Defendiendo
lo indefendible
E.B.E., 2 de julio de 2010
El caso Maciel ha sido –y será- emblemático, por múltiples razones.
No sólo porque temporalmente se ha adelantado a otros semejantes –como el de
Escrivá- sino porque muchas cosas que se desarrollan a lo largo del caso
también se verán en otros. Se puede aprender mucho observando su desarrollo.
Uno de esos
elementos es la defensa a ultranza de Maciel. El
mismo caso se da con Escrivá.
Defenderlos
a muerte. La diferencia hoy es que la verdad sobre Maciel
ha sido develada y ya no hay forma de defender lo indefendible.
***
Lo
interesante de la defensa a ultranza, hecha por intelectuales importantes o por
personalidades de prestigio, es que –lejos de ser una defensa- pone de
manifiesto –desde otro ángulo- la gravedad del asunto. Cuánto más se lo ha
defendido a Maciel, mayor ha quedado de manifiesto el
alcance de su simulación.
De la misma
manera, cuanto mejor se fundamenta la canonización de Escrivá –lejos de
esclarecer nada- más grave se manifiesta el problema.
Maciel
–como Madoff, como Escrivá- engañó a personas
importantes, no sólo a las masas.
Eran
habilidosos en el arte de ganarse la confianza. Lograron amasar un capital
de confianza extraordinario, con el cual obtenían de las personas
la entrega de bienes, tiempo, trabajo, etc. Logrando así un doble juego: de sus
clientes/seguidores no sólo obtenían ingresos, también les proporcionaban la
mejor defensa (doble uso: beneficios y coartada).
Al
defraudador no le gusta el esfuerzo ni el trabajo y menos pagar por lo que
necesita: lo quiere obtener gratis. Prefiere hacer trabajar a otros –como
animales de tiro-, y para ello nada mejor que ganarse la confianza y lograr así
–por el amansamiento, que elimina toda rebeldía y corcoveo- que hagan lo que él
quiere (lo cual me recuerda cómo en el Opus Dei todo gira en torno a “lo
que quiere el Padre”).
Hay que
reconocer que el abandono de todo punto de vista crítico, en algunos momentos,
manifiesta cierta falla importante en estos intelectuales o personalidades
defensoras, porque en algún punto se han entregado al prejuicio favorable
y han dejado de lado todo interés por aquella parte de la realidad que no
encajaba con sus expectativas. Es la defensa a ultranza.
Una defensa teórica
Uno de los
defensores de Maciel más conocidos ha sido el
norteamericano R.J. Neuhaus. Escribió varios
artículos defendiendo la inocencia de Maciel. El más
destacado ha sido Plumas de escándalo
(traducción al español),
escrito en 2002. Pero en 2006 se vio obligado a ceder,
ante la medida tomada por Benedicto XVI.
Tomando como
punto de partida una anécdota de san Felipe Neri,
señalaba lo grave que es esparcir a los cuatro vientos calumnias y
difamaciones: las plumas que se dispersan luego se vuelven imposibles de
recoger.
La moraleja
es comprensible y fácil de captar. Todos son inocentes hasta que se demuestre
lo contrario.
Pero su
defensa de Maciel era un tanto apodíctica, realizada
desde posiciones teóricas puras, sin tener en cuenta el registro de la realidad
circundante. Teóricamente no se equivocó, pero su teorización nunca fue
contrastada con la realidad con el debido cuidado. Si no, hubiera llegado a las
misas conclusiones que llegó la Iglesia.
Debido a su
apoyo al padre Maciel es que decidió “repasar incontables
páginas de testimonios y contra-testimonios, documentos legales y otros
materiales relacionados con el ataque de Berry y Renner en contra del padre Maciel”.
Berry y Renner escribieron
un artículo en 1997
que hizo pública las acusaciones contra Maciel.
Estudió
mucho e hizo un gran uso de la lógica en su análisis, pero no fue suficiente
para descubrir lo que hoy la Iglesia sabe
de Maciel. El mayor obstáculo fue su confianza en Maciel, incuestionable en sí misma.
La historia
no es filosofía ni se puede aplicar de manera deductiva: como hubo santos que
sufrieron la calumnia, entonces el sufrir calumnias puede interpretarse como
signo de santidad. Neuhaus no hizo este razonamiento,
pero sí algo semejante.
Escrivá
recurría a este tipo de falacias: anunciaba persecuciones en su contra y luego
las interpretaba como signos de predilección divina. Claro, previamente daba a
entender sutilmente que la santidad le precedía a las calumnias y por eso las
calumnias le confirmaban en santidad.
La realidad
es que tanto Maciel como Escrivá habían sido
creadores de organizaciones católicas de gran éxito y erróneamente se
interpretaba ese éxito como signo de elección divina. ¿No había acaso que
desconfiar un poco de tanto éxito, que poco y nada tiene que ver con el camino
de la Cruz predicado por Jesús? El éxito no es precisamente una señal de
divinidad, al menos dentro del cristianismo.
Nuevamente
errores deductivos. Ni del éxito se puede inferir la santidad ni de las
calumnias la inocencia.
Una defensa
extraordinaria
En un
reciente artículo
en la misma revista de la cual Neuhaus era director,
el autor J. Bottum señala que irónicamente dicha
defensa fue encarada por Neuhaus no a pedido de Maciel, a quien no conocía bien, sino debido a la
insistencia con que jóvenes sacerdotes de la Legión –a los que sí conocía- le
solicitaban su intervención a favor de Maciel.
Es una red
de engaños. Maciel engañó a los suyo y los suyos
–engañados- engañaron a otros. De esta forma Neuhaus
terminó defendiendo a quien no conocía. Increíble, pero no tanto, si se tiene
en cuenta cómo actúan los sociópatas, creando falsa confianza.
Y la defensa
que hizo Neuhaus fue de una fuerza extraordinaria.
Primero por
el persuasivo ensayo que escribió, luego por el prestigio que tenía de católico
conservador –es decir, atento al cuidado de la ortodoxia- y por la influencia o
llegada que tenía dentro del ámbito católico.
Pienso que
se dejó llevar por el prejuicio de que toda crítica hecha desde afuera (ex
miembros, prensa critica, etc.) ha de ser necesariamente falsa y calumniosa.
El caso está
tratado también en un libro
aparecido este año, cuyo autor Paul Lennon –ex
legionario- tuvo la oportunidad de cartearse con Neuhaus
cuando éste comenzó su férrea defensa.
El caso de Neuhaus es sumamente valioso porque muestra cómo personas
rectas y de gran prestigio pueden terminar defendiendo lo indefendible. En
parte por sus propios prejuicios a favor y en mayor parte por la
capacidad de fingir que tienen los sociópatas. Tanto Maciel
como Escrivá han hecho de la ortodoxia la coartada perfecta, para que personas
como Neuhaus creyeran firmemente en la inocencia de
estas personas.
Neuhaus
creyó en Maciel, además, por el apoyo que Juan Pablo
II le dio siempre. Nuevamente aparece la red de engaños, mediante la cual Maciel se ganó la confianza del Papa y luego la de
intelectuales de prestigio formando así una estructura piramidal.
El prejuicio
a favor de Maciel era tan fuerte que no había
evidencia suficientemente solida que pudiera contrastarse. El prejuicio anulaba
la fuerza de la evidencia.
Escrivá
construyó su prestigio de la misma forma y se aseguro de que toda crítica fuera
interpretada siempre en términos de persecución. De esa forma no había
posibilidad de que se descubriera la doble vida institucional del Opus Dei y de
su fundador, que predicaba una cosa e implementaba otra (cfr. fraude vocacional).
Toda evidencia era interpretada desde el prejuicio.
***
Neuhaus
veía en Maciel las cualidades de un santo, decía en
su artículo.
Si bien Neuhaus cedió cuando Benedicto XVI anunció la medida
disciplinaria de 2006, es decir frente al argumento de autoridad, no dejó de
mencionar que “hay amplios precedentes históricos de hombres y mujeres santas
que fueron injustamente tratados por las autoridades de la Iglesia”.
El texto que
Neuhaus escribió en 2002 es extenso. He aquí alguna
de sus afirmaciones más valiosas desde el punto de vista de la paradoja:
· “tengo
certeza moral de que los cargos en su contra son falsos y maliciosos”
· “como
evidencia cuenta que sus sacerdotes dicen conocer detalladamente la vida de Maciel y que los cargos en contra son diametralmente
opuestos a la verdad”
· “Cuenta
como evidencia que el Papa Juan Pablo II, quien casi seguramente tiene noticia
de las acusaciones, ha alabado fuerte, consistente y públicamente al padre Maciel y a la Legión. Muchas de las cosas que sabemos las
aceptamos por un acto de confianza. Yo confío en estas personas. La sugerencia
de que ellos están deliberadamente engañando o que han sido embaucados es
totalmente inverosímil.”
· “los
acusadores solo quieren dañar a la Legión. Confió en que no lo lograran”
· “las
acusaciones son falsas y cualquier persona de mediana inteligencia podría darse
cuenta de ello.”
Son muy
impactantes estas declaraciones leídas hoy. Lo fueron también, leídas en
su momento. La diferencia es el efecto que causaron ayer (indignación
apologética) y que causan hoy (espanto).
Qué evidencia
tan fácil de alterar, por parte de quien posea el arte de la simulación.
Toda esa evidencia se desvanece en un instante, porque toda ella se basa en un
voto de confianza que, entre unos y otros, han dado al acusado. Por otro lado Neuhaus confunde “evidencia” con “argumentos favorables”.
Su escrito trasluce, sobre todo, un voto a favor de Maciel.
Por lo
general, no puede haber “evidencias a favor” sino en contra, porque se
evidencia lo ausente (hasta ese momento). La inocencia no se puede evidenciar,
pero sí la falta de ella. La inocencia se presupone, es un punto de partida. No
se puede evidenciar a favor de lo evidente, o al menos es una forma extraña de
presentar la inocencia, y un signo probable de su ausencia.
La única
evidencia –en lo que detalla Neuhaus- es que Maciel supo ganarse la confianza de manera fabulosa. Y las
evidencias en contra –que son las que cuentan- no aparecen en su defensa de Maciel sino de forma teórica y generalizada. Y las
evidencias suelen ser concretas, ni teóricas ni generales.
“Cuenta como
evidencia que el padre Maciel niega sin reserva
alguna y totalmente las acusaciones.” Qué disparate de evidencia, pero por otro
lado, dicha afirmación pone en evidencia que toda la defensa de Maciel giraba alrededor de creerle a Maciel. Del mismo modo, toda la defensa de Escrivá gira
alrededor de creerle a Escrivá.
No hay más. Todo lo demás se construye a partir de ese punto. Ahí está el problema
de todo lo que viene después.
No tanto un problema moral
Neuhaus
planteaba la figura de Maciel como alguien con una
alta moral –la propia de un santo- cuando en realidad lo que se terminó
descubriendo era la ausencia de toda moral en Maciel,
es decir, una persona inescrupulosa, como afirma el comunicado de la Santa
Sede. En las antípodas de lo que percibía Neuhaus.
Queda claro
que muchos intelectuales y personalidades de prestigio no tienen los
conocimientos suficientes de psicología y psiquiatría, como para comprender que
un sociópata no tiene, por lo general, la apariencia de un monstruo sino de un
santo. En su momento, P. Lennon le hizo notar a Neuhaus que hablaba de la paidofilia
desde un punto de vista teórico-moral pero sin conocimiento práctico del tema.
¿Es creíble
que un adicto a las drogas y abusador de menores haya fundado una orden
religiosa en 1940 y haya sido aprobada por el vaticano y haya dado frutos
mientras en sus casas se practicaban abusos sexuales?, se preguntaba Neuhaus.
Justamente,
de eso son capaces los sociópatas. Psiquiatras y psicólogos no se admirarían de
dicha realidad. Están acostumbrados.
Y que todo
se haya desarrollado “sin una palabra de preocupación por parte de cientos de
padres de familia o sin una acusación de tales fechorías en las cortes civiles,
penales o eclesiásticas? No es creíble.”
Es lógico el
planteo de Neuhaus y como bien dice, no es creíble
tal posibilidad. Ahora bien, pese a todo y contra toda lógica, los hechos
sucedieron. ¿Entonces, qué hacemos? Esto es lo espantoso del asunto.
Por de pronto, Neuhaus se hubiera atragantado si
hoy viviera.
La mejor
fundamentación teórica no es suficiente si no se contrasta con los hechos, del
mismo modo que la canonización de Escrivá se habrá fundamentado teóricamente
impecable, pero los hechos dicen bastantes cosas en contrario.
La defensa
de Maciel ha sido hecha desde la teoría en muchas
oportunidades, lo mismo que la defensa de Escrivá. De manera deductiva,
considerando a Maciel y Escrivá como ungidos por
Dios. Desde esa premisa, imposible aceptar cualquier evidencia en contra.
“Las
acusaciones son dignas de desprecio, como lo son también las acciones de
quienes continúan vendiéndolas por la calle (…) No sé qué resentimientos,
rencores o vendettas estén en juego.” Verdaderamente estaba indignado Neuhaus. Hoy se moriría de vergüenza por sus palabras.
El valor de Neuhaus
De todas
formas, no es la idea de este escrito recriminar a Neuhaus
sino destacar el valor extraordinario de su testimonio, desde la perspectiva
presente. Es valiosísimo, como muestra de cuán profundo fue el fraude de Maciel.
“El Vaticano
[en los años 50] nombró cuatro visitadores imparciales que vivieron con los
legionarios y entrevistaron a cada uno de ellos en privado y bajo juramento.
Les pidieron que dijesen cualquier cosa que supiesen en contra del liderazgo
del P. Maciel. Ni una vez, ni una sola vez, hubo
mención de abuso sexual o de algo relacionado.”
La defensa
que hace de Maciel, a la luz del presente, se vuelve
un elogio de su conducta sociópata: revela lo “brillante” que fue Maciel en el arte de la simulación. Por eso el testimonio
de Neuhaus es tan valioso: poner de relieve de manera
extraordinaria el alcance que ha tenido el fraude de Maciel.
Y con Escrivá sucedería algo semejante, si pudiéramos leer los textos completos
de su proceso de canonización, por ejemplo.
Existe
siempre un problema difícil de zanjar, y es que los sociópatas generalmente
resultan ser más creíbles que sus víctimas. Esa batalla de la confianza
la ganan siempre, porque son expertos en credibilidad, mientras que las
víctimas pueden ser consideradas como fabuladoras con facilidad, pues lo que
cuentan es muy difícil de creer (¡¿Maciel un
abusador?!). Lo que cuenta el sociópata es una realidad mucho más agradable y
sobre todo adecuada al deseo inconsciente de sus oyentes (“se trata de un nuevo
ataque contra la Iglesia”, etc.). Las victimas crean
inquietud con su relato –es indeseable la realidad que cuentan-, mientras el
sociópata crea una imagen llena de paz y seguridad con su versión de los
hechos.
Sin darse
cuenta, Neuhaus se puso al servicio de Maciel.
“El único
fin de las acusaciones es el intento de dañar gravemente a los legionarios de
Cristo al desacreditar a su fundador. Guardo la certeza de que no tendrán éxito
en tal intento porque las acusaciones son falsas, y serán reconocidas como
tales por cualquier persona con una mente equilibrada que se tome la molestia
de estudiarlas”
Y uno se
pregunta: ¿se tomó Neuhaus la molestia de
estudiarlas?
Traicionar
la confianza
“Después de
un examen escrupuloso de las acusaciones y de los testimonios de signo opuesto,
he llegado a la certeza moral de que las acusaciones son falsas y maliciosas.”
Tal vez sí,
pero a nivel teórico. Es que preguntarse en serio y en profundidad
hubiera significado una cierta traición hacia Maciel.
Porque para estudiarlas en serio había que creer en la posibilidad de
que fueran ciertas. Neuhaus jamás lo podría haber
aceptado.
Algo
semejante sucede con el caso de Escrivá. Al ganarse la confianza de personas
importantes en la Santa Sede, y en tantos otros ámbitos, ellas seguramente no
podían tomarse en serio las acusaciones contra el Opus Dei, porque sería una
traición a la confianza mutua.
El sociópata
crea muchas veces vínculos difíciles de romper (por eso las relaciones con él
pueden durar muchos años).
Hay que
reconocer que muchas veces las críticas se han hecho de manera inadecuada,
desde prejuicios ideológicos contra la Iglesia. Y eso, lejos de esclarecer las
cosas, ha ayudado a confundirlas más, contribuyendo -en definitiva- en favor
del acusado.
Porque
posiblemente, tampoco los acusadores han tomado en cuenta la perspectiva del
sociópata –la posibilidad de mega-engaño al estilo Madoff-
y han buscado explicaciones únicamente estructurales y sobre todo intencionales,
es decir, en conspiraciones, en actitudes de encubrimiento, etc. Sin duda las
puede haber, pero hay que demostrarlas, o al menos presentar algún tipo de
evidencias (que debe ser concreta, no teórica o general). De lo contrario todo
se transforma en prejuicios y no se llega a nada.
Por eso, el
estudio de dichas acusaciones debe ser hecho por personas independientes,
respecto del Opus Dei y respecto de quienes puedan plantear las críticas.
== FIN ==