, perdón por haber colocado un aspecto tan relevante en una PD2… qué le vamos a hacer. Y ahora que releí ese escrito me quedo muy contento de mí mismo (*se pone de pie y saluda a la audiencia imaginaria*), porque lo que escribí entonces la verdad es que estuvo más que acertado. Al releerlo, volví a aprender (tengo mala memoria). Me doy cuenta que estuvo muy apropiado porque está en la línea de lo que estoy compartiendo ahora, tres años más adelante. No podía ser de otra forma, porque todo esto está entrelazado y ensamblado y armonizado desde 2018 aprox. De todas formas, en esa colaboración de 2021 faltó decir explícitamente que don Norberto tenía el rol institucional de dirigir espiritualmente a todo aquel grupo. En este nuevo avance de colaboraciones en 2024, el papel de don Norberto como director espiritual ya fue mencionado (buscad “Preces” aquí y buscad “Carmen Cuervo” aquí). Por tanto, no era un sacerdote impertinente, ni entrometido, ni insolente al tomarse el tiempo de poner por escrito y entregarle al joven Escrivá unas notas para que lleve a su meditación personal durante los ejercicios. Era su trabajo. Director espiritual. Mientras que el Director externo, o Moderador, era el jesuita P. Sánchez. Al preparar y entregar esos materiales espirituales, don Norberto cumplía con su función[1]. Lo mismo debía hacer para Luis Gordon, también dirigido suyo. Así hay constancia de la entrega de estas notas preparatorias para que Escrivá aproveche sus ejercicios en concreto los de 1932 en el Apunte n. 1676, y para los de 1934 en el Apunte n. 1739 (esperemos que no los hayan manipulado…). Y probablemente le entregara otras notas para otros Ejercicios, todavía no revelados.

Cuando liberen los Apuntes, probablemente don Norberto sea el nombre que más aparezca. Mucho más, ciertamente que Álvaro Portillo, quien todavía no figura en este relato, ya que es una figura “tardía” que no participó en estos años fundacionales. Norberto ciertamente aparecerá en los Apuntes más que Luis Gordon, que José María Somoano, que Eijo y Garay, etc, etc.

Al releer esa colaboración de 2021 también caigo en la cuenta de que había utilizado (correctamente, a mi modo de ver) el recurso de presentar a don Norberto poniendo sobre antecedentes a otros sacerdotes sobre quién era el joven Escrivá. Es el párrafo que comienza: “Probablemente Norberto le explicaría con discreción al P. Narciso, en un momento a solas en Segovia antes de que Escrivá comenzara sus ejercicios, quién era ese joven sacerdote de la diócesis de Zaragoza, que ahora dejaba bajo su paternal guía. Le explicaría las zozobras que había enfrentado José María en su breve vida sacerdotal.” Pues bien, entiendo que Norberto hizo lo mismo al explicarle a su amigo y director espiritual san José María Rubio quién era José María y discutir entre los dos cómo ayudarlo mejor. Y lo mismo probablemente hiciera con san Manuel González. Y con el P. Sánchez. Y hablando con don Lino lo mismo: “¿cómo podemos ayudar más a José María? Porque necesita apoyo, espiritual, anímico y económico.” Y el bueno de Lino le prestaría 1.000 pesetas. Y le diría que todo iba a estar bien. Que rezarían para que se resolviera lo de las licencias ministeriales en Zaragoza, y el permiso de residencia en Madrid (eran trámites en dos curias diocesanas diferentes). Y así, más.

Dicho sea de paso, no estaría mal que la Obra liberara los Apuntes correspondientes a los ejercicios espirituales del santo. Para mí y para muchos sería el más puro alimento espiritual. Sería asomarnos, devota y respetuosamente, en la interioridad de uno de los santos más grandes de la historia de la Iglesia. Si bien en vida es lógico que ese material no se hubiera compartido, a tantos años de su muerte, y ya canonizado, no veo por qué privarnos de tanta gracias de Dios. Por ejemplo, los ejercicios espirituales de 1932, 1933, 1934 y 1935 dicen que cubren casi 200 puntos extensos, correspondientes a 162 páginas de los Apuntes. Han liberado algunos fragmentos, pero es ínfimo y absolutamente insuficiente.

Por tanto, afirmo que los ejercicios de 1928 donde se decidió a fundar probablemente fueran sus primeros ejercicios espirituales como sacerdote. No es poca cosa… Y los segundo en 1932 los del punto final a tantas dudas, y su renovación espiritual y su focalización en avanzar con su sacerdocio, no en su diócesis bajo la guía de su Obispo, sino con una nueva y personal Fundación.

Recordemos que en octubre de 1928 había mucho en juego (cfr página 2 de este escrito). Dos caminos. Desde hacía un tiempo, Escrivá estaba estudiando qué fundar (Capítulo #1), y tomaba notas para eso. Y, además, necesitaba fundar (Capítulo #2), para mantenerse en su sacerdocio, diré yo.

Don Norberto Rodríguez desempeñará algún papel relevante en los ejercicios de Escrivá (está documentado en 1932, y en 1934). Es válido preguntarnos, ¿desempeñó un papel para que el joven sacerdote realizara los ejercicios de 1928? Probablemente.

El Escrivá de entonces, según mi relato, no era especialmente piadoso, y esto de no realizar ejercicios espirituales anuales no hace más que confirmarlo. Además, sabemos que estaba mirando de reojo al mundo, y, según mi visión, con intenciones claras de dejar el ministerio. Fue a ejercitarse en 1928 porque no tenía más remedio. Y ahí se produjo el milagro. La “resurrección”, en mi relato. El compromiso de fundar algo, que comenzó en ese escritorio con un sencillo organizar y numerar unos papeles que tenían ideas sueltas sobre una posible fundación. Estoy convencido que el milagro del relato canonizado no fue cierto: no hubo entonces una visión del plan que tenía Dios trazado desde antiguo para la Humanidad, abriendo los caminos divinos en la tierra que estaban cerrados para los seglares en las ocupaciones cotidianas, encontrando a Jesús en medio del mundo mediante su trabajo profesional santificado y santificante…

Los ejercicios espirituales frecuentes era una práctica muy recomendada, no solo para sacerdotes, sino también para seglares. De hecho, en diciembre de 1929 se publicó la Carta Encíclica de Pío XI Acerca de cómo se debe promover cada vez más el uso de los ejercicios espirituales. Sería particularmente incómodo que el Fundador no hubiera seguido las sugerencias del Papa con fidelidad ejemplar. O.C.P.a.I.p.M.

Por contraste, otros sacerdotes cercanos a Escrivá sí hacían ejercicios con más frecuencia. Es el caso de Lino Vea-Murguía, de la edad de nuestro José María, quien realizó ejercicios en 1928, 1929, 1930, 1932, 1933, 1934 y 1935.

Y así estamos. Con Escrivá trabajando con las Damas Apostólicas, de las cuales san José María Rubio era el Director. Y donde san Manuel González acudía con cierta frecuencia, para tratar con el P. Rubio las fundaciones que dirigían en conjunto. Y también para confesar en el Patronato a los niños de las escuelas de las Apostólicas del Sagrado Corazón. Y con don Norberto también por allí, ese que dio calor a la vocación de Escrivá en Madrid (y también calor de hogar, porque lo recibía en su casa, con mucha frecuencia).

Y vimos que san Manuel González era un especialista en resucitar sacerdotes.

Y uno de sus métodos era justamente el del CURA FUNDADOR.

Y don Manuel conoció a José María varios años antes de lo que la Prelatura ha querido afirmar. Por lo pronto, se conocían desde 1929, en el Patronato de Enfermos (los “35 botones”), donde José María era capellán. Y probablemente se conocieran desde antes de la fundación, desde 1927.

Recordemos que José María está viendo qué fundar. Para eso, ha ido recogiendo fichas, octavillas, cuartillas con proyectos. Se estaba preparando para iniciar su fundación. Para ser un cura fundador, pese a que después afirmara que nunca quiso fundar, pero eso es mentira. Quería y necesitaba fundar. Estaba viendo cómo implementar en España alguna obra novedosa de otros países; en concreto, relacionadas con lo que se llamaba apostolado social católico. Se fijó entre otros en la Compañía de San Pablo: Los Paulinos del Cardenal Ferrari, de Milán (cfr. Cap #17). Así, fue acumulando notas.

Con ese material, acude a su primer curso de retiro, después de años de no hacerlos… Y así llegamos a ese escritorio en el convento de los Paúles. Se presentaban dos caminos. Y Escrivá se decidió a seguir siendo sacerdote, mediante una fundación. Eso fue el 2 de octubre. Recordemos el Texto Camaleónico. En la versión original, sin falsificar, aquel día Escrivá simplemente “ordenó papeles”. Recordemos, porque es muy importante, que la frase ese día el Señor fundó su Obra, o recibí la iluminación sobre toda la Obra, son falsificaciones posteriores, de 1968, sobre un manuscrito de 1931. El 2 de octubre de 1928 Escrivá simplemente recopiló con alguna unidad las notas sueltas, que hasta entonces venía tomando. Simplemente eso. Numeró las fichas. Correlativamente. Ordenó papeles. Allí no había nada fundado. El relato es una fabricación, décadas más tarde. Cada vez que vuelvo a leer esto me recorre un escalofrío por la espalda, pensando cómo nos han engañado durante décadas. Y que el Fundador y Portillo se fueron a la tumba con esos secretos. Con las manos manchadas de la tinta empleada es esas falsificaciones.

En ese curso de retiro clave, el Fundador dijo SÍ. Adelante. Voy a permanecer en el sacerdocio, no en mi sueño de ser cónsul, y voy a avanzar por este camino, aunque se presente arduo y sacrificado, y aunque no sepa cómo mantener a los míos y permanezca zumbando la tentación de vender coches importados en Barcelona (cfr. Capítulo #5 Francisco Moreno Monforte). Decidió mantenerse en su sacerdocio y volcar sus energías en una fundación, a la que (según mi visión) algunos sacerdotes lo estaban impulsando (Capítulo #2, Escrivá necesitaba fundar).

En el Capítulo #12.1 veremos la afirmación de Escrivá que ese 2 de octubre (a) no fue él quien fundó, sino que fue Jesús mismo, y (b) que sucedió durante la misa. Así, el capítulo se titula: Jesús fundó la Obra, y lo hizo durante la Misa (cfr. Crónica, febrero 1969, p.114). Pero ahora sabemos que era mentira que fundó durante la misa, sino que “fundó” sentado en el escritorio de su celda del convento. Y por tanto nos hace sospechar que no fue Jesús quien fundó, sino a lo mejor fue menos sobrenatural y el que fundó era Escrivá, o a lo mejor no había nada fundado entonces. Por el momento, Escrivá ordenó papeles, eso es seguro.

Y aquel día, el Escrivá comenzó a numerar esas fichas. A ver por dónde empezar. A descartar algunas, a priorizar otras.

Le mostró esas fichas a don Norberto y a quien fuera entonces su director espiritual. Se las dio a leer a otros sacerdotes. También le mostró el paquete a José Romeo (en 1929).

Es notable y no lo había visto hasta hace poco [los textos e idas anteriores eran de 2017/2018]. Ahora [2024] me doy cuenta que son siempre las mismas cuartillas. Siempre el mismo paquete de octavillas. Esas que venía recopilando, incluso con recortes del periódico, en 1927 y a lo mejor antes. Esas que en 1928 estaban sobre el escritorio en el convento de los Paúles. Esas que empezó a ordenar y numerar un 2 de octubre. Esas que le mostró a José Romeo en junio de 1929 en el Patronato. Esas que trabajó con don Norberto y con Pepe Romeo, preparando el paquete para presentar al P. Sánchez en 1930. Esas fichas que el jesuita estudió durante dos semanas antes de aceptar ser Nuestro Director. Esas cuartillas fueron las que poco a poco pudo ir transcribiendo de forma ordenada en sus cuadernos Gran Jefe de tapas de hule. El proyecto, inconexo, de una (o en realidad muchas) instituciones.

Ese paquete fue creciendo poco a poco, y transformándose: cobrando vida. Participaron muchos en su organización, en su armado, en el diseño. Era un proyecto conjunto.

No eran notas espirituales del Fundador, que por un comprensible pudor no iba poniendo en manos de Norberto, de Pepe, del jesuita P. Sánchez. Aparte llevaría su diario íntimo, probablemente al igual que su hermana Carmen. Pero no hay que mezclar ese diario del alma con las otras notas sobre el proyecto de institución, que venía desarrollando desde hacía unos años, porque quería hacer algo grande. (En algún momento, en sus Cuadernos empieza a mezclar su vida interior con los Reglamentos de la Obra, pero durante ciertos períodos mantuvo bien clara la distinción entre ambos ámbitos, lo que es lógico).

El P. Sánchez, para ser Director de la Obra tendría que estudiar la documentación, los cientos de cuartillas. El tal estudio no era necesario si el pedido fuera para ser el confesor de Escrivá, por más compleja que fuera esa alma, y por más fundador que fuera (porque había muchos fundadores pululando por entonces, no era algo especial ni inaudito). Un ejemplo nos servirá para entendernos. El personaje, Escrivá, se mantiene constante, para que las dos situaciones sean perfectamente comparables en todo lo demás. Lo único que cambiaremos es el presbítero confesor. Cuando nuestro Padre rompió relaciones con el P. Sánchez en 1940, solicitó a José María García Lahiguera que fuera su confesor. Testimonia Mons. García Lahiguera sobre su relación con Escrivá: “(…) no volvimos a vernos hasta [1940], en que él vino al seminario a pedirme si podía ser su confesor. Y yo le contesté: "Muy bien: confieso a tantos..." Y fui su confesor hasta [1944], cuando se ordenaron los tres primeros sacerdotes de la Obra (…).” Esta forma de proceder parece más razonable. Para ser confesor no hay necesidad de estudiar documentación. Analizar un paquete con más de 200 fichas, algunas disparatadas, sobre un proyecto apostólico. No es así como se consigue un confesor. Entiendo que es más sencillo decir: “confieso a muchas personas, no me cambia nada uno más”. En 1940, para pedirle a García Lahiguera que lo confesara, Escrivá no puso en sus manos el Códex del Opus Dei, ese que tenía ya redactado (que era la evolución de las cuartillas de 1930). En cambio, y este es el punto, sí hubiera tenido que poner en sus manos el Códex si quería que García Lahiguera fuera el Director de la Obra, como lo había sido antes el P. Valentín Sánchez. Queda pues “demostrado”, de una forma diferente a la que habíamos empleado antes, que una cosa es ser confesor y otra Director de la Obra.

El punto clave es el paquete, presente en un caso y no en el otro.

Así, además de Norberto, Pepe y el P. Sánchez, Escrivá le mostró su dichoso paquete con el proyecto de fundación a otras personas. Y empiezan a surgir nombres que deberían ser notables en nuestra historia, y casi ni aparecen en la Positio ni en Vázquez de Prada. Por ejemplo, don Ángel del Barrio y el Siervo de Dios Blas Carda (capítulo #32.1), por un lado, y los PP de la Sagrada Familia, Luis Tallada y Pedro Siguán, por otro (capítulo #32.2). Y ellos (algunos también eran fundadores) estuvieron dando feedback al joven Escrivá, ya desde 1928... a pesar que al reinventar su historia en los años 60 afirmara que nunca había querido ser fundador de nada y lo que estaba haciendo era buscar alguna institución para pitar como el último de la fila…

Considero que ese paquete en desarrollo no tenía un carisma claro, a decir verdad. Era un conjunto de notas dispares, sin mayor orden ni concierto. Un cajón de sastre. Necesitaban de una organización, de una moderación, de una dirección, que Escrivá buscó justamente en el P. Valentín Sánchez. Y todo esto nos ayuda a entender por qué, 100 años más adelante, seguimos sin saber cuál es el carisma del Opus Dei. Qué somos. Y eso nos sucede incluso a personas con décadas dentro de la Institución. No terminamos de entender dónde estamos o dónde estuvimos, o quién fue Escrivá. (¿Alguien sabe qué es el Opus Dei?, Satur, 2004).

El carisma podría ser encontrar a Jesús en lo cotidiano, en el trabajo de todos los días. O que el trabajo es el quicio y la infancia espiritual el fundamento, ¿o era la filiación divina? En cualquier caso, se hace difícil santificar lo ordinario porque, me parece, la forma de encontrar al Señor no debería ser como los fariseos: estando atiborrados de normas diarias, semanales, mensuales, anuales, de siempre. Y fiestas, que si la Invención o que si la Exaltación, y el beso a la de palo, y festejar el pitaje del Padre, la comunión de nuestro Padre, algo de la Abuela y sus crespillos, y el 2 de mayo con la dedicación de la iglesia prelaticia, y que las fiestas A, B, C o D, y si se usa o no cilicio ese día aunque haya que dar un círculo, o si celebramos el milagro de la “curación” de nuestro Padre todos los 27 de abril, o la Beata Guadalupe como fiesta C, o la appositio manuum, o meditar sobre la Unidad con san Severino, y que el Memorare, que si el sacerdote dignior nos bendice junto al Nacimiento con el Niño, que el Quicumque o los Triumpoerorums, o Salmos II, Trisagio, que si Velas, Novenas, Triduos, Octavarios, siete Domingos, etc, y así el De spiritu et de piis servandis consuetudinibus, que no se sabe a qué carisma apunta, por más que Escrivá afirme ahí mismo que es un espíritu que el Señor quiso para el Opus Dei. Aquello es desbordante. No siento que haya un perfil espiritual claro, porque lo que hizo Escrivá en realidad fue adaptar los métodos de los religiosos, tanto de manuales para sacerdotales (de Pierre Chaignon, jesuita francés), como instrucciones (¡atención!) para la educación de las novicias carmelitas descalzas en todos los conventos de la religión. Sólo en los cursos anuales o convivencias de supernumerarios es más o menos factible vivir el plan de vida, porque es un Frankenstein que no se adapta a la vida de un fiel laico común y corriente, uno más entre sus iguales... ¿Y qué más del carisma? Aquello de ocupar los cargos oficiales en la administración pública (incluyendo, cónsules y auxiliares administrativos…). O después lo del carisma del apostolado con intelectuales. O más adelante con los niños de clubs juveniles y colegios. Y ahora insisten con apostolado de la familia, y me tengo que capacitar en eso..., y dar consejos a matrimonios (a lo mejor incluso comparto algo que escribí sobre el “punto G”, sí ese punto tan esquivo, dicen…). O si el carisma era el cuidado de las cosas pequeñas. O si el carisma esta resumido en la triple jaculatoria Regnare Christum Volumus, Deo Omnis Gloria o el OcPaIpM[2].

A lo mejor nuestro carisma es lo que pidió el Papa Francisco a don Fernando en su primera audiencia de 3 de marzo de 2017: priorizar una periferia concreta: las clases medias y el mundo profesional, que están alejados de Dios. Y si fuera dedicarnos a evangelizar el mundo de la cultura, de las artes, de la moda, como quiso en su momento Echevarría, pues eso sería nuestro carisma. O si las instituciones educativas en barrios carenciados, dispensarios médicos, y cosas del estilo que nos lavan la cara, porque a partir de 2002 se había insistido en eso, en que el OD nació entre los pobres de Madrid, y ahí fueron muchos a trabajar en esos ambientes, viendo qué hacer, porque la verdad que no era lo propio nuestro.

Ciertamente, se torna muy elusivo el carisma de la institución. Y yo creo que es porque nunca lo hubo. Y por eso es que no pueden liberar los Apuntes fundacionales, porque al leer las fuentes primarias quedaría patente lo que fue ese cajón de sastre. Apreciaríamos, atónitos, aquellos esquemas, cuadros sinópticos, e intentos por delimitar los campos de acción. Tarea difícil, para la que necesitaron la Dirección del P. Sánchez…

Y así estamos. Sin que exista un carisma claro en el origen de la Fundación. Con Escrivá viendo qué hacer. Y así seguimos llegando ya al Centenario. A la deriva, sin rumbo claro, sin un camino despejado. Y lo peor: sin poder volver a nuestros orígenes, porque conocer aquello es más problemático aún

Ya hemos visto quién era san Manuel González, cuáles eran sus pasiones y desvelos. Y vimos el papel, para mí indudable, qué tuvo un equipo de presbítero mayores y santos (¡literalmente!) qué trabajaron en la resurrección de Escrivá. Resurrección esta mediante la focalización de sus fuerzas en una nueva fundación: el remedio del cura fundador.

Probablemente Escrivá se hayan distanciado del santo Obispo de Málaga a causa de las oposiciones para auxiliar administrativo... Pero no tanto por san Manuel González, que conocía de pecados y debilidades de otros sacerdotes jóvenes, y que habría tratado ya en su diócesis, ya en su amplia labor de dirección espiritual con presbíteros apagados por toda España. El distanciamiento, creo yo, fue más bien porque Escrivá se sentía sucio y le costaba volver. Natural. Si volvéis a leer lo de auxiliar administrativo también os daría vergüenza. A lo mejor veía su “recaída” como una traición a don Manuel y a los otros sacerdotes que lo habían ayudado.

A lo mejor el punto de quiebre positivo en la resurrección de José María fueron aquellos ejercicios espirituales de octubre 1932, a los que lo llevó don Norberto, y que realizó en el Convento-Noviciado de los Carmelitas Descalzos de Segovia, estrenando su vocación divina como Terciario (sí, es aquella larga Post Data número 2).

En cualquier caso, ya reconvertido y funcional, José María volvió, en mayo de 1933, con el santo Obispo, Mons. González. Éste lo reconfortó y lo fortaleció. Ad robur, ad robur!, por dos veces, con una bendición con la mano apoyada sobre la cabeza de Escrivá, a quien me imagino de rodillas, casi como penitente.

Habíamos llegado a la figura luminosa de san Manuel González en medio del relato sobre san José María Rubio. Ambos santos fueron extirpados de la biografía presentada para canonizar a Escrivá. Sobre la ausencia de Mons. González, Jaume había escrito, y estoy de acuerdo, “no es un olvido, es una extirpación sistemática, como si se tratara de la lucha del cirujano contra las metástasis que amenazan extenderse comprometiendo la vida del enfermo de cáncer. Se nota que el peligro que sentía la Prelatura era tan intenso que no estaban dispuestos a darse tregua hasta conjurarlo total y definitivamente, cosa que les ha fallado”.

En la próxima entrega volveremos, pues, con las Damas Apostólicas, con el Director san José María Rubio, y con los dos capellanes: don Norberto Rodríguez, sacerdote mayor, sabio y con fama de santo y de buen director espiritual, quien hacía años que trabajaba con san José María Rubio (quien además era su director espiritual), y el joven sacerdote, el otro José María, “escapado” de Zaragoza, y buscando otros horizontes vitales (y económicos) en la capital.

Presentación de la serie



[1] En diversos sitios he dicho que don Norberto sostenía al joven José María anímica, espiritual y económicamente (ya adelantado en una frase en 2021). Y ¾ de lo mismo don Lino ayudaba a José María. Pues bien, lo de apoyo espiritual es también por este rol institucional, y la ayuda que le prestaba para que aprovechara los ejercicios espirituales. Lo económico va por otro carril. Y lo anímico es clarísimo, y además lo recibía en su casa en Viriato, y la madre de Norberto les preparaba pasteles, y así lo apoyaba después de una jornada laboral agotadora, y cuando todavía tenían que seguir planificando la Obra (aquello de los esquemas, diagramas, cuadros sinópticos, etc). Todo, a la lumbre del hogar de los Rodríguez.

[2] De las 3 jaculatorias se utilizaron solo 2, como lemas episcopales de los Prelados.

Don Álvaro puso en su escudo Regnare Christum Volumus, mientras que don Javier utilizó el Deo Omnis Gloria.

Es divertido y triste a la vez que en la historia de la Obra no se haya logrado llegar a la tercera. En efecto, Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam hubiera sido el lema episcopal de don Fernando (a lo mejor abreviado a Omnes cum Petro). Pero no fue ordenado “Obispo Prelado del Opus Dei”. ¿O eso estaba mal dicho?, y era Obispo de Vita el uno, y de Cilibia el otro, además Prelados del Opus Dei. Es que me confundo y no termino de aclararme, como la Inocente Obdulia. Gervasio, ya había explicado esto de los obispos titulares o vergonzantes y el problema de disfrazarse dentro de casa con vestiduras ajenas.

Así que de momento no se utilizará el tercer lema porque después del Motu Proprio Ad charisma tuendum (2022) el Prelado ya no puede ser consagrado Obispo.

De todas formas, la historia de la Iglesia es larga... Y lo que un Papa decretó de motu propio otro lo podrá revertir... Y a lo mejor en unas pocas décadas, si el Opus Dei sigue existiendo (lo que supongo que sucederá, aunque reformado), los Prelados podrán volver a ser Obispos de alguna diócesis extinta. Ley de vida es que las cosas cambien. De manera análoga, en 1982 se pensaba que la solución jurídica era DEFINITIVA… y no lo fue. (¿O era definitiva la aprobación de 1950?, me sigo confundiendo, y no es broma). Así que ni definitivas fueron las aprobaciones de 1950, ni de 1982, ni probablemente las reformas de Francisco. Probablemente se modificarán las disposiciones del jesuita argentino, ahora felizmente reinante en el trono de Pedro, quien gobierna como monarca a base motus proprios y decisiones directas suyas, y por tanto inapelables (por eso de monarca absoluto, que es algo que vive con mucha fuerza, pese a lo que diga de la sinodalidad y escuchas---).

Así que, si el Opus Dei sobrevive a los embates de estos años (que lo hará), a lo mejor tenemos un Prelado que pueda lucir el Omnes cum Petro, cuando reine un nuevo Pedro. Y quién sabe (deliro ya) si dentro de dos siglos no habrá un Papa del Opus Dei. Al igual que para los cristianos que vivieron entre 1773 y 1814…, parecía imposible un papa jesuita… pues lo mismo con un Papa prelaticio visto desde hoy en día. Ya veremos desde el más allá que sucede en los próximos dos siglos...

Así que nada, supongo que ya llegará el Prelado del Opus Dei que sea nombrado Obispo y utilice como lema episcopal un significativo: Omnes cum Petro…