En todos lados se
cuecen habas, pero en el Opus Dei se cuecen peor
Rosarigasino,
16/10/2022
Gran parte de las personas que fuimos del opus
dei pedimos la admisión en nuestra muy temprana adolescencia, tan temprana como
los 14 años y medio. Tan temprana era esa adolescencia que para muchos ni
siquiera podían verse aún los cambios hormonales (vello púbico, cambio de voz,
"estirón" en la talla), y físicamente éramos aún niños.
Conocí chicos, hijos de supernumerarios
principalmente -aunque los había que no-, que convencidos de que tenían que
escribir la carta tan pronto como el reloj diera la medianoche del día que
cumplían esa precisa edad, se quedaban en el centro hasta altas horas de la
noche anterior y pedían la admisión sin perder un minuto del nuevo día.
Esa circunstancia después se contaba
repetidamente en tertulias de cursos anuales de aspirantes como algo
maravilloso y que provocaba gran alborozo en todos los que la escuchábamos;
daba incluso un poco de envidia a los que habíamos escrito "la carta"
digamos que un año después, a los quince y medio, por haber perdido esa chance
de mostrar esa "santa impaciencia" por ingresar a las filas de la
milicia-familia de la obra.
Fuera de esta masa de casos que escribía la
carta exactamente a los 14 años y medio, la mayoría de los numerarios pedían su
admisión durante la secundaria (bachillerato), es decir que antes de cumplir
los 18 años, principalmente en clubes de niños/adolescentes.
A más avanzaba la edad del prospecto menores
chances de que se viera bendecido por esa "enoooorme-gracia" de la
vocación, de que dios lo hubiese llamado desde toda la eternidad a la entrega
en celibato como numerario.
Incluso escrivá había previsto que no se
centraran las expectativas de conseguir pitajes de numerarios entre los que
hubieran pasado los 30 años; la explicación que daba era que a esa edad los
hombres o ya habían conseguido algo en la vida, con lo cual nadie ya lograba
sacarles lo engreído, "bajarlos del caballo" sería la expresión
vulgar en mi tierra, o con mayor probabilidad se habían convertido en unos
apocados, unos frustrados que habían perdido su "muchosidad", como le
reprocha el Sombrerero a Alicia en la primera película de Tim Burton
"Alicia en el país de las maravillas."
(¿era igual el criterio de selección para la
sección femenina? ¿o el sexismo en el opus también se manifestaba en esto?)
Concedamos que en todos lados se cuecen habas,
con lo que quiero afirmar que estos problemas son sistemáticos en la iglesia
católica, y ahora me explayo sobre el punto:
Mi experiencia previa con los salesianos no es
mucho menos deplorable: buscaban "vocaciones" de seminaristas
aproximadamente a esa misma edad. Principalmente de jóvenes de comunidades
aborígenes del norte del país, sin muchas opciones para aspirar a una vida más
digna, aunque no exclusivamente, como fue mi caso; si mostrabas interés,
rápidamente intentaban aislarte en un seminario/escuela secundaria, y sacar de
la mesa otras opciones disponibles para tu consideración, sin importar que se
ajustaran mejor a tus características o tus futuras necesidades afectivas, que
los que manejaban el "circo" en justicia deberían prever.
Por muchos siglos la iglesia se benefició de
poder ofrecer una salida a la pobreza como anzuelo a quien ofrecía entrar a la
carrera del sacerdocio o convertirse en religioso.
Un cura salesiano de la Patagonia, ya
fallecido, Román Dumrauf (yo apenas lo crucé alguna
vez las primeras veces que viajé a Rawson, Chubut, en sus últimos tiempos de
párroco, pero mi mujer hizo varios viajes misioneros con él al interior de la
meseta patagónica o a la costa atlántica, donde había comunidades de lo más
postergadas, carentes hasta de agua dulce para beber; imagínense lo que es
tomar té o cebar mate con agua salada), nacido en Alemania, en el campo, por
los años 20s del siglo pasado; provenía de una familia de once hijos; Román al
menos tenía la honestidad de no andar diciendo que tuvo una llamada particular
de dios, una "epifanía particular", sino que admitía que era cura, y
realmente estaba muy satisfecho de serlo, porque qué mejor perspectiva en su
vida se le podía presentar a él en el medio del campo.
A este salesiano le encantaba que lo trataran
como "el cura", el gran señor, cuando pasaba por los caseríos, y que
le tuvieran algo especial para él. Viendo la pobreza del contexto sus
pretensiones eran tan fuera de lugar que hasta escandalizaban a chicos
misioneros que llevaba. Era muy bueno consiguiendo fondos de católicos de
Alemania y por eso siempre tenía una camioneta 4x4 último modelo. Se fue al
otro mundo dejando varios edificios nuevos para iglesias, capillas, casas de
retiro; edificios vacíos. Su gran frustración fue no haber conseguido una
vocación de cura en la parroquia; seguramente intentaba, sin éxito, usar los
mismos medios para reclutar que habían usado con él, mostrar al sacerdocio como
un camino muy atractivo para escaparle a la pobreza de la vida de campo.
La iglesia se ha beneficiado por siglos de
tener disponible un importante "stock" de huérfanos y huérfanas bajo
su tutela, cuando no existían organizaciones del estado que se ocuparan, y así
poder formar niños con su molde y de entre los que nutrir sus filas. Hay que
remarcar que la filosofía aristotélica es especialmente apropiada para
justificar ese orden social y esas prácticas, con su punto de vista que las
cosas se ordenan de acuerdo con su naturaleza, los que están arriba son los
superiores y es natural que manden, los que están abajo son los inferiores, y
también está en su naturaleza ser sojuzgados, como está en la naturaleza del
esclavo comportarse como esclavo de acuerdo a Aristóteles, ignorando el palo
que lo muele si intenta rebelarse (en alguna colaboración futura tendría que
escribir sobre la obsesión del opus en el realismo filosófico, Aristóteles,
Tomás de Aquino). En fin, todas prácticas muy criticables, y que espero que la
iglesia erradique o ya haya erradicado. Aunque al menos, hasta hace no mucho,
se reconocía que seguir una carrera religiosa o sacerdotal es una decisión de
conveniencia mutua entre la persona y la institución, resultado de una
evaluación de "fit", o encaje, entre las dos partes, y nunca una
pretendida llamada "desde toooooda la eternidad", que si no se sigue,
o se abandona, te cabe la moraleja del joven rico, se vuelve tan imposible tu
salvación que el fundador del opus afirmaba que no daba 5 centavos por el alma
de uno del opus que no perseverara.
Recuerdo una analogía que el director de mi
último centro me planteó los últimos meses antes de irme: dios pretendía para
mí un nivel de santidad que él graficaba levantando su mano hasta una cierta
altura, y la vocación a numerario era un plano inclinado que me iba llevando
progresivamente hasta alcanzar esas alturas al final del camino; si yo no
perseveraba en mi vocación de numerario, Dios no iba a disminuir la santidad
pretendida para mí, pero yo ya no contaba con la "rampa" para alcanzarla,
imaginariamente señalada por su dedo como una línea recta en el aire, que iba
oblicua de abajo hacia arriba; así que Dios iba a tener que ser mucho más duro
conmigo -sufrimiento, enfermedades, frustraciones de todo tipo, el famoso
"rejalgar", todo porque yo, un desgraciado, al irme, había elegido
ser un infeliz: "¡tú has elegido el camino del doloooor!!!!" (de
Sarumán a Gandalf, para quienes leyeron a Tolkien o, más fácil, vieron las
películas.)
Otro salesiano en la misma parroquia de Román,
pero antes que él, un cura de nombre Lucio -no lo conocí, sólo escuché hablar
de él-, tomó una posición social mucho más comprometida frente a la realidad de
pobreza extrema de las poblaciones aborígenes de la meseta central chubutense;
este cura no iba a que lo trataran como el gran señor, sino que se involucraba
y denunciaba, y movía cielo y tierra para llevar soluciones. Previsiblemente,
con el tiempo tuvo muchos conflictos, los aludidos por sus denuncias se
confabularon con la episcopalidad para sacárselo de encima y se le prohibió -la
iglesia le prohibió- volver a poner un pie en esa provincia patagónica.
Hace pocas semanas el papa Francisco canonizó
a un salesiano de mi país: Artémides Zatti; el tercer santo de este bendecido
país; alivia ver que eligió a un enfermero del que sobran testimonios de lo
dedicado, de todos sus desvelos y energías puestas en el prójimo que sufría.
No digo que sea imposible, pero sí muy difícil
encontrar algo así en el opus, ya que el mismo escrivá era taxativo en que las
"visitas a los pobres" no tenían ni remotamente la finalidad de
cambiar la realidad de las personas visitadas, o en forma más genérica de la
comunidad, a la que el opus dei daba brutalmente la espalda, sino la de
provocar una crisis vocacional en el joven de san Rafael al que se acompañaba. Y
también porque se miraba casi con desdén a cualquiera en la iglesia que lo
hiciera, con la curiosa excepción contemporánea de la madre teresa de Calcuta,
que estaba tan lejos y en un país tan exótico, que al fin y al cabo era
irrelevante para interpelar el día a día de los prelaturianos.
Buscando escritos anteriores en opuslibros, acabo de leer la colaboración de Orange “Mi primo salesiano"
del 20 de marzo de 2019. Coincido completamente en su diagnóstico de la
soberbia individual y corporativa que nos afiebraba mientras estábamos en el
opus. Más cuando los directores bajaban
la línea que fuera del opus, las demás congregaciones católicas habían dejado
de ser caminos seguros de salvación ¡cuánto engreimiento sistemáticamente
destilado en las almas de los jóvenes del opus! En todos lados se cuecen habas,
pero en el opus dei se cuecen peor...
Leyendo lo de la Comunidad de Belén que
comentan Lozano
(26-octubre-2022) y Ana Azanza
(28-octubre-2022) y cómo está terminando un proceso de enderezamiento -ojalá
que resulte en algo mejor, aunque por lo que cuenta Ana Azanza hay bastante
resistencia a reconocer errores- es un muy mal signo esto de enfocarse
exclusivamente en lo formal de la religión, en lo repetitivo, en lo ritual,
"mucho ruido de santidad y pocas nueces efectivos de santidad", en
volver a caer en el error de que "el hábito no hace al monje, el refrán es
viejo y el lugar común, pero no acabamos de enterarnos" (gracias Ana
Azanza por volver a traérnoslo a la memoria tan inequívocamente), en escudarse
en la teoría del derrame que afirma que si se cristianiza a los círculos
sociales más altos, todos se beneficiarán a la postre; y en lo que yo
interpreto era el motivo por el cual Jesús denunciaba a los fariseos como
sepulcros blanqueados.
Aun así, aunque presiento que entre las
preocupaciones del papa Francisco el opus dei es un tema no menor, está
necesariamente detrás de varios otros que urgen: el problema del 6% de curas
que pedófilos (estimación de la película Spot light para la diócesis de
Boston), o de cómo se resuelve el tema de curas que no viven el celibato ni
jamás lo van a vivir, porque es una práctica vetusta y sin sentido que hace
años ya tendría que haberse derogado, dejado a la libre elección de cada quien
según cuál sea el mejor camino para encauzar su afectividad, o el problema de
alcoholismo en los curas, o las persecuciones que sufren cristianos en países
de Asia y África, o en cómo se le hace el espacio en la Iglesia a los
separados, a los divorciados, a los homosexuales, luego de tantas afrentas que
desde la misma iglesia católica se profirieron contra esas personas...
Aun así confío en que Francisco vea que el
opus es una institución diseñada como máquina de juntar dinero y poder,
farisaica y vacía de espiritualidad, un lobo disfrazado de cordero, que si
logra sus objetivos la Iglesia y las personas van a resultar aún mucho más
dañadas, así que no puede pasar de su papado sin que se la desactive en su
configuración actual, la que dejó el no-santo-de-mi-devoción escrivá, en que se
descubra y remedie su "doble vida" entre lo que indican los estatutos
en latín, inaccesibles para los miembros, y los "consejos
imperativos" del catecismo de la obra, en que se lo enderece, por las
buenas o se lo arranque por las malas como árbol que no da frutos de virtud.
Volviendo al hilo de mi escrito, una de las
características que había que buscar en un pitable era la
"magnanimidad" como alguna vez escuché en un círculo: había que
apuntar (la expresión "pitch" del beisbol, que se usa tanto en
marketing y ventas, describe muy bien lo que significaba ese
"apuntar") a gente que se propusiera metas
"big-hairy-audacious-goals" (objetivos grandes, audaces y
descabellados), como por ejemplo querer llegar a presidente del país, aun
cuando ese objetivo nunca fuera a alcanzarse.
La realidad que después se imponía en la labor
de san Rafael era que cualquier bicho que caminaba iba a parar al asador, con
tal de conseguir pitajes, con tal de alcanzar los números, con tal de mantener
algo de aire adentro a ese globo pinchado que era la prelatura. (pitajes del
UNIV de Roma: duraban menos que el agua entre las manos.)
A propósito del número de prelaturianos, yo
entré con la información imprecisa de que los miembros del opus eran de
alrededor de 60 mil, número incomprobable que veo que se siguió informando
posteriormente. La pasmosa incapacidad de la prelatua para mantener a sus
miembros...
(yY que ahora nos
enteramos que ni siquiera éramos miembros, que ese pedido de admisión y las
posteriores oblación y fidelidad en nada nos ataban, porque la prelatura es una
estructura formada exclusivamente por clérigos y seminaristas...)
... Es una prueba apabullante de que no hay
nada de divino en su fundación ni en su permanencia como no lo hay en cualquier
otra secta; que los suyos son todos frutos amargos de las maquinaciones de un
oscuro, perverso personaje y que por mala fortuna para la humanidad vino a caer
en un contexto que no le puso límites, no lo encapsuló -como suele a veces hace
el cuerpo con las enfermedades-, sino que amplificó, sistematizó,
institucionalizó los modos de su personalidad ególatra narcisista. Si este escrivá en realidad es un santo de altar, ¡vaya que le
cabría una nueva segunda edición ampliada y aumentada del libro "los
defectos de los santos"!
No tuve mucho contacto con supernumerarios en
los años que estuve adentro, pero por lo que leo en esta página, (los
testimonios de Mediterráneo acerca de a lo que tiene que avenir una mujer joven
supernumeraria para apegarse a lo que le indican es la vida matrimonial, la
invasión de la privacidad, de la vida matrimonial, causa indignación,
desolación) también había una fracción importante de estos que pitaban jóvenes,
solteros, y que por alguna razón no fueron considerados para el celibato.
Para cualquiera de los tres tipos de miembros,
durar en el opus era estar expuesto a la falta absoluta de idoneidad de los
"directores espirituales" en quienes recaía la responsabilidad de
recibir las charlas fraternas o confidencias; directores de centros, o
"hermanos mayores" y por supuesto presbíteros.
Estos tipos asumían la dirección espiritual
como un encargo y normalmente desde tan jóvenes que no tenían ni idea con los
problemas que tenían las personas bajo su dirección; los sujetos de la
dirección espiritual quedaban en manos de gente tan poco idónea, por lo joven,
por lo inexperta, porque no tenía ninguna vocación (en el sentido de
predisposición, de cosa para la que uno es bueno y le gusta hacerlo) para ello;
esa forma de dirección espiritual en el opus te condenaba a una continua acción
de torcimiento espiritual, algo así como a las mujeres en el japón medieval a quienes se les vendaban los pies
para que no desarrollaran una talla grande y así fuesen más
"atractivas", como muñecas de porcelana; tan disparatado era aquello
que siempre me fue muy difícil hacérselo entender a gente común que no tuvo la
desdicha de cruzarse con el espanto fundado por escrivá.
Nadie tenía la libertad de elegir a su propio
director espiritual, y menos fuera de la prelatura (“sugerencia imperativa”
absolutamente condenable que viola cualquier derecho de libertad de conciencia
y que Echevarría intentó borrar con el codo en su mentirosa carta del 2011) Incluso,
confesarse con un sacerdote que no fuese del opus era de mal espíritu, porque
ese sacerdote de afuera era "el mal pastor"... Qué ironía que el
propio escrivá haya abandonado, cuando él quiso, a su propio director
espiritual y confesor, haciendo lo que le daba la gana y le convenía, para
pasar a ser dirigido y confesado por Álvaro Portillo, un subalterno suyo, cura
inexperto que a quien primero confesó fue a escrivá y con quien indudablemente
tenía una relación de dependencia en todos los aspectos.
El engaño prelaturiano de que quienes llevan
la charla fraterna en el opus gozan de la particular "gracia del
director" tal que "quien obedece jamás puede equivocarse", es
perverso; esa afirmación induce a que la persona dirigida obedezca ciegamente,
"obedecer o marcharse", rinda su propio juicio en cualquier cosa
relativa a su fuero interno, y a la larga también en su fuero externo, en todo
lo que le indique el director espiritual, y así sea herramienta para cometer
impunemente muchos males y daños; en el opus se comienza bloqueando cualquier
posibilidad de decisión libre de la persona en base a su propio criterio
tildándolo como "mal espíritu".
Perverso porque bien sabe el prelado y los que
lo rodean que no hay obediencia debida que excuse a las personas de las
consecuencias de sus propios actos, que prestarse a ser instrumento de daño al
prójimo con la excusa que eso lo indicaron los directores superiores sigue
siendo un pecado; haberse comprado ese engaño prelaturiano no es excusa para
nadie de las consecuencias de sus errores, del daño que la persona singular
haga. ¡con seguridad nadie deja de ser menos responsable por el daño que genera
en otros y en sí mismo escudándose en la obediencia debida a los directores del
opus dei!
En mis tiempos, y si hoy ya no es así se
deberá sólo a que la edad promedio de los prelaturianos ha envejecido
considerablemente, se le asignaba a gente sin ninguna preparación ni
experiencia pastoral llevar la "charla" de otros miembros. ¿qué
experiencia pastoral podría tener un tipo cualquiera de mi
misma edad para hacerme crecer en mi vida interior? todos uniformemente se
manejaban repitiendo como loros lo que les habían programado para decir, sin
ninguna vocación de pastores de almas; imposible encontrar una actitud
reflexiva de alguno de ellos; esos, los que pensaban, no interesaban para
director.
El anverso de esas instancias de dirección
espiritual (confidencias, confesiones o de cualquier otra reunión ad-hoc) era
que el dirigido hablase con total sinceridad sobre su fuero interno, y también
que transmitiera sin ningún sentido de respecto a la privacidad de otros lo que
esos otros también le hubiesen confiado; el reverso era y pienso que sigue
siendo, una aceitado mecanismo de información interna hacia quienes mandan,
nunca respetando ni el secreto sobre lo que se escucha, sino que reportándolo
inmediatamente y detalladamente y por escrito.
A modo de ejemplo, en mi primer semestre en el
centro de estudios hacía la charla con el subdirector de mi "grupo",
un centroamericano gastroenterólogo de 27 años. Por la info
que pude googlear falleció dentro del opus poco antes del inicio de la
pandemia; que en paz descanse. Era unos 9 años mayor que yo. Lo asignaron de
vuelta a Centroamérica durante mi segundo año en el centro de estudios. Había venido a mi país a estudiar su carrera
y pitó ya de universitario; es decir que no era un adolescente cuando se hizo
numerario e incluso contaba que tuvo una novia en mi país, a la que dejó al
momento de pitar, así que seguramente conocía bastante más de mujeres –o de lo
que a él le gustara en cuanto a orientación sexua -
que yo, y seguramente también había tenido oportunidad de debutar sexualmente. Ya
recibido de médico dejó su orientación de gastroenterólogo para especializarse
en neurociencias y psiquiatría, especialidad mucho más útil para las prácticas
internas de perseverancia asistida por empastillamiento que se practicaba en el
opus; ese tiempo que dirigió mi charla también trabajaba por las mañanas en el
consultorio de uno de estos doctores menguele que tenía el opus. Yo ni estaba
enterado de esas prácticas, pero en retrospectiva es claro que ése era su
mundo: recurrentemente traía a colación en círculos y charlas de formación del
centro de estudios una condición espiritual que llamaba "la noche
oscuuuuura del alma” algo bien medieval. Y se repetía continuamente con ese
tema, que seguro era el "diagnóstico espiritual" que en el opus se
daba a las pobres víctimas del doctor menguele como justificación de por qué
estaban en una crisis depresiva o de ansiedad y tenían que estar
empastillados...
No me parecía mal tipo, incluso llegué a
apreciarlo, cosa para nada extraña ya que a mí cualquier persona me suele caer
bien. Se lo veía muy cómodo ahí: jugaba al paddle regularmente en la cancha que
tenía el centro de estudios, iba muy seguido a las convivencias de fin de
semana en una villa atlántica que ya comenté en una contribución anterior, y a
las que a mi jamás me invitaban, era claramente un "insider" y se lo
veía absolutamente a gusto. Tenía sus modismos peculiares por ser
centroamericano, pero eso lo volvía pintoresco a los ojos de los demás. Era medio
ridículo cuando lo veías hablando con la administración, ya sea en el comedor o
en el teléfono interno, aflautando la voz (¿tal vez pretendiendo que su voz
varonil no fuese causa de tentaciones sexuales a la numeraria con la que
hablaba?); también recuerdo que era mucho de palmear fuerte en la espalda y
reírse sonoramente mostrando todos sus dientes, pero en el fondo era una
persona que mantenía su distancia, su espacio personal, me di cuenta de eso con
el tiempo de tener trato, algo así como "yo soy director y vos soldado
raso" ó "no soy de hacer favores si no recibo algo a cambio";
tampoco era una persona de conmoverse con problemas de otros, tenía incorporada
la filosofía de que "cada palo aguante su vela", y si no, bueno, vos
te embromás... Por otro lado, creo que
eso era lo que trataba de inculcarse en el centro de estudios, le llamaban
"tener motor propio."
Una vez tuve que sufrirlo en plan
"imperativo" conmigo: se puso obsesivo con que yo cambiara mi
dirección al centro de estudios; el trámite incluía ir a la comisaría sobre
Avenida Las Heras, a 200 metros, hacer un breve trámite y un pago, y esperar a
que pasara un oficial de policía a preguntar en la recepción si la persona
efectivamente vivía allí; como yo me retrasaba en ese trámite empezó a usar
malos modos e incluso alguna expresión grosera para que yo obedeciera
prontamente (un "consejo imperativo"). En mi última colaboración
conté que al volver a cambiar mi dirección del centro de estudios a lo de mis
padres en mi ciudad natal, más de diez años después, luego de estar fuera del
radar del opus varios años, en cuestión de dos horas ya estaba recibiendo una llamada
"espontánea" de un viejo conocido numerario. Es decir que tengo toda
la sospecha que tenían/tienen armado un sistema de seguimiento de la gente que
cambia su dirección de calle Vicente López 1950 a otra dirección, cosa que
obviamente debe ser un delito ya que es información confidencial de cada quien
y no tienen por qué andar.
Fuera de lo bizarro de "la noooooche del
alma", cosa que a mí me parecía tan lejana a mi realidad y a la etapa que
estaba iniciando en el centro de estudios, lo cierto es que no recuerdo ningún
consejo útil, memorable, que haya surgido de él en la dirección espiritual
durante todos los meses que fue mi director, ni uno. Las charlas con él eran
repetitivas, rutinarias, en retrospectiva muy consistentes con alguien sin
mayor interés o talento en lo que está cumpliendo porque es un rol burocrático,
de registrar lo que escucha y reportarlo. Sí se mostraba frustrado por mi
incapacidad para cumplir las normas del plan de vida, por mis numerosas
omisiones semanales.
Este subdirector era representativo de lo que
era la regla en el opus: no se seleccionaba para dirigir almas en base a que
tuviesen una fuerte vocación pastoral, ni por su sabiduría y prudencia, cosas
que normalmente se asocian con la edad - en línea con lo que escrivá también
había escrito despectivamente diciendo que los años no te hacen más sabio -
sino que llevar charlas era un "encargo".
Así que si esas confidencias fueron tan sosas,
tan irrelevantes, solamente un trámite administrativo, tanto que prácticamente
no recuerdo nada de esas reuniones de frecuencia semanal, entonces nada
justifica que hoy yo tenga la impudicia de ventilar frente a los lectores de
opus libros aspectos de vida interior de aquel tiempo, y no lo voy a hacer,
excepto por una anécdota que pienso representativa de que lo que se vivía era
un cumplimiento farisaico de rutinas, las normas, y que según escrivá
garantizaban la entrada al cielo al que las cumpliera; así que aquí va la
anécdota:
El subdirector del centro de estudios lo
primero que me pidió que llevara a la oración fue la compilación de
meditaciones de Escrivá: "Amigos de Dios", desde el principio. A mí
me resultó frustrante esa indicación, ya que "Amigos de Dios" venía
leyéndolo sistemáticamente todos los años anteriores desde que había pitado, en
los cursos anuales, convivencias y retiros... Aun así hice como me dijo, pero
pasados unos meses del primer año manifesté mi frustración con que el centro de
estudios no estaba cumpliendo las expectativas con las que había ido allí en
cuanto a elevar mi vida espiritual. Digamos que en particular tenía gran avidez
por aprender a hacer oración, y en todos los años que ya llevaba en el opus la
indicación era siempre la misma, "hablar con dios como hablarías con tu
padre, con tu amigo"... "ok, ¿y algo más? ¿no hay algún libro que
pueda leer para aprender a hacer oración? ¿algún escrito que enseñe cómo
mejorar en eso?" estoy seguro que
no lo dije para poner en evidencia lo rutinario en que te transformaba el plan
de vida, la falta religiosidad profunda en la que estaba desde que me había
hecho numerario. Pensándolo a la distancia de 35 años sospecho que mi
comentario, involuntariamente, los dejó en evidencia, y esto lo supo detectar
el subdirector, que era un tipo sin ninguna vocación pastoral pero inteligente.
Pasado poco tiempo, algunas semanas después, este director cambió su tema
recurrente de "la nooooche del alma" y comenzó a citar en los medios
de formación cierto librito muy apropiado para mejorar en la norma del plan de
vida de la oración (sobre todo de la tarde, ya que por la mañana te leían lo de
las "meditaciones"), y un tiempo después me indicó que comenzara a
llevarlo a la oración. Creo que el libro se llamaba "la buena
voluntad" [lamentablemente no recuerdo el autor, ni tengo certeza sobre el
título, así que, si alguien lo conoce y lo quiere compartir, bienvenido sea], y
ciertamente era un libro breve, pero muy jugoso, para enseñar a hacer la
oración... para religiosos, diría que para monjas de clausura dedicadas a la
oración contemplativa. ¡vaya que le
saqué provecho el tiempo que lo tuve a disposición! Gracias a él aprendí qué
significaban preguntas que se usaban en el examen de conciencia del círculo
breve sobre "afectos" e "inspiraciones" que los directores
parecían leer como loros pero que nunca abordaban ni explicaban.
No es nada nuevo lo que escribo y otros ex ya
dieron testimonio (como Orange; 25-marzo-2019),
pero siento que no debo dejar que mi propia experiencia caiga en el olvido sin
dar mi testimonio de lo que fue ese "plan de vida" que confunde
espiritualidad con apegarse a un plan de vida esquematizado, “one-size-fits-all”,
confirmando lo que muchos ya denunciaron: en el opus no se cultiva la espiritualidad,
sino que un ritualismo, una caricatura de espiritualidad; y no se recibe
dirección espiritual de gente idónea, sino que uno es sometido a una estructura
de "comando-control" (Jason Jonas -De Mediciones y Controles-
11-noviembre-2022) que para el opus en un fin en sí mismo.
Pasaron las semanas y el libro dejó de estar
disponible en el centro de estudios, al menos para mí, y nunca más lo volví a
cruzar en un centro, o curso anual o casa de retiro; en conclusión, fue la
única referencia a lo que tuve acceso yo - y el resto de la gente que alguna
vez compartí centro en el opus sobre cómo hacer oración contemplativa. Supongo que
el ser un libro escrito explícitamente para religiosos, eso planteaba una
contradicción difícil de tragar en el opus.
El modelo del opus de "un talle para
todos" a mí no me sirvió, y creo que tampoco a la mayoría de los que compartimos
experiencias en opuslibros. Reflexionar y contemplar
es lo más sincero que hice en mi vida espiritual, y considero que la oración así
hecha no puede ser reemplazada por un coro de voces que aturde, en forma de
meditaciones, lecturas, rezos, cantos gregorianos... Creo que los momentos de reflexión son claves
para entender quién es uno y por dónde pasa su afectividad. Para mí fue clave
bajar el ruido que aturdía al que estaba expuesto en el opus y reflexionar el
porqué de mi ansiedad, caer en la cuenta que no estaba recibiendo consejo
espiritual adecuado y volcarme a mi propia interioridad para buscar las
respuestas que necesitaba.
Bueno, hasta aquí esta colaboración un poco
desordenada que espero se de interés a alguno de ustedes; comencé pensando en
escribir sobre qué significa ser padre de tres mujeres a la luz de los muchos
años que pasé en el opus. Sigue pendiente ese tema para una colaboración futura,
junto con lo de la obsesión en el opus por la filosofía aristotélica/tomista...
Gracias por la paciencia en leer esto.
Rosarigasino