¡A pescar,
hijos míos, a pescar!
(Notas de una meditación, 16-IV-1954)
(Barcas y
Redes, 2013)
La lectura de una
reciente colaboración de Gervasio (Y ahora, qué ¿lo que vaya saliendo? de 24/07/2017) me movió a escribir unos pensamientos
sobre el proselitismo. En particular sobre el cambio reciente que establece la
no conveniencia de utilizar la expresión proselitismo.
Voy a comentar algo sobre la nota de 2016, también voy a compartir un aviso de
1995 donde se había planteado la misma cuestión, pero en otro contexto (con
otro Papa…), y con otra conclusión. Para luego sostener, con ejemplos, que,
dada la praxis vocacional en el Opus Dei, el cambio de terminología es
claramente insuficiente.
Antes de comenzar quiero
decir que me parece bien el cambio. Pero es claro que el problema de fondo no
se soluciona simplemente con un cambio de nombre. Me daría lástima que con un
simple maquillaje se quisiera corregir la práctica abusiva proselitista, tan
característica de la institución.
La nota de 2016
El cambio impulsado
por el aviso
de 2016 fue sustituir el
término proselitismo por alguno de
los siguientes: plantear la llamada,
ayudar a descubrir el camino que Dios quiere para cada uno, invitar a
plantearse la propia vocación, discernimiento vocacional, apostolado
vocacional, despertar el sentido de misión, etc. Supongo que en la
concepción de esa nota habrá jugado un importante papel Fernando Ocáriz, quien
en 2015 había publicado un
artículo en Pontificia Academia Theologica sobre el
alcance y significado de palabras como proselitismo, evangelización y atracción,
utilizadas por el Papa en la Exhortación apostólica Evangeliigaudium.
Gervasio escribe
que la nota de 2016 pretendía hacernos
creer que en épocas pasadas “proselitismo” significaba “apostolado”. Ni ellos
mismos se lo creen. Sólo tratan de capear el temporal y de salvar la cara. Lo
verdad es que cara no les falta. Todos sabemos que en el Opus Dei siempre se
distinguió entre apostolado y proselitismo, como cosas bien distintas. ¡Vaya si se distinguía! El cambio es
semántico, no de sustancia, ya que no se pretende cambiar la forma de conseguir
nuevos miembros, que es fundacional.
Orange también se refirió a esa nota, indicando que el
problema, obviamente, no es de semántica y no se corrige con un cambio de
términos: lo malo no es que la palabra
proselitismo haya cobrado últimamente una acepción negativa sino que lo malo y
negativo es la esencia de la praxis proselitista de Escriba. Lo malo no es la
palabra, lo malo es la conducta. Y por tanto la solución no es cambiar la
palabrita sino que es exigible un cambio real de conducta.
Claramente, para
nosotros, proselitismo es lo que “todo el mundo” piensa cuando se habla de
proselitismo: presión, utilizar medios contrarios
al espíritu del Evangelio y que no salvaguardan la libertad y dignidad de la
persona. Apostolado, por otra parte, a mi modo de ver está más relacionado
con lo que habitualmente se denomina evangelización,
y por tanto tiene un carácter positivo y cristiano (cfr. Nota Doctrinal de la
Congregación para la Doctrina de la Fe Acerca de algunos aspectos de la evangelización). En el Opus Dei, la labor apostólica/evangelizadora
debe ser un primer paso hacia la meta del proselitismo, ya que conseguir
prosélitos es un fin en sí mismo: hacer apostolado gratuitamente es, básicamente, una pérdida de tiempo (sé que
exagero un poco, pero no estoy lejos de la realidad).
Proselitismo es la
labor que se realiza para enganchar con un anzuelo (como el de la acuarela con
que ilustro este artículo), o incluso para ensartar con un arpón (como dice la canción, sobre la que volveré más adelante). Los destinatarios
de esta labor son principalmente jóvenes, en muchos casos menores de edad,
despistados y de corazón generoso. Se busca que integren la estructura
institucional del Opus Dei, en carácter de numerarios preferentemente, porque
sin ellos el Opus Dei no existe. El apostolado es importante, pero lo
verdaderamente vital es el proselitismo (¡vocaciones, Señor, vocaciones!). El
cambio de terminología no resuelve el problema de coacción y engaño a niños y
jóvenes. La fracasada (¿y concluida?) campaña de las 500 vocaciones sigue muy
fresca y muestra claramente que proselitismo no es lo mismo que apostolado...
En esta línea, me
parece que, si bien ahora cambiamos el término proselitismo, el espíritu sigue siendo el mismo: se utiliza el
anzuelo de la vocación profesional, de ser santos en medio del mundo, se apela
a la generosidad, a la voluntad de Dios y otros elementos para el discurso de
propaganda, que poco tienen que ver con la realidad posterior. Engaños para
conseguir prosélitos. Porque, principalmente en el caso de los numerarios, el
discurso dista mucho de la realidad. Los numerarios terminan siendo funcionarios de la Prelatura: directores
de centros que, con suerte, pueden desarrollar algo de trabajo en el mundo
exterior. Hay algunos casos excepcionales, que siempre los hubo, y que se
utilizan también como medio de enganche: mira a Fulano, que es o fue ministro y
también numerario. Pero son eso: casos excepcionales. El numerario común y
corriente está destinado para desarrollar trabajos internos, ya sea en un
centro, ya en una labor corporativa o personal de enseñanza, y pocas opciones
más. Después dirán que los trabajos internos son verdadero trabajo profesional, y listo.
En los estatutos
(“secretos” hasta hace poco) se explica la verdad, más o menos claramente: los
numerarios se ocupan de las iniciativas
de apostolado peculiares de la Prelatura [colegios, residencias, clubes
juveniles y alguna labor social], con
todas sus fuerzas y con la máxima disponibilidad personal (Estatutos 8.1).
Pero esta realidad no resulta tan atractiva como el mensaje de propaganda:
ejercer la profesión en el mundo “verdadero”, fuera de los muros del OD,
transmitiendo el mensaje del Evangelio entre colegas y amigos. Por eso, el
destino de los numerarios como funcionarios prelaticios, dentro de los “muros”
del OD, no se explica hasta mucho después de la admisión, y por la vía de los
hechos… Un engaño a jóvenes generosos e ingenuos. (Como queda claro, me enfoco
en este escrito en los numerarios. Los supernumerarios, si bien son mayoría, no
viven el mismo Opus Dei).
Una nota de 1995[i]
Esta discusión
semántica se había presentado en el pasado. Y, “como es
lógico”, se había decidido mantener el término proselitismo.
1. El término proselitismo lo
empleaban ya los judíos para designar las acciones encaminadas a acercar a la
fe en Yaweh e incorporar al Pueblo de Dios a personas que no pertenecían a
Israel. De ahí lo tomó el lenguaje cristiano en el que, desde muy antiguo,
designa el celo apostólico por anunciar a Cristo e incorporar a la Iglesia
nuevos fieles o bien, en otros momentos, por atraer hacia alguna de las
instituciones surgidas en el seno de la comunidad cristiana.
2. En ese mismo sentido lo usó nuestro Padre, desde los comienzos del Opus
Dei, poniendo siempre de relieve tanto la hondura con que debemos sentir el
afán apostólico, como el hecho de que no somos nosotros sino Dios quien llama
al Opus Dei, de manera que cada persona debe situarse ante el Señor para
percibir si tiene vocación a la Obra y responder en conciencia y con plena
libertad: es claro que las decisiones que determinan el rumbo de una vida, ha
de tomarlas cada uno personalmente, con libertad, sin coacción ni presión de
ningún tipo (Conversaciones con Monseñor
Escrivá de Balaguer, n. 104).
3. En estos últimos decenios ha comenzado a difundirse otra acepción del
vocablo, aplicándolo a actuaciones en las que, para atraer hacia el propio
grupo, se usa de violencia o de coerción o de algún modo se fuerza la
conciencia o se manipula la libertad. Ese modo de actuar es, como resulta
claro, ajeno por entero al espíritu cristiano y totalmente reprobable; de ahí
que, al usar indebidamente con ese significado el término proselitismo, el vocablo resulte injustamente afectado, sobre todo
en algunos ambientes, por una valoración peyorativa.
4. Esa evolución semántica se ha producido de modo inconsciente en algunos
casos; en otros ha sido en cambio fruto de una actuación preconcebida,
inspirada de forma más o menos clara por el reprobable deseo de dificultar la
acción apostólica de los católicos, o de los cristianos en general, e incluso inhibirla.
Refiriéndose a quienes lanzan la palabra proselitismo
como acusación para propalar temores ante la acción apostólica de los fieles,
Juan Pablo II escribe que lo hacen “quizá con el fin de arrancar a la Iglesia
el coraje y el empuje para acometer su misión evangelizadora. Y esa misión
pertenece a la esencia de la Iglesia” (Cruzando
el umbral de la esperanza, p. 127).
5. Por nuestra parte continuaremos, como es lógico, usando ese vocablo, ya que
no hay motivo para dejar de hacerlo. No obstante, conviene estar informados de
lo que se menciona en los números anteriores, para tenerlo en cuenta y para
hablar de manera que, como se ha de hacer siempre, no se dé nunca lugar a
equívocos.
Como otras veces,
me resulta ahora algo irritante el engaño en la caracterización del modo de
trabajar de la Obra, expresada en el número 2 de la nota. En mi caso, y en el
de tantos otros (leía hace poco a Cooper quien cuenta
la experiencia de su pitaje en la década de 1950, pero hay cientos y cientos de testimonios), veo mi
historia personal reflejada más bien en las palabras del número 3: violencia,
coerción, forzar la conciencia o manipular la libertad.Es que a mí me pescaron
por el proselitismo del número 3 y no por la propuesta o acompañamiento del
número 2. Y creo que la mayoría podemos decir lo mismo...
Es divertido
comparar las similitudes y diferencias entre el texto de 1995 que acabo de
compartir y el
de 2016… No cambiaron
demasiado las circunstancias: las percepciones de la sociedad sobre la palabra
proselitismo ya tenía entonces una connotación muy negativa. Con las mismas
premisas, resulta que en ahora hubo motivos para cambiar el vocablo. Creo que,
a los efectos de esta decisión de modificar el uso de una expresión
fundacional, el cambio más relevante entre 1995 y 2016 fue… el Papa Francisco.
Con declaraciones como la siguiente, no nos deja mucho margen de maniobra para
seguir, como es lógico, firmes en la
defensa de la nomenclatura fundacional. Dice Francisco: El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido. Hay que
conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea.
(Francisco, Entrevista, 2013). Se hizo necesario pues un cambio terminológico
radical en el proselitismo (aunque
por ahora no un cambio sustancial…).
Me produce
incomodidad y un cierto miedo que este cambio no sea hacia un mayor respeto a
las personas, sino que sea una nueva capa
para tapar el verdadero proselitismo, un maquillaje: cosmética que tape la
fealdad. Pueden cambiar el envoltorio, las palabras ser bellas, pero
permanece la realidad de coacción a menores de edad. No sé si alguna vez se
planteó en serio la discusión de fondo: cómo conseguir nuevos miembros
numerarios, evaluar si las técnicas proselitistas empleadas eran correctas, qué
se puede prometer y qué no, qué significa el plano inclinado, etc. En definitiva, si convendría que los
candidatos realizaran un verdadero discernimiento
vocacional. Porque, digan lo que digan, la petición de admisión sigue
siendo bajo la premisa: DEL TODO Y PARA SIEMPRE, también para los aspirantes.
Del Todo y Para Siempre
Esta frase es
conocida por todos los que alguna vez solicitaron la admisión en el Opus Dei.
Describe las características de nuestra entrega desde el momento cero. Es el
axioma o premisa que define el camino que uno comienza a recorrer. Con esta
premisa, de la que además no se puede dudar, es imposible que exista un tal discernimiento vocacional.
Del todo y para siempre. Yo repetí muchas veces ese lema a los recién pitados.
Ahora me arrepiento. Porque no es cierto. La petición de incorporación era por
seis meses y la concesión de la admisión no era automática. Seis meses no es
para siempre. Es como el comienzo de un noviazgo[ii],
no el matrimonio. El para siempre (o hasta q la muerte los separe) debería
utilizarse únicamente en la entrevista previa a la Fidelidad (a.k.a.
votos perpetuos). ¿Esto se va a cambiar?
Las dos ideas que
yo enseñé cuando uno nuevo terminaba de escribir su carta de petición de
admisión eran: 1) La vocación es del todo y para siempre; 2) nuestro saludo es pax-in aeternum (no es una contraseña,
etc). Con estas dos ideas y unos chocolates, invitaba a alguno más del centro a
un pequeño festejo por este nuevo hermano. Un tercer punto a explicar podía ser
lo del farolillo rojo: que estaba
caliente, quemaba, y por tanto había que pasarlo pronto de manos, etc, etc.
Aunque esto del farolillo no es necesario sea el mismo día de la carta, sino
que podía ser una enseñanza de los días sucesivos, durante las primeras clases
del B10...
Entiendo que el uso
de la expresión del todo y para siempre
es especialmente grave y abusivo en el caso de los aspirantes. Existe una clara
asimetría de poder, de edad, de conocimiento entre Directores y jóvenes
(¿niños?) de 14.5 años de edad. Desbalance que también existe con los que
solicitan la admisión a los 16.5… Es extremadamente injusto blandir un del todo y para siempre: frase que se
utiliza como arma para aumentar el porcentaje de perseverancia. La necesidad de
cumplir metas numéricas de pitajes, sumado a la falta de sabiduría y
prudencia de numerarios jóvenes directores de clubs, hace que el desbalance de
poder se preste a abusos, en aras de una eficacia mayor.
Los aspirantes,
aunque no puedan integrar la Obra de derecho, sin embargo de facto sí la
integran. Desde el momento que escriben la carta tienen vocación divina para toda la vida[iii].
Eso: vocación divina, de la que no pueden dudar, y que será para siempre. Y
esta vocación es como una llamita pequeña que hay que cuidar (por eso antes se
recomendaba incluso que no se comunicara a los padres…). Decía que de facto son
miembros de la Obra, y se los trata como tales. Tan es así que todos los días
al recitar las Preces estos jóvenes piden a Dios, de rodillas, perseverar en el
Opus Dei. No se pide discernimiento,
porque ya dijeron que sí a la vocación. Los que solicitan la admisión ya desde
el primer momento piden “atque in Opere
Dei perserverántiam”. Es Dios quien llama desde la eternidad, y si uno vio
la vocación una vez (y por eso pita) no puede volver la cara atrás: del todo y para siempre.
Más allá del caso
de los aspirantes, estoy convencido que del
todo y para siempre no es simplemente una forma de decir, una cuestión
semántica, sino que es una expresión con denso contenido que trata de modifica
la realidad. En efecto, la solicitud de admisión (en realidad la concesión de
la admisión) es de naturaleza temporal, pero la expresión busca colocar una
losa sobre la conciencia del nuevo prosélito para aumentar las probabilidades
de su perseverancia. Entiendo que busca transformar un deseo de entrega,
jurídicamente temporal, en un compromiso con Dios para toda la eternidad (“para
siempre”). Creo que es una frase abusiva y que no refleja lo querido por la
Iglesia a través de los pasos de incorporación reflejados en los Estatutos.
Hay otras
expresiones similares, como jugar toda la
vida a una carta o entregar un cheque
en blanco. Van en la misma línea de una entrega del todo y para siempre
desde el primer instante, sin un proceso de discernimiento vocacional.
Del todo y para siempre. Creo que tiene el rango de Costumbre en Casa. ¿Es una
costumbre sana? ¿Su mensaje es verdadero y justo? ¿Es compatible con un
discernimiento vocacional como el que supuestamente se pretende comenzar a
implementar? En caso que no lo fuera, ¿a quién le corresponde cambiarla? Y si
no se cambia ¿quién está cargando la responsabilidad de los daños que este
abuso causa en las conciencias de tantos que piden la admisión sin una
verdadera vocación, por caer en las redes proselitistas o haber estado a una
distancia próxima del arpón de un numerario quien tenía que alcanzar su cuota anual de prosélitos? Yo por mi
parte he dejado de utilizar la expresión.
Nuevas expresiones.
Ya no podemos
utilizar el término proselitismo y por tanto tendremos que utilizar eufemismos,
formas de decir que sean más suaves o decorosas, para reflejar lo que todos
sabemos que se hace. En esta línea de los eufemismos, me gustó la colaboración
de CuG (de paso, en las
últimas semanas tuve tiempo de leer, con agrado, todas sus contribuciones.
Además de la de los eufemismos, destaco por el tema que estoy tratando, la
historia de El
cheque en blanco, subtitulada
“hay experiencias en la adolescencia que no se olvidan”. Me divertí mucho con
ese adscrito, sus disciplinas y cilicios).
Resulta que en el
Opus Dei ya no nos animaremos a hacer proselitismo con menores de edad -suena
feo- sino que ayudaremos “a descubrir el camino que Dios quiere para cada uno”,
pero haciendo exactamente lo de siempre.
Pregunta CuG: ¿Cómo quedará ahora aquello de
"Fidelidad proselitista"? ¿Fidelidad llamadora? ¿Fidelidad ayudadora?
¿Fidelidad discernidora? ¿Fidelidad despertadora? Yo añado: fidelidad
acompañadora o acompañativa…
Bromas aparte,
habría que revisar muchos textos de la literatura interna. Por ejemplo la serie
de Cuadernos. En la Introducción a
Cuadernos 5 (La misión apostólica) se
enseña que “al celo apostólico se une el afán proselitista”. Es una frase
difícil de traducir a una expresión políticamente correcta… O en Cuadernos 7 (Vocación y apostolado) que incluye
muchas veces “afán proselitista”. O la expresión “hambre de proselitismo”, y
tantas otras… O, más interesante aún, ¿cómo quedaría la pregunta que se lee semanalmente
en el examen del círculo: “manifiesto con hechos mi espíritu de proselitismo”?
Los cambios que
habría que hacer serían demasiados para enumerar. Además de los que ya nombré,
voy a hablar de otros dos: tomos de Meditaciones y Cancionero. En realidad
habría que reescribir casi todos los documentos internos que hablan de
proselitismo, porque están escritos con el espíritu de proselitismo original
del Fundador. Entiendo que será difícil empezar a caminar hacia una pastoral
vocacional respetuosa de la libertad de los interesados, libre de coacciones y santas intransigencias. Se necesita un
cambio más contundente y radical que la semántica de proselitismo. Porque el
mal espíritu proselitista (que estamos corrigiendo en cuanto terminología hacia
fuera, que no en la práctica diaria) aletea en tantos y tantos textos internos.
Tomo de meditaciones: La Barca
El primer ejemplo
se basa en una experiencia personal que me marcó bastante, porque mientras
estaba ocurriendo me daba cuenta claramente que no estaba bien, me
daba cuenta del mal que podía estar haciendo.
Hace unos años, durante
la oración de la mañana, me tocó en suertes leer el tomo de Meditaciones en voz alta en el oratorio
(jueves de la semana XXII del TO, Tomo 4, pp 84-90). Todavía recuerdo el
suceso, porque me impactó profundamente. Justo delante de mí tenía a un
numerario joven que todavía no había hecho siquiera la oblación (incorporación
temporal).
Cuando leía el famoso
texto sobre La Barca del Opus Dei, me
daba cuenta que le estaba hablando directamente a él. Literalmente: le
respiraba en la nuca… Pero no encontraba la forma de saltearme el resto del
texto. Y sabía lo que vendría en los párrafos siguientes. Creo que fue la primera vez que tuve conciencia de que
podía estar causando un daño a otra persona con la doctrina de san Josemaría.
Por eso, tomé nota de la referencia a esa página del tomo de Meditaciones.
Leía las palabras
de Escrivá para todos los presentes, pero sentía que las estaba dirigiendo
especialmente a esta joven vocación. El texto explica a qué habíamos venido a
la barca del Opus Dei. Con el corazón,
también le diste a Jesús tu libertad, y tu fin personal ha pasado a ser algo
muy secundario. Puedes moverte con libertad dentro de la barca (…). Pero no
puedes olvidar que has de permanecer siempre dentro de los límites de la barca.
Le leía en la nuca a ese que todavía no había hecho siquiera la
incorporación temporal (oblación). Traté de saltearme lo que seguía, porque
conocía el texto, pero no había forma de hacerlo, así que inspiré hondo y
continué: si te sales de la barca,
caerás entre las olas del mar, irás a la muerte, perecerás anegado en el
océano, y dejarás de estar con Cristo, perdiendo esta compañía que
voluntariamente aceptaste, cuando Elte la ofreció.
Y después sigue el
texto con los dos elementos que describen nuestra entrega: del todo y para siempre. El para
siempre está asociado a la ¿claridad? con que Dios nos llamó al Opus Dei
(nada menos que de manera inequívoca dirá
Escrivá…), y el del todo se concreta
en una entrega tan total, que no deja nada sin consumirse: el sacrificio debe
un holocausto, nada menos... Así que
tuve que vencer nuevamente lo que me decía mi conciencia (“no puedes estar
leyendo esto a una persona tan joven, y más aún, hablándole en nombre de Dios,
frente a Jesucristo en el Sagrario… cargando su conciencia que está en pleno
discernimiento vocacional –si eso existiera en la Obra de Escrivá-, no puedes
decirle estas frases hasta al menos la Fidelidad, para la que falta tanto
tiempo…). Pero, lo que hay que hacer se
hace, así que a respirar hondo nuevamente, y pedirle al Señor que mis
oyentes estén plácidamente dormidos, lo que, por otra parte, es bastante usual.
Así que continué, tratando de no alzar demasiado la voz:
… has de corresponder a esa gracia quemándote, haciendo
que nuestro sacrificio gustoso, nuestra entrega sea una ofrenda: ¡un
holocausto!
Y ahora un
silencio. Un espacio de tiempo para que estas palabras de nuestro santo
Fundador, que nos mira desde su imagen en el oratorio, vayan calando a fondo en
la conciencia.
Llegamos a los 10
minutos de oración y tengo que volver a leer, muy a mi pesar: Hijo mío, ya te has persuadido, con esta
parábola, de que si quieres tener vida, y vida eterna, y honor eterno; si
quieres la felicidad eterna, no puedes salir de la barca, y debes prescindir en
muchos casos de tu fin personal. Yo no tengo otro fin que el corporativo: la
obediencia. (…)
Y nuevamente, a
repetir la idea: por si alguno de los que estaba dormido se despertó, así no
deja de recibir la santa doctrina:
Hijo mío, convéncete de ahora y para siempre, convéncete
de que salir de la barca es la muerte. Y de que, para estar en la barca, se necesita
rendir el juicio. Es necesaria una honda labor de humildad: entregarse,
quemarse, hacerse holocausto. (…)
Y concluye nuestra
meditación: le pedimos que nuestra
entrega a Dios, en esta barca de la Obra, sea siempre así: completa, sin una
quiebra, sin condiciones.
El del todo y para siempre en su máxima
expresión: el holocausto y la vocación inequívoca que si se abandona significa
la muerte[iv].
Sigo con la esperanza de que aquel joven haya estado dormido mientras yo leía
la peculiar doctrina de san Josemaría. Pero si no fue en aquel año, seguro que
escuchó esa meditación o fue él quien leyó el texto, respirando en la nuca de
un nuevo joven prosélito. La rueda gira y es difícil de parar. Confío en que
este escrito tenga un cierto valor de reparación.
¿Queda claro que el
aggiornamento tiene que ser profundo, que no basta un maquillaje de expresiones
que no son bien vistas para los de fuera, incluyendo en ese grupo al Papa
Francisco?
Os cuento que estoy
preparando una propuesta de Index
para algunos textos de Escrivá. A este de la Barca le pensaba asignar categoría 5 o 6.Tal vez alguno de vosotros
me podáis ayudar para ver en qué categoría debería estar[v]. A
modo de ejemplo, el texto sobre familias
repugnantes y niños podridos
claramente irá como de sexta.
Para finalizar esta
sección, quiero decir, en honor a la verdad, que la Obra es más que una Barca:
es Madre, que nos cuida y nos mima. Hogar,
barca; la Obra es todavía más, porque es Madre nuestra. Tiene corazón maternal
para sus hijos, y por eso nos cuida y nos mima con la ternura de que sólo es
capaz una madre. La Obra nos quiere con amor inmenso, y el cariño y la lealtad
del buen hijo son parte de nuestra correspondencia[vi].
Forofos
de la pesca, pero pesca submarina.
A mí, me gusta la pesca;
pero pesca submarina,
que perseguir a los peces
es una cosa divina.
Para disminuir la
tensión del capítulo anterior, vayamos ahora con otro ejemplo de las cosas que
habría que cambiar. Junto con los tomos de Meditaciones,
también tendrían que tirar al baúl de lo pernicioso algunas canciones del Cancionero. Al menos las páginas sobre la pesca submarina… En otras oportunidades, ya
han quitado canciones, como mostraba Cimarrón.
Para los que
estuvieron dentro, la canción es muy conocida, ya que refleja muy bien nuestro
espíritu proselitista, el verdadero, no el edulcorado que ahora queremos
transmitir. La canción había que cantarla a pleno pulmón. Cuanto más fuerte, mejor.
Aunque uno no entonara bien, con esta canción no había problema: todos a una a
cantar, para mostrar buen espíritu.
Creo que serían muy
pocos los que pedirían la admisión (como numerarios) si supieran lo que les
espera. La realidad tiene muy poco que ver con la propuesta inicial: una
invitación que va en la línea de la excelencia profesional, santidad en medio
del mundo, encuentro con Cristo en la vida corriente, etc. Esa es la carnada,
apetitosa, que oculta el anzuelo. Pero una vez que uno muerde la carnada, es
muy difícil soltar el anzuelo. Porque con el anzuelo viene la muerte: ese pequeño
arpón que impide que el
pez, ahora pescado, se libre de él. Y además de la muerte del anzuelo, está la
amenaza de la muerte eterna si uno se quiere liberar...
Quien pesca con
anzuelo y sedal debe ser paciente. Esperar a los peces. Pero no, la paciencia
no va con la Obra de Dios, la ansiedad puede más: no sirve esperar. Por tanto,
cantamos:
A mí, me gusta la pesca
sin anzuelo y sin sedal,
que eso de esperar que piquen
no me va, que no me va.
¡A otro pues con plantear la llamada, ayudar a descubrir el
camino que Dios quiere para cada uno! No sirve esperar, respetar los
tiempos. Porque, nuevamente cantamos:
Que eso de esperar que piquen
no me va, que no me va.
Y seguimos
meditando y cantando (es difícil leer esta canción sin cantarla mentalmente).
¿Qué es de buen o mal espíritu? ¿Cómo hacer un apostolado eficaz? ¿Cómo no
hacer proselitismo, pero a la vez necesitamos pescar? ¿Hacemos una propuesta o disparamos el arpón?
Para ser un pescador de garantía,
valentía, valentía.
Es preciso hundirse pronto y suavemente
y meterse por las cuevas sin temor.
Cuando ves un pez, te pones a su altura,
con soltura, con finura;
le disparas el arpón con puntería,
lo agarras luego y se acabó.
Efectivamente, una
vez que el arpón dio de lleno en la presa, todo se acabó. El acero disparado
raja los tejidos, la muerte no permite desenganchar. Y así quedan atados para
toda la vida (porque fuera es el infierno, el rejalgar). Larala-laila-lalaila-lalaila-lalai.
¡A otro pues con invitar a plantearse la propia vocación,
discernimiento vocacional, apostolado vocacional, despertar el sentido de
misión! El arpón no respeta nada de esto.
Realmente, ¡qué
imagen más atroz la del arpón! Paz en el fondo del mar, tranquilidad, la
naturaleza con todo su esplendor. Corales a pleno, repletos de vida. De
improviso se introduce en nuestras vidas un numerario, ese “amigo” que se puso
a nuestra altura. Confiamos. Nos hablaba en nombre de Dios, amparado por la
Iglesia. Y, de repente, ¡zás!, el arpón, la sangre, el dolor, el finalmente
seguirlo hacia la superficie, porque no quedaba otra opción, porque uno no fue
fuerte para resistir.
A mí me gusta la pesca…
Pregunto
sinceramente: con estas nuevas indicaciones sobre proselitismo ¿podremos seguir
cantando esta canción?
Sería divertido ver
quiénes cantan y quiénes, por el contrario, se muestran incómodos la próxima
vez que cantemos esta canción, tan de Casa, según la mente y el corazón de
nuestro Padre.
Que eso de esperar que piquen,
no me va, que no me va.
Larala-laila-lalaila-lalaila-lalaiii.
Para mí, esta
canción refleja exactamente el espíritu del proselitismo del Opus Dei, la forma
de pescar de esta Institución, que yo entiendo que no es evangélica. Porque lo
de usar el anzuelo o las redes para pescar, claramente tiene origen en el
Evangelio: seguidme y os haré pescadores
de hombres (Mt 4, 19, Mc 1, 17, Lc 5, 9).
Mi crítica al arpón de Escrivá, con o sin muerte, va en el sentido de cómo
lo utiliza. Sé que la pesca y el anzuelo son imágenes Evangélicas, pero la
invitación de Jesús la veo como una propuesta transparente, basada en el Amor,
que no incluye violencia, coerción,
forzar la conciencia o manipular la libertad. Podríamos distinguir la pesca
de Jesús (evangelización, o proselitismo del bueno) del arpón de Escrivá
(proselitismo del malo, del que tantos de nosotros sufrimos y contra el que se
enfrenta el Papa Francisco).
Para concluir esta
sección con una sonrisa, parece que para practicar la pesca submarina, al menos
en Andalucía, se requiere la mayoría de edad (art.
6.3 del Decreto 361/03)…
Así que hasta después de la Oblación (18 años), de pesca submarina: ¡ná de ná!
Qué diría Escrivá de todo esto.
La verdad es que no
tengo ni idea, porque podía decir una cosa y la contraria. Por ejemplo, más
arriba transcribí que uno puede moverse
con libertad en la barca (Meditación 21-XI-1954). Pero tres párrafos más
adelante en la misma meditación, repito: en la misma meditación, dice
justamente lo contrario: dentro de la
barca no se puede hacer lo que nos venga en gana (Meditación
21-XI-1954).Así quedamos: esquizofrénicos. Una cosa y la contraria. Podemos
movernos con libertad, pero no podemos movernos con libertad…
La cita completa
es: Dentro de la barca no se puede hacer
lo que nos venga en gana. Si toda la carga que está en sus bodegas se amontona
en un mismo punto, la barca se hunde; si todos los marineros abandonan su
quehacer concreto, la pobre barquichuela se pierde. Es necesaria la obediencia,
y las personas y las cosas deben estar donde se dispone que estén.
(Meditación 21-XI-1954, En diálogo con el
Señor, p. 20)
De esta cita
también me sorprende la soltura con que trata a las personas como mercancías: las personas y las cosas deben estar donde
se dispone que estén.
-
“Oye, Javi coloca
el arpón cerca de la tarrafa. Y pon a Stoner a babor cuidando que no se mueva
de allí. Ah, y coloca a Fernando cerca de los toneles. ¡No os mováis! pues las personas y las cosas deben estar
donde se disponen que estén.”
-
“Pero, pero, ¿no es
podíamos movernos con libertad en la
barca?”
-
“¡No!: era un
decir, porque en realidad ¿no os dais cuenta que, si cada uno se mueve con
libertad, la barca se termina hundiendo? Lo mismo ocurre con las sedes de mis
centros: si dejé indicado que tal lámpara estuviera sobre tal bargueño, pues
así quedará. Y si envié a Fulano de secretario en un pueblo perdido, pues que
quede allí. Pero, hijos, ¡sois libérrimos! Y si dejé un cartapacio de cuero
desordenado, que quede desordenado. Las cosas y las personas deben estar donde
y como dispuse que estuvieran.”
No es agradable que
traten a Stoner (o a nadie...) como una lámpara que perteneció a Tía Carmen o
como una alfombra que pisó Escrivá en Lagasca. Me llama mucho la atención la
crudeza, la sinceridad, con que Escrivá trata a las personas como si fueran
mercancías. De todas formas, en defensa del santo diré que entiendo que hay
ocasiones en que las personas y las
cosas deben estar donde se dispone que estén. Por ejemplo, si consideramos
que la Obra es un ejército: milicia. En este caso, es claro que ni las personas
ni las cosas pueden andar a sus anchas. Es más: incluso en una empresa
comercial las personas y las cosas deben estar donde los gerentes establezcan
que estén... Pero la diferencia radical radica en que, si la persona no está
conforme con su posición, puede renunciar y buscar otro empleo. En el ejército,
sin embargo, la deserción se penaliza incluso con la muerte. Y en el ejército
de Escrivá la amenaza es similar: si te
sales de la barca, caerás entre las olas del mar, irás a la muerte, perecerás
anegado en el océano, y dejarás de estar con Cristo.
Como resumen, no sé
qué diría Escrivá sobre el cambio en la terminología fundacional. Supongo que
estaría de acuerdo, porque le importaba, y mucho, la imagen de la Obra. Por
conveniencia, sería el primero en dejar de usar esa palabra. Era muy cuidadoso
con los modos de decir (hay amplias referencia a esto en la edición
crítico-histórica de Conversaciones,
que además es el libro citado para explicar el proselitismo políticamente
correcto, en el n. 2 de la nota, tanto la de 1995 como la de 2016…). Aunque, en
el fondo, estimo que seguiría haciendo el proselitismo de toda la vida. Como
tantas veces, un conceder sin ceder, con
ánimo de recuperar…
Para una última
sonrisa. Supongo que Escrivá incluso podría llegar a decir a Francisco que él
no había aprendido el respeto a la libertad de su Santidad. Y Francisco se
reiría. En efecto, en una de las primerísimas Catalinas, escribe Escrivá: Querría encontrar una palabra castellana,
distinta de “vocación”, que viniera a encerrar un significado semejante.
[¿Habrá que denominarlo] llamamiento?[vii].
¿Cuántos prosélitos he de conseguir?
No está clara cuál
es la cuota anual mínima en esta pesca con arpón. San Josemaría cambió varias
veces el objetivo. No sé si dependía de sus estados de ánimo, del público que
tenía delante o de las necesidades de la expansión de la Obra.
Encuentro la cuota
más baja en una tertulia del 2-II-1960 en que establecía una captura de al
menos una nueva alma por año por persona: no
podéis quedaros tranquilos, si cada año no lográis, al menos, una vocación cada
uno[viii].
En otras oportunidades era más exigente: siempre
os he dicho que cada uno -después de encomendar las cosas al Señor- debe
procurar provocar por lo menos dos vocaciones al año[ix].
E incluso había momentos en que había quintuplicado la meta: ninguno de mis hijos puede estar tranquilo,
si no trae cada año cuatro o cinco vocaciones que sean fieles[x].
Lo sorprendente de esta última cifra es que la solicita en 1960… ¡al igual que
la cifra de una vocación cada uno!
Con menos de 3 meses de diferencia, Escrivá cambia sustancialmente la cuota
mínima requerida… tal vez se haya dado cuenta que la cuota que fijó el 2 de
febrero de 1960 no era suficientemente generosa: no era lo que Dios le pedía
para su Obra. Pobres oyentes: no debían saber demasiado bien cuál era la
captura mínima requerida para 1960. De todas formas, creo que lo importante era
que se sintieran siempre en falta, que tenían que hacer más. Incluso había
veces que hablaba de multiplicarse por 1.000, pero ahí quedaba claro que era
una cifra simbólica, que significaba “hacer mucho más”[xi].
Sin embargo, las metas concretasde 2-5 nuevos por año eran realistas, exigibles
semana a semana en la charla fraterna: ¡a por otro!
Más adelante, con
Echevarría, surgió la cuota de 500 vocaciones. Pero nunca quedó muy claro si
era por sección (varones y mujeres), por delegación, por país, o incluso si era
500 por año, ni tampoco si eran 500 cartas (aspirantes incluidos) o si eran 500
vocaciones que debían perseverar.
Finalmente,
finalizo.
Estoy de acuerdo
con la nota de 2016: los cambios, aunque pequeños, van en buena dirección. Mi
miedo, miedo sincero, es que el abandono del término proselitismo sea sólo para cubrir el expediente. Un maquillaje
para ser políticamente correctos. Entiendo que será imposible realizar un
cambio verdadero en la ¿pastoral vocacional? del Opus Dei, sin decir que antes
hicimos las cosas mal, sin pedir perdón, sin reconocer que el santo se
equivocó. Hay que poner a las personas (y sus derechos) por encima de la Institución.
Concluyo con las
mismas imágenes con las que comencé esta colaboración. Aunque los peces sean
fruto del anzuelo y el sedal (no del arpón), me parece que ilustran muy bien la
pesca en la que estamos embarcados.
Éste es el momento de volver a decir:
¡me dejaré meter en la barca, me dejaré cortar, rajar,
romper, pulir, comer![xii]
Cordialmente,
Stoner
PD: en los cursos
anuales se insistió en la importancia de la libertad. No sé si son sólo buenas
intenciones o habrá hechos concretos de algún tipo. Ya han pasado 7 meses de la
primera carta programática de D. Fernando (14-II-2017). Veremos si en el correr
de septiembre aparece alguna novedad.
[i] Es un papel sin ningún tipo de identificación. Antes no me llamaba la
atención esta falta de formalidad, pues estamos en una familia. Ahora me llama
la atención que las comunicaciones de esta empresa multinacional (de bienes
espirituales) nunca tengan ningún logo, membrete, sello (que no escudo) o algo
que identifique que es un documento de gobierno de la Prelatura del Opus Dei.
Obviamente que tampoco dicen quién la autorizó, ni siquiera qué
“departamento/vocal” se hace cargo. Me llama la atención la informalidad de
este tipo de notas ya que son con las que de hecho se gobierna la vida de los
miembros (que no los Estatutos, hasta hace poco absolutamente desconocidos en
la vida diaria). Supongo que con el tiempo estas notas y avisos adquirirán un
carácter más institucional y menos “clandestino”, al igual que el Prelado ahora
decidió comunicarse con los miembros de forma más pública, a través de la web
oficial.
[ii]tiempo de discernimiento y de
crecimiento en la vida cristiana definen al
noviazgo en la web oficial del OD.
[iii] Explica una nota interna, post 1982 que: Para permitir que una persona pida la admisión como aspirante, los
directores han de tener la certeza moral de que reúne las condiciones
necesarias para poder perseverar: se requiere la vocación divina y, por parte
del interesado, la decisión de entregarse a Dios en la Obra, para toda su vida.
Por tanto, deberán ser pocos los aspirantes que no sigan adelante en su
propósito (…).
[iv] Otra cita,
por si no había suficientes. Es la psicología
del anuncio con esto de vocación inequívoca y holocaustos: Tú, que has subido a la barca de la Obra
porque te dio la gana, porque inequívocamente te llamó Dios (…), has de
corresponder a esa gracia quemándote, haciendo que nuestro sacrificio gustoso,
nuestra entrega sea una ofrenda: ¡un holocausto! (Notas de una meditación,
21-XI-1954, En diálogo con el Señor, p.20).
[v]En concreto, estoy dudando entre asignarle un P-C2 y P-C3:
P-C2: Aunque la obra no se presenta como explícitamente
contraria a la fe, el planteamiento general o sus tesis centrales son ambiguos
o se oponen a las enseñanzas de la Iglesia.
P-C3: La obra es incompatible con la doctrina católica.
[vii] Apuntes Íntimos n. 13, de fecha 13-III-1930. Es una de las primerísimas
Catalinas que sobrevivieron a la quema. De hecho, es la segunda en antigüedad
dentro de las liberadas.
[xi]El día que un hijo mío me diga
que no hace proselitismo, que no se preocupa, que no reza, que no vibra, que no
actúa —exclamaba nuestro
Fundador—, yo le diré lo que se
lee en el Santo Evangelio, cuando fue
Jesús a resucitar a Lázaro, y los amigos de Lázaro decían: iamfoetet (loann. XI, 39), hiede.
Este hijo mío, que no quisiera hacer proselitismo, estaría muerto y podrido. Y
a los muertos yo no los quiero. ¿Está claro? Luego a multiplicarse por diez,
por cien, por mil. Hay muchos sitios donde nos esperan. (De nuestro
Padre, Noticias XI-62, pp. 36-37, citado en Meditaciones V, n. 448.3. El
subrayado es mío.)