EL OPUS DEI INCUMPLE LAS OBLIGACIONES SALARIALES
CON SUS PROPIOS TRABAJADORES
APROXIMADAMENTE EL 80% DE LOS NUMERARIOS Y NUMERARIAS DEL
OPUS DEI (MIEMBROS CÉLIBES) TRABAJAN PROFESIONALMENTE Y A TIEMPO COMPLETO PARA
LA ORGANIZACIÓN INTERNA DE LA PRELATURA.
TRABAJAN A DESTAJO Y SIN VACACIONES NI LIBRANZAS.
CARECEN DE SUELDO Y DERECHOS PORQUE SU TRABAJO NO ESTÁ
LEGALMENTE CONFIGURADO.
Uno de los
mayores atractivos que nos atrajo al Opus Dei, era la ilusión de llevar a Cristo a la cumbre de todas las actividades
humanas, en el libre ejercicio de nuestra profesión en medio del mundo y siendo
uno más entre nuestros iguales. Eso era lo que se nos proponía.
Desgraciadamente,
para muchos de nosotros, aquella idea que inicialmente nos captó, no pudo
llegar a su fin porque, ¡oh paradoja!, las mismas necesidades de la Obra nos lo
impidieron, y los directores, de parte del Padre, nos llamaron a una tarea de
mayor servicio: los encargos internos. Llaman
en el Opus Dei trabajos internos a los
dirigidos a las tareas internas de la institución.
ITINERARIO, PASO A PASO, DE LOS QUE SON
LLAMADOS A TRABAJOS INTERNOS.
1. LA LLAMADA
Suele
empezar así: A partir de ahora te vas a
dedicar profesionalmente a este encargo para cubrir las nuevas necesidades
apostólicas de la Obra.
Como
en la Obra nadie pone en duda que los mandatos de los Directores vienen de
Dios, si te piden que cambies tu trabajo por un mayor servicio a la Obra,
aunque sea un descalabro, te entregas a ello de pies a cabeza sin atreverte a
sopesar los pros y los contras de la nueva orientación que va a tomar tu vida
por un tiempo, o para siempre.
Y
muchas veces, cuando en nombre de Dios te piden la inmolación de tu trabajo por
el bien de la Obra y en beneficio de las almas, y tú, pardillo, con toda la
generosidad e ingenuidad del mundo dices amén…, te has caído con todo el
equipo. Quiero decir: te has cerrado las puertas a tu vida profesional y
social. Aquella que supuestamente debías santificar. Paradojas.
2. EL COMIENZO: VIVIR PARA LA OBRA Y
QUEMAR LAS NAVES.
Y
te vas con tu maleta y la ilusión de empezar una nueva vida creyéndote enviado
de Dios para cubrir unas nuevas
necesidades que la Obra ahora te pide. Muchas veces, tardas poco en descubrir
que esas necesidades “tan
misteriosas”, están muy por encima de las personas.
Digo
“tan misteriosas” porque todos hemos sido testigos de cambios de centro o de
ciudad, de trabajo o de lo que sea, porque la
Obra te necesita allí, y cuando llegas a ese allí, nadie te espera sino el tedio y el aburrimiento hasta que
consigues abrirte camino y sobrevivir. Son los intereses de la organización, a
los que ya estamos acostumbrados, siempre por encima de los de las personas.
Según
el espíritu de la Obra, por secularidad y por pobreza ningún miembro debe
desvincularse de su trabajo profesional, ya que es, en teoría, el medio propio
de su santificación. Pero en la práctica, y por obediencia, con este
llamamiento a los trabajos internos, la misma Obra te impide que esto sea así,
y recordando las palabras del fundador, una vez más decides obedecer, sin darte
cuenta siquiera de que obedeciendo ese mandato inmediato, desobedeces al mismo
espíritu. Y con la convicción de que es Dios quien te lo pide, y con la sonrisa
en los labios, dejas el trabajo más
floreciente para ir a cuidar colegiales, a poner a pitar universitarios, o…
a lo que sea, desvinculándote la mayoría
de las veces de tu ambiente profesional, social, familiar y cultural. No digamos ya si tu destino es otro país, otra
cultura, o un lugar donde tus estudios no tienen validez. Aquí te siguen
pidiendo lo contrario al espíritu. Empiezas a dividirte, empiezas a romperte.
3. EL TRABAJO. PERTENECES A LA PLANTILLA
DE UNA EMPRESA MUY RENTABLE.
Ellos
asignan a sus propios trabajadores: a dedo has sido llamado, y a dedo, sin
previo aviso, serás destituido.
En
toda familia de bien, se cuidan de que los suyos estén cubiertos con una
jubilación el día de mañana. Pero en esta familia, -cuyos lazos son más fuertes
que los de la sangre- no hay contrato de trabajo, ni sueldo, ni seguros
sociales que cubran tu jubilación.
El
buen espíritu enseña que en los trabajos internos, a ejemplo de un padre de
familia, no hay exigencias de horarios ni días de libranza, como tampoco hay
derechos. Y llamarán vacaciones a la obligatoria asistencia a un curso de
formación que ellos mismos asignarán.
La
consigna es la entrega sin condiciones, cuya manifestación es acabar exprimido
como un limón.
Y
así lo haces, actuando como un borrico, figura que el fundador puso de ejemplo.
4. FALTAN A LA JUSTICIA INCUMPLIENDO LA
LEGISLACION CIVIL Y LA SUYA PROPIA.
Porque
cuando por obediencia abandonas tu trabajo entregándote incondicionalmente a lo
que te piden los directores en nombre de Dios, no piensas que tu Madre guapa la Obra, pasado el tiempo, no te
amparará, ni cumplirá lo que dicen sus propios Estatutos
en su capítulo III, p.24 §1.
Todos los fieles de la Prelatura deben disponer de los seguros o previsiones
que indican las leyes civiles para casos de invalidez o incapacidad para
trabajar, enfermedad, vejez, etc.
Ellos
contemplan que el fiel de la Prelatura debe disponer de los seguros o
previsiones para la enfermedad, pero se inhiben de ésta obligación cuando son
ellos mismos los que deben pagar esos seguros por ser los patrones o
empresarios.
Se
creen exentos de la obligación que la ley impone, dejando a los que trabajan
profesionalmente para ellos, totalmente desasistidos.
5. DESPUES, TRAS FALTAR A LA JUSTICIA,
LA FALTA DE CARIDAD: ABANDONAN A LOS SUYOS DEJANDOLES EN LA INDIGENCIA
Y
un buen día, pasados muchos o pocos años, o siendo ya un anciano, te llaman a
su despacho para comunicarte sencillamente que a partir de ahora la Obra
prescinde de ti para esos trabajos internos a los que te llamó hace años. Que
el Director que te sustituye está a punto de llegar y debes dejarle libre la
habitación. Y que procures encontrar trabajo cuanto antes para no ser gravoso a
la Obra. Y de paso, te designan la nueva ciudad y el centro donde empezarás una
vida nueva.
Si
encuentras dificultades para reincorporarte al mundo laboral y tardas en
encontrar trabajo, a los pocos meses te hacen una advertencia, pues no se puede
ser gravoso en la Obra, y seguramente te recuerden también que, de seguir así,
tendrás que buscarte otro alojamiento, como por ejemplo, el domicilio de algún
familiar; que es una falta de secularidad vivir a expensas de tus hermanos.
Y
allí, en esa ciudad probablemente desconocida, sin familia, sin amigos, con
bastantes años a la espalda y sin apoyos, como caído de una nube y sin un
currículum que presentar (aunque brillantes hayan sido tus estudios y tus
primeros pasos en la vida profesional, que ellos truncaron), tendrás que
recomenzar a levantar tu vida. Sabiendo, además, que al haber estado un
determinado número de años sin vida
laboral, nadie ha cotizado por ti, y por lo tanto, te quedarás sin jubilación
el día de mañana.
6. SI DEJO LA OBRA, ESTOY EN LA CALLE:
ME EXPOLIARON
Si
algún día tu conciencia te dice que debes abandonar la Obra, o ellos mismos se
encargan de forzarte a ello, ¿a dónde irás?
En
tu ingenua donación de tu persona y de todo lo tuyo, hay que quemar las naves, nos
decían, no contemplaste semejante posibilidad. Pero ellos sí.
Nada
dejan a la improvisación. Estaba proyectado que fueras cumpliendo las leyes del
juego, paso a paso:
a) Aprendiste de memoria, grabando a fuego, lo que te
enseñaron: Los Numerarios están siempre
dispuestos a abandonar la actividad profesional más floreciente, para seguir
sirviendo a Dios y a las almas en el sitio más oculto. Es importante cultivar
en todos esta actitud de disponibilidad real para dejar por algún tiempo el
ejercicio de la propia profesión, y dedicarse con generosidad a algún cargo o
encargo de servicio en la Obra (Experiencias de las
labores apostólicas, p. 44, Roma, 6.X.2003). Y te concienciaste de
ello de tal manera que tardaste años en comprender que esa postura no sólo no
es sagrada, sino que es contraria al teórico espíritu del Opus Dei.
b) Hiciste testamento de todos tus bienes a favor de la
Obra.
c) Entregaste todo lo que poseías, y jamás hiciste una
provisión o ahorro.
d) Dejaste sobre la mesa del director todos los regalos
que te hicieron familiares, amigos y compañeros.
e) Pediste mucho dinero para las necesidades apostólicas
de la Obra, también conseguiste buenos muebles, joyas, y con suerte alguna casa
de familia para realizar la labor. Y desplumaste a tus amigos y familiares a
sabiendas en algunos casos de que para ello tenían que privarse de lo
necesario.
f) Y lo que es peor y más sangrante: Entregaste, mes a
mes, todo el dinero recibido como fruto de tu trabajo.
Hasta el año 1982, esto estaba así previsto en el
derecho particular del Instituto Secular que éramos.
Pero al pasar a ser Prelatura Personal, cambiaron
muchas cosas -no de poca importancia- de las que nadie nos informó (sólo es el ropaje, nos decían. El espíritu es
el mismo, hay que seguir haciendo lo de siempre).
Y nos lo creímos, porque jamás osamos poner en duda la
veracidad de las disposiciones del Padre.
Pero nos engañó. El Prelado nos engañó aprovechándose
de nuestra buena voluntad, porque jamás ninguno de sus hijos osaría poner en
duda e investigar si la praxis que se nos exigía era conforme a derecho según
nuestra propia constitución. Que, por otra parte, nunca nos la mostraron ni estuvo
a nuestra disposición.
¡Qué fraude! Nadie nos informó.
Entre otras obligaciones, había caducado la de
entregar todos nuestros bienes. Ya no figuraba en los
nuevos estatutos esa exigencia de la entrega.
Y sin embargo, mes a mes, nos seguían expoliando el
fruto de nuestro trabajo.
Como resultado, esas sumas de dinero que entregamos
engañados (¡libremente, dirán ellos!), nos ha sido usurpadas fraudulentamente,
y por lo tanto, en justicia, nos deben ser devueltas.
Y
no tiene justificación que, cuando un miembro de la Obra pide la dispensa, le
nieguen su derecho a una justa retribución económica y laboral. Buscan diversas
excusas, ninguna de ellas válida.
La
más recurrente es que trabajaron libremente para atender a su familia, y que en
las familias no hay contratos ni salarios.
Razonamiento
inválido por no ser cierto. Sobra que indique aquí cómo el Estado ampara y protege
con su legislación al que sale desfavorecido económicamente tras la ruptura de
la relación en un matrimonio o en una pareja de hecho. Y cómo tiene derecho a
los bienes gananciales, cosa que en la “familia de la Obra” no se da.
Pero
el Opus Dei tampoco actúa así, y tras la ruptura deja a sus ex-miembros en
total desamparo.
Si
grave es el perjuicio ocasionado por haber dejado de cotizar a la seguridad
social en el tiempo dedicado a los trabajos internos, aunque se siga en el la
Prelatura, la situación en la que queda el trabajador interno del Opus Dei
cuando pide su dimisión de la Obra es de indigencia total: sin casa, sin
trabajo, sin experiencia laboral ni currículo, sin subsidio de desempleo, sin
haber cotizado a la Seguridad Social, sin pensión de jubilación en muchos
casos. Si te vas al cabo de muchos años después de dedicarte íntegramente al
Opus Dei, estás perdido.
Es
una muestra de la nula preocupación por las personas y por la justicia social
que tenía el fundador, de lo que se deduce que su actitud era la de un
explotador sin moral.
7. SI RECLAMAS LO QUE ES TUYO.
Resulta
que, desgraciadamente, la mayoría de las personas que salen de la Obra, los
primeros años están todavía bajo los efectos anestésicos de lo aprendido a
fuego en la Prelatura.
Me
refiero al p.83 del Catecismo
de la Obra:
Si un
fiel sale de la Obra no tiene derecho a pedir compensación económica alguna por
los servicios que en la Obra haya prestado, ni por las donaciones o limosnas
que haya hecho, como sucede generalmente con cualquier donación o prestación
gratuita de servicios, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil. Pero
puede haber casos en los que exista un motivo de caridad para ofrecerle ayuda
económica.
Es
demasiado lenta la recuperación del propio pensamiento, y pasa mucho tiempo
antes de admitir cualquier posibilidad de error en la Obra de Dios y hasta que
entierras tu sentido de culpa. Cuesta empezar a pensar que sí tienes derechos, y
que éstos son precisamente los contrarios a los que te inculcaron.
Todos
los que salís en estas condiciones, estáis francamente azotados y hundidos ante
la idea de no poder hacer nada. Es costoso el planteamiento de acudir a los
tribunales, y más teniendo en cuenta que según el actual derecho laboral (en
España), estos delitos prescriben a los cinco años. Algunos de vosotros,
valientes, os habéis decidido a hacer frente a la Prelatura con una reclamación
formal.
Tan
solo en contadísimos casos, al verse presionados y ante la amenaza de una
demanda judicial o un escándalo, han consentido dar una reducida cantidad,
siempre bajo el compromiso escrito y firmado de que la Prelatura no tiene con
el interesado ninguna deuda pendiente, y por lo tanto, no hará ninguna demanda
bajo ninguna vía. Tienen interés en dejar claro que lo que te dan lo hacen por
caridad, porque en justicia no te deben nada. Y lo hacen así aun en el caso de
enfermedad, de máxima desprotección material y nulas posibilidades de obtener
recursos.
Una
recurrente excusa es que no hay dinero.
Es
escandalosa la respuesta, porque, ¿A dónde van a parar las multimillonarias
sumas que amasan, procedentes del ahorro de tanto trabajador sin paga ni seguro
social, de tanto sueldo íntegramente entregado mes a mes por Numerarios y
Agregados, de tantas herencias recibidas, de tanta obligada aportación
económica de Supernumerarios y Cooperadores, de tanto sablazo asestado en nombre de Dios a particulares y empresas, como
consecuencia de lo que llamábamos campañas económicas?
* * * * * * * * * *
Hemos
tratado el tema de los trabajos internos de forma generalizada, pero precisemos
cómo se burla la ley y, lo que es más fuerte, cómo se utiliza a la persona maltratándola
en beneficio propio, según las diversas modalidades de trabajos:
1. NUMERARIAS
AUXILIARES.
(Fraudulenta vocación que inventó
Escrivá para solucionar el problema del servicio doméstico en los centros)
Hasta
hace poco tiempo, las Numerarias Auxiliares carecían de contrato de trabajo,
nómina y sueldo.
Por
tanto, donde ellas trabajan (residencias, casas de retiro y convivencias,
colegios mayores, etc.) suelen llevar una doble contabilidad. La mayoría de las
trabajadoras no tienen nómina, no saben a la categoría profesional a la que
pertenecen, no conocen sus derechos y obligaciones como empleadas, y ni se les
ocurre librar los días festivos ni tomarse vacaciones.
Ya
les enseñó el fundador una canción
compuesta para ellas, que ingenuamente cantaban en las tertulias: “Tengo el
derecho de no tener derechos”.
Cierto
es que en los últimos años, amedrentados por problemas laborales que fueron
surgiendo ante determinadas situaciones, y ante el temor a la mala fama o al
escándalo (inspecciones laborales, reclamaciones de la familia, etc.), han ido,
con cuenta gotas y muy selectivamente, dando de alta en la seguridad social a
quienes les podrían comprometer. Pero en cualquier caso, todas ellas han pasado
años si cotizar.
Las
que tienen contrato laboral, firman mes a mes en su nómina haber recibido el
sueldo, pero éste jamás se les entrega; es decir, no pasa por sus manos. Otro
simulacro.
En
los casos que han tenido que abandonar su trabajo por marcharse de la Obra,
también han firmado el finiquito, pero no se lo han entregado. De ésta manera,
sin dinero y sin recursos, se han tenido que volver al pueblo de sus padres
pidiendo cobijo.
Si
han trabajado como auxiliares, como sirvientas, o como hermanas pequeñas, me da
igual…, lo cierto es que han trabajado como “negras” para el Opus Dei, y en el
caso de que abandonen la institución, tienen derecho a recibir una cotización
por todos los años trabajados que les permita una merecida jubilación. Y
además, si las echan de su trabajo por el hecho dejar de pertenecer a la
Prelatura, es un despido improcedente y,
como consecuencia, tienen obligación legal de indemnizar al trabajador. Pero de
esto, también se zafan.
Y
en su nómina debe aparecer su categoría profesional, porque su tipificación les
puede beneficiar en su currículo laboral a la hora de buscar empleo (no es lo
mismo ser jefa de cocina que pinche, ni gobernanta que planchadora o conserje).
Se
marchen o no se marchen de la Obra, esto tiene que ser así por derecho laboral,
por justicia social, por caridad Cristiana y por sentido común en una
institución de bien.
2. LOS SACERDOTES.
A
excepción de otros trabajos internos, el respeto al sacramento del orden,
permite una excepción: En vez de una imposición, hay una propuesta: El padre ha pensado en ti para el
sacerdocio, ¿estarías dispuesto?
Es
cierto que hay libertad, pero es sabido que en la Obra está inculcado a fuego
que es de mal espíritu no actuar ad mentem Patris.
No
deja de ser curiosa esta pregunta, porque los sacerdotes de la Prelatura, como
los demás Numerarios, pudieron pitar entre otras cosas porque no manifestaban
interés ni inclinación al sacerdocio. Hay en esta web abundantes pruebas y
testimonios de ello. Es decir, Dios no les llamaba por ese camino. Pero al cabo
de no pocos años, recién terminada su carrera profesional, aquella con la que
se iban a santificar, gracias a la imposición del dedo del Prelado de turno, en
poco tiempo y sin lugar a un debido discernimiento vocacional, ni a una honda y
amplia preparación sacerdotal, un día se
encuentran enfundados de negro y con el sacramento in aeternum del orden. Porque las necesidades de la Obra así lo requerían y el Prelado lo determinó.
Todos
los sacerdotes diocesanos -el Opus Dei dice que sus sacerdotes son seculares-
gozan de un sueldo que administran personal y libremente, y también de su
correspondiente seguro social. La diócesis vela por ellos y les protege. Si se
secularizan, también.
Pero
la Obra no. La Obra ya enseñó a los suyos, que si se van, quedan sin derecho a
una ayuda económica.
Los
religiosos, también gozan todos de su sistema de pensiones. Si por cualquier
motivo (les parezca o no les parezca razonable a la orden), alguno deja los
hábitos, jamás falta la proposición justa y caritativa de sus superiores con
razonables ofertas de vivienda, trabajo, dinero…
Pero
en el Opus Dei, como no son religiosos, actuar de ese modo les haría asemejarse
a ellos, algo impensable.
Cierto
que en España, a partir del año 2007, empezaron
a pagar la cotización a algunos de sus sacerdotes, pero sólo a algunos: a aquellos
que por su edad iban a poder percibir una pensión de jubilación.
Son
muchos los sacerdotes numerarios que han elegido por diversos motivos abandonar
la Prelatura e incardinarse en una diócesis, y se han encontrado que tienen que
desenvolverse en un mundo eclesial del que carecen de experiencia. Siempre se
han movido en un pequeño ámbito cerrado; es lógico: el motivo de su ordenación
era exclusivamente la formación y dirección espiritual de los miembros de la
Prelatura.
No
tienen ningún conocimiento dentro del amplio campo eclesial.
Y
aunque tengan un doctorado eclesiástico y otro civil, en la práctica no les
sirve de nada, o de muy poco. Sus estudios han sido muy limitados por la
dificultad de leer o consultar autores que no se ajustaran al reducido
pensamiento teológico y doctrinal del fundador. Tan sólo han podido profundizar
los que lo han hecho por su cuenta.
Nunca
han percibido ingresos, y si algo han conseguido, lo han entregado con buen
espíritu.
Muchos
carecen de cotización a la seguridad social y su jubilación está sin cubrir.
Los superiores de la Prelatura prefieren que en estos casos sea la diócesis
receptora la que cubra la totalidad o la parte de la jubilación que el Estado
no les dé.
Sólo
les queda confiar en el amparo y caridad de la Iglesia. Así actúan los que
dicen servir a la Iglesia como la Iglesia quiere ser servida.
¡Qué
bochorno!
3. DIRECTORES LOCALES A TIEMPO COMPLETO.
Un servicio a la Obra, en contra del
propio espíritu.
Un
buen día te comunican que cambias de trabajo; que tienes que despedirte de tu
empresa, deshacerte de tu consulta, desmontar tu chiringuito… y marcharte cuanto antes para atender determinada
labor en cualquier ciudad del mundo.
Jamás
he visto que un Director tenga una nómina ni se le pague un seguro social.
Nunca ha sido así.
¿Por
qué? Porque la obra se escaquea de su obligación legal aludiendo que son como
un padre de familia que se dedica a los suyos.
¡Desde luego que sería un
problema hacerles un contrato que se ajustara a la realidad, pues su trabajo es
tan especial que no está tipificado en el sistema! Su profesión, en realidad,
sería: “director de almas, gestor de labores apostólicas e inventor de
vocaciones”.
De nuevo, como siempre, no
se ajustan a nada. Todo en ellos es atípico, nada está bajo control civil ni
eclesiástico.
4. LOS DIRECTORES REGIONALES O
CENTRALES.
Directivos de la institución, pero
marionetas de los superiores.
También
nombrados a dedo, ellos gobiernan o tramitan, según el tema. En realidad,
muchos de ellos ni siquiera se enteran del entramado del Opus Dei. Se encargan
de que las personas y los apostolados sigan el curso previsto y se cumplan los
mandatos de gobierno. Estudian las estadísticas que reciben sobre las personas
y sus apostolados. Redactan nuevos documentos que rigen la vida espiritual y
material de las personas. Tienen que elevar muchas consultas al Consejo General
o al Prelado, pues habitualmente sólo tienen potestad para tramitar asuntos de
ordinaria administración.
Estos,
al abandonar los trabajos como Directores, suelen salir con un trato de favor.
Si por circunstancias obvias no se van a poder reincorporar a una vida laboral,
la Obra se encarga de hacerles un hueco en cualquiera de sus denominados
trabajos apostólicos.
Si
no han caído en desgracia por atreverse a opinar libremente, suelen tener
solucionado el problema de su vejez.
5. LAS ADMINISTRADORAS.
El fraude de la carrera de Ciencias Domésticas
es un delito.
Escrivá
concibió siempre a la mujer como ama de casa, y así funcionaron durante años
las Numerarias. Su trabajo profesional consistió desde el principio en cuidar
de sus hermanos, supervisando el trabajo de las empleadas o sirvientas, como él
llamaba a las Numerarias Auxiliares.
Como
esto no concordaba con la llamada en medio del mundo, algunas Numerarias
empezaron a trabajar fuera de casa, y así se las señalaba como ejemplo de
secularidad.
Lógicamente,
el deseo por desempeñar la propia profesión cundió de tal manera que empezó a
haber gran escasez de Administradoras, por lo que hubo que buscar un truco.
El
truco consistió en simular una carrera que llamaron Ciencias Domésticas, haciéndoles creer a las estudiantes y sus
familias que estaba equiparada al resto de las carreras universitarias que
dependían de la Universidad de Navarra.
La
Universidad de Navarra nunca expidió los títulos.
Todo
un fraude que ha creado muchos disgustos y problemas.
Otro
argumento de captación de Administradoras era el de un mayor servicio a la
Obra: El apostolado de los apostolados
para mujeres selectas.
Desde
los gobiernos regionales llegaban los nombres de las personas que podrían ser
inducidas a ese tipo de trabajo, y al igual que en el proselitismo, para las
directoras de los centros siempre era un reto conseguir el número de estudiantes
de Ciencias Domésticas que las necesidades
de la Obra requerían.
Las
Administradoras no tienen contrato de trabajo ni seguro social. En los últimos
años, se les propone que subscriban un seguro privado para garantizar su
jubilación. Lo habitual es que en la Obra les gestionen estos seguros con sus
propias aseguradoras.
Si
se van de la Obra, quedan sin estudios (aunque su familia les haya costeado una
carrera en la Universidad de Navarra); y la mayoría de ellas, sin seguro, o al
menos, sin él durante años, por lo que no les queda cubierta su jubilación.
Y
desde luego, todas, sin trabajo.
6. LOS OFICIALES.
Un emporio escondido.
La
organización desorganizada del Opus Dei, necesita mucha mano de obra, mucho oficial, dicen ellos, para que todo les
cuadre y mantener la imagen al más alto nivel.
Anexo
a todas las sedes de los gobiernos a cualquier nivel (delegación, comisión, asesoría,
gobierno central) hay grandes edificios de oficinas, además de otros lugares
más independientes, como bufetes de abogados, sedes de asociaciones, ONG, etc.,
donde se traman las finanzas, se estudian las formas jurídicas convenientes, se
promueven asociaciones, se proyectan colegios o universidades.
En
definitiva, son multitud los numerarios que se dedican profesionalmente a ser oficiales en tareas burocráticas.
Ellos
no gobiernan, pero trabajan como asesores, como contables, o como
administrativos.
Al
igual que en los otros trabajos internos, no hay contrato ni seguro social. El
despido también es rápido y sorpresivo.
¡Vaya
regalo se encuentra a su salida el que haya contribuido en silencio con su
trabajo a la buena marcha de la organización del Opus Dei! Generalmente poseen
abundante información: por ellos pasa desde el tráfico de las conciencias de
las personas, hasta el entramado económico.
Su
asignación laboral también es a dedo, y el mayor requerimiento es la prudencia,
la discreción y el silencio.
Por
ello, la Prelatura les exige un compromiso especial de silencio.
Como
se puede suponer, el volumen de burócratas que el Opus Dei utiliza para su
trabajo e intereses es muy alto.
7. OTROS TRABAJOS DEPENDIENTES DE
LA PRELATURA
Además
de lo citado, podríamos sumar un elevado número de personas que sin dedicarse
formalmente a lo que hemos llamado trabajos
internos, tienen mucho que ver con ellos, y también salen gravemente
perjudicados: Son los que trabajan para Obras Corporativas, o bien
para algo muy similar que se convino en llamar Labores personales.
La
única diferencia entre unas y otras consiste en que las segundas, por motivos
prácticos y económicos, se han puesto a nombre de distintas sociedades civiles.
Las sigue dirigiendo el Opus Dei, pero la responsabilidad recae sobre las
sociedades civiles o personal directivo.
Pero
éstas sociedades, las promueve el Opus Dei y las gobierna el Opus Dei a través
de sus Directores, y también el Opus Dei es el que llama de entre sus filas a
los que serán directivos o empleados.
A
través de correo interno y de
reuniones con los Directores de la Obra, se informa y se siguen directrices, y
los empleados de las labores personales se tienen que someter a los dictámenes
de los Directores de la Obra. Si esto conlleva algún problema, basta con
cesarles.
Las
personas que trabajan en las Labores
personales, sí tienen, habitualmente, contrato de trabajo, si bien es
cierto que, según ellos mismos cuentan, sus condiciones laborales y económicas
son penosas, y tienen además la carga y la presión de alcanzar las metas
apostólicas que les imponen periódicamente, de las cuales han de rendir cuenta.
Normalmente,
se mantienen en ese trabajo por deseo de la Prelatura, como también serán
cesados en el momento en que el trabajador plantee el menor conflicto por su
falta de rendimiento apostólico, por manifestar opiniones molestas, o por no
someterse a determinados planteamientos. De modo especial si el trabajador pide
su baja en el Opus Dei.
No
deja de ser una enorme injusticia que quien, a dedo y en nombre de Dios te
pidió que te dedicaras profesionalmente a una labor personal, a sabiendas de que abandonarías tu habitual trabajo
y no podrías seguir prosperando en él, al cabo de los años decida despedirte
sin buscarte otra alternativa, ayuda o solución al serio problema laboral que
se te plantea.
8. Podríamos añadir al apartado anterior la multitud de empresas de
carácter civil, pero creadas y dirigidas pos los Directores del Opus Dei, tales
como: Gestoría (venta y distribución de
alimentos para los centros), Redes
de librerías, Editoriales, etc.
* * * * * * * * * *
No
es difícil hacer un cálculo aproximado del número de personas que al dejar los
trabajos internos quedan seriamente perjudicadas en el terreno laboral y
económico.
Partiendo
de nuestra experiencia, contamos con datos suficientes como para sacar unas conclusiones
que nos dejan atónitos: El 80% de los numerarios trabajan para la Obra. Si
pensamos que el índice de numerarios que abandonan el Opus Dei, después de
pocos o muchos años, se encuentra en torno al 95%. Imaginaos cuántos
perjudicados ha producido y produce esta institución.
Me
escandaliza pensar que una institución de la Iglesia falte de este modo tan
grave a los deberes de caridad y de justicia social con sus miembros. Que le
importen tan poco las personas. Que las explote de esa manera en beneficio
propio. Que conculque las más elementales leyes laborales del Estado y los derechos
de los trabajadores. A lo largo de la historia humana se han dado variadas
formas de esclavitud, pero que en pleno siglo XXI, y en la Iglesia, siga produciéndose
este fenómeno de explotación en nombre de Dios, resulta intolerable.
Un
abrazo para todos, con especial cariño a los afectados por lo que aquí demando.
Volvemos
a hablar próximamente con soluciones en la mano.
Fueraborda