Ya libre y volando
(y 5)
Rosarigasino,
9/05/2022
"The sound and the
fury" (el sonido y la furia) la novela de
William Faulkner, es una de mis lecturas favoritas. Aunque compleja y en inglés
(tuve que leerla y re-leerla), el esfuerzo bien vale
la pena. Lo interesante y original es el uso de un estilo narrativo propio de
Faulkner, como escribiendo de corrido todo lo que piensan los diversos
personajes; a ese estilo usado por Faulkner lo llamaron "stream of counsciouness"
(flujo de consciencia.) Así, en cada capítulo, el narrador es alguno de los
personajes discurriendo mentalmente sobre los problemas de una familia sureña
venida a menos, que varían notablemente si el personaje es idealista, o si es
cínico y manipulador, o si es simplemente un adulto con fuerte retraso
madurativo o si es alguien ajeno al círculo familiar…
Intuyo
que escribir las propias experiencias de lo vivido en el opus empleando este
estilo "stream of consciousness" tal vez sería la forma más fiel de
poder transmitir a quienes leen y leerán estas historias la falta de paz
interior, la continua auto-represión, el contexto
neurótico que ahoga a tantos "insiders" en
el opus, poder comunicar que estas cosas les pasaron a personas de carne y
hueso y que le podrían haber pasado a cualquiera de haber estado
circunstancialmente en cruces de caminos similares.
Y
me da que pensar qué diferente era la tormenta que continuamente había en mi
cabeza y en mis sentimientos todos esos años que estuve en el opus comparado
con lo que pasó a ser mi vida después; nuevamente vale la pena ponerlo en
palabras de Miguel Fisac, para mí muy significativas:
"desde el inicio quise irme o morirme" (en “Nunca le
oí hablar bien de nadie”). Las cosas se ordenaron casi inmediatamente
una vez que me transformé en un "outsider" - porque considero que me
llevó un año hasta que la trayectoria de mi vida volvió como elásticamente a lo
que tenía que ser sin que el opus hubiese interferido; cómo volvió el sentido
común a mi vida, a las relación con mis padres, con mis hermanas, con la gente
de mi edad, compañeros, ex-compañeros y chicas; de
todas esas personas y grupos había sido arteramente separado, aislado, tal como
es común que opere una secta.
Tangencialmente
mencioné que había una idea colada en las conversaciones con las últimas
personas, directores y curas con los que hablé, y era que yo me volviera a mi
ciudad natal (aunque nunca llegaron a indicármelo frontalmente, supongo que
esperaban que declinara mi decisión de no renovar para darme esa orden), cosa
que nunca hubiera elegido yo, ya con media carrera universitaria aprobada en la
universidad (nacional) de mayor prestigio de mi país; pero creo que esa idea de
moverme, además de poner distancia con una compañera de facultad, con quien no
tenía ningún trato particular pero que siempre fui sincero en las confidencias
que yo sentía amor por ella (como se puede enamorar cualquier joven
universitario de una compañera jovial y atractiva; aparte de que cada vez que
salía del centro volvía enamorado de alguna mujer con la que me había cruzado)
infiero que era la forma del opus de preparar mi posible salida, de modo de
volver las cosas al mismo lugar de inicio; claro que con siete años y medio
menos de vida y como un tonto que seguramente iba a tener que recursar y rendir
lo que ya había aprobado antes. (Por información de quienes lo intentaron,
entre universidades nacionales hay muy mala predisposición a darte por
aprobadas materias de otro programa, pero ese es un tema sin importancia para
el Opus Dei cuando quiere "defender una vocación.")
Hace
pocos días Jason publicó un escrito "Sustentos
¿divinos?" en los que cuenta qué cosas le ayudaban a seguir a
flote adentro. La cosa que yo recuerdo que me ayudaba a que mi cabeza y corazón
volaran, respiraran con que existía otra vida posible, fue el simple hecho de
leer (nada particularmente prohibido por el índice de libros prohibidos del
opus) de forma que algo de aire fresco se colara hasta mi cabeza; en un momento
en la biblioteca del último centro en el que estuve había unas novelas por
demás melosas, que me hacían vibrar la fibra más íntima de adolescente
bobalicón, y también obras de mucho más de vuelo que no estaban prohibidas. Me refiero
a "Adán Buenosayres" de Leopoldo Marechal;
de hecho, en el último centro en que viví y que era una residencia
universitaria con residentes de todo el país, se hospedó unas semanas un
supernumerario español, tipo joven, que había venido al país porque estaba
escribiendo un análisis sobre esa obra para un trabajo académico, y de manos de
él pude conseguir prestada una copia. La
narración era fabulosa, yo quedaba completamente atrapado y por el tiempo que
estaba inmerso en la lectura tenía la posibilidad de olvidarme del sinsentido
de mis circunstancias coyunturales, recargando las pilas con sólo vivir con la
imaginación la vida del personaje del cuento.
También
influyó en mi forma de pensar en ese último año en el opus y en cómo tomar
decisiones los autores sobre los que aprendí en el último curso anual en la
materia Filosofía Contemporánea; de forma muy diluida, pero clara, llegaban ideas
de existencialistas como las de Søren Kierkegaard;
sobre esas ideas, de las que apenas se mencionaba un párrafo en algún apunte,
volví a encontrar reconfirmada aquella premisa que a los 12 años me había
enseñado mi madre: yo soy el único responsable por mi futuro; a la larga lo que
yo sea será sólo mi responsabilidad, y también que uno es lo que vive, así que
si quería ser plenamente, lo mejor que podía hacer era vivir –sentir-
intensamente. Y eso no sólo en el plano de mi espiritualidad, de mi relación
con Dios, sino que también en el plano de mi realización completa como persona,
como hombre joven.
El
último año que estuve adentro lo único que me cerraba era cuidar mi vida
interior porque quería tener una relación con Dios, una cierta cosa de oración
contemplativa, y creo que ese último año es que nuevamente mi espiritualidad
volvió a ganar vigor, no por el plan de vida del opus sino porque intuía que
terminar con el opus no significaba de modo alguno tirar por la borda mi
espiritualidad. Pero ya lo del proselitismo no me cerraba en lo más mínimo,
porque nunca había logrado nada y además ¿para qué querría llevar gente adentro?
¿para que la pasen como yo la estaba pasando?
Así
que una vez afuera como outsider, a capear con dificultades nuevas, pero
respirando profundo para sentir cada gota de esa libertad recuperada. Me recuerdo
viviendo en la lúgubre pensión en la que conseguí una habitación. El día que
llegué llovía y por la ventana de mi habitación se colaba agua hacia adentro;
estaba en un barrio que ahora es lo más chic de la ciudad pero que en ese
momento era prácticamente zona roja, dos o tres trabajadoras sexuales me
cruzaba a toda hora cuando iba caminando hasta la avenida a tomar el transporte
público. Y había a pocos metros una enorme zona de maniobras del ferrocarril
(hoy ahí se emplazan edificios exclusivísimos); yo cruzando un sábado a la tarde
por el puente encima de esas vías "sólo como loco, sólo como croto, sólo
como Don Bosco con poncho" (del tema de Leon Gieco, "Los Orozco") y pensando, "si
siguiera adentro, ¡cómo me estarían inflando las pelotas con quién traería a la
meditación de la tarde!!!; y por el contrario estoy acá, ya libre, sin tener
que comerme gestos hoscos y modos de porquería de esos que decían que eran ¡mi
familia y mi casa!"
Y
no es que yo jamás lograra llevar a nadie al centro, sino que llevaba gente
como yo; a modo de ejemplo el primer año del centro de estudios llevé a un
compañero de instituto de inglés, un chico dos años menor, aún estudiante
secundario de un instituto también tecnológico, dependiente de la universidad,
este pibe mejor alumno de su año y muy religioso, ¡como yo! A excepción que
toda la familia también era religiosa. Pero bueno, él no sentía ningún interés
por mudar sus actividades religiosas de donde las estaba haciendo al opus, por
más que hasta llevé al cura a almorzar con la familia.
En
definitiva, ya en ese momento parecía comprobarse que lo que funcionaba para
conseguir pitajes era proselitismo con
niños/adolescentes en clubes, y si eran hijos de supernumerarios mejor; esos
eran tiro fijo.
En
la primera contribución dije que iba a contar más adelante cómo fue el
seguimiento en frío que recibí posteriormente a irme. Bueno, ahora llegó ese
momento.
Yo
tomé la iniciativa yendo a confesarme a principio del año 91 en una iglesia del
microcentro con un cura del opus, que me conocía; la confesión más que ser el
sacramento de la reconciliación pareció que se estaba administrando un velorio,
con frases graves como “lo que vos hiciste”, “la vocación que abandonaste”. Salí
y ya me dije, "con estos tipos no me confieso más, esto no ayuda en
nada." lo cual fue una gran decisión, ya que con cualquier cura no-opus
con quien me confesé posteriormente además de recibir el mismo sacramento salí
renovado, contento, con buenos y apropiados consejos.
De
alguna manera quien era secretario de mi anterior centro, un licenciado en
historia que entiendo sigue como numerario trabajando en alguna labor interna u
obra corporativa, obtuvo el número de teléfono de la pensión en la que yo
estaba y empezó a llamarme intentando ubicarme; se ve que con suficiente
insistencia ya que yo no estaba la mayor parte del tiempo allí y a la dueña no
le gustaba hacer de recepcionista, así que difícilmente pasaba mensajes. Al final
de tanto que él llamó me pasaron el mensaje; hablamos y quedamos en
encontrarnos a tomar un café.
Esa
juntada y todas las posteriores, separadas por varios meses entre sí, siempre
fueron con el mismo patrón: nos encontrábamos, parecía haber cierta expectativa
de que la charla iba a ser entretenida, pero invariablemente este fulano bajaba
cuatro cambios y usaba un tono negativo, fúnebre para todo lo que contaba que
era su vida, que solía ser de lo más insustancial. Para después comenzar a
hacerme preguntas abiertas, también siempre con un tono negativo, como si
estúpidamente la única respuesta de mi parte que pudiera corresponder fuese un
lamento, una respuesta de alguien frustrado. Pero no era ese precisamente mi
ánimo.
El
año siguiente yo ya estaba viviendo sólo, gracias a que mi padre me había
comprado un departamento en un remate (tengo que reconocerle que siempre fue
bueno para comprar barato) y este del opus que me hacía "el
seguimiento", creo que en ese momento estaba haciendo un posgrado en algún
tema de historia, me plantea ir a fin de año a una actividad de
convivencia/misión a la diócesis que en ese momento estaba asignada al primer
obispo numerario de Argentina, en Santo Tomé, Corrientes. ¡Wow,
cambió la onda! Pensé yo y respondí que sí, que no tenía problemas, que al fin
y al cabo ya no era numerario y no tenían por qué complicarme con ese rollo, y
con todo el ciclo de filosofía que yo tenía completado en los cursos anuales
más lo que era de suponerse una excelente formación (que después comprobé que
era bastante superficial e incompleta, sobre todo en la enseñanza de años de latín
que no alcanzaba a nivel de chiste) ¡por qué no participar en algo así, cuando
ellos me lo proponían!
Bueno,
varios meses después, algunas reuniones personales e incluso un llamado
telefónico en el que este tipo me pidió que le confirmara que iba a ir (la
convivencia/misión era en enero del año siguiente), ya casi sobre la fecha me
dice en el mismo tono lacónico que había usado conmigo todas las veces
anteriores, me dice algo así como "fulanito [por mí] quería avisarte que
no vas a poder ir [o que los directores del opus no aceptaron que yo vaya] a
esa convivencia, porque como ya tendrías que entender vos ya no estás en la
obra, te fuiste y por eso no conviene [o no es posible] que participes..." -
"pero si fuiste vos quien me invitó y todos estos meses no hiciste más que
confirmarme que estaba invitado a participar" respondo yo; y a esto la
respuesta de - "sí, pero vos tenés que entender
que si te fuiste..." y repite lo mismo como disco rayado, como loro, seguro
que literalmente lo que le dijeron que yo tenía que escuchar de él; en los
medios de formación y más en el último semestre que estuve en el opus solían
comentarse cantidad de anécdotas de “testimonios” sobre cómo se lamentaban de
haberse ido aquellos que no habían perseverado, de cómo se cumplía lo del “rejalgar”
y de cómo “rogaban volver”. La única lógica que pude encontrarle a la actitud
de este numerario es que el juego que estaban buscando hacer conmigo era
sacarme alguna especie de testimonio-confesión en primera persona de lo
desdichado que yo era, cosa que no se llevaron porque estaba bien avispado ya
de las manipulaciones y porque iba pasando el tiempo y mi realidad era que cada
vez estaba más en mi eje, que cada vez pesaba menos mi pasado en el opus. O tal
vez, como yo nunca ni pista había dado que quisiera pedir volver, entonces
ellos me lo ofrecían de forma de que no les faltara la oportunidad de poder
desairarme, de decirme "no, no podés
volver"; sea como fuere, una situación lunática que me terminó de
convencer que no tenía ningún sentido continuar en contacto con este
numerario.
Después
de eso mis charlas con él fueron cada vez menos frecuentes, creo que no
volvimos a reunirnos presencialmente, siempre fueron llamadas que yo recibía;
la última vez que recuerdo que me llamó esta vez sí en una circunstancia
negativa para mí. Yo ya me había recibido y trabajaba en una multinacional de
primera línea, la IBM; había un numerario que también trabajaba ahí, aunque en
otra área, que mostraba empeño por no cruzarse conmigo. Bueno, en un momento yo
perdí ese trabajo, del que en retrospectiva aprendí mucho pero que era un lugar
complejo para estar como joven profesional, un ambiente realmente áspero,
tóxico; digamos que el número uno y el número dos de la filial local de esta
multinacional terminaron preso el primero y prófugo el segundo poco después que
yo me fui; y aunque adentro todo era muy prístino en los asados after-hour se encargaban de pasar el mensaje que si para
conseguir un negocio había que pagar un retorno, eso había que hacerlo sin
involucrar a la filial local de esta multinacional. Anyway, ese trabajo
lo perdí y a los pocos días estaba otra vez sonando el teléfono de mi
departamento, yo atendiendo y del otro lado sonando una risa estruendosa de
este numerario que aparentemente se reía de algo (¿divertidísimo?) con otro,
para después de saludarme comenzar con el mismo tono lacónico exasperante a
hacer preguntas abiertas del estilo "cómo estás..." "qué me contás..."; "nada nada fulano, estoy bien pero
ahora estoy ocupado, cualquier cosa después te llamo, chau" y listo,
última conversación con este inútil que yo recuerde.
Esos
años tuve algún llamado de tono superficial, frívolo de alguien de la comisión
regional con la pretensión de contar con mi asistencia a la próxima misa del 26
de junio, como mencioné en mi
primera colaboración, y tal vez alguno más que ya no recuerdo. Todo el tiempo que estuve en California no
tuve ni contacto con ellos, creo que no tenían forma de ubicarme, y la
sensación era genial, como también comenté en mi primera colaboración.
La
siguiente vez que recibí un llamado de alguien del opus fue de otro numerario
varios años después, ese que había pitado un año después que yo. Bueno, yo esa mañana
había ido a hacer un cambio de dirección en el registro civil, todavía tenía la
del centro de estudios del opus, y la cambié por la dirección de mis padres. Digamos
que esto sucedía ya en el año 2001, unos seis años del último contacto. El trámite
requería informar la dirección anterior y la dirección y el teléfono nuevo, que
yo por razones de conveniencia di el de mis padres. No van que tres horas
después de hacer el trámite en el registro civil que en casa de mis padres
estoy recibiendo una llamada de este numerario; ¿coincidencia? Imposible,
venían de seis años sin contactarme ni tener dónde ubicarme así que es evidente
que lo que debería ser un trámite personal y confidencial, no era así ya que el
opus pudo enterarse inmediatamente y meter su nariz.
Así
que volviendo a la breve llamada con este numerario, que por suerte no usaba el
tono insufrible y lacónico del anterior, tal vez porque nos conocíamos de antes
de pitar, me dice que me llamó para volver a coordinar un supuesto grupo de
amigos en mi ciudad natal, ¿y? Involucraba a gente que no veía hace quince años
y no era para hacer nada concreto; ni pista de cómo proponía instrumentarlo,
porque él mismo me dice que vive en otra ciudad; la excusa para llamarme queda
ahí. Después pasa a contarme su gran logro hasta ese momento que fue completar
una maestría en negocios en la universidad del opus, "bueno, muy bien
fulano" lo felicito, omito decirle que yo acabo de hacer un programa igual
en Berkeley, y aunque sea pedante hacerlo notar, la Universidad de California
en Berkeley definitivamente tiene mucho más prestigio y trayectoria que todas
las universidades del opus juntas y elevadas al cubo; le pregunto por su
familia, por su padre que sé que había tenido problemas, pero sólo para que la
conversación sea humana, le pregunto cómo él lo ayuda, y después íntimamente lo
lamento porque claramente eso era un golpe bajo innecesario, ya que seguro que
un numerario no es de ayuda a sus padres en sus problemas y menos en la vejez;
le cuento que estoy casado y ya con una pequeña beba, que nació en California,
y ahí empieza a darse lo bizarro, que nunca falta con los del opus, cuando sin
disimulo surge el propósito de la llamada que es obtener la siguiente
información: ¿te quedás en el país o te volvés a Estados Unidos? No respondo y hablo de otra cosa,
repite la pregunta, sigo yéndome por las ramas, tercera, cuarta vez que lo
repite, tal vez lo hizo hasta cinco veces; estoy seguro que él y yo no somos
los dos únicos en esa llamada, que seguro que hay un
director escuchando en silencio, pero no le pregunto. Al final, para liberarlo
al pobre de seguir enganchado en esa llamada de larga distancia, le doy una
respuesta. Poco más y la conversación termina. Nunca más volví a recibir una
llamada de este numerario con la tontuela excusa de reunir viejas amistades de
la infancia y adolescencia.
Por
lo que puedo ver en la Internet este numerario continúa y el anterior también. Si
yo tuviera que decirles algo a estos dos numerarios, y no es mi intención
sermonear a nadie, sería que piensen dos veces a qué se prestan cuando los
directores les piden que se contacten con un ex-opus,
porque es posible que sea una maniobra más de manipulación y falsedad, todo lo contrario a un acto de caridad cristiana o de amistad o de
simple cordialidad.
Para
ir terminando esta colaboración, diría que cuando repaso la riqueza de
contribuciones a Opuslibros en estos más de 20 años
(y ni de lejos leí ni la décima parte) me entero y no me sorprende en lo más
mínimo el diagnóstico de que el Opus Dei está en una espiral descendente, que
la edad promedio de los “insiders” sube sin parar,
que está experimentando una implosión, que su "ciclo de vida" se está
agotando rápidamente, que ya no es lo que era y que ya nunca más lo será.
Que
sus pretensiones de erigirse en una iglesia que crece dentro de la iglesia como
única vía de renovación (el mensaje mientras estuve allí fue que exceptuando al
papa JPII y a la Madre Teresa de Calcuta, todas las demás expresiones de
catolicismo no-opus estaban seriamente
desviadas y ya no eran caminos confiables para salvarse, especialmente
después del Concilio Vaticano II) hasta que ya no quede católico que no
pertenezca al Opus Dei ("padre, padre, ¿con quién haremos proselitismo una
vez que todos hayan pitado?") es un
delirio que nunca se concretará.
El
opus se ve desde afuera como un cohete que se quedó sin combustible antes de
liberarse de la gravedad terrestre, y ahora cae de vuelta a la superficie. En este
caso, la tierra es la Iglesia, sus normas, su organización son la ley de la
gravedad; el opus quiso imponer condiciones propias, con la impaciencia e
iracundia propia del no-santo-de-mi-devoción Escrivá, impaciencia propia de
gente no sabía.
Al final del su siglo de vida lo único que queda del Opus Deo es que
es una institución que:
- gastó energías y rezos en una "intención especial" que
no era más que el encuadre jurídico anhelado, vendido en el 82 como si hubiesen
obtenido un milagro (¿milagro divino que la Iglesia te asigne una forma
jurídica? ¿en serio que Dios le da tanta importancia a eso? Moisés abrió
el Mar Rojo con su cayado, eso es un milagro), y que ahora se ve que ni
siquiera habían obtenido nada, sino un par de ventajas temporales como tener un
obispo como cabeza y estar en el dicasterio donde están los obispos, por dos
generaciones
- se funda sobre un carisma particular autoproclamado de la santidad
en la vida corriente, como si eso no fuera algo al que el general de los
cristianos debiera aspirar, y que sólo por excepción cierta gente apartándose
completamente del mundo como ermitaños, o en menor grado
pero siguiendo esa línea como monjes y monjas de clausura, o religiosos, busca
de modo diferente.
- que la rúbrica que los distingue es ser grupo de gente soberbia
que se cree que son los que mejor viven el cristianismo y que su fundador es de
lo más santo que existió en la historia, afirmando incluso que jamás recordaba
haber cometido un pecado venial deliberado
- que por todos los escándalos que la rodean más se parece a una
capillita de la religión del dinero que a una obra de Dios.
Se
ve al opus de capa caída, con la circunstancia no menor de que hay un papa como
Francisco que no les tiene deferencias y que los va ubicando en su lugar, a la
par de otros movimientos carismáticos, en algún lugar donde si quisieran
podrían servir a la Iglesia, pero no en el lugar preeminente que el Escrivá
siempre anheló tener, una iglesia universal debajo de un prelado/obispo dentro
de la Iglesia Universal debajo del Papa.
(Aún cuando siempre hay un tira y
afloje, una de cal y otra de arena de parte de la Iglesia, y esto puede
frustrarnos a algunos que quisiéramos acciones decisivas, hay que aceptar que forma
parte de la prudente sabiduría de la Iglesia el no precipitar un mal desenlace,
à la Rogelio Livieres.)
Tal
vez por eso, en un momento se me pasó por la cabeza que escribir mis
contribuciones sería como redundante dado todo lo que ya aportó y aporta en Opuslibros gente que estuvo muchos más años e incluso que
ocupó posiciones donde pudo enterarse mucho más que yo; sería como patear a
alguien que ya está en el piso, como hacer leña del árbol caído.
Pero
reflexionando una segunda vez, sí que vale la pena no dejárselos pasar, aún cuando lo mío haya pasado hace más de 30 años; porque
como dice el dicho "no está terminado hasta que se terminó", y estos
tipos, muy de capa caída entiendo, aún siguen operativos, aún siguen con su
mentalidad extremista, aún siguen embromándole la vida a mucha gente. Creo que
ya se les acabó el crédito interno en la Iglesia, en las autoridades, pero aún
pueden hacer mucho daño a los cristianos de a pie.
Con
esto termino mi quinta contribución a Opuslibros. Sé que
dejo mucha de mi experiencia en el tintero, pero quisiera a toda costa evitar que
mi escrito sea largo y tedioso.
Los
saludo con cariño y que Dios los bendiga.
Rosarigasino.
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