Un
adelanto del Capítulo #28. San José María Rubio. “El Apóstol de Madrid” (Parte
A).
Ya
he mencionado en un par de sitios al jesuita P. Rubio. Casi ninguno en el Opus
Dei hemos escuchamos su nombre. Y fue alguien muy cercano a la fundación de la
Obra. A nivel de Iglesia, es una figura mucho más notoria que nuestro archiconocido
P. Sánchez, compañero en la casa profesa en Madrid. Por lo pronto, fue
canonizado: san José María Rubio, s.j. Por tanto,
amerita adelantar una presentación.
Son muchísimas
las personas que se han acercado a nuestras oficinas pidiendo ejemplares del
número anterior, en que se publicó el excelente retrato del P. Rubio.
Habiéndose agotado la edición y deseando satisfacer el indicado deseo, hemos
hecho una tirada aparte del retrato con el breve artículo necrológico que
dedicamos al inolvidable [salvo para los prelaticios que lo olvidaron en las hagiografías del
Fundador] Religioso de la Compañía de Jesús. La edición se ha hecho en una hoja de
cartulina, que se vende en nuestra administración al precio de 50 céntimos el
ejemplar.
¿Escrivá
tendría la suya? ¿Y la tía Carmen?
Entiendo
que para los miembros de la Obra de a pie, como yo, su nombre sea completamente
desconocido. Pero es una figura sumamente relevante. Basta mencionar que parece
ser ¡el primer jesuita no mártir canonizado desde la restauración del a
Compañía de Jesús (1814)! No es poco. Y convivió con nuestro Padre.
Es inadmisible que los prelaticios no le hayan
dado el lugar que tuvo en los años de la (supuesta) fundación de la Obra.
José
María Rubio fue una figura excepcionalísima. Coincidió en Madrid en los
años 20 con un José María Escrivá recién llegado. Contemporáneos. Y no solo
eso. No solo coincidió en la Villa y Corte, sino que ¡el P. Rubio era el Director de las Damas Apostólicas! Aquellas de las que otro
José María, mucho más joven, fue el capellán de su Patronato de Enfermos: de la
iglesia pública, oficiando bendiciones, confesando a los niños de las escuelas,
etc. En simultáneo. En la misma institución fundada por doña Luz Rodríguez
Casanova.
Un
José María Director. Otro José María capellán (pero no
de las Damas en sí, sino de alguna de sus labores).
Es
más, nuestro bueno de don Norberto había trabajado muchos años con José María
antes de conocer al joven José María llegado, en circunstancias confusas, desde
Zaragoza.
Es
realmente una pena, y habla mucho de quién era Escrivá, que NUNCA mencionara a
san José María Rubio. Que no contara anécdotas de su trato, lo que hubiera
aprendido de él, en piedad, en servicio a los pobres, en amor al sacramento de
la confesión, etc. Ni una palabra. Es como si no hubiera existido…
¿Y
por qué sanjosemaría y los suyos ni siquiera
mencionan a tan insigne jesuita? Mi hipótesis (todavía sin demostrar) es que
tuvo influencia en los comienzos de la fundación del Opus Dei… De una Obra de
Dios que no es la que conocemos hoy, sino aquel proyecto que un joven sacerdote
quiso sacar adelante, animado por sacerdotes piadosos, para que no abandonara
su sacerdocio.
El recuerdo de San José María Rubio le evocaría a sanjosemaría
(el personaje que quería alcanzar los altares), quién había sido el verdadero
Escrivá en 1927-1930. Y eso debería
quedar en el más absoluto olvido, en una confusión de papeles quemados y de
medias verdades. Para eso, destruyó
documentación. Reinventó la historia. Eliminó personajes, refiguró a otros.
Inventó sucesos. Ocultó otros. Y san José María Rubio desapareció de la
historia porque el Escrivá que ese santo jesuita conoció, el llegado de Zaragoza,
era diferente al sanjosemaría que los prelaticios fabricaron
para canonizar.
Escrivá
estaba en cierta medida bajo su dirección. El joven José María era empleado de
las Damas Apostólicas, dirigidas por el P. Rubio. Lo natural hubiera sido que doña
Luz hablara con su Director (y capellán de la
Comunidad) sobre la contratación de José María Escrivá para atender la iglesia
del Patronato de Enfermos (una de las labores, entre otras, que tenían las
Damas). Y así conseguir brazos para ayudar a don Norberto, porque el trabajo en
el Patronato era ingente. Al jesuita José María le habrá parecido bien. Y el
joven José María se pondría muy contento de poder interactuar con un sacerdote
que era realmente una figura en aquel entonces. Famoso. Venerado como santo en
vida.
Incluso
doña Dolores querría conocerlo. Llegó a Madrid en noviembre de 1927, cinco
meses después que su hijo comenzara a trabajar para doña Luz. A lo mejor,
asistiría a la misa celebrada por su hijo en la iglesia del Patronato, si no
diaria, al menos dominical. Acudiría a algún sermón del P. Rubio, no creo que a ejercicios espirituales para señoras, pero ¿quién
sabe? A lo mejor iba a una parroquia, pero no hay que descartar que se sintiera
más cómoda, más en casa, en la iglesia del Patronato, donde su hijo era uno de
los capellanes. Y eventualmente se confesaría o con don Norberto, o con el P.
Rubio, o con Mons. González, que todos confesaban allí. O simplemente podría
saludarlo a través de la cercanía que le proporcionaba su hijo José María en
algún evento, festival, bingo, etc., que organizaban las Apostólicas, ya para
recaudación de fondos con damas de clase alta, ya para festejar a los niños que
tomaban la comunión, a las madres que habían dado a luz, o una comida para
pobres, que había de todo en el complejo recién inaugurado de las activas
Apostólicas. En cualquier caso, doña Dolores querría
conocer y probablemente lo haya hecho, al santo jesuita. Tristemente,
cuando la familia Escrivá-Albás se mudó a vivir
directamente en el Patronato de Enfermos, el P. Rubio ya había fallecido. De
todas formas, coincidieron durante 18 meses, lo que no es poco tiempo, y en
concreto, durante dos Semanas Santas, lo que es relevante, por la predicación tan vibrante del Apóstol de Madrid en
la iglesia del Patronato.
A
veces, Escrivá tenía que sustituir a Rubio. No se verían diariamente, pero el
trato entre el sacerdote director y el capellán sería frecuente. Así,
probablemente sustituyendo alguna vez al P. Rubio, José María comenzó a tratar
y generar un vínculo (espiritual) muy íntimo con Mercedes Reyna, una de las
damas apostólicas. La relación entre José María y Mercedes parece que fue muy
intensa. Llamativa. Habrá que estudiarla mejor cuando liberen los Apuntes, pero
santa Merceditas marcó profundamente al Fundador en los años
iniciales… Lo notable, para esta sección del relato es que el P. Rubio era el
director espiritual de Mercedes Reyna, incluso antes de que se uniera a las
Damas Apostólicas… El vínculo entre Mercedes y san José María y entre Mercedes
y sanjosemaría, podría ser una aplicación de la ley
transitiva. Es imposible, también por aquí, que nuestro Padre no se haya
beneficiado del Apóstol de Madrid, el famoso santo jesuita. Dicen los prelaticios que Escrivá fue quien asistió
espiritualmente a Mercedes Reyna en los últimos momentos. Aunque no habría que
descartar que también estuviera junto a su lecho de muerte el P. Rubio, como
correspondería, ya que era el director espiritual de la religiosa moribunda, y
capellán de toda la comunidad (que Escrivá no lo era). Evidentemente, los dos
presbíteros habrán interactuado junto al lecho de muerte, durante la agonía, o cuando
el jesuita arribó a la casa de las Apostólicas apenas después del desenlace y
el santo tránsito de santa Merceditas. Un atribulado Escrivá pasaría su
rosario por las manos de la difunta, y eventualmente recortaría algún fragmento
del hábito, como reliquia.
En
cualquier caso, al día siguiente, jueves 24 de enero de 1929, el funeral lo
presidió José María Rubio, por ser su director espiritual y Director
de las Apostólicas. Escrivá a lo mejor hizo de asistente o monaguillo del
jesuita, si es que estaba con suficiente presencia de ánimo y entereza. (¿Cómo
es posible que Escrivá mencione tantísimas veces, y en tonos tan dramáticos e
íntimos, a Mercedes Reyna en sus Apuntes y ni una sola vez mencione al que
sería san José María Rubio? Es tremendamente llamativo.)
(Sería
útil saber si se han conservado los borradores de la Biografía sobre Mercedes
Reyna que escribió el joven José María Escrivá… Y ver también allí si hay
alguna mención al P. Rubio y en qué contexto. Además, sería bonito ver a un
futuro santo escribiendo la vida de una monja a la que tenía por santa y a
quien le tenía tantísima devoción. No sé si los prelaticios pudieron recuperar
esos papeles de la familia Reyna. Además, bien haría la Prelatura en liberar el
Apunte n. 178 donde relata todos los milagros que le atribuye a Mercedes[1]).
Algunas
religiosas se confesaban con Escrivá cuando Rubio no estaba disponible. Y así
lo testimoniaron. Pero no se incluyó el testimonio en la Positio, para
no mostrar este dato notable: que Escrivá hubiera estado confesando “a la par”,
o mejor dicho “a la sombra”, de san José María Rubio. (No podemos descartar que
hubiera algún conflicto, por la intromisión del capellán del Patronato en la
dirección espiritual de las Damas Apostólicas, tarea que no le correspondía).
En
concreto, hay un testimonio de Emilia Zabaleta que por la fecha (agosto de 1975)
parece evidente que fue recogido para el proceso de canonización. Y, sin
embargo, parece que no se utilizó, si bien era de una testigo
presencial de aquellos años iniciales… No encuentro en la Positio
mención a ninguna Zabaleta, como tampoco hay mención a la relación entre
Escrivá y san José María Rubio: el gran apóstol de Madrid de los años 20, el
impulsor y director de tantas fundaciones y empresas apostólicas, en una de las
cuales trabajaba Escrivá cuando se decidió a fundar su propia obra
apostólica...
«En 1927, tenía yo unos 25 años, me confesaba con el P.
Rubio, S.J., Director del Patronato de Enfermos que
llevaban las Damas Apostólicas. […] Me parece que mi hermana María Luisa,
cuando no estaba el P. Rubio, se confesaba con don Josemaría y me comentó, en
alguna ocasión, cómo le había impresionado su humildad: cuando le consultaba
algún asunto que pudiera relacionarse con el Patronato, le contestaba siempre
que le orientaría mejor el Director del Patronato [San
José María Rubio]» (Emilia Zabaleta Corta, Testimonio, Las Palmas 19-VIII-1975,
citado en Ed C-H Camino, de Pedro Rodríguez, p. 27, nota 38).
Por
tanto, tenemos a José María Rubio y José María Escrivá a la par. Bueno, el
joven Escrivá en realidad varios escalones por debajo en aquel entonces: por
edad, por fama, no digo por vida interior o labor apostólica, o por fe,
esperanza y caridad, porque en principio los dos las vivieron en grado
heroico, porque son santos canonizados…
Insisto
con esto. El P. Rubio era famosísimo y estaba desbordado de trabajo. Norberto
trabajaba mucho, pero estaba también desbordado, y con la salud frágil.
Necesitaban un sacerdote joven para las funciones presbiterales más básicas
(oficiar una bendición, confesar cientos de niños, etc).
Y ahí contactaron al joven José María Escrivá, que se alojaba en la residencia
para sacerdotes, también propiedad de doña Luz Rodríguez Casanova… A Escrivá no lo contrataron para predicar, ya que en
realidad no podía… ya lo veremos en el Capítulo #21, sobre las famosas
licencias ministeriales… ¡Qué tema! Y, como todos los temas relevantes, Escrivá
primero, y sus prelaticios después, han ocultado, mentido, tergiversado…
No
me invento nada.
Así,
en el periódico La Época, del lunes 30 de mayo de 1927, vemos al padre
José María Rubio oficiando las tareas para las que inmediatamente después
contrataron a José María Escrivá (contrataron porque era un cargo
remunerado, que era lo que $anjosemaría necesitaba).
Es evidente que Escrivá sustituyó en algunas tareas, más “diarias” o
“sencillas” al P. Rubio en el Patronato de Enfermos, mientras que el jesuita
seguiría con su rol de Director de las Apostólicas,
pero no capellán de la Iglesia.
La Época, lunes de 30 de mayo de 1927.
Organizada por
el Patronato de Enfermos de la calle de Nicasio Gallego se celebrará mañana, de
tres a siete de la tarde, una función religiosa en la iglesia apostólica del
Sagrado Corazón, en honor de la Santísima Virgen María. Habrá solemne rosario
con reserva a cargo del reverendo padre Rubio, procesión con el Santísimo, por
el patio, y reserva.
Es MUY BONITO hacer notar que “poco después” comenzaría
José María Escrivá a realizar estas mismas funciones. Y para ello contaría,
indudablemente, con el consejo y apoyo de quien sería san José María Rubio. Las
funciones religiosas para las que contrataron al joven José María eran
precisamente (1) la celebración de la Misa en la Iglesia apostólica (a lo mejor
había otra misa en la comunidad de las religiosas, pero esa no le
correspondería al capellán del Patronato), y además (2) la exposición del
Santísimo, (3) la atención del confesionario; mientras que en la tarde debía (4) rezar el rosario, y finalizar con la (5)
bendición con el Santísimo, que es lo que la publicación de La Época avisaba: de tres a siete de la
tarde: rosario y reserva... Exactamente esas funciones
son las que comenzaría a oficiar el nuevo capellán, Escrivá.
No hay registro documental del
día exacto en que José María comenzó su
labor en el Patronato de Enfermos, pero un par de textos de autores prelaticios
afirman que comenzó el día 1 de junio de 1927. Por tanto, contened el aliento 20
segundos. ¿Habéis notado de qué fecha es el periódico La Época? “30 de mayo de 1927” diréis
luego de repasar lo escrito. Y qué dice allí: “se celebrará MAÑANA de tres a
siete de la tarde”. Exactamente el día antes a que nuestro José María
comenzara a trabajar de capellán en el Patronato. Fabuloso, realmente. Y, no
hay que descartar que Escrivá se hayan presentado unos días antes de tomar
posesión del cargo… Que haya tenido una “entrevista laboral” con el Director. Que José María Rubio hubiera entrevistado al joven
candidato a Capellán. Que haya tenido una inducción, una capacitación mínima. Días
consecutivos: 31 de mayo Rubio y 1 de junio Escrivá. Esto es increíble.
Por tanto, Escrivá sustituyó
exactamente a Rubio. Un día un José María, al día siguiente el otro José María.
Está más que demostrado que Escrivá conoció y trató al famoso Padre Jesuita,
san José María Rubio, el Apóstol de Madrid. Ya por sustituirlo en funciones en
la Iglesia de las Apostólicas del Sagrado Corazón, ya por compartir más
adelante algunas ceremonias, ya por Mercedes Reyna y otras monjas, etc, etc.
Además, el capellán debía
estar disponible, también los fines de semana, para confesar niños de las
diversas escuelas que mantenían las Damas Apostólicas. Y yo afirmo que, en esas
jornadas de cientos de confesiones de niños, fue que san José María Rubio le
presentó a (san) José María Escrivá, a san Manuel González…
En cualquier caso, volvamos a
los primeros días de junio de 1927. O incluso al día anterior, 31 de mayo, para
hacer la transición de las tareas… El P. Rubio le daría la bienvenida a Escrivá. A lo
mejor le explicaría al nuevo capellán cómo utilizar la llave del sagrario, que
tenía algún truco para hacerla girar. José María iría viendo con qué pausa, con
qué ritmo, con qué cadencia, el santo jesuita recitaba el Santo Rosario en alta
voz… [La verdad es que no acabo de creerme todo esto. Es maravilloso. Cuando se
redacte la primera biografía seria de Escrivá deberían incluir este episodio
que he descubierto…] El Director de las Apostólicas le
explicaría al nuevo capellán cómo se abría la custodia; dónde estaba y cómo
se descubría la cerradura del sagrario, en especial si se encontraba tapada con
una piedra, etc. [Bueno, concedo
que el contenido exacto de esa conversación es ficcionado, pero no el dato cierto de que el José María mayor
transmitió las funciones de capellanía al José María joven, como el testigo en
una carrera de relevos, oficiando cada presbítero exactamente en días
consecutivos.
Naturalmente, Josemaría estaría nervioso. Por motivo doble. Tanto
por el hecho de dar la bendición con el Santísimo, ya que por lo piadoso que
era, tener a Dios en sus manos lo hacía temblar, eso dice. Pero también
temblaría quizás porque entre los fieles asistían muchas damas de alcurnia, y
él se sentía menos, la verdad. Porque en el Patronato de Enfermos se reunían señoras
y señoritas de alta sociedad, para llevar a cabo sus tareas benéficas, apoyando
a la hija de la Marquesa de Onteiro. A lo mejor desde
aquel entonces quería él también ser Marqués.
(En la próxima entrega continuaremos con esto de
las aristócratas en el Patronato).
[1] Por ejemplo,
si José María encomendó la vocación de Isidoro a Mercedes. O si José María
acudía a visitar enfermos “difíciles”, de esos que se negaban a recibir al
sacerdote, con un amuleto o reliquia de la santa. Les dije:
encomendémosle al Señor, por mediación de Merceditas, esta tarde durante la
bendición. Después iré a ver a ese hombre, llevando la reliquia de Mercedes en
mi cintura... Esto de llevar a lo mejor casi que piel con piel esa reliquia
me habla de la intimidad entre los dos, y también de la espiritualidad de
Escrivá entonces (1931), y a lo mejor al leer esos Apuntes fundacionales no
reconocemos demasiado la espiritualidad o carisma que supuestamente vio el 2 de
octubre.