Treinta años con Gorka

Jacinto Choza. Universidad de Sevilla.

 

 

Resumen:

1.- Los años de Pamplona. La tesis y el departamento de Antropología y Psicología.

2.- Inglaterra y Escocia en los 90. El manual de Antropología filosófica.

3.- La Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF). La fundación nosotros.

4.-Málaga. Euskadi. Los doctorandos. Los últimos años.

5.- Perfil psicológico e intelectual

6.- La muerte y su muerte

 

Abstract: Therty years with Gorka. 1.- The Pamplona=s years. The thesis and the Dpartment of Anthropology and Psychology. 2.- England and Scotland in the 90's. The Philosophical Anthropology Handbook.3.- The Hispanic Society of Philosophical Anthropology (SHAF). The Us Foundation. 4.- Málaga. Euskadi. The post-graduated students. Last years. 5.- Psychologic and Intellectual Profile.6.- The Death and his death.

 

 

1.- Los años de Pamplona. La tesis y el departamento de Antropología y Psicología.

 

Gorka era pequeño, suave, peludo, cejijunto, radical y cascarrabias. Cuando llegó a la Facultad de Filosofía de la Universidad de Navarra, no había nada de particular en él que le hiciera destacar. Siempre aseguró que yo atraía a los alumnos por el procedimiento de no halagarlos en nada, y que su vocación a la Antropología filosófica quedó decidida cuando, al terminar primer curso, le la calificación de notable (o quizá de sobresaliente) cuando él aspiraba a matrícula de honor.

En el recuerdo, tengo registrado mi primer encuentro en serio con él el día que, al empezar cuarto, me dijo que quería matricularse también de quinto curso  para ganar un año y acabar así antes la carrera. Me sorprendió, porque era bastante joven, y no encontraba yo motivo aparente que justificara aquella premura. Pero como él estaba bastante decidido, le dije que me parecía bien.

Cuando terminó la licenciatura, me dijo que quería trabajar conmigo en el departamento de Antropología y Psicología. Contesté que por mí encantado y empezó su tesis, AAcción y Sentido en Wittgenstein@, que defendió en febrero de 1982. Inicialmente no entendía por qué quería que se la  dirigiera yo, pero como estaba empeñado, lo hice. No tuve que hacerle prácticamente ninguna observación, como ocurre con los buenos alumnos, y además me quedó muy agradecido.

Desde que se integró en el departamento, a finales de los 70, Gorka y yo trabajamos juntos, en una colaboración que ya no cesaría más que con su muerte, y quizá ni entonces. A pesar de la diferencia de caracteres, de inclinaciones intelectuales y de estilo de trabajo, nos acostumbramos a no hacer nada sin contar con el otro.

Para empezar, teníamos que constituir el Departamento de Antropología y Psicología, del que me habían nombrado director, después de obtener la plaza de profesor adjunto de Antropología filosófica de la Universidad de Murcia en 1978 y haber regresado a la Universidad de Navarra habiendo pedido el paso a la situación administrativa de supernumerario.

Gorka me hablaba de buenos estudiantes que estaban acabando y que querrían quedarse a trabajar con nosotros. Ignoro si él hacía su labor de captación entre el alumnado o si determinados alumnos, por sintonizar con él y conmigo, venían a hacer la tesis al departamento y luego hablaban de la posibilidad de quedarse. O quizá ambas cosas. Me

hablaba de ellos. En algunos casos, de los tropiezos que habían tenido en diversas  asignaturas, y así íbamos adoptando nuestros criterios de selección de personal.

- )Que ha suspendido lógicaY? MejorY es uno de los nuestros. La gente que suspende lógica o que suspende ética, son los que están bien dotados para la antropología filosófica y la ontología, que es lo nuestro. A nosotros no nos interesa cómo deberían pensar los hombres, sino cómo piensan, ni tampoco cómo deberían actuar, sino cómo actúanY Desconfía del temple filosófico de los que se refugian en la lógica o en la ética, y mucho más de los que se especializan en campos de algunas de esas disciplinas.

Y así Gorka venía ya con su selección bien hecha. Mira, Jacinto, este quiere quedarse con nosotros. Es un tío muy listoY Y ademásY (ha suspendido lógica!

 

De ese modo se fueron vinculando a nuestro departamento María Paz Ludeña, María Elósegui, Manuel Fontán, María García Amilburu, Guillermo Echegaray, Alicia García Navarro, y luego, cuando yo ya me había marchado, Higinio Marín, Ignacio Aymerich, Pau Arnau, Carlos Rodríguez Lluesma, y otros cuantos más que de un modo u otro aparecen entre estas páginas. 

La casa de Guillermo Echegaray, en la calle Sangüesa, potenciada por la hospitalidad de Fefa, su madre, se convirtió en la primera sede del hogar del antropólogo. Y la casa de Alicia García Navarro y Angel d=Ors, cuando se casaron, en la segunda. Allí rendíamos culto a la chuleta navarra o al ajoarriero, lo mismo que al tinto de Navarra o de la Rioja. Allí o en la venta de Andrés, en el asador de Sorauren o en el Martintxo de Cizur Menor.

Por entonces no teníamos más problemas que los académicos, y, en algunos casos, los derivados de una incertidumbre existencial que resolvíamos por el procedimiento de lanzarnos a las grandes opciones. Pero poco a poco, esas grandes opciones que habíamos realizado, iban poblando de presagios oscuros y amargos nuestros horizontes por aquellos momentos despejados y libres.

En 1979, con una beca de la Fundación Ford, me marché a pasar un año en Columbia University, en Nueva York, y a mi vuelta, en 1981, obtuve por oposición la plaza de profesor agregado de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla. Estuve ausente de Navarra de octubre de 1981 a diciembre de 1982, en que regresé después de acceder de agregado de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla,  a catedrático de Antropología filosófica de la Universidad de Murcia, y después de pedir de nuevo el paso a la situación administrativa de supernumerario. Estuve en Pamplona hasta octubre de 1983, en que volví a Sevilla, y a partir de entonces Gorka fue, de hecho, el director del departamento, que había pasado a llamarse de Estética, Antropología y Psicología. La directora fue, tras mi marcha, María Antonia Labrada, pero por provenir de una materia hasta entonces distanciada de nosotros (la estética), de una ciudad relativamente lejana (Madrid), y estar poco familiarizada con las tareas de organización y gestión en la Universidad de Navarra, la dirección efectiva del departamento recayó en Gorka.

Y ahí se desplegó la enorme capacidad gestora y organizativa de Gorkika. Durante la década de los 80, yo viajaba periódicamente de Sevilla a Navarra, cada quince día o cada tres semanas, y despachaba con él sobre la contratación de ayudantes, distribución de la docencia del departamento, cursos de doctorado, temas de tesis, tribunales de tesis y Apolítica exterior@, solicitud de subvenciones, distribución del presupuesto, e incluso problemas personales de los integrantes del grupo.

Al principio trabajábamos en una sintonía tan perfecta que era casi una armonía preestablecida. Y luego me cuenta de que, en realidad, Gorka era el que lo hacía todo. Que en realidad, no tenía ninguna necesidad de consultarme, porque todo lo programaba y lo ejecutaba bastante bien. Creo que me consultaba o me pedía el visto bueno solo por inercia, por sentirse seguro o simplemente más tranquilo.

Durante ese periodo de tiempo, yo fuí descargando la responsabilidad del  trabajo de Pamplona cada vez más en Gorka y centrándome cada vez más en Sevilla. Se había promulgado la Ley de Reforma Universitaria, que transformaría cada universidad en una especie de gheto endogámico, y me dediqué con empeño a la formación y promoción del profesorado de la universidad de Sevilla.

Jaime Nubiola, ya por entonces amigo y colega de Gorka, me reprochaba que prestase poca atención a su promoción fuera de Navarra, y me advertía que él ponía ante mi conciencia problemas y aspectos de mi relación con Gorka que el interesado, por lealtad, por afecto, y por confianza en mí, no se atrevería nunca a plantearme. No me daba cuenta bien entonces de lo que me quería decir Jaime, y tardé años en comprenderlo.

Desde comienzos de los 80,  mi relación con la universidad de Navarra empezó a hacerse problemática, a medida que me iba familiarizando con el pensamiento de Karol Wojtyla, ahora Juan Pablo II, especialmente con su concepción de la Iglesia y de la relación de esta con la sociedad de su tiempo. Y eso nos iba a acarrear problemas a Gorka y a mi.

Mi modo de entender la Antropología filosófica era como una síntesis de la filosofía con las ciencias humanas y las ciencias sociales, y así lo enseñaba a Gorka y a los demás. Ese era el modo en que trabajaba también Juan Pablo II, pero el enfoque institucional de la Universidad de Navarra iba más en la línea de la antigua Psicología racional y, en general, de la filosofía escolástica y el tomismo promovido por la encíclica Aeterni Patris.de León XIII y por las directrices de San Pio X frente al modernismo. Esta divergencia fue determinante en mi segunda y definitiva marcha de Navarra a Sevilla en octubre de 1983.

Con esa inspiración de fondo, y de forma, de León XIII y de San Pio X, la editorial de la Universidad de Navarra, EUNSA, había iniciado la publicación de una colección de manuales para cubrir las materias de los estudios eclesiásticos institucionales de Filosofia y Teología, y me había encargado a mí el de Antropología filosófica, que ocuparía el lugar de la antigua Psicología racional. Estuve trabajando en ese libro desde 1981 hasta que lo acabé en 1988, y cuando lo hube concluido, lo hice con la sensación de haber esbozado una buena síntesis de la filosofía con las ciencias humanas y las ciencias sociales. Con la sensación de haber abierto un camino amplio y largo para la Antropología filosófica. - Gorkika, si una Antropología filosófica no sirve para los que no son cristianos, tampoco sirve para los cristianos.

La editorial consideró que el libro no se ajustaba a las directrices señaladas para la colección. Entonces le encargó a Jorge Vicente que hiciera una adaptación del Manual de Antropología filosófica (publicado en Rialp en 1989), en términos de manual para los estudios eclesiásticos institucionales.   

 

 

2.- Inglaterra y Escocia en los 90. El manual de Antropología filosófica.

 

Las divergencias mías con la Universidad de Navarra se reprodujeron igualmente con Gorka. Para evitar fricciones con él, se le facilitó desplazarse como  Academic Visitor a la Universidad de Oxford en febrero_septiembre de 1988, con objeto de realizar una investigación sobre *Actos de voluntad y acciones voluntarias+. Por entonces empezó su adaptación de mi Manual,  con su mejor disposición, hasta que, comentando su trabajo con una colega del Departamento, ésta le dijo que era muy necesario que lo hiciera bien y pronto, para poder borrar el nombre de Jacinto Choza para siempre de la Universidad de Navarra.

Semejante frase, que él recordó siempre como un trallazo, fue la gran sacudida de la pertinaz ingenuidad en la que vivía. Se repuso del golpe tras una reflexión y resolvió que si lo que trataban de hacer era borrar mi nombre de la universidad, él no estaba dispuesto a colaborar en esa tarea. AConmigo que no cuenten para eso@.  Pero, en efecto,  ese era uno de los objetivos de algunos cambios operados en la Facultad y en el Departamento, para lo cual lo más oportuno era marginar también al propio Gorka, que a su vez mantenía sus propias divergencias con la institución.

Así fue como Gorka quedó ubicado para su trabajo en el Instituto de Ciencias para la Familia, dirigido por Pedro Juan Viladrich , en un pequeño y antiguo edificio del campus. Y así nos encontramos los dos en el verano de 1990 en la Universidad de Glasgow.

A comienzos de julio de 1990 me recogía Gorka en el Aeropuerto de Glasgow , y me acompañaba al Bed and Breakfast que me había reservado junto a la torre de la biblioteca universitaria.

Nos miramos muy penetrantemente, pero intercambiamos poca información verbal. Los dos estábamos bajo los efectos de crisis depresivas de cierta intensidad. Los dos sabíamos que se debía a nuestro conflicto con los criterios institucionales de la Universidad de Navarra. Los dos sabíamos que habíamos ayudado a no pocos compañeros a resolver esos mismos conflictos con el menor detrimento posible de su salud física y espiritual. Los dos sabíamos que eso era considerado actividad lesiva para la integridad institucional y que aumentaba nuestro estigma de personas deletéreas.

En el refugio de las tierras escocesas, bajo la hospitalidad académica de un judío ortodoxo, solitario y marginado, Alexander Broadie, Gorka y yo aliviábamos nuestras heridas, como siempre, con el trabajo, sin buscar siquiera consuelo en contárnosla. A veces, después de la cena, nos encontrábamos en una de las tabernas escocesas que nos gustaban, y nos dedicábamos a arreglar el mundo con una pinta de cerveza por delante, hasta que descubrimos que el whisky escocés era más barato e incomparablemente de mayor calidad que la cerveza (escocesa).

En el curriculum, ese periodo de la vida de Gorka durante los 90 suena a despliegue triunfante. Master of Philosophy por la Universidad de  Glasgow (4 de julio de 1991, dentro de una estancia de investigación postdoctoral Bjulio 1990 a diciembre de 1991B sobre la estética de la ilustración británica, bajo la supervisión de Christopher Martin),  Honorary Research Fellow en la Universidad de Glasgow (julio_septiembre 1993, para investigar sobre las relaciones entre el pensamiento estético de Gracián y el británico del siglo XVIII), Visiting Research Fellow en la universidad de Saint Andrews (octubre_diciembre 1993, para realizar una investigación sobre el sentido humano de la sexualidad), participando en 1992_1994 en proyectos conjuntos de investigación entre la Universidad de Navarra y la Universidad de Glasgow *para investigar las relaciones e   influencias mutuas entre las filosofías española y escocesa+ (dirigidos por Alejandro Llano y Alexander Broadie, y financiados por el Ministerio de Educación y Ciencia de España y el British Council).

Cuando Gorka terminó su adaptación del Manual de Antropología filosófica según las directrices de Eunsa, el resultado tampoco fue satisfactorio, y otra vez ediciones Rialp aceptó el trabajo, que se publicó teniendo como coautores a Jacinto Choza y Jorge V. Arregui, y por título Filosofía del hombre. Una antropología de la intimidad, que fue el que Gorka le dio, y que en el momento de su muerte iba por la quinta edición.

En realidad, no había ningún motivo para dudar de la corrección doctrinal cristiana e incluso de la ortodoxia tomista de ninguno de los dos libros, y del de Gorka, mucho menos. Pero las divergencias doctrinales, aunque ortodoxas, generaban  problemas disciplinares que se traducían inmediatamente en recelo respecto a la ortodoxia de las posiciones intelectuales.

Durante ese periodo Gorka desarrolló una buena tarea magisterial de dirección de tesis doctorales. Empezó a dirigir las de sus alumnos, y a Acodirigir@ las de otros doctorandos cuyos directores no podían dedicarles el tiempo que Gorka siempre encontraba para ellos. Así dirigió la de Higinio Marín, Pau Arnau, Carlos Rodríguez Lluesma, Oscar Pintado, y a Acodirigir@ las de Manuel Fontán, Ignacio Aymerich, Pilar Choza, Ignacio Sánchez de la Yncera y otros.

Incubaba a sus doctorandos como una clueca, los cobijaba en el hogar del antropólogo, y organizaba reuniones y tertulias cada vez que yo iba a Pamplona para que ellos me conocieran a mi, su maestro y, en cierto modo, el abuelo académico de aquellas promociones. Porque Gorka pensaba que conocerme a mi y hablar conmigo era parte de la formación que tenía que dar a sus alumnos.

Ese grupo que se congregaba a su alrededor, fue el que finalmente él terminó denominando la Afundación nosotros@, porque encontraba una especie de padres en nosotros dos, y porque era un grupo indeterminado, al que se vinculaban y del que se desvinculaban los graduados según circunstancias completamente incontrolables. Desde que nos llevamos a Brighton a casi toda la fundación en el verano del 88,  para participar en el Congreso Mundial de Filosofía, acudíamos juntos a los congresos nacionales y a los internacionales, a las oposiciones y concursos para cubrir las plazas docentes en las universidades estatales, nos corregíamos los originales de los artículo, libros y conferencias, ensayábamos entre nosotros las actuaciones en público, nos transmitíamos la información oficial y la oficiosa sobre becas, ayudas, subvenciones y otras posibles fuentes de financiación para las investigaciones en curso.

- )Que quiénes somos la fundación nosotros? Y respondía: Pues... nosotros, los que en estos momento trabajamos juntos... Nosotros... en cada momento somos... pues eso... nosotros.

Podría decirse que constituíamos una especie de familia bien avenida y feliz, si no fuera porque las crisis existenciales implicaban para nosotros notables problemas.  El diagnóstico de Atrastornos depresivos@ se estampó en la historia clínica de buena parte del grupo. Y la Universidad de Navarra dejó de ser nuestra casa y nuestro centro de trabajo para convertirse en la empresa hostil que, aduciendo reducción de plantilla o cualesquiera otros motivos, nos despedía de nuestro puesto de trabajo o simplemente de nuestro hueco en las mesas de consulta de la biblioteca de humanidades. A la mayoría de los mencionados, y a algunos más que mantenían una relación directa con Anosotros@.

Pero puede decirse también que nuestro sentido de la lealtad en la amistad dio lugar a que la Afundación@ triunfase sobre todas esas quiebras, de manera que, en todas ellas, y en buena medida gracias a Gorka, todos Anosotros@ tuvimos el consuelo de la compañía, la comprensión y el apoyo de los amigos, que no es poco. Quizá es lo más importante en la vida cuando no se tiene otra familia, y Anosotros@ no la teníamos. O mejor dicho, puesto que la institución que nos albergaba oficialmente en su seno no podía ser nuestra familia realmente, porque no cabíamos y porque no podía mirarnos como suyos y como amigos, sino como desviados, como enemigos o incluso como traidores, la Afundación nosotros@ se convirtió de hecho en nuestra real y verdadera familia.

 

3.- La Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica (SHAF). La fundación nosotros.

 

El alma de la  fundación nosotros fue siempre Gorka, pues fue suya la ocurrencia de ponerle ese nombre a un grupo real de graduados en filosofía que continuaban sus estudios en torno a él, y a los que, como he dicho, procuraba poner en relación conmigo. Pero el grupo no estaba constituido por devotos de la Antropología filosófica. O bien, algunos nos dedicábamos a la Antropología filosófica, pero con un sesgo hacia otros campos o bien con unas marcadas preferencias metodológicas. Gorka se había inclinado desde el principio por la filosofía analítica, y, en parte por eso, a los problemas de la metafísica y la psicología racional o psicología filosófica abordadas desde esa metodología. Manuel Fontán se había orientado desde el principio hacia la estética, María García Amilburu a la antropología de la educación, María Elósegui e Ignacio Aymerich a la filosofía y sociología del derecho, Higinio Marín a la filosofía de la cultura y de la historia, Carlos Rodríguez Lluesma a  la filosofía de la economía, Pau Arnau a la filosofía de la historia. Había como una radiación hacia todos esos campos desde la Antropología filosófica, entre otras cosas porque Gorka y yo creíamos que la mejor manera de orientar y dirigir la trayectoria intelectual de la gente era ayudarles a ir donde el corazón les llevase, hacia donde su inspiración apuntara.  Y esa radiación permitía tener una panorámica bastante amplia y rica en perspectiva sobre los temas antropológicos que quisiéramos abordar.

En esa situación de marginación en el Instituto de Ciencias para la Familia, de dedicación  a un grupo nutrido de doctorandos bien dotados, con su singular capacidad de gestión y de organización, y contando con los recursos económicos del citado Instituto, Gorka convocó a todos los profesores de Antropología filosófica de España, catedráticos, titulares y asociados, a un congreso sobre ALa sexualidad en el pensamiento contemporáneo@, que se celebró en varias sesiones a lo largo de dos años, y de los que salió diez años más tarde el volumen del mismo título, editado solamente por el Instituto de Ciencias para la Familia, sin mención alguna a la relación de éste con la Universidad de Navarra.

Ahora habíamos logrado una nueva síntesis entre las ciencias humanas, las ciencias sociales y la filosofía, amplia, esclarecedora y cómoda, en el sentido de que en ella se podían encontrar todos los estudiosos del tema, los que querían saber de él a fondo, cualquiera que fuera su enfoque. Esta colección de estudios y esta síntesis no privilegiaban un planteamiento tomista o foucaultiano sobre el tema, pero los abría todos y los ponía en relación.  Pero esta vez ni Ediciones Universidad de Navarra ni siquiera Ediciones Rialp querían aparecer con su nombre en un estudio sobre la sexualidad en el que se reunían todos los puntos de vista del pensamiento contemporáneo, dirigido por una persona, Gorka, que ya se había desvinculado de  dicha universidad.

El índice del mencionado volumen muestra, a través de los autores que participan en él,  la capacidad de convocatoria de Gorka, su apertura intelectual y su voluntad de comprensión.

Después de esa experiencia de Gorka, en la que se mostraba que entre los filósofos de la  universidad española, o al menos entre los dedicados a la Antropología filosófica, era más fuerte la voluntad de diálogo que la de autoafirmación ideológica en solitario, y se mostraba que ya se había producido en España el deshielo comunicativo, me animé a constituir una sociedad de Antropología Filosófica de ámbito nacional para continuar con la tarea iniciada por Gorka en el congreso sobre la sexualidad.

Además, había otra razón personal que me movía a la empresa. La situación de Gorka en la Universidad de Navarra había llegado a ser tan conflictiva que su despido se hacía inevitable.  No le valdrían ya más los apoyos de Jaime Nubiola, su amigo incondicional y secretario general de la Universidad por muchos años, porque él mismo no estaba ya convencido de que fuera un bien para Gorka mantenerse a toda costa en aquel puesto de trabajo.  Yo no sabía dónde iría a parar Gorka si no sacaba una titularidad en una universidad estatal y lo echaban de Navarra, pero  creía que por lo menos la existencia de un foro como una Sociedad de Antropología podía ayudarle  a encauzar parte de sus intereses y, al menos, a entretenerse.

Por eso me lancé a la convocatoria del congreso fundacional de la sociedad en septiembre de 1996, con la ayuda del propio Gorka, de Gemma Vicente Arregui, su hermana y titular de Antropología filosófica de la Universidad de Sevilla y Montserrat Negre, también titular de la misma materia en la misma universidad. Y entonces nació la Sociedad Hispánica de Antropología Filosófica, SHAF, que recibió ese nombre porque el de Sociedad Española no resultaba del agrado de vascos y catalanes, y particularmente del propio Gorka.

Los siguientes congresos se celebraron en Barcelona (1998), Valencia (200), Santiago de Compostela (2002), Málaga (2004) y Sevilla (2006). Cuando se celebró el de Barcelona, Gorka ya había obtenido por oposición la plaza de profesor Titular de Antropología filosófica de la Universidad de Málaga.  Una oposición que fue impugnada por el candidato local, que fue anulada, que se volvió a repetir cambiando al presidente, y que volvió a ganar con toda justicia Gorka, gracias a la hombría de bien, a la valentía y al trabajo de Vidal Peña, de la Universidad de Oviedo, de Carmen Revilla, de la Universidad de Barcelona, y de Carlos Fernández Liria, de la Universidad Complutense de Madrid. A pesar de que Gorka fue acusado ante ellos de ser un sectario del Opus, de ser encubridor de terroristas y etarras, y de haber sido poco original en sus trabajos siguiendo demasiado de cerca la línea de Jacinto Choza, a pesar de que por sus posiciones ideológicas ninguno de esos catedráticos podía ser considerado simpatizante de planteamientos cristianos ni de planteamientos nacionalistas, los tres, por la simple honradez de hombres de bien, apoyaron al opositor de fuera a pesar de las presiones locales en contra. De este modo, Gorka entró a formar parte de ese 3 % de profesores titulares de universidad que provenían de otros centros distintos del que convocaba la plaza.

Si Jacinto hubiera tenido para colocarnos la capacidad y la habilidad que tuvo para formarnos, habríamos sufrido menos en nuestros itinerarios profesionales. Este era un comentario en tono de reproche que Gorkika alguna vez me dirigía cuando hablaba con los demás de algunos episodios de nuestra historia compartida.

 

Y yo no tenía nada que decirle a esas observaciones. No tenía y no tengo.  Lo único que podía era ampararlo en la medida de mis posibilidades. Y lo hacía.

Alguna vez se vino varios días a Cercedilla, cuando  yo pasaba con mi madre parte de las vacaciones de verano. Alguna vez, se vino a casa de mi madre a Madrid, estando yo allí. Alguna vez, venía a refugiarse a mi estudio de la Avenida de Manuel Siurot, 3, de Sevilla. Siempre lo sentía yo así, como un refugiado. Cuando los dos, en nuestros últimos años de antiguos compromisos religiosos, nos instalamos más resueltamente en nuestros estudios de Málaga y Sevilla respectivamente, entonces venía a mi casa con más frecuencia.

Yo tenía siempre cervezas en el frigorífico, una cajita de porciones de queso camembert, una botella de coñac o de pacharán, ... y lo demás a él no le importaba. Cuando yo fumaba, tenia tabaco, mucho tabaco. Ducados. Gorka había crecido entre seis hermanos más, y con el derecho de veto sobre cualquier alimento, concedido por Aurora a todos sus siete hijos. Porque ella, desde niña, había sufrido tanto siendo obligada a comer, que creció jurando que nunca obligaría a ningún hijo suyo a comer algo que no quisiera.

Mas de una vez, muchas veces, me acordaba de Gorkika cada vez que pasaba por el escaparate de una farmacia y veía el anuncio. ASi ya no sabe que hacer para que su hijo coma, dele...@ Cuando se lo conté a Nicolás Grimaldi, un colega y amigo de la Sorbona que en los últimos años se había incorporado a la fundación nosotros, le dio un ataque de risa. Porque Gorka apenas comía. Bebía café continuamente, pero comía muy poco.

         Un día de esos, en Sevilla, sintió que se moría. Jacinto, llevame a urgencias... un dolor insoportable en el pecho.., un infarto...  Lo llevé a urgencias. Al hospital universitario Virgen del Rocío, que tenía cerca de casa. Nos atendieron enseguida, y le calmaron. Era un ataque de angustia. Quedó un poco corrido, y me explicaba que nunca le había dado una cosa así de fuerte.Y me miraba como un niño sorprendido en una travesura. Su salud no era nada buena, pero no le gustaba hablar de ello.   

 

 

4.-Málaga. Euskadi. Los doctorandos. Los últimos años.

 

Los registros oficiales refieren que a partir del 16 de noviembre de 1996, convertido en funcionario del Estado [BOE viernes 15 noviembre 1996, pág. 34689], ejerció como profesor titular de filosofía en la Universidad de Málaga.

Los amigos, satisfechos de ver que había encontrado una salida con horizonte para el callejón sin salida en el que existencialmente estaba, le gastamos muchas bromas.

Vamos a abrir una suscripción pública para alquilarle un piso en Melilla, de modo que pueda venir a Málaga a dar sus clases y volverse allí, sin que tenga que pasar en España más tiempo del imprescindible, y de manera que incluso no se vea obligado a vivir en España. Pasar de Euskadi a las costas norteafricanas será lo más llevadero para él, que, sin duda, se convertirá pronto en el profesor emérito más joven de España. Envuelto permanentemente en su nube de humos, hasta podría pasarle inadvertida España. Y así inició el último periodo de su vida académica.

Por esas fechas yo había dejado ya a un lado mis antiguos compromisos religiosos, y enseguida le aconsejaron a él que abandonara también los suyos. Le sentó mal, pero lo hizo, y de nuevo venía a refugiarse en mi casa y en mi vida.

Jacinto, tú dices que has vuelto a la situación previa a tus 18 años, a tu época de cristiano,  de liberal, de hijo y nieto de republicanos liberales... y que te has encontrado a ti mismo. Pero yo no tengo a donde volver. Porque yo estrené autoconciencia ya con estos compromisos religiosos y vinculado a la misma institución de la que ahora me escindo. Yo no tengo a dónde volver.   

Pero eso le sirvió a él para un crecimiento inusitado en dos direcciones diferentes. Por una parte, se distanció mucho de la Iglesia y del cristianismo, y ganó frente a ambos una libertad que le permitió pensarlos con una penetración y lucidez que las trabas anteriores no le permitían.

Por otra parte, abandonó el límite mental y descubrió que además del ser intencional existía el ser extramental, el ser real. Descubrió que además del alcohol, el tabaco y el café, y  además de las publicaciones de filosofía, existían las playas y las mujeres, o, por lo menos, que existía una, Araceli, que se le aparecía como un refugio mucho más acogedor que cualquiera que hubiera tenido antes.

Araceli formaba parte de la troup de doctorandos con los cuales Gorka tomaba copas al anochecer, y hasta la madrugada, por el casco antiguo de Málaga. Siempre ocurría que al final terminaban ellos dos hablando en una esquina de la mesa mientras los demás hablaban de otras cosas en el espacio común. Se acostumbraron a funcionar así hasta tal punto que los demás tendían espontáneamente a dejarlos solos, hasta que ellos se dieron cuenta, o mejor, hasta que Gorka se dio cuenta de que esa era la situación y que había que formalizarla de alguna manera. Porque así como se negó a formalizar de ninguna manera la fundación nosotros, esto le parecía que había que formalizarlo. Y lo formalizó.

Para ello invitó a Araceli a ver un video de la película ATierra de penumbras@ en la que Anthony Hopkins interpreta el papel de C.S. Lewis, durante ese periodo de su vida en que contrae matrimonio con una crítica literaria norteamericana, comunista, y enferma de cáncer. Gorka quería explicarle a Araceli que él no estaba habituado a tratar con mujeres, y que no iría muy seguro y confiado a menos que ella se hiciese cargo, como la americana de la película. Pero Araceli ya hacía tiempo que se había hecho cargo.   

En esos últimos años de su vida Gorka fue feliz. A través de unos de sus doctorandos, alquilamos una casa en la sierra de Grazalema, provincia de Cádiz,  y nos encontrábamos allí muchos fines de semana. El viajando desde Málaga con Araceli y algunos doctorandos, y yo viajando desde Sevilla.

Allí arreglábamos el mundo, la Iglesia católica, Euskadi, el pensamiento contemporáneo, el estado personal de Palestina, la SHAF, etc.,  y dejábamos a un lado lo que no tenía arreglo: la universidad de Málaga, Andalucía entera, la política de cátedras y titularidades...

No caía yo en la cuenta de que a Gorka le hacía ilusión ser presidente de la SHAF y celebrar el congreso de 2004 en Málaga, en vez de celebrarlo en Murcia. Tuvimos nuestro pequeño enfrentamiento hasta que yo me enteré bien de que era eso lo que quería. Me resultaba difícil, dado el apego de Gorka a los buenos modales y a la discreción de una estética política que se me escapaba, y dado el hábito que yo había adquirido ya, después de ocho años al frente de la Sociedad, a considerarme presidente perpetuo. Pero resuelto el equívoco, Gorka pasó a ocupar la presidencia y con eso a asumir la preparación del VI Congreso de la SHAF, a celebrar en Málaga en septiembre de 2004.

Así vivimos los dos los últimos años, como una temporada de paz y casi de felicidad, que Gorkika había encontrado por lo menos al final de su vida, con una familia y un hogar que no había tenido desde que abandonó la casa paterna sin haber consolidado todavía una autoconciencia medianamente suficiente.

 

La navidad del 2005 quería pasarla en San Sebastián. Quería morir en la casa paterna, para que Araceli estuviese más acompañada en ese momento. Yo creo que también porque sentía que moriría más a gusto allí, en Euskadi.

Hablamos por teléfono varias veces y me daba el parte médico. Como un hijo a un padre, como un alumno a su profesor, como un ayudante al director del departamento, porque esas tres estructuras estaban superpuestas en   la relación entre él y yo.

Llegué a San Sebastián, a su casa, el 17 de diciembre a las 13'00. Araceli me dejó su sitio junto a su cabecera. El médico le había sedado el día anterior para que no tuviera dolor y no sufriera por otros problemas, y dormía y respiraba con paz. Estuve con él allí, recordando muchas cosas, rezando, en diálogos imaginarios con él, mirándolo...casi una hora. Luego fui a comer con su madre, sus hermanos y Araceli. Después del café me volví a su cabecera, agradeciéndole mucho a Araceli que me dejara su sitio. Estuve así otra hora, con una pequeña pausa y luego otro buen rato. Hacia las 6 de la tarde cogí el autobús para Pamplona. Hacia las 8 de la tarde me llamó a Pamplona Manolo Fontán, que llegó quince minutos después de que yo me marchara.

Jacinto, estoy aquí, en San Sebastián, con Gorka. Acaba de morir. Y rompió a llorar por el teléfono. Dos días después la mayor parte de la fundación nosotros se congregó en el cementerio de San Sebastián y en la parroquia de la casas paterna, para darle el último adiós. Porque a partir de entonces, Gorka seguiría viviendo ya solo dentro de nosotros.  

 

 

5.- Perfil psicológico e intelectual.

 

Está muerto, y todavía me sigo cabreando con él, comentaba Higinio. Pero claro, tiene que ser así. Yo lo sigo queriendo igual, lo sigo recordando igual, y tengo presentes de igual modo sus manías, lo estricto que era y lo cascarrabias que era.

Si, Gorka era pequeño, suave, peludo, y además cejijunto, radical y cascarrabias. A la vez era muy socarrón y muy aficionado a la broma un poco irónica o mordaz. Le gustaba vestir bien y tenía clase, como buen representante de la burguesía donostiarra. Era muy respetuoso con la gente y en especial con los alumnos,  a la vez que les exigía mucho. Se entregaba de lleno al trabajo y a las personas, y sufría una barbaridad si no respondían según sus expectativas. Se definía a sí mismo como un vasco jansenista, y le cuadraba bien esa definición. Era amante de la claridad, del orden, del sistema.

- Gorka, )qué instrumento musical te gusta más?

- No sé... Pues... la trompeta. Es muy nítida, muy clara.

- Ah, y por eso te gusta.

- Sí. Igual que Wittgenstein, que también es claro y ordenado.

También le gustaba dejar constancia de su punto de vista:

- Gorka, toma nota de la ficha bibliográfica que me has pedido, Engerberg, Ae@ de España...

- )A ver? Engerberg, sí, Ae@ de Euskadi, vale. Sigue.

En ese gusto por poner de manifiesto sus punto de vista, se trasparentaba su posición política de socialdemócrata, que yo tomaba a menudo como blanco de mis bromas.

- Gorkika, eres peligroso como un socialdemócrata, es decir, como un tío que sabe cómo pueden ser felices todos los demás.

- Pues sí, lo sabe. Eso se sabe.

Porque Gorka no admitía ni la legitimidad ni la posibilidad de un lenguaje privado respecto de nada, y mucho menos respecto de la felicidad, y combatía esa idea, dondequiera que apareciese, con la radicalidad de un analítico cascarrabias.

Uno de los puntos de reflexión y estudio permanente para él fue ese eje y enlace entre la ética y la antropología que es la acción voluntaria.

Como buen analítico había recorrido toda la gama posible de críticas a Descartes y especialmente a su noción de acción voluntaria en tanto que acción reflexiva, actual, lúcidamente  advertida, con claridad y distinción,  y libremente querida. Pero no había ejercido esa crítica solamente sobre los textos cartesianos. La había llevado sobre los textos de Alfonso María de Ligorio, el gran sistematizados de la moral católica en el siglo XVIII, y sobre sus concepciones de consentimiento, pecado, etc...siguiendo precisamente a Bernard Häring, el moralista del siglo XX, redentorista como Ligorio, que había sometido a revisión esas nociones y sus presupuestos.

Si la acción voluntaria es lo que dice Descartes, y eso es lo que se requiere para que haya  pecado, consentimiento matrimonial, validez de la absolución recibida, etc. Entonces es prácticamente imposible que nadie cometa un pecado mortal, contraiga matrimonio válidamente o reciba una absolución verdadera. El pecado mortal y el consentimiento matrimonial deben ser algo más al alcance de todas las fortunas (sospecha un buen socialdemócrata), por lo tanto la acción voluntaria debe ser otra cosa (infiere un buen analítico).

Siguiendo con el análisis de la acción voluntaria, Gorka llegaba hasta los supuestos más vivos y controvertidos.

- Supón un defensa en el área en cuyo brazo choca el balón. )cómo sabe el árbitro si la mano ha sido voluntaria o involuntaria? Porque en el primer caso tiene que pitar penalty, y en el segundo libre indirecto. Y claro, hay mucha diferencia entre una cosa y otra. El arbitro podría preguntarle al jugador si ha consentido o no, pero nadie está obligado a declarar en contra suya. Por otra parte... la voluntariedad tiene que poderse percibir desde fuera, independientemente de la conciencia del defensa... Claro, la cuestión de si ha habido o no ha habido consentimiento es muy problemática, incluso para el propio jugador...

- Si, Gorka, pero yo creo que cuando los moralistas elaboran el tema del consentimiento en esos términos no están pensando en si alguien toca con la mano un balón dentro del área, sino en si toca otra cosa... otra cosa..., )entiendes?

- Sí, sí, claro, respondía con una sonrisa de picardía que le iluminaba toda la cara. Pero  entonces esa noción de consentimiento está mal elaborada. Entonces lo que pasa es que la mente está alimentada con una dieta unilateral de ejemplos, como decía Wittgenstein, que le impide abarcar los temas con suficiente amplitud...

- Pues sí...

Y sacaba su espada analítica dispuesto a poner orden en las nociones de persona, feto, concepción, aborto, acción voluntaria, y toda la bioética, a la luz de lo que aportan, además de la psicología filosófica y la ontología clásicas, la sociología y la antropología cultural.

Gorka hizo un trabajo magnífico recorriendo la ética y la psicología y sus problemas, para llevar a cabo una síntesis entre la filosofía, las ciencias humanas y las ciencias sociales, que ha brindado a sus contemporáneos como el mejor rendimiento de su vida profesional, y cuyo colofón es su libro La pluralidad de la razón, publicado por Síntesis en 2005, el último y  probablemente el mejor de cuantos escribió.

Su perfil psicológico es el de un intelectual puro, un académico de vocación, de constitución genética, un maestro que vive para el estudio, para la investigación y para la transmisión de lo conocido. Es lo que perciben y aprecian de él sus alumnos.

Su perfil intelectual es el de un metafísico, el de un filósofo, que quiere saber lo que las cosas son y cómo son, que busca y describe insobornablemente. Un filósofo y un metafísico que parte siempre de la vida vivida, y vuelve siempre a ella con claridad para que todos puedan orientarse. No va a la vida y vuelve a ella mediante el análisis fenomenológico, aunque también, sino mediante el análisis del lenguaje ordinario, mediante las herramientas del filósofo analítico.

  

 

6.- La muerte y su muerte.  

 

Quiero terminar ya, pero antes no me resisto a hacer una observación sobre su muerte. Alguien que ahora no recuerdo, me dijo

- Gorka murió tranquilo porque había leído mucho a Rilke y se aplicaba a sí mismo lo que sabía.

Bueno, quizá sí, pero aunque no hubiera leído tanto a Rilke, lo que él hizo fue vivir intelectualmente la muerte, también la suya, o sea, pensarla según la mejor manera de lo que significa pensar, y luego reconocer eso vivido con el pensamiento en su proceso vivido realmente. Yo creo que eso es una gracia. Y no me refiero a la gracia sobrenatural sino a la gracia en general, a eso que los griegos llamaron Charis y que Guardini, uno de los autores favoritos de Gorka, estudió en su desnuda amplitud, antes de se operase la escisión entre gracia natural y gracia sobrenatural.

La gracia es como el dardo de Cupido. En la Grecia clásica, y en la Europa contemporánea, la gente no se enamora por la hermosura que ve, sino porque, cuando la ve, recibe la flecha de Cupido, le hiere lo que ha visto y entonces empieza a vivirlo en carne propia, entonces se inflama. Yo creo que pensar es una gracia, como la de admirarse, la de encontrar o la de ver. Muchos de nosotros tenemos experiencia de intuiciones más o menos precisas, de inspiraciones, de  sospechas, de ardiente interés por algunas cuestiones. Eso es lo que entiendo que es gracia, y da lo mismo que tenga carácter natural o sobrenatural. Lo decisivo es que llegue, que esté.

Creo que con o sin Rilke, con o sin Heidegger, con o sin Quevedo, Gorka ha tenido la gracia de una buena muerte, y que con ella ha descansado él y hemos aprendido todos. 

 

 

Jacinto Choza

 

 

 

Ver escritos de Jacinto Choza en Opuslibros

Ir a la página principal de la ‘web clásica’

Ir a la ‘nueva web