LO QUE DEFINE AL
OPUS DEI DESDE UN PUNTO DE VISTA RELIGIOSO-INTELECTUAL (II)
La creencia como militancia ideológica
Salvador, 24 de febrero
de 2010
Cuando leemos en Cuadernos frases como "el cristianismo no es solo un modo de vivir, sino también una
doctrina, y la doctrina sagrada es precisamente la regla de la vida
exterior e interior" o "pensar y escribir con piedad sobre las cosas divinas; para que no se
escriban libros de doctrina sin piedad y libros de piedad sin doctrina",
entiendo esos autoresúmenes como síntomas de algo muy
conocido en el del siglo XX: la presencia de una ideología.
La ideología.- Una
ideología no consiste en tener ideas, ideales o valores -hecho
importantísimo-. No se trata de regirse o relacionarse por o con una teoría. La
ideología es una práctica u interés muy concreto y, desde el mismo, construye
un cuadro o sistema articulado de pensamiento que, o sustituye
la experiencia de la realidad en cuanto tal, o siempre la colorea
completamente, porque lo que se trata es de operar sobre toda la realidad en ese
sentido determinado y prefijado inicialmente. Se trata de someter toda la realidad
a ese sistema.
La ideología, como expresaba Marx,
es "falsa conciencia", es decir, una falsa representación
de la realidad, ya que la misma pasa por focalizarse en solo unos cuantos
aspectos (los intereses materiales de un grupo, lo que denominaba la
“infraestructura”) que se justifican
mediante un juego sistemático y cerrado de ideas,
visión e instituciones (lo que llamaba la superestructura). Muy
ingenuamente, Marx consideraba su método de análisis como “una ciencia”, es
decir, la verdad. La práctica de la liberación del proletariado, su
justificación y los medios para lograrlo es lo que convirtió el marxismo en una
ideología.
Karl Ranher expresa que "la esencia de la
ideología está constituida por el hecho de poner como punto fijo absoluto una
determinada realidad única del mundo plural de la experiencia".
La
ideología es principalmente un medio para la acción, un práctica que es
convertida en teoría o pensamiento (realmente, una doctrina) como mejor
instrumento de transformación o conservación. Es un sistema de pensamiento en
el cual las categorías extraempíricas y la selección
de lo empírico está determinado por los intereses y
las emociones del agente.
Como se deduce de la definición de Wikipedia, la ideología es el conjunto de ideas sobre el sistema (económico y/o social y/o político y/o religioso), el cual pretende su conservación (ideologías conservadoras), su transformación (revolucionaria o reformista) o la restauración del sistema previamente existente (ideologías reaccionarias); en definitiva, que lo que pretenden realmente es mediante la acción, dominar la realidad dada.
La Obra como militancia ideológica.- Pienso que ser de la Obra consistía, esencialmente, en una militancia ideológica. A juzgar por los Cuadernos, si los mismos se aplican, puede sostenerse tal afirmación que así fue desde la fundación hasta, al menos, mediados de los 90. Porque, con ligeros retoques, los Cuadernos recogen lo que yo viví.
En la
“introducción” del primer (“Sobre nuestra fe”) de los 12 Cuadernos se resume las pretensiones programáticas de esta sistematización
del mensaje “doctrinal” de la Obra (redactados según nos dice esa página entre
1970 y 1999), de la siguiente manera:
a).-
“el catecismo de la doctrina cristiana compendía brevemente la misión del hombre sobre la tierra:
ha sido creado (…) para que conozca, ame y sirva al Dios en esta vida, y goce
de El eternamente en la vida eterna. Esto es lo que la Revelación divina ha
establecido, lo que la Iglesia, desde su fundación por Jesucristo, enseña a todos
sus hijos. (…) “Nada ha cambiado” (…) “la verdad es la misma”.
El ultraortodoxo rabino Leibowitz (ver escrito anterior) estaría completamente de acuerdo. Tal compendio es completamente coherente con el tipo de observancia explicado en el escrito anterior.
Pero ese “nada ha cambiado” y “la verdad es la misma”, realmente, no era algo muy viejo; pero lo más curioso es que tenía una fecha de caducidad muy cercana. En efecto, solo unos pocos años después, en 1992, el actual catecismo, resumen doctrinal del Magisterio, de corte muy tradicional, ya no “compendia” lo mismo que hacía el catecismo de san Pio X.
En el
índice analítico del catecismo no se recoge ni un solo documento de Pio X
objeto de cita. En los cuadernos, las citas
de san Pio X son significativas. A pesar de ser, repito, un catecismo tradicional, no hay una completa identidad doctrinal
entre el catecismo y los Cuadernos. Pero eso es otra cuestión.
b).- “Esta Verdad divina –única y sencilla en sí misma,
compleja y variada en nuestro conocimiento, tan limitado- es propuesta a todos
por el Magisterio de la Iglesia, en el nombre y con la autoridad de Jesucristo,
Hijo Unigénito de Dios. A esta revelación divina, “el hombre tiene que someterse con fe”.
Ese “someterse con fe”,
según señala el mismo texto, es la misma cita de la doxología final de la carta
a los Romanos (16,26) y de 2 Cor.
10, 5-6. Y, a mi modo de ver, refleja bien la naturaleza ideológica de la Obra.
La traducción correcta de 16,26 de la carta de san Pablo no
dice eso, sino que su sentido es “se ha dado a conocer a todos para que acepten
la fe”. Desde luego “proponer” no es lo mismo que “someter”. La referencia a 2 Cor. 10, 5-6 sí es de “sometimiento”, pero san Pablo, a
diferencia de 16,26, que se refiere a “todo el mundo”, en 2 Cor.
10,5-6 hace referencia exclusivamente a los miembros de la comunidad local de
Corinto.
El uso de las citas y la traducción que se hace en la
introducción, y que se hace costumbre a lo largo de los cuadernos, es solo
“instrumental” (da lo mismo lo que realmente dice o quiere decir la Escritura)
porque lo que importa es lo que ideológicamente se pretende: someter a todo
el mundo a “esa verdad divina única y sencilla” “propuesta por el Magisterio”;
es decir, imponer una observancia mediante el sometimiento personal a una
doctrina.
Independientemente de lo anterior, es digno de atención el
tipo de sometimiento… que ¡¡ha de ser un sometimiento con fe!! Importa más el sometimiento que la fe, eso se
entiende, pero un sometimiento con fe... no sabría decir qué es exactamente,
pero suena como algo inquietante.
Es significativo recalcar que los cuadernos afirman que ofrecen “el Magisterio de la Iglesia”, que es
el autor de la doctrina. Si es lo mismo, ¿no debería sustituirse los cuadernos
por el catecismo, en vez, como de acudir a ellos para preparar círculos para
numerarios durante la década de los 90 como me han informado?.
c).- La identificación de sabiduría y doctrina. Se
transcribe un párrafo de una carta de 24-10-65 de sanjosemaría
que consiste es una cita apostillada (subrayo las apostillas) de Colosenses
1,28 y 29. Concretamente sanjosemaría escribe: “éste
es a quien predicamos nosotros, amonestando a todos los hombres –con nuestro
testimonio-, e instruyéndolos a todos en la sabiduría – con la doctrina-….”
La segunda interpolación es ilustrativa. La sabiduría es la
máxima experiencia de la vida, es el arte de vivir. Los diversos modelos de
sabiduría que nos proporciona la Biblia, los que se pueden inducir también del
Nuevo Testamento, son ajenos a la propuesta de modelo doctrinal del tipo que
nos propone sanjosemaría y que se concreta en los
Cuadernos. La sabiduría de la vida que propone la Obra es…¡¡ una doctrina!!
En la carta de 14-11-74 para referirse a la situación postconciliar, sanjosemaría echaba mano de la encíclica Pascendi de Pio X sobre el modernismo como síntesis de
todas las herejías (pues admitido el principio modernista se caía en todos los
demás), recordaba el “Motu propio Doctores Angelici”
del mismo Papa, para proclamar la vigencia de los principios del tomismo como
verdad inmutable (“se deben
conservar santa e inviolablemente los principios filosóficos establecidos por
Santo Tomás”, y reclamaba la política “doctrinal”
de Pio X (veáse los puntos 25 al 27 de la carta). Por aquellas épocas, monseñor Lefebvre,
en plena sintonía con esa reacción, había fundado, precisamente, la
“Fraternidad de San Pio X”.
El tomismo de la Obra no era una filosofía, ni una teoría,
era un arma arrojadiza apologética, un instrumento ideológico. Frente
al Concilio, tal como demuestran las tres campanadas y corroboran los “Cuadernos”,
la Obra se reafirmó en su cruzada “doctrinal”; ideológica, añadiría yo.
Santo Tomás, después de la redacción de sus sumas, tuvo una
experiencia mística importante. Como consecuencia de ello dejó de escribir y,
encima, consideró que todo lo que había escrito no valía la pena. A mí
esta relativización del "tomismo" hecha por el propio Santo
Tomás me parece signo inequívoco de la talla intelectual del Aquinate. Y me tranquiliza mucho el comentario ya que
yo no soy tomista.
Diferencia entre fe y creencia.- Quizás ayudará a entender la diferencia entre fe y
creencia, muy fácilmente transformable en ideología, algo ya operante
en la edad Media, la notable afirmación que hace santo Tomás
en la Summa Teológica: ( II,II a. 2.ad.2): "actus autem credentis
non terminatur ad enuntiabilem
sed ad rem" ("el acto del creyente no se para en su
enunciado, sino que tiene su término en la cosa misma".
Esta importante (y de sentido común) afirmación da su
juego. Primero, entre la fe y las formulaciones o creencia de la misma (dice
claramente que la fe no reside en la formulación sino que la trasciende).
Segundo, entre las formulaciones o creencias y la realidad (que es
un misterio) hay una autonomía (no independencia).
Sobre esta última relación se puede concluir
también que no podemos afirmar que las formulaciones o la
creencia son "así y no de otra manera" (aunque desde
luego, unas son mejores que otras), que es algo propio del doctrinario (puesto
que para él la realidad queda, de hecho, reducida a la
formulación). No hay que dejar de insistir sobre este punto puesto que el "gran
arma" "cultural" que usa cualquier "ortodoxia" es la absolutización
de un original que se convierte no solo en
modelo (cosa en cierto punto admisible)
sino también en criterio hermenéutico (cosa
insostenible). Es un método maravillosamente
ilustrado en la encíclica de Pablo VI "mysterium Fidei" de 1965: "la Iglesia...durante
siglos ha establecido, con cuidado y con la ayuda del Espíritu Santo, una norma de lenguaje
(...) Esta norma (...) debe preservarse
religiosamente, y que nadie
pretenda cambiarla según su capricho
o bajo el pretexto de una ciencia
nueva...estas fórmulas (se entiende que dogmáticas) expresan conceptos que no
estan vínculados a ninguna forma ni a ninguna
fase particular de la cultura humana (...) están adaptadas a los hombres de todos los tiempos y de todos los lugares".
Este punto de vista no es sostenible.
Definitivamente, la formulación
(de un dogma, por ejemplo), en general, de una proposición, es nada más que una conceptualización de "una cosa" (que yo interpreto como la misma realidad) y que la trasciende. La formulación de la
fe no puede estar ligada, esencialmente, a su contenido ya que ésta violaría su
caracter trascendente,
sobrenatural (el acto de fe, la fe misma como virtud teologal). En esa degeneración hay un doble error:
a) convertir la fe en doctrina (pensar que el acto
del creyente se dirige a la
proposición, en terminología
tomista) y
b) pensar que la formulación y su interpretación no tienen una variable
cultural (lo que da origen a la “ortodoxia”: “las cosas-son- así y no–de-otra-manera, ahora-y-siempre”).
Para el magisterio de la Obra solo cabe,
en su terminología, “la verdad objetiva”(inmutable, eterna etc)
y “el relativismo nihilista” (disolvente, escéptico etc). No hay término medio.
Sin embargo, la afirmación de Santo Tomás es un término medio, y da carta de naturaleza a un relativismo
doctrinal. Es lícito preguntarse
si Santo Tomás, que era una persona, que, además, “leía libros descaradamente
materialistas, ateos y prohibidos” (filosofía aristotélica), hubiera sido hoy, para la Obra, un intelectual, un teólogo al que escuchar. Pienso que su progresismo teológico y filosófico sería rechazado por la Obra.
Por el contrario, el doctrinario, decía, se fija
exclusivamente en la formulación y vive de ello ("alimento del
alma" se reitera a lo largo de los Cuadernos). El ideólogo se sirve para
su acción, como medio de justificación o formulación de su programa como
veremos en el capítulo siguiente dedicado a la Obra como iglesia.
Como juicio le da una visión "segura" del
mundo (de alguna manera con esa formulación "domina" o
"controla" la realidad toda), también recibe un criterio
de "acción" que le exime de eventuales esfuerzos
intelectuales sobre qué hacer o no hacer o cómo actuar, y desde luego, le
da una clave sobre qué pensar. En efecto, lo "doctrinal" dice qué
pensar sobre cada persona, grupo, lectura, situación, ya que etiqueta o
clasifica, o lo permite, prácticamente todo. Es más, el paso siguiente es
comunicar que todo está pensado, todo inventado y todo descubierto, que solo
hace falta tirar de ficha o consultar a la autoridad para tener la respuesta a
cualquier cuestión.
La doctrina, como la
ideología, efectivamente lo que facilita es una “ubicación” racional en el
mundo. Eso da una sensación enorme no solo de seguridad sino de liberación. Su
acceso tiene un efecto de iluminación. Como quizás también una droga.
Santo Tomás no era un doctrinario, ni desde luego, un
ideólogo, sino un hombre de fe , de una fe que no
consistía en las "ideas" o "doctrina" sino en la
realidad (una de acceso sensible y otra de invisible y revelada).
Por el contrario lo
"doctrinal" de la Obra deriva en ideología, que, vivido alrededor de
una institución, conlleva un carácter sectario. De la misma manera que
hay gente que "vive de" la emociones, otras "de"
la acción, otras de “la teoría” hay gente que "vive de" una doctrina
y de una ideología.
De la misma manera que hay una fe cristiana hay una
creencia y una ideología cristiana. La fe cristiana se referiría a la vivencia
de lo que los dogmas tienden a señalar (Santo Tomas), la ideología cristiana se
refiere a la formulación (creencia) de esa realidad. Desde luego son
separables, pero no se tienen ni que identificar ni, desde luego, poner el
acento en la creencia.
A menudo suele
operar una conversión ideológica: creer (acto religioso por
naturaleza) en una creencia. La fe implica una gran determinación,
pero no intolerancia. La ideología implica intolerancia.
Es difícil pensar que la fe en Cristo (una religión
del amor y de la no-violencia, cuyo modelo, Cristo, fue una víctima de la
historia) haya generado tanta violencia a lo largo de la historia. Sin
duda la ideología cristiana ha sido una de las causas de tantas guerras de
religión medievales; guerras que se acabaron con la reacción moderna de la
separación entre estado y religión como solución práctica a esa deformación
entre fe y creencia, entre fe e ideología (otro "tipo" de
fe, pero no basado en la realidad completa)
La doctrina de la Obra sistematizada. Los 12 cuadernos editados entre 1970 y 1990 describen con exactitud las
“creencias” de la Obra, su sistema doctrinal que no dudo en calificar de
ideológico.
El cuaderno 6 se titula
significativamente “Piedad y Doctrina” (Roma 1985). En el capítulo “El Romano Pontífice” resume: “como el
nuestro es un apostolado de la doctrina, hemos de conocer el Magisterio de
la Iglesia, serle fieles, hacer que en todo el mundo se conozcan y se sigan
las directrices del Romano Pontífice” (…) “Nuestras ansias de unidad, nuestro deseo de recibir y transmitir
una doctrina que capaz de salvar a los hombres, nuestra fidelidad en el cumplimiento
de la Voluntad de Dios (…)” lo que define la función de la Obra
(observancia o piedad y dar doctrina o acción ideológica)
Antes, en el cuaderno 3 (Vivir en Cristo) existen dos capítulos significativos “Piedad de niños, doctrina de teólogos” (ver cap. 26) y el
muy ilustrativo y clarificador capítulo 7 titulado “Tres pasiones dominantes: dar doctrina (“con
ocasión o sin ella” porque “es como
el pan que alimenta las almas”), dirigir las almas (“hay que meterse en la vida de los demás”)
y amar la unidad (“el padre es el
depositario” del espíritu de la Obra
por lo que se trata “de desempeñar los
encargos que nos encomienden uniéndonos al Padre”). Los entrecomillados son
literales y fácilmente identificables en los textos citados.
El cuaderno 7 (“Vocación y apostolado”) tiene un capítulo denominado “Con la luz de la doctrina” y el cuaderno 12 (Apostolado de la opinión pública. Roma 1999) con dos capítulos titulados “Aprender a dar doctrina” y “La formación doctrinal del alma apostólica”. La doctrina aparece en múltiples subcapítulos de casi cada cuaderno.
Lo más significativo de la ideología es la falta de
tolerancia. Cuanta más ideología, más intolerancia. Porque la
ideología en la medida en que lo es tiene un carácter dogmático. Bien
porque sea una personalidad dogmática, que le va de perlas regirse por una
ideología (dogmas), o porque el dogma convierte a la persona en dogmática, lo
cierto es que la vivencia en la creencia, y mucho más en la degeneración
ideológica, genera un dogmatismo intolerante y, pasivamente, intolerable.
Tres medidores de la ideología autoritaria. Se pueden detectar las ideologías autoritarias por su
relación con tres tipos de contacto: el cuerpo humano, el humor y la crítica.
Es decir, nos encontramos con unos medidores infalibles. Los tres
medidores, cuando se dan juntos, evidencian la existencia de una
ideología, e ideología autoritaria, puesto que no "toleran" más allá
de la intolerancia común.
Los regímenes políticos ideologizados y autoritarios (sea
el franquismo, el marxismo soviético, el fundamentalismo islámico, o las
dictaduras de Pinochet o las juntas argentinas) no toleraban un cuerpo desnudo.
El papel del "destape" de la prensa española jugó un papel político
de primer orden antifranquista. No trato de teorizar sobre el hecho, solo
constatarlo.
1.- El cuerpo desnudo.-
Me esfuerzo por representarme con detalle la reacción ante la aparición de un
hombre "presentable" (buen ver "medio", sin
exhibicionismo, ni provocaciones) en una tertulia de un centro de numerarias
en la cual se desnudase o apareciese desnudo y no lo consigo.
Estoy convencido que provocaría en las numerarias
reunidas una reacción histérica, una alteración emocional extraordinaria,
y que, lo más probable, es que fuera seguida de algún tipo de violencia contra
el hombre. Incluso pienso que en la intención de echarlo habría la necesidad
previa de propinarle unos cuantos golpes o puntapiés. Como dicen los castizos,
no se iría de rositas. Pienso que si la aparición del hombre fuera a
solas con la numeraria, quizás, no hubiese ese histerismo, puede que
sí hubiera violencia, puede que dudas extraordinarias (alguna se lo pensaría),
dado que hay represión, u otras muchas posibilidades, pero, en general,
el hecho tendría efectos devastadores.
¿Y el desnudo de una mujer en la sección de varones? Yo
pienso que la reacción sería como apagar un conato de fuego en la casa. Los más
rápidos echarían mano de mantas o chaquetas para tapar y sacarían a la chica
cómo pudiesen hasta echarla de la casa, como si se tratase de una rata inmunda
e infecciosa. Si la aparición fuese a solas, no se me ocurre la reacción más
común, pero para la inmensa mayoría sería una aparición de efectos duraderos y,
pienso, devastadores.
A santo Tomás, para impedir la entrada en la orden de los
dominicos, la familia lo secuestró y lo encerró durante más de un año en un
castillo. Se dedicaba a estudiar. Cuentan las biografías que los hermanos,
pensaron que una fórmula disuasoria de su vocación sería introducir una
mujer desnuda en la habitación-estudio de Tomás con intenciones
pecaminosas. Los biógrafos cuentas dos versiones distintas.
Una por la que tras la sorpresa
inicial Tomás se "recolocó" inmediatamente y se centró
en la lectura dejando estar a la chica. Es decir, que
reaccionó sin violencia, tolerando el hecho, pero decidiendo
actuar por aquello que estaba haciendo y que constituía su vocación: el
estudio. Otros, que cogió una brasa de la chimenea y
con ella se sacó de encima a la chica. En cualquier
caso, el hecho es anecdótico en su biografía, no
le "supuso" ninguna fijación, ninguna tentación
permanente, ninguna duda. No fue algo que le afectase
especialmente.
En efecto, en las
dos versiones se desprende que, santo Tomás, aceptó el hecho (el cuerpo
desnudo), aunque rechazó la intención (proposición de la situación). El
ideólogo sencillamente no acepta (no tolera) ese hecho
pues le provoca una
alteración (intolerancia) solo explicable por
su propia ideología, una ideología que niega la posibilidad de estar frente
determinado hecho o experiencia.
2.- El humor.- No
queremos decir que los ideólogos no tengan sentido del humor sino que no hay el
menor resquicio de humor con o sobre su ideología. Durante el
franquismo o las dictaduras de los países comunistas, el chiste sobre (no ya
contra) el Régimen era una válvula de escape importante, pero no se
toleraban bajo ningún concepto. Es más, curiosamente, los chistes se convirtieron
en un arma política.
¿Había chistes sobre la Obra en la Obra? Solo recuerdo uno
sobre numerarias auxiliares y el cielo que, por falta de memoria, no puedo
reproducir, pero que tenía cierta gracia porque venía a decir, más o menos, que
al cielo no se podía pasar aún porque estaba trabajando la Administración… (y aunque algo amable solo podía concebirse por un cierto
deje de superioridad, que, realmente era la razón del chiste). Qué pasaría si un
numerario en una tertulia le diese por preguntar a otro de repente::
- ¿Sabes que la
comisión ha conseguido implantar un contestador telefónico automatizado para
todos los centros de chavales?
- Pues no. Ni idea
- Pues sí, y ¿sabéis
el número?
- Pues es el 91.345.55
vente[veinte], vente, vente, vente, vente,
vente...
Y a continuación otro
chiste: …Pues van el primer día de la entrada en el cielo y San Pedro lo enseña
como si fuera un piso enorme de lujo y va dando explicaciones. Y en un momento
dado, impone un silencio completo a los nuevos bienaventurados y, además, les
pide un sigilo total al pasar por un pasillo frente a una puerta. Después de
pasar le preguntan a san Pedro el porqué de tanto sigilo y éste contesta: es
que son de la Obra y se creen que en el cielo solo están ellos. Nuestra misión
es que continúen creyéndoselo.
No me puedo representar con detalle la iniciativa por ser
casi imposible como tampoco la reacción de los presentes, pero
auguraría problemas serios para el chistoso.
3.- La crítica.- ¿Alguien
ha oído alguna autocrítica en la Obra sobre la Obra? ¿Algún error pasado o
presente? Algo que reformar, es decir, sencillamente, algo que mejorar porque
se hace mal? ¿Cómo reacciona un socio de la Obra a una
crítica a sanjosemaría o a la misma Obra?
Sencillamente, no se tolera, es decir, le supera. La reacción es todo menos un
diálogo o una reflexión. Pueden reaccionar con un mutismo
agresivo o con una agresividad notable. Lo cierto es que la falta de
tolerancia ante la crítica es tan llamativa que sorprende el
fenómeno.
¿La Obra se autodefine como crítica o autocrítica? Lo
contrario, para la Obra, la Obra tiene toda la farmacopea. No
necesita a nadie, no necesita ayuda (dinero sí). Es un caso de
autosuficiencia llamativo. A todos los niveles: "la ropa sucia se lava
en casa" como lema para que la gente se confiese con curas que no son de
la obra. "No nos entienden", "no es doctrina segura", etc como argumento para no pedir opinión a ningún
profesional (si la Obra es tema algo que está por medio), para consultar libros
o criterios.
Todo ello es así porque, y concluyo, cuando una ideología
pretende encerrar sino toda, casi toda la experiencia humana posible, deviene
en algo totalitario, y por tanto intolerable. El principio “de internis non judicat Ecclesia” (la traducción
del criterio de prohibición de la crítica), tan practicado en una iglesia
tradicional o en la Obra, pero también en las ideologías comunistas,
coherentemente con ello, exigen la sumisión de las convicciones personales,
exigen una sumisión.
La finalidad de la institución es que sus miembros estén
sometidos con la finalidad de someter a todo el mundo (del exterior). En eso consiste el juego ideológico en el
sentido fuerte de su acepción.
La doctrina, el “tener por verdadero”, el afán por defender
“la verdad” (entendida como creencia o doctrina) es una forma tradicional de
imposición, de voluntad de poder, de dominio, que es lo propio de las
ideologías. La introducción de los Cuadernos antes citada es su declaración de principios.
Muy cordialmente
Salvador