Los secretos del Opus

Revista “3 Puntos”

Edición del 6 de abril de 2000 - Argentina

 

¿Café? ¿Té? ¿Una gaseosa?", ofrece sonriente Roberto Bosca de 52 años, abogado y decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Austral. Extremadamente delgado, el hom­bre que no cree en métodos anticonceptivos y es padre de 8 hijos, recibe a 3 Puntos en su oficina del segundo piso del edificio ubicado en Garay 125. Amable, lo primero que deja en cla­ro es que se dispone a hablar no como abogado, ni como profesor, ni tampoco como decano, sino como miembro del Opus Dei, "la empresa de servicios espirituales", como él mismo define, con la que selló "un contrato de por vida" cuando apenas tenía 23 años.

 

Es la primera vez que miembros del Opus se prestan a una serie de entrevistas sin restricciones ni acuerdos previos. "Pasen, vean, no somos lo que la gente asegura de nosotros", había dicho a 3 Puntos Miguel Ángel Martínez, vocero de la Obra, como ellos la llaman. Y entre vitrinas que mostraban estampas, lapiceras, anteojos y pistolas de Josemaría Escrivá de Balaguer, el fundador de la Congregación que más sospechas colecciona en este siglo, explicaba que están decididos a cambiarle la imagen al brazo de la Iglesia que el 12 de marzo cumplió 50 años en la Argentina y que como regalo recibió de parte del Papa el ascenso de uno de sus obispos -Alfonso Delgado- al cargo de arzobispo de la provincia de San Juan.

 

"No somos una secta, no buscamos el poder terrenal, defendemos a Juan Pablo II y vivimos nuestra fe con alegría y libertad", insiste Martínez sentado en su oficina del Centro de Estudios Superiores (CUDES), ubicado en Vicente López 1950. Ese edificio, donde se forma la élite de la Obra, bien podría sintetizar la imagen que da el Opus Dei: es la conjunción más acabada de lo medieval y lo hipermoderno. Del celular y el cilicio. De la pobreza franciscana -el Opus no tiene nada a su nombre-y el poder terrenal más ostentoso. De la sencillez de sentirse elegidos por Dios y la paranoia de creerse perseguidos por el mundo.

 

Pero ese edificio desnuda también otra actitud permanente del Opus: su hermetismo. Los seguidores de Escrivá siempre se movieron en las sombras. Ocultos lograron edificar todo su poder. Y su principal herramienta fue la inserción de sus propios cuadros -adoctrinados hasta la obediencia ciega- en las capas medias de la función pública y las empresas más importantes en todos los países. Un ejemplo fue el Ministerio del Interior liderado por el prolijo Gustavo Beliz, hoy candidato a vicejefe de Gobierno porteño. Junto a él ingresaron siete miembros del Opus, entre ellos Diego Blasco Funes, directivo de Carta Credencial, y vinculado a la familia Trusso, declaradamente del Opus e involucrados en la quiebra fraudulenta del Banco de Crédito Provincial, un escándalo de millones de dólares que salpicó a las puertas del Arzobispado de Buenos Aires. La otra pata del poder fue el ex ministro de Justicia, Rodolfo Barra, quien se reconoció colaborador de la Obra. Por último, para asegurarse de no tener ningún conflicto oficial, construyeron una relación íntima con el ex secretario de Culto, Ángel Centeno. "No soy miembro del Opus, pero he ido a muchas conferencias y retiros", admitió el propio Centeno, que se deshizo en elogios hacia la Obra. De esta manera, hoy, la función pública está minada de hombres silenciosos que responden directamente a los consejos espirituales del Opus.

 

Pero la Obra moderniza su estrategia con el mismo fervor con que conserva sus prácticas medievales. Y para eso sabe que es inevitable dar a conocer sus actividades. Por eso desde hace unos años cambiaron su política de comunicación. Emilio J. Corbiére, autor del libro La Masoneria, asegura que "la nueva avanzada es sobre la comunicación social. Llama poderosamente la atención que los contratos de pasantías de alumnos de la Universidad Austral sean con La Nación, que fue siempre liberal". La Obra -la "orga de Dios", como ironizan puertas adentro de la Iglesia- mantiene más de un combate oculto dentro de la Argentina. Además de competir con la orden de los jesuitas, ahora se mide con uno de los sectores más reaccionarios, liderado entre otros por el arzobispo de Mercedes-Lujan Emilio Ogñenovich y Di Monte, obispo de Avellaneda, ambos cercanos a los negocios del ex emba­jador ante la Santa Sede Esteban Caselli, actual secretario general de Gobierno de Buenos Aires. El mismo Bosca, en uno de sus escritos de distribución interna, no tiene medias tintas a la hora de asegurar que "el clericalismo es una verdadera enfermedad de la religión, donde lo religioso es entendido desde una perspectiva de poder".

 

Claro que para contrarrestar esa perspectiva de poder el Opus tiene la suya propia. Para entenderla, hay que comprender su estructura elitista que sólo admire a miembros universitarios o de nivel terciario, una suerte de reactualización de la premisa que llevó a la unión de la Iglesia y el Estado: de la religión del que gobierna depende la religión de los gobernados.

 

 

El Supernumerario

 

"Yo quería ser ayudado a vivir mi vida cristiana y el Opus tenía interés en ayudarme. Eso configuró nuestro contrato", explica Bosca, quien hizo su primer compromiso verbal a los 20 años. Hoy, es uno de los 4.600 supernumerarios que existen en la Argentina. Son hombres y mujeres —las menos- casados, que siguen la máxima de Escrivá de Balaguer: lograr la santidad a través del trabajo cotidiano.

 

No es casual el uso de terminología jurídica en el Opus. Para sus miembros, la relación que los une es tan clara que es muy sencillo saber quién es del Opus y quién no. Sólo son miembros aquellos que realizan este contrato verbal renovable anualmente (todos los 19 de marzo) o el contrato de por vida (para ello hay que tener al menos 23 años). Así, las obligaciones entre las partes están claramente delimitadas. Ellos depositan su vida al servicio de la Obra. Y la Obra, a su vez, les asegura desde manutención en caso de que ese miembro caiga en desgracia económica o, lo que es más habitual, el servicio religioso en cualquier condición.

 

Claro que para pertenecer y gozar de estos privilegios, hay que cumplir primero con los requisitos. Entre ellos, la asistencia a cursos de formación espiritual confesión semanal, misa diaria, un retiro mensual de un día y un retiro anual de un fin de semana. Y una vida ascética que incluye mortificaciones con instrumentos de flagelación medievales.

 

Sólo así se llega a ser miembro de la Prelatura de la Santa Cruz y del Opus Dei, tal el nombre completo de la congregación fundada en 1928 y que desde 1982 tiene el privilegio de ser la única Prelatura Personal de la Iglesia con sede en Roma. Esto es, a diferencia de todas las otras órdenes religiosas como los franciscanos, salesianos o jesuitas, el Opus Dei depende directamente del Papa. Además de nombrar sacerdotes, pueden actuar sin rendir cuentas a los obispos locales.

 

 

El Numerario

 

Santiago de la Barrera está a punto de cumplir 36 años. Es uno de los 800 numerarios que hay en la Argentina. Como tal dirige el Instituto Madero, donde unas 300 personas de bajos recursos aprenden oficios como el de mecánico. No es casual que él esté allí. Lo nombraron justo cuando estaba terminando Ingeniería Mecánica. La mayoría de los numerarios dirigen institutos que están siempre a nombre de fundaciones sin fines de lucro creadas para salvaguardar el nombre del Opus Dei. Ese es el modo que tiene la Obra de no quedar pegada a ningún problema económico terrenal. Si los hubiera, no son ellos, son personas a las que sólo las une un contrato verbal.

 

De la Barrera había comenzado su camino a los 17 años, en plena dictadura. Ahora, en el 2000, sigue con el mismo impulso. "No me voy a casar porque no quiero", asegura el joven que conoce de memoria la máxima de Escrivá que asegura que "el matrimonio es para la tropa de Dios y no para el Estado Mayor de Cristo". El no tener esposa, al mismo tiempo, le asegura a la Obra que nadie reclamará herencia. Claro que para seguir siendo una especie de general en esa visión bélica de lo religioso, De la Barrera sabe que debe evitar enamorarse a toda costa. "Puede pasar que me enamore si no me cuido, si no hago lo que tengo que hacer", explica él mismo sus fantasmas. Por eso, no va a fiestas. "Si voy, me pongo a bailar y así puedo conocer a una chica y seguro que me va a gustar; entonces, decido no ir." Tampoco va a la cancha. Mucho menos al cine. Ni a recitales. "No voy a ningún espectáculo público -resume- porque los numerarios no lo podemos hacer", explica.

 

 

El Sacerdote

 

"A ver si tengo uno acá", dice el padre Ignacio Ottaviano y revisa su maletín negro, tan negro como la ropa que lleva puesta. "No, no lo traje, qué lástima", se lamenta mostrando sus dientes blancos el sacerdote de 35 años recién cumplidos que es además abogado y doctor en Derecho Canónico. Está sentado en su oficina del cuarto piso de la Universidad Austral y lo que buscaba en su maletín era un cilicio, "una especie de collar de perro, como una redecita metálica que tiene algunos pinches mochos hacia adentro y que se ajusta a la pierna durante unas dos horas por día", según revela. No lo ha visto en fotos. Tampoco en museos. Lo usa, como los otros miembros del Opus, casi todos los días.

 

-¿Tienen otros métodos de mortificación?

 

-Sí. También usamos la disciplina. Es un látigo de soga que se usa sobre la nalga. Está terminantemente prohibido usarla en la espalda o en los riñones. Lo habitual es que sea una vez por semana. No tiene un tiempo fijo, lo que dura una oración. Es raro que pasen más de cinco minutos. Depende de la velocidad con que uno rece. Los estatutos dicen que la disciplina merece una oración vocal.

 

-¿Cuál es la explicación de estos ritos?

 

-Se es consciente de que en el cuerpo humano existen elementos de armonía y algunos de desarmonía que hay que ir corrigiendo. La mortificación cristiana consiste en ir moderando la tendencia natural al placer, no para eliminarla sino para hacerla sublime. No es un odio al cuerpo sino un freno ordenador. Pero mucho más importante que cualquier disciplina o cilicio es la sonrisa virtual. Aunque uno no tenga ganas...

 

Durante toda la charla, el padre mantiene su voz gruesa imperturbable. Apenas se detiene al despedirse para aclarar que "sería reduccionista decir que el Opus es cilicio y disciplinas. El Opus también asume esa forma pero dentro de un marco mucho más completo, más lindo", sonríe antes de ir a dictar su clase de Teología a los alumnos de la Austral. Nada dice el padre de los cientos de casos de ex miembros del Opus que debieron ser tratados durante meses en España por lavado de cerebro para poder reinsertarlos en la sociedad.

 

 

El Beato

 

Un denominador común, además de la juventud, es el concepto de sonrisa virtual. Bosca la reivindica como su mortificación más habitual: "Sonreír siempre, aun cuando lo que diga el otro me parezca inaceptable". Eso tal vez sea lo más llamativo de Escrivá de Balaguer. En La vida de un santo, un video editado por la Vicaria regional y que registra la visita que el fundador de la Obra realizó a Buenos Aires en junio de 1974, se puede ver que el hombre que instituyó el uso de instrumentos de flagelación para sus seguidores era a la vez tan simpático como el cocinero Karlos Arguiñano. Nacido en Huesca, su verdadero nombre era José María Escriba. El Balaguer lo sumó ya de grande, al igual que el cambio de la b larga por la corta, la unión de sus nombres propios y el agregado del acento (algo que se destaca casi tanto como su deseo de tener un título de nobleza). Pero más allá de las intenciones que guiaron a su personalidad, lo cierto es que el 17 de mayo de 1992, apenas 17 años después de su muerte, el franquista que aportó varios de sus hombres a la dictadura española fue convertido en beato -un estadio intermedio en el camino a la santificación- por Juan Pablo II. Los opositores -en especial miembros de la congregación jesuita- sugieren por lo bajo que la celeridad del proceso se debió a que la Obra canceló la millonaria deuda que el Vaticano había contraído tras el escándalo financiero del Banco Ambrosiano: 580 millones de dólares.

 

Más allá de estos rumores, lo cierto es que el día de la beatificación, la capacidad hotelera de Roma estaba desbordada. De repente, 200 mil personas de todo el mundo llegaron a recibir la noticia. Fue la demostración de fuerza más importante realizada por el Opus y el inicio de su salida a la luz. No es casual, por ello, que Carol Wojtyla sea considerado por los miembros de la Obra como un santo en vida. No es casual tampoco que el vocero del Papa sea un numerario, Joaquín Navarro Valls, un hombre formado en la Universidad de Navarra que domina la comunicación institucional como su lengua materna. Tampoco es casual, por último, que Javier de Echeverría, actual prelado del Opus, sea el consejero más allegado al Papa.

 

 

La disputa por el poder

 

Corbiére no duda en calificar al Opus como una "mezcla de congregación religiosa y empresa capitalista cuya idea fundamental es constituirse en un poder dentro de la Iglesia frente a las dos grandes corrientes del pensamiento progresivo católico". El periodista y escritor está preparando un libro sobre sectas que incluirá al Opus. Lo define como "una organización integrista que se desarrolló durante el franquismo y que ya se ha constituido como un grupo de presión principalmente dentro de la Iglesia". Según él, lo más preocupante es que "se encarga fundamentalmente de la educación de adolescentes y gente joven, clase media, clase media alta, pero no descuida el trato con las clases más populares. A las mujeres les da un rol dentro de la organización bastante bajo: tienen una escuela para personal doméstico que cumple funciones en las casas de los dirigentes del Opus".

 

Martínez confirmó la existencia de esas escuelas de servicio doméstico para mujeres de escasos recursos. Claro que desde su perspectiva, el Opus lo hace como "una manera de ofrecer salida laboral a gente necesitada".

 

Al supernumerario Bosca, todas estas críticas le provocan, como es habitual, una sonrisa. Sin embargo, no deja de reconocer que, como todas las congregaciones religiosas, la Obra nació como un proyecto de poder religioso, poder entendido "no en el sentido nietzscheano" aclara, sino en el sentido de poder como "ser más", como expansión. "No poder como dominio, sino la búsqueda del poder para dar servicio. Porque lo que buscamos es cambiar el mundo."

 

Sería por eso que el Opus busca expandirse más y más. Y saben dónde hacerlo. En un ensayo titulado El retomo eterno del mito, el supernumerario deja en claro dónde quiere ejercer su poder la Prelatura. "Si el Opus Dei levanta tantos sarpullidos sociales no es porque se dedique a cuidar ancianos o enfermos", reconoce, "sino porque sus aspiraciones apuntan muy alto: colocar a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas. Si se dedicara a cuidar ancianos o enfermos, muy probablemente sería visto con indiferencia y hasta es posible que con simpatía por los mismos que no le perdonan su carisma fundacional".

 

No queda claro cuál es el carisma fundacional. Pero la captación del poder económico fue el rasgo distintivo de la Obra en todos los países. Corbiére explica que "en sus primeros años, el Opus se plegó a la dictadura de Francisco Franco en España y logró que 12 de los 19 ministros que había en la década del sesenta respondieran a Escrivá. Se asoció con el Banco Popular Español, con el Grupo Esfina, Banco Atlas, Bankunión, Fundación General Mediterránea y con las empresas Rumasa y Matesa, que protagonizaron los dos escándalos financieros más sonados de los últimos tiempos. A mediados de los 60, se insertó en Estados Unidos de la mano del magnate David M. Kennedy, secretario del Tesoro del gobierno de Nixon y se relacionó con los bancos Illinois y Continental, entre otros". Para entender cómo se desliga el Opus de los escándalos financieros no hay más que recordar el caso Rumasa. Cuando se produce la quiebra, la Obra expulsa a José María Ruíz Mateos, uno de los responsables, quien responde tajantemente: "Si yo estoy procesado por un delito monetario también deben estarlo los directores del Opus Dei Juan Francisco Montuenga y Alejandro Cantero, para quienes transferí a un banco suizo 97 millones de dólares".

 

 

La fábrica de cuadros

 

Así, por esta necesidad de poder, es que nacen instituciones como la Universidad Austral, la de mayor crecimiento en la década menemista (una placa ubicada en el segundo piso se lo agradece). De tener 83 alumnos en 1991, pasó a tener 1381 en 1999 (las cuotas son de 500 pesos mensuales más la matrícula).

 

"El Opus garantiza la formación cristiana de la Universidad Austral. No el financiamiento", asegura Bosca.

 

-¿Cree que sin esa "garantía espiritual del Opus" les hubiera sido sencillo conseguir esos aportes, que sólo en el caso de Pérez Companc fue de 50 millones de dólares?

 

-Creo que si muchas personas piensan que el Opus es una garantía estarán más dispuestas a dar su ayuda.

 

Además de Pérez Companc -el campus de 90 hectáreas que tiene la Universidad en Pilar lleva su nombre-, la Austral recibió y recibe el aporte de laboratorios Roemmers, Industrias Metalúrgicas Pescarmona, Banco Roberts, Edenor, Shell, Telefónica, YPF, Telecom, Techint, Acindar y muchas otras. Como siempre, todo lo recaudado es administrado por una fundación sin fines de lucro que no tiene nada que ver legalmente con el Opus. Tan poco que ver como lo tenía el Opus con el Banco de Crédito Provincial (BCP). Pero es obvio que, al menos en la Austral, es el Opus quien decide.

 

-¿El Opus permitiría un profesor homosexual?

 

-No -dice Martínez, mientras chequea quién llama a su celular-. El Opus tiene derecho de veto y podría usarlo si se diera el caso.

 

Bosca es el encargado de aclarar por qué ese caso no se dará nunca. Como decano, explica por qué no nombraría en su facultad a un homosexual aun cuando sus antecedentes académicos fueran insuperables. "Me costaría designar un homosexual más que nada porque es una persona que en principio estaría contraviniendo el orden natural de las cosas, no sólo la doctrina de la Iglesia. Están contra natura. También me costaría nombrar una persona con cualquier otra desviación. Por ejemplo, un ladrón o un homicida. Alguien podría decir estás discriminando a los ladrones y homicidas'. Pero no es discriminar. Como decano, elijo a las personas que me parecen que van a encarnar el proyecto educativo de la Universidad. Un ladrón, un homicida o un homosexual no parecen ser los más preparados."

 

-¿Le parecen comparables los casos? El robo y el homicidio son delitos penados por la ley. La homosexualidad, no...

 

-Si bien es importante, la ley civil no es el último criterio -asegura el abogado.

 

 

La dictadura y el hombre light

 

No sólo en materia sexual el Opus muestra su costado más conservador. En otro de sus escritos, Factor religioso y guerra revolucionaria, una lectura ética de la violencia, el supernumerario Bosca deja en claro por ejemplo qué piensa de la dictadura él y qué debe pensar un opusdeísta. "Se trató efectivamente de una guerra con todas las letras", dice el decano y asegura que la dictadura realizó "una legítima lucha contra la subversión". Su análisis es el siguiente: "Ante un estado de cosas tal desatado por la guerrilla -que volvía poco menos que imposible la convivencia-, puede interpretarse que hubo un mandato implícito de una sociedad harta, dirigido al cuerpo castrense, otorgándole un cheque en blanco para realizar una limpieza -para decirlo brutalmente, estilo ‘rifle sanitario’ si hiciera falta- aunque sin querer cargar con la responsabilidad de la tarea. En definidva, cabe entender que la sociedad mandó a hacer un trabajo sucio (aunque no lo explicitara como tal) sin querer enterarse".

 

Queda sin embargo la pregunta por las razones que expliquen el crecimiento del Opus más allá de lo económico. La ligazón a Dios es siempre más poderosa que cualquier razón monetaria. ¿Cómo es posible que una congregación tan conservadora en lo espiritual y moral logre aumentar día a día sus adherentes. Las respuestas tal vez haya que encontrarlas en la oferta que realiza la empresa de servicios religiosos, en esa oferta de seguridad en un mundo incierto, de salvación plena en un mundo que no cree más en los grandes relatos.

 

A los que viven en ese mundo, Bosca los llama hombres light, "personas sin forma, suaves, para quienes cualquier afirmación un poco fuerte es mal mirada. Para ellos es difícil entender que otros utilicen el cilicio. Para ellos es incomprensible porque no tienen ninguna dirección de nada", asegura. "Viven la insoportable levedad del ser", concluye el hombre que parece feliz transitando la insoportable densidad del deber ser.

 

Bosca sonríe por última vez en la despedida. Pero es imposible saber si su sonrisa eterna es signo de felicidad.

 

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