“EL
Opus Dei ha llegado con un siglo de anticipación”.
La
Obra como creación lingüística. Un guión sobre su patrón lingüístico.
By Julito Membrillo.
“Yo, por mi parte, puedo seguir asegurando
que no he llegado a echar de menos ninguno de sus cuidados, de sus charlas, de sus
consejos, de sus diálogos, de sus apostolados, nada. Porque era eso
precisamente lo que costaba y me repelía por contradictorio” (Antonio
Perez-Tenesa). (1)
“Si alguien se tiene por religioso, pero no
domina la lengua, se engaña el mismo: su religión está vacía”. Sant. 1,26
Existe una saga familiar legendaria en Roma.
Ellos son abogados y curiales. Ellas, amas de casa o religiosas. Todos
practican lo más distintivo de la intelectualidad latina: la claridad. El culto
a la inteligencia lúcida, que es lo mejor y más representativo del alma
italiana; los abogados y las amas de casa lo expresan popularmente; los
curiales y las religiosas lo hacen con “finezza”. Por estas cualidades son
reconocidos.
A los efectos de este artículo, a esta saga
familiar, la denominaremos los Mateotti.
Contradicciones
lingüísticas: absurdos, oxímoron y programas incompatibles (sean simultáneos o
sucesivos).
Los Mateotti están acostumbrados a escuchar a
clientes que hacen alegaciones que le parecen evidentes en favor de su situación
y de sus pretensiones. Discursos que introducen, siempre, manifestando que su
situación es diferente, que presentan lo
que dicen como algo obvio y, por tanto, lo suponen como plenamente legal; y
suelen añadir que no entienden el problema que se ha suscitado o que pueda
haber. En este caso último caso, temen que el problema aparezca por la
incomprensión, la codicia o la mala fe del otro.
Realmente lo que los Mateotti escuchan son las
pretensiones antinómicas, es decir, contradictorias de sus clientes. Por
ejemplo, cuando un empresario, que, en el fondo, prácticamente no puede asumir
económicamente el coste de la Seguridad Social de un trabajador, pero que lo
necesita, está convencido, “ve”, de buena fe, que el contrato de autónomo que
esconde realmente es una relación laboral, es la realidad verdadera.
Si en 1945, Alvaro del Portillo y Salvador
Canals se hubiesen encontrado con un Mateotti abogado, a fin que les
representase ante la Santa Sede para obtener una autorización para el Opus Dei,
cualquiera de ellos, después de haberles escuchado atentamente, les hubiese
contestado que lo que describían como el Opus Dei, lo que pretendían ser como Opus Dei no era
otra cosa que “era estar en misa y
repicar campanas”, o, en un contexto más informal “ser un pescado muy grande que pesase muy poco”. Pero Alvaro del Portillo y
Salvador Canals se encontraron con un Mateotti curial quien, después de
haberles escuchado, les contestó: “ustedes
han venido con un siglo de anticipación”. Alvaro del Portillo y Canals no
entendieron la “finezza” de la contestación y transmitieron literalmente el
mensaje al Padre. Le dijeron: la Curia no piensa aprobar la Obra, por lo que su
presencia en Roma es necesaria; dicen que “el
Opus Dei ha venido con cien años de antelación”.
Lo que habrían formulado los Mateotti,
traduciendo lo que les decía Alvaro del Portillo y Canals, es técnicamente un
oxímoron.
Como dice wikipedia: “El oxímoron (en latín contradictio in terminis), dentro de las figuras
literarias en retórica, es una figura lógica que consiste en usar dos conceptos
de significado opuesto en una sola expresión, que genera un tercer concepto.
Dado que el sentido literal de oxímoron es opuesto, ‘absurdo’ (por ejemplo, «un
instante eterno»), se fuerza al lector o al interlocutor a comprender el
sentido metafórico (en este caso: un instante que, por la intensidad de lo
vivido durante su transcurso, hace perder la noción del tiempo).
El recurso a esta
figura retórica es muy frecuente en poesía mística y amorosa, por considerarse que
la experiencia de Dios o del amor trasciende todas las antinomias mundanas.”
Pero en este artículo nos referiremos a
oximoron en un sentido amplio, no técnico, en el supuesto que el técnico sea el
descrito. Incluimos también un campo
vecino, las paradojas. Aquí queremos señalar la amplia categoría de “lo
opuesto”: de lo opuesto como pura contradicción o absurdo, de lo opuesto como
salida para un tercer significado, o de lo opuesto como opuesto con la
intención real que las dos proposiciones contradictorias se apliquen. En otras
palabras, desde decir “una virgen con
experiencia” o imaginar y desear que, porque llamamos “colaborador
semi-interno”, a un trabajador deja de serlo (contradicción absurda), o decir “menos es más” que expresa, por ejemplo,
la experiencia de un arquitecto que ha vivido la elocuencia de la abstención
(otro oxímoron) en un espacio, o decir, “cuanto
peor, mejor”, que expresa un frío calculo utilitario, (contradicciones que
expresan un tercer concepto) o decir que soy un “conservador-revolucionario”,
como expresó el escritor Norman Mailer cuando se presentó a la alcaldía de
Nueva York, y que refleja una imagen, una identificación con dos modos de hacer
contradictorios, que, quizás, sean oportunos usarlos alternativamente en temas
y situaciones distintas (que más bien entra en la categoría de sostener dos
cosas contradictorias simultanea o sucesivamente). En fin que en cualquiera que
sea la categoría donde entre afirmaciones tales como: “los socios del Opus Dei no son, pero tienen un modo de vivir
-entregados a Jesús Cristo- que, en lo esencial, no es distinto de la vida
religiosa» o la amplia gama de contradicciones (desde los “colegios que son pero que no son” hasta
“no somos como los demás, somos los
demás”) y que es el patrón y los usos lingüísticos propios y
característicos del Opus Dei.
Lo que dicen los clientes a los Mateottis, lo
que decían del Portillo y Canals, son realmente un oxímoron, pero probablemente
no son conscientes de ello. No los formulan mediante una figura retórica sino
mediante larga verborrea y ninguna precisión conceptual. Pero, al final, la
conclusión puede adquirir la forma retórica de un oxímoron. ¿Lo expresan por
ser manipuladores, engañadores o delincuentes?.
Definitivamente no, de ninguna manera. Lo que
expresan es una imagen-deseo motivado por la necesidad, la pasión, el
entusiasmo, o el celo según los casos. Sus narraciones no son producto de un
razonamiento (“cuanto peor, mejor”) o
de una experiencia (vivir un “instante
eterno”) sino de una imagen que se quiere, o de una imagen que necesitan
ver y que la desean, o el deseo que se hace imagen. Esa naturaleza les permite
“ver” salidas que, en realidad, son posiciones contradictorias. Desde luego, no
la formulan como un oxímoron y, cuando así se hace, la primera tendencia es
negarlo.
Los abogados saben que si la cuestión es
litigiosa esos planteamientos antinómicos y contradictorios no tienen ninguna
viabilidad. Su público, el juez, realiza una función crítica; y un
planteamiento contradictorio, en un crítico occidental, es la ruina de la
alegación.
Pero, las contradicciones y los oximoron
tienen posibilidades de éxito en el ámbito de la negociación, de la persuasión,
y de la venta porque en esos ámbitos, todos ellos de carácter lingüístico, todo
vale -en el orden lingüístico- y es posible no encontrarse con críticos
profesionales. Lo cual quiere decir que las posibilidades de éxito son mayores
en una doble medida: cuanto mayor sea la fe, la habilidad y la pasión
expositiva del vendedor o persuasor y menor sean los elementos críticos del
público; o más receptivo sea el público a las promesas del discurso y haya
menos exposición de los elementos contradictorios.
Cuando la
contradicción se convierte en publicidad engañosa.
Sobre la afirmación anterior, que
“lingüísticamente” todo vale, se debe hacer una aclaración. Ejemplaricémosla
con la típica póliza de seguros que, en el contrato en la primera página, la de
la letra gruesa y recuadro, afirma que la cobertura de los riesgos es, por
ejemplo, “todos los accidentes” y, a continuación, en el anexo de condiciones
generales (el texto de la letra pequeña) se excluyen determinadas
contingencias. No es inhabitual que haya anexos que excluyan prácticamente
todas las coberturas, lo que contradice lo firmado en el contrato. El cliente
paga la prima de acuerdo con el contrato “todos los accidentes”. Si tiene un
accidente y reclama, la compañía alega que, precisamente, ese accidente es un
supuesto expresamente excluido, tal como ha firmado el cliente en el anexo, y
que, por eso, no tiene por qué pagar el siniestro. Lo que descubre un abogado
es que casi todos los supuestos son de exclusión, por lo que afectan a la
totalidad de la cobertura, lo que genera la nulidad de las cláusulas de
exclusión. Aquí, se produce lo que hemos denominado, laxamente, un oxímoron.
Pero no es válido, ni es lícito, porque en el tráfico, no se exige un espíritu
crítico, sino que se exige la confianza y, por tanto, en virtud de tal
confianza exigida, lo exigible, es la bondad de la oferta publicitaria (es
decir, el contrato, no las condiciones, actuando, el primero como publicidad).
Siendo el Opus Dei una institución aprobada por la Iglesia, que, desde luego,
no es equiparable a una compañía de seguros (aunque algunos vean analogías),
porque no cobra primas, no cubre riesgos, no firma contratos y anexos de condiciones
especiales etc. debería operar en el “mercado espiritual”, para hacer una
analogía con el ejemplo anterior, que hiciera buena la presunción que hace el
consumidor de la bondad del discurso u oferta publicitaria, sin precisar de un
juicio crítico afinado (juicio difícilmente exigible, además, a un público
adolescente); y que es lo que no sucede.
El campo de la publicidad es, pues, terreno
abonado para los “oxímoron”, sean formulados técnicamente o en “prosa”. Porque
el oxímoron, como la paradoja, en la medida que es lenguaje, crea o intenta
crear realidad. Y los usos lingüísticos corrigen y regulan la realidad.
Por el simple hecho de hablar no creamos
lingüísticamente. ¿Cuándo hay creación lingüística? ¿Cuándo se crea realidad?.
¿Cuándo hay construcción lingüística que crea realidad?
Empecemos por el final recordando el principio
de W. Thomas (1921) “Si las personas
definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias”.
Hay construcción lingüística que crea realidad cuando explicamos al niño un
cuento que le asombra, le hace temblar o le emociona. Cuando la obra literaria
nos asombra, nos hace temblar o nos emociona. Las ficciones literarias son
creaciones lingüísticas. En sí mismas no son ni verdad ni mentira. Pero pueden contener
verdades y mentiras. Y suelen crear realidad. Hay quien sostiene que la hipnosis
de la imagen (de la imaginación) es lo que nos la hace vivir como real. Hay
personajes de ficción que son más reales otros existentes, hay frases que nos
iluminan permanentemente, que viven en nuestra memoria. Lo que significa, a
“sensu contrario”, que hay construcciones lingüísticas que no crean ningún tipo
de realidad.
Cuando se afirma (evangelio de san Juan) que
la Palabra creó el mundo, nos permite hacer referencia a esa cualidad
primordial del habla. Un sacramento es la palabra que causa lo que pronuncia.
Lo prediquemos de lo secular o de lo religioso. Por eso, son tan raras las
palabras de verdad y casi todas ellas “se las lleva el viento”, y se dice que
“son solo palabras”, es decir locuciones, construcciones lingüísticas sin
ninguna realidad-real, por decirlo de alguna manera. Y sin embargo, todos hemos
vivido la fuerza sacramental de la palabra verdadera. Sin hacer las precisiones
necesarias podríamos decir que la afirmación eucarística, crea realidad. El
cristianismo es una religión de la palabra, no del libro. La letra mata, el
espíritu vivifica, se insiste. Y el espíritu se manifiesta por la palabra.
Un ejemplo característico de crear realidad es
afirmar que hay vocación divina, que aquello que llamamos Opus Dei es una
realidad sobrenatural, divina y que sus propuestas son una llamada de Dios a
ser uno mismo Opus Dei. Ese discurso suele crear realidad. Si no que se lo
digan a muchos. Pero esa realidad, ¿es real?, ¿es verdad?. Porque, como
decíamos, no toda realidad es verdadera; la falsedad es eso, una realidad
contraria a la verdad. La apariencia es realidad, una manera de ser, pero no es
verdadera. Pero ese es otro tema. Pascal expresó que muchas veces la falsedad
no es propiamente una negación de la verdad, sino una parcialización o
exageración de la verdad, o una manera de afirmarla que excluye sus
complementos dialécticos.
Y desde luego, casi toda afirmación, discurso,
son, por sí mismos, creaciones lingüísticas.
No se puede negar que el Opus Dei (Escrivá) es
o ha sido un gran creador linguístico, independientemente, que en todas sus
construcciones cree o no realidad (el OD es una realidad social) o que las
mismas sean verdad (2).
El Opus Dei no es una cosa (una piedra, una
mesa, una vaca, un hombre), tampoco es un concepto (sea definición o una idea)
sino sencillamente es una palabra. Y como toda palabra tiene poder. Una palabra
que significa tanto aquello que instilamos como aquello que la palabra permita
que se instile. Las relaciones humanas son principalmente relaciones
lingüísticas.
Un discurso “oxímoronico” no justificado, o no
entendido, es una creación lingüística que no ha creado más realidad que un
incordio pasajero. Las contradicciones nacidas de la verbalización de una
imagen-deseo (la arquetípica sería la de “la
virgen con experiencia”) son esencialmente creaciones lingüísticas que al
no corresponderse con la realidad, ni con la verdad, poca realidad aportan, ni,
desde luego, crean realidad. Aunque puedan crear una realidad social: aquél
grupo que imagine (y se lo crea) que se puede tener una gran experiencia sexual
con quien no tiene ninguna. La gran experiencia que pueda haber en el encuentro
será de otra naturaleza, pero no sexual.
La opción por
vivir camuflados y el lenguaje uni-dual.
Gracias a una correspondencia con un Mateotti
curial, Julio Meinvielle, escribió lo siguiente en el año
1970 (en su libro “De la Cábala al
Progresismo”):
“Pero así como la
Iglesia comenzó siendo una semilla pequeñísima, y se hizo árbol y árbol
frondoso, así puede reducirse en su frondosidad y tener una realidad mucha más
modesta. Sabemos que el mysterium iniquitatis ya está obrando; pero no sabemos
los límites de su poder.
Sin embargo, no
hay dificultad en admitir que la Iglesia de la publicidad pueda ser ganada por
el enemigo y convertirse de Iglesia Católica en Iglesia gnóstica. Puede haber
dos Iglesias, la una la de la publicidad, Iglesia magnificada en la propaganda,
con obispos, sacerdotes y teólogos publicitados, y aun con un Pontífice de
actitudes ambiguas; y otra, Iglesia del silencio, con un Papa fiel a Jesucristo
en su enseñanza y con algunos sacerdotes, obispos y fieles que le sean adictos,
esparcidos como “pusillus grex” por toda la tierra.
Esta segunda
sería la Iglesia de las promesas, y no aquella primera, que pudiera
defeccionar. Un mismo Papa presidiría ambas Iglesias, que aparente y
exteriormente no sería sino una. El Papa, con sus actitudes ambiguas, daría pie
para mantener el equívoco. Porque, por una parte, profesando una doctrina
intachable sería cabeza de la Iglesia de las Promesas. Por otra parte,
produciendo hechos equívocos y aun reprobables, aparecería como alentando la
subversión y manteniendo la Iglesia gnóstica de la Publicidad”.
¿Suscribiría Josemaría Escrivá esta cita?
Internamente compartía su contenido. Pero nunca la suscribiría. ¿Por qué?
Antes de contestar, introduzcamos a Julio
Meinvielle (1905-1973), estricto coetáneo de sanjosemaría (1906-1975).
Meinvielle fue un sacerdote católico integrista o tradicionalista y fue uno de
los fundadores y directores del escoltismo argentino. Entre muchas cosas que unía a sanjosemaría y
a Julio Meinvielle es la persona, la doctrina y la obra de san Pio X. (Dicho
sea de paso un autor, otrora enormemente citado en los documentos vaticanos y,
hoy, silenciado. Por ejemplo, en el catecismo brilla por su ausencia, a pesar,
de ser uno de sus antecedentes, el llamado catecismo de san Pio X). Los tres
fueron enemigos acérrimos del modernismo. Pero Josemaría Escrivá nunca estaría
dispuesto a que se le asociase con el tradicionalismo o el integrismo. La
diferencia de Josemaría Escrivá, respecto a los otros dos, era que estos
últimos eran enemigos “declarados” del modernismo (en realidad del fondo de la
modernidad, que es libertad de conciencia), pero Josemaría no era un enemigo
“declarado” sino un enemigo “emboscado” del modernismo (modernidad) porque se
publicitaba como amigo del mundo, y hablaba elogiosamente de lo moderno. Y
mientras el padre Meinvielle y san Pio X aborrecían de esas dualidades
descritas, a sanjosemaría le era connatural el esquema lingüístico que ofrece
Julio Meinvielle (3).
Si uno de los chicos de Meinvielle le dijese:
“padre Julio, voy a montar un blog contra
la sodomía”, es muy probable que el celo del muchacho inspirase al padre
Meinvielle a darle la conformidad.
Si uno de los hijos de sanjosemaría le dijese:
“padre, voy a montar un blog contra la
sodomía, para luchar contra ella”, el padre se lo desaconsejaría
(prohibiría) porque el sexo es materia como la pez, que se engancha y no se
suelta. Es decir, sanjosemaría aconsejaría la evitación. ¿Por qué? Porque no
vería la eficacia, es decir, no “vería” la victoria y, además sospechaba, que
en la confrontación, el muchacho se pudiera perder (y tal imagen negativa, que
veía como un escándalo, le aterrorizaba). Por esas mismas dos razones (no
asegurar la victoria y no tener garantizado que no haya derrota), Josemaría
Escrivá evitaba las confrontaciones públicas. Ello demuestra, sino una falta de
confianza en sí mismo, una completa falta de confianza en sus propias verdades.
Si se le pidiese una justificación de tal
opción, no tendría reparo en mal-justificarla en un oxímoron que solía usar y
que, para este caso, no tendría razón de ser: “se valiente, huye”. Y es que a veces el embrujo de sus propios
hallazgos lingüísticos le deslumbraba y repetía y repetía.
¿Por qué no suscribiría sanjosemaría la cita
de Julio Menvielle, él, que, con otras palabras, decía lo mismo por aquellas
épocas, que sospechaba de Pablo VI en los mismos términos que Mainvielle, que
se hizo eco, muy ambiguamente, de una declaración de Pablo VI que decía que el olor de Satanás se había
colado en lo más alto de la Iglesia?, ¿por qué no la suscribiría, cuando él
afirmaba, y escribía, que el Opus Dei constituía el “pusillux grex”, el “resto
de Israel”, que permanecía fiel en medio de unas deserciones y simulaciones
masivas? Los párrafos anteriores anuncian la respuesta: no lo podía suscribir
por la terminología, especialmente por la palabra “publicidad”. Tampoco lo
suscribiría porque el texto revela su
táctica, la de actuar “emboscado” (4).
Josemaría Escriva sufría la onda expansiva de
la elección de su nuclear opción de “ser y no aparecer”, “de hacer y
desaparecer” o “de ocultarse y desparecer”. Solo constatamos su antinómica
relación entre ser y apariencia, entre hacer y publicidad. No vamos a indagar
ni sus causas, ni tratar de comprender,
ni tan siquiera describirlas. Una aproximación nos la proporciona este estudio
: http://www.josemariaescriva.info/docs/es_casciaro_ocultarseydesaparecer.pdf.
En
dicha fuente se dice que ese “ocultarse y desaparecer” fue el impacto que le
causó el testimonio de ese modo de actuar de una dama apostólica, Mercedes
Reyna O´Farril, religiosa del Patronato de Enfermos, que murió en olor de
santidad el 23 de enero de 1929, siendo atendida por sanjosemaría en su última
enfermedad.
Es decir, que surgió del impacto de la
“imagen” de un tercero y del “deseo” de imitarla. Lo que también entra en la
categoría que llamo de una “imagen-deseo” (aquí, ser como otro, como Merceditas
según la llamaban, cuando uno es distinto).
Nos dice la citada fuente que “en la edición
de Camino de 1939 San Josemaría Escrivá de Balaguer dejó escrito: «No quieras ser como aquella veleta dorada
del gran edificio: por mucho que brille y por alta que esté, no importa para la
solidez de la obra. —Ojalá seas como un viejo sillar oculto en los cimientos,
bajo tierra, donde nadie te vea: por ti no se derrumbará la casa”.
¿A quién destinaba San Josemaría estas
palabras? Por la documentación que aporta P. Rodríguez en su edición
crítico-histórica de Camino, se dirigía a él mismo y a quienes le seguían en
los comienzos del Opus Dei”
Ese nuevo punto 590 incorporado en 1939, ser “piedra sillar oculta”, es una
contradicción respecto al punto 1 - que por algo es el primero- por el que se
ordena “deja huella” e “ilumina”. El primer punto de Camino es una apología del
ser y del hacer, de un ser y un hacer tan profundo que “deja huella”, tan
intenso y visible que “ilumina”, siendo ambos, por definición, algo no oculto y publicitario. Como lo son
los varios puntos de Camino sobre “ser caudillo”, de liderar el entorno. Por el
contrario, la ocultación completa sería borrar la huella, no iluminar, y, desde
luego, olvidarse de la publicidad del liderazgo.
Para salvar la contradicción, cabría decir que
son destinatarios distintos (¿Camino se dirige a gente que no es del Opus Dei?)
o en situaciones distintas. A mí me
parece que lo anterior refleja el modo de proceder de sanjosemaría: bastante
por acumulación contradictoria, un quererlo todo, aunque sea antinómico; porque
esa contradicción, por su naturaleza de imagen-deseo, él no la percibe como
tal, al revés, no solo se ve como posible sino que se quiere ejecutar; en caso
contrario, hubiera pulido Camino (5),
plagado de esas contradicciones.
La visión sobrenatural no es más que la
capacidad de encontrar sentido a una realidad contradictoria y, especialmente,
en el orden espiritual; es estrictamente
análoga a la capacidad de sentido de un oxímoron en el ámbito secular. Una
contradicción tiene sentido, es decir es un oxímoron, cuando se comprende. Hay sentido -“un instante eterno”- en la medida que se puede absorber las
contradicciones porque ha habido una experiencia, o una inteligencia, que las
permite comprender. Han de responder a una realidad, no a una imagen-deseo. Por
ejemplo, el oxímoron expresado por Jesús cuando habla de ser sencillos como
palomas y astutos como serpientes, yo lo percibo más como una imagen-deseo que
como una experiencia, pensamiento o realidad. Volveremos sobre ello.
Ese impulso por “hacer y ocultarse” llegó a
ser idiosincrático de Josemaría Escriva, y por extensión al Opus Dei. Esa
idiosincrasia incorporó una variable en el uso lingüístico del oxímoron; un uso
lingüístico solo posible en el campo de la publicidad, la persuasión o la
venta, todos ellos ámbitos sociales. Por un lado lo dificultaba, porque impedía
hacer persuasión o venta, que es publicidad, y por otro, lo estimulaba porque
obligaba a usar el oxímoron como único recurso lingüístico coherente con una
opción que lo convertía en idiosincrático (el programa de ser o hacer en grado
superlativo y no parecer y/u ocultarse en grado superlativo).
No es lo mismo el vendedor extrovertido,
apasionado de su producto, quien usará y presentará las contradicciones y
antinomias, nunca explícitas, porque para eso se necesita ser un literato, un
pensador, o un crítico o inteligencia afinada, que un hombre que necesita
presentarlas pero se resiste al discurso público. Máxime cuando los primeros oxímoron
publicados, “la santa coacción”, aunque
también la “santa intransigencia”, la “pillería santa” etc. fueron objeto, ya a
inicios de los años 40 (hasta la fecha), de críticas acerbas. Y los oxímoron
espirituales no formulados técnicamente, pero sí existentes como el antes
expuesto (puntos 1 o los relativos al liderazgo y 590 de Camino) también fueron
puestos entredicho en el tiempo por muchos miembros de la Obra.
Si alguien se define, constitutivamente, y el
Opus Dei también lo hizo así, como un Ser y no Aparecer, como un Hacer y
Desaparecer, que, según como se mire, son otros dos oximoron, porque es fácil
que entren en contradicción, el resultado lingüístico es obligatoriamente el
que se formaliza desde la contradicción semántica.
Una cosa son las contradicciones en el ámbito
lingüístico de la espiritualidad como hemos indicado y otro en el
institucional. En el cristianismo el oxímoron es lo común. Cuando Nicodemo le
pregunta a Jesús cómo se puede volver a nacer, pregunta por un oxímoron que no
ha entendido. El mito central del cristianismo, la cruz-resurrección, que es el
mito de la muerte y de la vida, también expresado en la parábola del grano de
mostaza que tiene que morir para vivir, es un oxímoron. Pero son
contradicciones que han sido objeto de experiencia y que reflejan un
pensamiento, paradójico u oximorónico, riguroso en sí mismo y en coherencia con
una experiencia vivida. Son oxímoron que muchos han podido vivir realmente. El
mensaje evangélico tiene todo él, prácticamente, un carácter “oximorónico”,
pero Jesús dice que lo pueden entender (una manera de secularizar la “visión
sobrenatural”) cualquiera que tenga “oídos para oir”, advirtiendo, lógicamente,
que les será más fácil a aquellos que no han construido lingüísticamente mucho,
es decir, les será más fácil entender a los pobres que a los ricos. Y aquí rico
y pobre se refiere al rico y pobre lingüísticamente, el que ha creado mucha
realidad social o imaginaria o el que no ha creado y tiene un acceso más
inmediato a la realidad. La advertencia evangélica debe tenerse en cuenta en la
hermenéutica del oxímoron, porque si éste requiere de muchas explicaciones para
su comprensión es que, probablemente, justifique su propia ininteligibilidad.
Y otra cosa muy distinta, decíamos, es la
contradicción en el ámbito institucional, en el ámbito jurídico, que es el mundo en que se
identifica el ser con el deber ser. Aquí, no caben las contradicciones, ni los
oxímoron creativos. Si la conducción de una alegación de este tipo en un pleito
es la ruina de la misma, la implantación institucional de una contradicción es
la falta de viabilidad de esa institución en el tiempo.
Guión del patrón
lingüístico de la Obra (especial versión institucional).
A mi juicio falta un examen atento sobre los
usos lingüísticos de la Obra. Algunos han querido ver en el lenguaje de la Obra
un lenguaje “orwelliano”. Orwell caracterizó, en su novela 1984, la traducción
lingüística de las pretensiones totalitarias. La neo-lengua del totalitarismo,
“guerra es paz”, “esclavitud es libertad”, “la ignorancia es fuerza” era la
inversión de los usos semánticos comunes. Solo una reeducación lingüística
permitiría una reeducación intelectual, una conversión de las mentes en sujetos
sumisos del nuevo orden (6). Eso era
el totalitarismo. Sí, muchos han querido ver, en el lenguaje de la Obra un
intento orwelliano, quizás, al constatar la coincidencia entre expresiones
linguísticas de la Obra y una de las características del totalitarismo: pensar
que todo es posible.
En el otro extremo muchos no han tomado en
cuenta que hay unos usos lingüísticos sino que han reducido la cuestión a “todo
es mentira”, “solo mienten”.
Quien firma no excluye ciertos elementos orwellianos,
pues su “doblepensar” y su correspondiente estructura lingüística -el concepto de “neolengua” orwelliano, cuya
expresión opusina principal es la “unidualidad”-
son aplicables al planteamiento de la
Obra (6). Quien firma tampoco quiere
refutar mentiras que se han pronunciado, pero, prefiere plantear el fenómeno desde otra perspectiva.
Las variables lingüísticas, es decir, el
patrón lingüístico profundo, que caracteriza el Opus Dei (especialmente en el
ámbito institucional) son seis:
a)
el uso prevalente
del oximoron (entendido ampliamente y formulado en un sentido también amplio)
con la evidente intención de crear realidad y que responde, a mi juicio, en la
mayoría de los casos a una imagen-deseo (no a una realidad, a un pensamiento o
a una experiencia).
Esos “amplios” quieren decir: que se dan los
tres tipos de contradicciones antes enunciados,
y que se formulan no con el tecnicismo de una figura retórica sino con
una prosa a menuda larga y tortuosa.
La visión sobrenatural solo legitima aquellos
oxímoros que completan, parafraseando el tomismo, la realidad visible, pero no
que la contradigan. La pretensión de justificación de las contradicciones u
oxímoron (su reducción técnica) por razón de la visión sobrenatural (todos los espirituales de Camino), y algunos
institucionales de Meditaciones y Crónica, que realiza la Obra, no cumple con
el requisito anterior. Pertenece al ámbito de justificar lo injustificable
(absurdo), la menor de las veces, o la pretensión de mantener dos términos
contradictorios simultáneos, la mayor de las veces, o con una finalidad
publicitaria, es decir, manipuladora, también frecuentísima.
b). el uso prevalente, derivado de lo anterior,
de lo que podríamos llamar lenguaje uni-dual (7). Y que tiene dos
aplicaciones:
b.1.- un discurso publicitario y un discurso de
promesa o exigencia (según del lado de quien lo mire) dentro de la misma
formulación. O lo que en otros términos se ha llamado de un “discurso para
fuera” y otro “discurso para dentro”, o de un discurso “oficial” o “aparente”
en contraposición al “real” o “verdadero”. El nombre, la etiqueta, en este
caso, no hace la cosa.
b.2.- un uso consciente de dos y hasta tres
acepciones dentro de la misma palabra. Lo común, cuando esto sucede, es
enunciar todas las acepciones.
También, dentro de esa categoría es abarcar o
restringir, según conveniencia, los significados posibles de las palabras. Lo
común en estos supuestos es usar otra palabra, porque, realmente, responden a
otro concepto.
b.3.- un uso consciente de usar palabras sinónimas
(según el sentido común lingüístico) dándole dos significados conceptuales
diferentes. En el correo recién citado, se da un ejemplo de ello, derivado de
la imagen-deseo. Cuenta que Escrivá leyó en el Osservatore romano un artículo
que le produjo ese efecto: los sacerdotes son “llamados” (sin tener “vocación”
para ello), una especie de “vocación pasiva”. Sanjosemaría distinguió, a partir
de entonces, para los sacerdotes, entre “llamada” al sacerdocio no como vocación
(la “vocación” “es la misma”) y “vocación”.
En los casos anteriores mucha gente ha hecho
notar el constante “doble fondo” que expresa el Opus Dei. En muchas ocasiones,
la visión sobrenatural ha sido la coartada para justificarlo. Pero, era una
alegación lingüística que se expresaba así:
a) el uso ocasional de dividir el discurso, el
publicitario del de la promesa o exigencia, sin tener la conciencia de mentir
porque se posee la conciencia que se trata de un único discurso que, por
razones coyunturales o utilitarias, se presenta como separado o por separado.
b) la repetición de fórmulas, frases, dichos,
sloganes y discursos dados, con exclusión de un discurso nuevo o creativo; el
uso de lo mismo (repetición) en los contextos más diversos y la correlativa prohibición
de otros usos.
Un sistema de repetición con la finalidad de
creación de realidad (un principio publicitario conocido que Gobbels
popularizó, dentro de sus once puntos, como el “principio de orquestación”: la
propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas
incansablemente, presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas,
pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De
aquí viene también la famosa frase: "Si
una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad”.
La repetición tiene también la finalidad de no
crear espacio para el diálogo ni para la admisión de ideas o realidades ajenas
a la repetición de las fórmulas, prohibiciones (que son muy efectivas en la
mente) frases, dichos y sloganes.
e) la emisión de frases-slogans sin conexión con
los discursos centrales, haciéndoles aparecer, coyunturalmente como centrales.
Por ejemplo: somos una “organización-desorganizada”,
que no liga mucho con “lo nuestro es
abrirse en abanico”, o “ser un
ejército disciplinado” etc. (8). La floración exuberante de frases-slogans, no
responden a ningún entramado de su realidad sino a momentos de imagen-deseo, de
la misma manera que los sloganes publicitarios tienen éxito y se repiten.
f) de manera residual, pero en aspectos muy
relevantes, inventarse significados, definiciones o aportar conceptos que poco
tienen que ver con la realidad. Ejemplos: el concepto de “libertad de
conciencia”, claramente descrito en el decreto de libertad religiosa del
Concilio Vaticano II, se reinterpreta en el de la “libertad de las
conciencias”, que quiere decir casi lo contrario. La cuestión de fondo es que
la concepción de la Obra no es compatible con la descripción de la libertad de
la “libertatis humanae”, como tampoco lo es la praxis de la Obra con la
ortodoxa libertad de conciencia. En los
70, en el ámbito de lo jurídico, fue la “ficta iuris” para decir que en
“realidad” no se era lo que “formalmente” parecía ser: un instituto secular.
Nos informa Gervasio de un nuevo intento: “la relación orgánica”. En derecho
mercantil, la “relación orgánica” es la teoría mayoritaria (frente a la del
mandato) que caracteriza a los administradores de una sociedad de capital
(corporate). Según nos dice, han utilizado una expresión nueva en el derecho
canónico para hacer significar lo que ellos pretenden.
De las variables anteriormente dichas se
podrían elaborar un elenco notable. Desde luego, su desarrollo, sería un
ejercicio recomendable. Es, repito, un estudio por realizar del que solo aquí
se pretende dar un guión-esbozo. Aquí practicaré solo un ejercicio de una
afirmación, ciertamente relevante, sobre la naturaleza del Opus Dei, afirmación
realizada en el contexto de los votos. Dice el
texto del libro “Itinerario jurídico del Opus Dei”:
“Sin embargo, con el transcurrir del tiempo y
el aumento de la labor, en torno a 1934, algunos de los que habían respondido a
la llamada del Fundador fueron inquietados -como señalamos en su momento- por
ciertas personas, que les vinieron a decir que su decisión de entrega carecía
de valor y que su modo de vivir estaba falto de estabilidad. Las
circunstancias, el ambiente, la intromisión de esas personas -algunas de ellas,
sacerdotes-, llevaron a Mons. Escrivá a aceptar la conveniencia de que los
miembros del Opus Dei hicieran votos privados, sin manifestación externa, como
podía hacerlos cualquier cristiano -práctica usual en aquella época-, para
facilitar de esa forma "por un motivo psicológico", dirá- que quienes
fueran llegando al Opus Dei tomaran más viva conciencia del compromiso asumido
(77). Al mismo tiempo, estableció que la
vinculación entre los miembros y el Opus Dei consistiría en la simple
manifestación de la decisión de comprometer la vida entera en la búsqueda de la
santidad y en el ejercicio del apostolado.”
La negrita es la frase a analizar. Una frase
en que se da el lenguaje que hemos llamado uni-dual porque en la misma frase
dice dos cosas bien distintas y contradictorias.
La presentación
uni-dual del Opus Dei en Roma (1945)
Pero antes intentemos reconstruir los
antecedentes. No sabemos cuándo exactamente Alvaro del Portillo y Salvador
Canals tuvieron el encuentro con Mateotti, el alto personaje de la Curia que
estaban buscando. No sabemos si fue en la Roma ocupada por los nazis o en la
Roma liberada. Las películas de la ocupación nazi permiten reconstruir el
contexto, tanto como “Roma, città aperta”, de Rosellini, excelente documental
de la Roma liberada. Era una época no ordinaria. Y la reconstrucción que sigue,
que haremos de manera desordenada, solo se hace a efectos del análisis
lingüístico esbozado.
A Mateotti le facilitaron, previamente, o
entre la primera y la segunda entrevista, un dossier con los antecedentes que
entendieron relevantes, entre los cuales, constaba el reglamento de la pía
unión de 1941, puesto que, según recoge el Itinerario Jurídico, representaba
para sanjosemaría lo eterno del Opus Dei, su esencia.
La lectura de su art. 1. “buscan su perfección cristiana, por la santificación del trabajo ordinario.
Persuadidos de que el hombre ha sido creado "ut operaretur" (Gen.
II, 15)” le sorprendió notablemente.
En primer lugar, porque la traducción
vernácula italiana del versículo bíblico dice, “guardar y cultivar” el jardín
del Edén. Efectivamente, guardar y cultivar se puede, casi no hay otra opción,
que traducirlo al latín por “ut operaretur”, pero no le veía la relación entre
el trabajo del mundo actual, el trabajo del mundo después de la caída del
hombre, que el trabajo que se le había encomendado a Adán y Eva en el Paraíso:
que lo guardasen y lo cultivasen. Esta aproximación, esa mala cita, para
decirlo francamente, le puso en guardia. ¿Sabían de lo que estaban hablando? O
se dejaban llevar por la verborrea?. Además un familiar siempre le recordaba que,
“cuando un eclesiástico se erige en
maestro de secularidad, se equivoca frecuentemente: los eclesiásticos sólo
pueden ser discípulos". ¿Qué hacía un sacerdote que no había trabajado
nunca como seglar hablando de santificación y trabajo? ¿Se le había ocurrido
una adaptación católica del calvinismo?
En segundo lugar, no le sonó nada el vínculo “buscar su perfección cristiana por la
santificación del trabajo ordinario”; es decir, que no sabía cómo
establecer la relación. La perfección cristiana es haber alcanzado la caridad,
es decir, el nuevo mandamiento evangélico. Mateotti, solía recordar, en sus
homilías dominicales, en qué consistía el “nuevo” mandamiento. Según su
trabajado guión, recordaba la singular unión, y transformación de dos
mandamientos que constan en el Antiguo Testamento: “el amaras a Dios con todas tus fuerzas, tu corazón” de Deuteronomio
6,5 y el “amaras a tu prójimo como a ti mismo” de Levítico 19:18.
Y luego se preguntaba retóricamente a sus
feligreses: si leemos amarás a Dios, amarás a tu prójimo y te amarás a ti, los
mandamientos son tres, no uno. ¿Son tres mandamiento o son uno?. ¿Por qué
decimos que es uno?.
El nuevo mandamiento consistía en descubrir
que, el mismo amor que se tiene a Dios, es el que se tiene a sí mismo y el que
se tiene al prójimo y que, por ser el mismo, se da en los tres. Aunque su
manifestación sea diferente tienen un mismo origen. Y que la falta de uno hace
decaer dramáticamente la existencia en los otros y, al revés, el incremento de
uno refuerza el vínculo de los otros amores. En definitiva, que existía una
circularidad necesaria entre los tres amores, por ser el mismo, pudiéndose
expresar de muchas maneras, pero siempre, al final, se caía en un patrón
uni-trino, porque la expresión lingüística cristiana, de acuerdo con su
realidad, es, mayormente, así, uni-trina.
Idéntica estructura tienen las tres virtudes
teologales, que es la plenitud de una vida espiritual. No puede existir una sin
las otras. Nuevamente en una realidad uni-trina.
Mateotti insistía que el “nuevo mandamiento”
era para todos, clérigos, seglares y religiosos. Y que era lo único relevante.
Sin embargo, solía recordar la sistematización
que había realizado Santo Tomas cuando, en su exégesis del evangelio de san
Mateo sobre el joven rico. Jesús le dijo cómo salvarse (cumpliendo los
mandamientos) y al parecerle al joven rico insuficiente y se le contestó “si
quieres ser perfecto…”. Esa perfección se había determinado en tres promesas,
una de obediencia, otra de pobreza y una
tercera de castidad. Sobre ese esquema giraba la “perfección cristiana” desde
hacía casi mil años. Y para relativizar decía: y por qué tres? Los jesuitas
hacen un cuarto voto, el de obediencia al Papa. El número, concluía
definitivamente, puede variar.
Por eso, buscar la perfección a través del
trabajo ordinario, le parecía una novedad católica o algo calvinista. ¿Cómo
conciliar el camino de perfección, es decir, los tres votos por excelencia con
el trabajo ordinario? ¿Qué relación tenían?. Fue lo primero que planteó una vez
hecha su introducción. Mateotti realizó ésta manifestando “viniendo aquí demuestran ser auténticos hijos de la Iglesia”
(referencia indirecta a la obligatoriedad de una aprobación para un apostolado
organizado) y, en seguida, les expuso la anterior objeción:
-“He leído el expediente que han presentado con
tanto esmero y sobre cuya preparación solo pueden hacerse los más encarecidos
elogios, y me ha parecido entender que aspiran a la perfección cristiana
mediante la actividad ordinaria, concretamente, el trabajo ordinario”.
-Efectivamente, su Ilustrísima, contestó muy
afable Del Portillo.
-Solo puedo ver un coro de voces laudatorias para el caso que
sometan a aprobación un instituto que vincule la perfección de la caridad
cristiana con el trabajo.
-Sí, sí ilustrísima, -contestaron
desconcertados- esa es la finalidad última, pero sin olvidar que la misma se
alcanza mediante el ejercicio de la perfección como se suele entender. Para
nosotros es el medio, no necesario, ni mucho menos, pero sí indispensable, para
realizar nuestra vocación.
-¿Quieren ustedes decir, hijos míos, que
quieren ser ustedes religiosos en medio del mundo?.
-No, nuestra vocación es distinta, queremos
vivir la religión en medio del mundo, pero no como religiosos sino como la
realizaban los primeros cristianos, que lo hacían con la misma intensidad con
que lo hacen los religiosos hoy en día.
-Mateotti volvió a la carga: Estoy muy
interesado en conocer los detalles sobre esa experiencia de alcanzar la caridad
cristiana mediante la santificación del trabajo, y vislumbro esa vinculación
entre trabajo y la caridad cristiana, pero, hijos míos, me falta luz, para ver
su interés en vincular el camino canónico de perfección con el trabajo. Lo digo
también porque la cuestión facilitaría el ropaje jurídico.
La respuesta que se le proponía a esa cuestión
la daban los otros artículos del reglamento y las explicaciones dadas. La
conclusión mental de Mateotti no era otra que lo que pretendían era organizar
una orden laica, invisible externamente, dedicada preferentemente a la
intelectualidad.
Y en cuanto a la manera de organizarse también
le parecía algo sorprendente. Sus interlocutores le insistían su pretensión de
vivir la “religión”, entendida como perfección cristiana, que, como queda
dicha, implicaba hacer los tres votos, pero que sin que esos votos tuvieran
publicidad, ni control eclesiástico. Los tres le daban vueltas a la expresión
del reglamento del 41 «los socios del
Opus Dei no son religiosos, pero tienen un modo de vivir -entregados a Jesús Cristo-
que, en lo esencial, no es distinto de la vida religiosa», pero la cosa no
era nada clara, más bien parecía una contradicción.
Matteoti entendía perfectamente el doble
mensaje que le facilitaban: nosotros queremos un compromiso integral, pero no
queremos que esos compromisos sean votos religiosos, y queremos formular los compromisos que
realizan los religiosos, porque nuestra entrega no es menor que la de ellos,
pero no queremos que en su formulación sea pública (publicidad) ni que
intervenga ningún control eclesiástico.
Mateotti procesó con claridad que lo que
pretendían era, por poner un ejemplo, un matrimonio con promesas y compromiso
de matrimonio, con todo lo que ello lleva consigo, pero que no se llamase
matrimonio y que su celebración no fuera pública (hubiese publicidad) ni
interviniese ninguna autoridad (ni eclesiástica ni civil). O sea, lo que se
dice un matrimonio de hecho, pero que además, no se llamase matrimonio. Eso le
parecía, desde el punto de vista institucional, una antinomia.
En primer lugar, porque fuera de las promesas
del bautismo (que es el compromiso integral por vivir toda tu vida hasta la
muerte la perfección cristiana en sentido positivo y, formulado en sentido
negativo, el rechazo del “demonio de sus obras y de sus pompas”, o sea de la
vida de pecado), cualquier otra promesa es un voto. Desde prometer una romería
por si apruebas un examen difícil hasta decidir vivir la perfección cristiana,
es decir, la religión, que son los tres votos clásicos y que, como los otros,
están regulados canónicamente.
En segundo lugar, porque cualquier apostolado
organizado debe ser controlado canónicamente, lo que supone una autoridad
inmediata de los organizados a la que sujetarse. La obediencia prometida a esa autoridad, y
era claro que eso sí lo querían, y lo querían como algo esencial, no puede ser
algo “invisible” o “informal” o “a-institucional. Matteotti se inclina por pensar que lo que
querían era un solo voto, el de la obediencia, entonces, porqué hablar de
“perfección” y por qué esa “obediencia” debía aparecer como invisible?
Definitivamente, lo que proponían no era viable por contradictorio.
Y si estaban dispuestos a superar la
contradicción de un matrimonio que no se llamase matrimonio, es decir, de una
vida de “religión” que no se llamase “vida religiosa” (según el canon vigente
de 1917), y, por tanto, afirmasen que realmente eran religiosos, lo que
pretendían también era, formalmente un sinsentido, pues querían ser “religiosos
sin papeles”; como el matrimonio de hecho, religiosos de hecho, pero no de
derecho. Y todo ello se justificaba porque no dejaban de ser laicos y querían
continuar siéndolo.
Mateotti, en su entrevista, les comentó que le
constaba que había muchos movimientos que pretendían vivir la religión sin
dejar de ser laicos y sin dejar de estar en el mundo. Que se habían encontrado
que esa pretensión no la recogía el código canónico de 1917, pero que tanto la
congregación de religiosos, como la congregación del Concilio conocían la
cuestión y que estaban buscando fórmulas para encontrar una solución. Que el
tiempo, el estudio, y la acción del Espíritu, tarde o temprano resolvería la
cuestión.
La contestación de Del Portillo y Canals, fue,
en esencia, que ellos eran únicos, que su mensaje y modo de organizarse era
voluntad de Dios, que no podían renunciar a ello.
Mateotti, conmovido por la firmeza de aquellos
jóvenes tan preparados, y de buena familia, sugirió nombres de personas que
trabajaban en el caso y que les fueran próximas (le ratificaron que estaban en
contacto con Arcadio Larraona), les hizo preguntas cuyo sentido se les escapó,
opinó que los tiempos eran revueltos, que las prioridades de la Curia eran
otras, y realizó nuevamente preguntas concretas sobre cómo organizar y aplicar
esas pretensiones.
Al final, dada el tipo de contestaciones que
recibía, la sensación de la prisa por una legalización, el recordatorio de unos
tiempos con otras prioridades, no quiso ser como sus hermanos abogados, y, con
gran elegancia, acabó la reunión manifestándoles que, a su juicio, “el Opus Dei
venía con un siglo de anticipación”.
Consta que, Mateotti se congratuló con la
aprobación de la provida mater ecclesia y con la aprobación del Opus Dei como
instituto secular porque era lo más coherente a lo que había escuchado que
decían que eran y pretendían hacer.
Las contradicciones institucionales del Opus
Dei aparecieron de inmediato. Como símbolo indico solo una. Cuando el régimen
legal que estaba vigente era el contenido en la pía unión y la sociedad de vida
en común de la Santa Cruz, se empezaron la conversación de compra de Villa
Tevere. El artículo 12 de la Pía Unión, basado en la filosofía, de no aparecer,
de ocultarse, había determinado que la organización fuese invisible (bajo la
rúbrica de la humildad colectiva), por lo que, entre otras cosas, el art. 10,
prohibía “poseer bienes inmuebles”. El reglamento aprobado como instituto
secular siguió con el modelo de no aparecer, luego las propiedades no podían
estar a nombre del Opus Dei; es decir, seguí con el mismo régimen que el del
art. 12 citado. La gran contradicción es que oficialmente se reconoce, dando
muchos detalles, que la compra la hizo el Opus Dei (con patrimonio del O.D)
independientemente de a quien esté a su nombre.
Como vulgarmente se dice, y nunca mejor dicho,
la adquisición de villa Tevere, al publicitarla como propia, supuso una
contradicción como una casa.
Esta contradicción no es propiamente un
oxímoron sino sencillamente una contradicción, no en el discurso, sino entre
discurso y la práctica. Según la fuente oficial del Opus Dei se compró por
consejo de quien luego sería Pablo VI, Giovanni Montini, y de algunos otros
curiales significativos. Es decir, por una cuestión histórica, de conveniencia
y de utilidad, se infringió la norma y el espíritu de lo concebido.
Las posteriores adquisiciones de bienes se
realizan con dinero del Opus Dei pero a nombre de personas individuales en un
caso típico de simulación contractual.
Aquí no hay oxímoron, ni propiamente contradicción lingüística, insisto,
sino una contradicción operativa que necesariamente tiene que ser instrumentalizada
mediante una simulación (9). Digamos
que se trata de una simulación “por imperativo legal”, el de los estatutos; lo
que evidencia la importancia de las “imágenes-deseo” del fundador.
La presentación
uni-dual del Opus Dei (en “Itinerario jurídico”)
Y terminados los incisos hagamos el análisis
prometido de la frase señalada:
La primera lectura, sería la lectura de la publicidad (corroborada por la
frase anterior, según cual, los miembros del OD hacían votos privados por una
cuestión psicológica: para que “tomaran
más viva conciencia del compromiso asumido”) y que se entendería
literalmente; o sea, que la vinculación al OD es algo que solo afecta a la
propia conciencia del socio del OD y que la relación del miembro con el OD es
que éste solo ha escuchado el auto-compromiso consigo mismo. Itinerario jurídico
sostiene que: la vinculación (entre miembros e institución) consiste en una
(simple) manifestación del miembro, manifestación según la cual el miembro,
ante sí mismo, se compromete a ser santo y hacer apostolado de por vida y con
toda su vida.
El acento más publicitario es reducir la
vinculación a la “simple” manifestación.
La variable b.2 de nuestro guión la constituye la expresión “la vida entera”,
que tiene dos significados distintos: toda la vida (tiempo) y toda (integridad)
de la vida. Es decir, que la (una posible) expresión común sería “la total entrega de tu vida hasta la muerte”
La variable b. 2 se da también en el segundo
sentido al tratar la expresión “apostolado”. Aunque apostolado y proselitismo
no son ni conceptos ni términos idénticos, la característica del pensamiento
por imagen-deseo no es precisamente el rigor sino la aproximación. Cuantas
veces por “imaginar” una distancia en el mapa no nos hemos hecho un hartón de
andar. Pues eso, la variable b.2 también se da y donde se lee “apostolado” se
quiere decir dos cosas distintas aunque vecinas: apostolado y proselitismo.
Pero el enunciado, real, fruto de una lectura crítica
del propio texto, es muy claro, y muy otro, y expresa bien la naturaleza de la
Obra:
1).- prometes que durante toda tu vida, te
dedicarás, todo tú, a hacer apostolado y proselitismo. Qué apostolado y qué
proselitismo? El apostolado y el proselitismo que te indiquen. Quién? La
dirección del Opus Dei puesto que:
2).- prometes que durante toda tu vida te
dedicarás todo tu (=la vida entera) a la santidad entendida como la entiende el
Opus Dei (promesa de obediencia y promesa de obediencia al Opus Dei, es decir a
su dirección), que como se ve es lo más esencial, y, por último
3).- prometes que durante toda tu vida te
dedicarás, todo tu, a la santidad en tu estado actual (10), santidad entendida como perfección cristiana interpretada
(véase punto 2 anterior) por la dirección del Opus Dei (para el célibe con
promesa de celibato y para el casado con promesa de pureza según el OD y, en
ambos casos, con la promesa de vivir el desprendimiento material, es decir con
voto de pobreza según lo entienda el OD, en una nueva remisión al punto 2).
Porque, y eso no lo dice el texto, ni siquiera
el antecedente, no se enumeran cuáles son los votos que hacían que la “entrega tuviera valor” y que “mereciera
el calificativo de estabilidad”. Pero los votos son los tres que caracterizan
la vida religiosa, porque, como hace mención el reglamento se refiere a “buscar la perfección cristiana” (bajo la
materialidad o contenido definido por santo Tomas y recogido en el código
canónico entonces vigente). Y tampoco decía cómo se hacían, que como todos
saben, se formulan a la forma religiosa, es decir, unos votos temporales, que
equivalen a una incorporación sometida a prueba, y otros perpetuos; ambos según
un ceremonial que, no por casualidad, también es copiado del de los religiosos.
Obviamente, leído así, la vinculación entre
los miembros y el OD es muy distinta. Y suena a la vivida. Traduzcámoslo,
nuevamente: para Escrivá, ser del OD, en 1934, es la exigencia de una promesa
de entrega (=comprometer la vida entera, ya que compromiso es lo mismo que
promesa) porque de lo que se trataba era de vivir la religión. Cómo se hacía la
simple manifestación de esa promesa?. Lo de “simple” es parte de la operación
de alquimia habitual propia de la contradicción. La alquimia lingüística (el
lenguaje crea realidad) es que se pretende crear algo (“simple”) mediante un
adjetivo (“simple”). Pero la función adjetival es eso, adjetiva, solo sirve
para determinar o cuantificar el sustantivo y el sustantivo aquí es la promesa,
que bien leído es el elemento principal, no el desvirtuante “simple”. Y eso no
se ha variado. Ser del OD requería desde el inicio (1934) de una promesa
permanente de entrega para hacer apostolado/proselitismo; obviamente un
apostolado y un proselitismo organizado que lo determinaba la dirección a la
que se prometía obediencia (que, por el análisis interno de la frase, resulta
lo constitutivo) y, simultáneamente, a la santificación personal (la perfección cristiana).
Precisamente esta obediencia nos da un último
ejemplo del espíritu unidual del O.D. En efecto, la obediencia, que si no es un
reverso de la libertad, seguro que tiene alguna relación con ella, la
obediencia en la que Escrivá creía, quería y hacía suya era la ignaciana (que
lo enunciaba con expresiones de “libertad”, “participación activa”, y
“creatividad”, “activa” e “inteligente”): “al
entrar en religión y de ahora en adelante tendría que ponerme completamente en
las manos de Dios, y de aquel que toma Su lugar por Su autoridad. Tendría que
desear que mi Superior me obligase a abandonar mi juicio y vencer mi mente (…).
En las manos de mi superior debo ser cera blanda, algo de donde éste obtenga lo
que le plazca, sea ello escribir o recibir cartas, hablar o no hablar a tal
persona o algo por el estilo. Debo poner todo mi fervor en la celosa y exacta
ejecución de lo que se me ordene. Debo considerarme como un cadáver, sin
inteligencia ni voluntad; igual que una masa de materia que sin ninguna
resistencia se coloca donde le place a cualquiera; como un bastón en manos de
un ciego que lo usa de acuerdo con sus necesidades y lo pone donde le conviene.
Así debo ser en manos de la Orden para servirla en la forma que ésta juzgue más
útil. Nunca he de pedir al Superior que me envie a un lugar determinado, que me
dé una labor particular…no he de considerar nada de mi propiedad y, para las
cosas que uso, ser como una estatua que se deja desnudar y que nunca opone
resistencia”. (San Ignacio de Loyola. Obras Completas. I Autobiografía.
Diario Espiritual. Madrid. BAC 1947).
La obediencia de sanjosemaría era un compendio
del clásico manual ascético de Alfonso de Rodriguez, SJ (1537-1616) “Exercicios
de perfección y virtudes cristianas” (11),
traducido a todos los idiomas (la primera edición es de Matias Clavijo, Sevilla
1609. 3 vols). Incluso recogía, obviamente disfrazado, alguno de sus sloganes:
“uno de los grandes consuelos de la vida
monástica es la seguridad que tenemos que si obedecemos no podemos
equivocarnos” (Rodriguez).
Como han señalado hay un ascetismo que es autorendición;
una autorendición tan apasionada que acaba siendo autoinmolación. El holocausto
del yo –que no hay que confundir con el holocausto del ego que el objeto del
mensaje de la cruz- es una deformación, mórbida para muchos, de la experiencia
religiosa.
Escrivá, que felicitó al general Franco por la
proclamación por ley de “Los Principios del Movimiento” (carta de 23-5-1958),
concretamente por el segundo principio que declaraba la unión entre el Trono y
el Altar (hecho que significaba, entre otras cosas, la vigencia del principio
de “no libertad de conciencia” o religiosa que, luego, el Concilio Vaticano II defendió), proclamaba a
los cuatro vientos ser un defensor de la libertad.
Lo cierto es que el tipo de obediencia
religiosa (ignaciana), la no defensa de la libertad de conciencia o religiosa,
la defensa de regímenes como el de Franco contradecía palmariamente los
diferentes conceptos de libertad en los respectivos ámbitos de aplicación
referido, tal como es entendida en términos habituales en el Occidente
cristiano.
Conclusiones: Todo lo anterior es una mezcla de elementos
interpretativos y empíricos. Lo determinante es lo segundo, que concluye que el
uso de una semántica no común, no compartida por la gente de la calle, es una
desviación. Esa desviación social ¿es una desviación de lo real y de la verdad?
Con el artículo concluimos que, parcialmente, solo responde a una construcción
lingüística.
Lo interpretativo es, además de los Mateotis,
determinar el origen de muchas de esas contradicciones. Pilar Urbano explica
que sanjosemaría se entrevistó durante una hora con Viktor Frankl. Frankl era
amigo del también psiquiatra, y sacerdote de la Obra, Joan Baptista Torelló, y
se veían de vez en cuando en Viena, donde ambos residían. Parece que la entrevista
fue a través de esa mediación. Pilar Urbano escribe que Frankl comentó después
de la entrevista: “este hombre es una
bomba atómica espiritual”. Desde luego, es una comparación que causa
perplejidad, pues no sabemos si habla a favor o en contra. Una bomba, y una
bomba atómica es algo destructivo. ¿Cómo asociar en este caso bomba y
espiritual? ¿Cómo algo destructivo o como algo potente? En cualquier caso es,
quizás, el mejor referente que confirma que sanjosemaría tenía una gran
actividad interna, una gran actividad mental. Por tanto, no es difícil pensar
que tuviera muchas imágenes de las que se enamorase (imágenes-deseo). Yo
sostengo que sanjosemaría demuestra en su exuberancia lingüística ese exceso
mental.
También me parece empírico decir que esa
desviación consiste en usar un patrón lingüístico de dos polaridades
contradictorias; que tal patrón es una elección expresa y voluntaria de
sanjosemaría y de la institución Opus Dei; que en la medida que muchas de esas
contradicciones no responden a una realidad, las afirmaciones realizadas sobre
el mismo Opus Dei son creaciones lingüísticas sin correspondencia real, siendo
el Opus Dei, en gran parte una simple creación lingüística sin verdad ni
realidad que la corresponda (lo que no significa que necesariamente sea
mentira). Que siendo admisibles las contradicciones en el ámbito existencial,
tal como prueba la figura retórica del oxímoron o de la paradoja, no lo son en
el ámbito institucional y, con reservas, en el ámbito social. Que la
contradicción en el discurso institucional del Opus Dei conduce a una tensión
permanente para todos aquellos que se relacionen y, a la larga, una
inviabilidad.
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Notas:
(1). Este artículo pretende señalar solo
las contradicciones lingüísticas, proponiendo un guión de patrón lingüístico y
delimitando lo que se entiende por creación linguística. Pretende llamar la
atención sobre un tema no estudiado y que puede ser muy clarificador.
Antonio
Perez Hernandez, fue sacerdote de la tercera tanda (1948), secretario general
entre 1950 y 1956 (“oficialmente” num. 2 porque, cómo él reconocía, no estaba
por encima de Alvaro del Portillo, “realmente” numero 2 y su predecesor en el
cargo); consiliario de España entre 1956 y 1960. Fuera de la Obra se cambió el apellido: Antonio
Perez-Tenessa.Para una mayor información, el siempre imprescindible autor
Alberto Moncada.
La
explicación de Alvaro del Portillo, en el acta secreta de exclusión de testigos
de la causa de beatificación de Jose María Escriva, es que Antonio Perez
"había perdido completamente el espíritu sobrenatural".
Como se
explicará en este artículo el sentido sobrenatural no es más que la capacidad
de encontrar sentido a una contradicción (oxímoron). Lo que queda al margen del
oxímoron son: los absurdos y las contradicciones generadas por la imagen-deseo.
El sentido sobrenatural es dar sentido a la realidad, no realidad al
sinsentido.
La cita se
atribuye a Perez-Tenessa que no hace más que hacer suya lo escrito por Maria
Angustias Moreno.
(2) Hay realidades sociales y simbólicas
que surgen de la asignación de status a fenómenos por medio de la
intencionalidad colectiva. La nación pertenece a este género de realidades,
como lo fue la cristiandad en épocas medievales. Tan inventadas y tan reales
como el dinero – al fin y al cabo el dinero, como realidad bruta, no es más que
papel o metal-. La realidad que nosotros percibimos y utilizamos socialmente
precisa de la intervención de la intencionalidad que colectivamente asignamos a
ese papel o a ese metal. La intencionalidad implica que se construye una
realidad nueva. Si es eficaz, es decir, si se recepciona y se consensua, coordina realmente la actividad social. Es
algo que comparten casi todos los grupos, que necesitan imaginarse para que el
mismo se torne real.
(3) Así en el cap. II del Itinerario
Jurídico del Opus Dei: “Con términos no
descriptivos, como en 1961, sino exhortativos o parenéticos, había expresado
ideas parecidas, en una nota de sus Apuntes íntimos, entre abril y junio de
1930: es necesario luchar "contra el laicismo, con un aparente laicismo:
contra el indiferentismo, con un aparente indiferentismo". Un año más
tarde, en julio de 1931, recogerá la misma idea, aunque con términos algo diferentes: "-laicismo sano
-anticlericalismo sano-" .
(4)
Probablemente el modo ideal al que aspiraba Escriva a moverse en el
mundo sería el punto de Camino: “¡Caudillos!…
viriliza tu voluntad para que Dios te haga caudillo. ¿No ves cómo proceden
las malditas sociedades secretas? Mucha obediencia hace falta.”
Si no
hubieran condicionantes prácticos parece que se hubiese incorporado plenamente
a este género, puesto que “siendo
sociedad secreta se puede hacer una labor de influencia que pase desapercibida”.
(5) “¿Adocenarte?
Tú, ¿del montón? ¡Si has nacido para caudillo! Entre nosotros no caben los
tibios; – ¡Energía! Sin ella Iñigo no se hubiera convertido en Ignacio. ¡Dios y
audacia! Sé fuerte y viril. Así serás señor de ti mismo en primer lugar. Y,
después, guía, jefe, ¡caudillo!… que obligues, que empujes, que arrastres con
tu ejemplo, y con tu palabra, y con tu ciencia, y con tu imperio; – El
matrimonio es para la clase de tropa, no para el estado mayor de Cristo;
-¿Ansia de hijos?… Hijos, muchos hijos y un rastro imborrable de luz dejaremos
si sacrificamos el egoísmo de la carne;– Y después, ¡camino arriba, con santa
desvergüenza, sin detenerte hasta que subas del todo la cuesta del cumplimiento
del deber!
Son frases
que, expuestas en el mismo libro, si bien no en la misma formulación, se
contradicen con la filosofía del hacer y desaparecer en la medida que el
caudillo, guía, jefe, el empuje imperial y la luz no son susceptibles de
desaparecer u ocultarse.
La
dificultad que tenía Escrivá de “fijar”
linguísticamente cualquier posición, incluso la posición de las
piedras, y que, además refleja de nuevo
su irrefrenable tendencia a la
uni-dualidad, lo refleja el punto num
756: “Nosotros somos piedras, sillares, que se mueven, que sienten, que tienen
una libérrima voluntad”.
(la
uni-dualidad aquí consiste en querer demostrar ser algo muy consistente,
duradero - una piedra- que al mismo tiempo es
humana: móvil, con voluntad etc. A mi juicio es un buen ejemplo de la febril actividad
mental de Escrivá de Balaguer por el que toda realidad debía tenía un plus)
“Dios mismo es el cantero que nos quita las
esquinas, arreglándonos, modificándonos, según El desea, a golpe de martillo y
de cincel. -No queramos apartarnos, no
queramos esquivar su Voluntad, porque, de cualquier modo, no podremos evitar
los golpes. -Sufriremos más e inútilmente, y, en lugar de la piedra pulida y
dispuesta para edificar, seremos un montón informe de grava que pisarán las
gentes con…”
(6) Como se sabe, sin ser lo mismo, no hay
pensamiento sin palabra ni palabra sin pensamiento. Por eso, Orwell habla de
“neolengua” y de “doblepensar” (=poder sostener dos opiniones
contradictorias simultáneamente, dos creencias contrarias a la vez en la
mente). Como se explicará la “unidualidad” es la expresión lingüística más
directa precisamente del doblepensar; otros medios lingüísticos del doblepensar
son la publicidad, el discurso partido etc.
(7). En la obra “El mito del Estado” (1947)
de E. Cassirer comentando el librito sobre el lenguaje nazi de Heinz Pächter,
Bertha Hellman, Hedwig Paechter, Karl Otto Paetel “Nazi-deutsch: A Glossary of
Contemporary German Usage” destaca este ejemplo: “existía una distinción marcada entre los dos términos “Siegfriede” y
“Siegerfride” (…) ambas palabras suena exactamente igual y parecen denotar la
misma cosa. Sieg significa victoria, Friede significa paz: cómo puede la
combinación de las dos palabras producir significados enteramente diferentes?.
A pesar de ello, se nos dice que, en el habla alemana actual, existe entre los
dos términos una diferencia decisiva. Pues la Siegfriede es la paz lograda por
medio de la victoria alemana, mientras que Siegerfride signifca precisamente lo
contrario: se emplea para designar una paz aue fuera dictada por los
conquistadores aliados. Es la misma cosa con otros términos”.
Con dicha
cita Cassirer destaca que la función mágica de la palabra (frente a la
semántica de denotación de cosas) fue ejercida deliberadamente por el nazismo.
Yo destacaría que la presión interna de las personas o grupos afecta el
lenguaje. Es de señalar que el fenómeno de la uni-dualidad se ha presentado en
contextos de totalitarismo (la dupla
“doblepensar”/”neolengua” de Orwell o el expresado comentario de Cassirer).
(8) en contra de esta opinión, la
siguiente cita de “Itinerario Jurídico del Opus Dei”: “Añadamos sólo que aquí, como en otros puntos ya considerados, hubo, en
la conciencia y en la predicación del Siervo de Dios, profundización y
afinamiento, yendo hacia expresiones cada vez más precisas y acabadas,
superando formulaciones primeras, en parte menos elaboradas. Baste pensar, por
ejemplo, en las palabras que encontramos en sus notas íntimas, el 20 de octubre
de 1931: "La Obra de Dios será un ejército
admirablemente disciplinado" (19); frase que podría poner en tela de
juicio cuanto acabamos de decir, si la separamos de otras afirmaciones que
permiten precisar su sentido: por ejemplo, las escritas por esas fechas -en
julio del mismo año- subrayando que la Obra no será jamás un "partido
católico", y que entre sus miembros puede haber y habrá "diversidad
de opiniones" (20). Es lo que hará posible escribir, poco más de un año
después, en marzo de 1933, sin la menor sensación de contradecirse, pues no se
contradice de hecho, unas palabras en apariencia antitéticas a las antes mencionadas
de octubre de 1931: "Nuestra organización es una desorganización
organizada" .
(9).-Una simulación no tiene porqué ser
ilícita. Ningún multimillonario famoso, que quiera comprar bien de precio una
finca se presentará con su nombre. Usará una sociedad suya no conocida ni que
salga él. Una simulación lícita, siempre que no afecte a terceros, sería la
venta a un precio muy por debajo de
mercado de un piso de los padres a sus hijos (se simularía una donación). Una
simulación completa es la titularidad de propiedades realmente del Opus Dei
(ellos ponen el dinero) y formalmente de personas de confianza (los que ponen
el nombre). Aquí no hay ninguna contradicción lingüística sino pura y
llanamente una contradicción operativa con unos estatutos que estipulan que el
Opus Dei no ha de tener patrimonio.
(10). En el libro de Conversaciones, que es
un ejercicio notable de publicidad (en el mal sentido de la palabra), también
recoge, en puntos significativos, la estructura lingüística señalada. Por
ejemplo, en la más publicitaria de todas, la entrevista aparecida en 1968 en
L´Osservatore della Domenica (hoy
absorbida como suplemento de l´Osservatore romano), preguntado sobre el
elemento común que caracteriza la vocación al OD y los compromisos que asume cada socio,
después de declarar (punto 62 del libro) que lo que interesa al O.D es la
perfección cristiana entendida como caridad, remacha (trascribimos subrayando
las cursivas del texto): “no nos interesa
la perfección evangélica, que se considera propia de los religiosos y de
algunas instituciones asimiladas a los religiosos; y mucho menos nos interesa
la llamada vida de perfección evangélica, que se refiera canónicamente al
estado religioso (…) Se puede decir que, al venir al Opus Dei, todos y cada uno
de sus socios lo han hecho con la condición explícita de no cambiar de estado.” Cuando habla de “condición”, la misma
equivale a promesa o compromiso (voto de celibato en el caso del no casado). Es
un caso mixto de uni-dualidad y conectividad de conceptos. Ello sin querer entrar en la versión negativa
de la frase, que podríamos enunciar así: “nos interesa la perfección
evangélica, que no se considera propia de los religiosos y de algunas
instituciones asmiladas a los religiosos” que es, en definitiva, la “perfección
evangélica” aprobada bajo la Próvida Mater Ecclesia y que propio Escriva, en su
opúsculo de 1948, la consideraba un
nuevo camino de perfección.
Hay que
señalar que el punto 62 de Conversaciones, aprovechando la doble acepción de
“perfección cristiana”, se hace una exposición que es la inversa de la
conversación que tuvieron con Matteoti en el año 44 o 45.
(11).
No me queda nada clara la identidad del autor y del libro pues parece
que se confunde Alonso Rodriguez y Alfonso Rodriguez, ambos jesuitas. Para una eventual identificación
del libro facilito
este link en lengua castellana.
En inglés
las referencias aparecidas en google parecen más
seguras.
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