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CORRESPONDENCIA
Miércoles, 09 de Julio de 2025
Investigan a líder del Opus Dei en Paraguay por trata.- Agustina
Investigan a líder del Opus Dei en Paraguay por trata
Víctor Urrestarazu, actual vicario del Opus Dei en Paraguay, fue imputado en Argentina por presunta trata de personas con fines de explotación laboral.
8/07/2025
La Fiscalía de Argentina avanza en una causa por presunta trata de personas con fines de explotación laboral que involucra a varios sacerdotes del Opus Dei, entre ellos el reverendo Víctor Urrestarazu, actual vicario regional de la prelatura en Paraguay. La investigación se centra en supuestos abusos cometidos contra mujeres que formaban parte de centros pertenecientes a la organización religiosa.
El pasado 11 de junio, el Ministerio Público argentino reiteró el pedido de declaración indagatoria para cinco religiosos vinculados al caso. Además de Urrestarazu, la lista incluye al actual número dos del Opus Dei a nivel mundial, Mariano Fazio, y a otros exvicarios regionales con actuación directa en Buenos Aires.
Según los antecedentes del expediente, las víctimas habrían sido sometidas a jornadas de trabajo doméstico no remunerado, sin acceso a una vida autónoma, bajo una estructura que presuntamente restringía su libertad y sometía su voluntad mediante control psicológico y espiritual. Algunas de las denunciantes eran menores al momento de ingresar.
Una de las mujeres declaró ante la Fiscalía haber permanecido entre 1989 y 2015 en el centro Torrealta, Buenos Aires. Señaló que Urrestarazu era una de las máximas autoridades durante los años en que se produjeron los hechos denunciados. La acusación está caratulada como reducción a la servidumbre, conforme al Código Penal argentino.
Víctor Urrestarazu es de nacionalidad argentina, pero vivió gran parte de su vida en Paraguay, donde se desempeñó como docente, articulista y dirigente de instituciones vinculadas al Opus Dei. Fue ordenado sacerdote en 1997 y en 2001 asumió la dirección regional de la prelatura en Paraguay. En 2010 se trasladó a Buenos Aires y ocupó cargos regionales hasta 2022.
En 2021, un grupo de mujeres —incluidas 10 paraguayas— envió una carta al papa Francisco denunciando los abusos sufridos en centros del Opus Dei. Las firmantes aseguraron haber sido engañadas durante su adolescencia y explotadas laboralmente bajo promesas educativas incumplidas.
Las víctimas tienen actualmente entre 40 y 60 años. Afirman que entre 1980 y 2000 realizaron trabajos en condiciones irregulares y sin compensación. La investigación continúa en etapa preliminar, sin fecha fijada para las declaraciones indagatorias solicitadas.
Hasta el momento, Urrestarazu no se ha pronunciado públicamente sobre las imputaciones. Esta redacción permanece abierta a recibir su versión. La causa sigue bajo instrucción en la justicia federal de Argentina.
Publicado en Amambay News (Paraguay)
No es rencor, es justicia.- Mediterráneo
Totalmente de acuerdo, Luis Diego. La vida es corta y el rencor no vale la pena. Solo que, ¿sabes? No es rencor. Es justicia. Cuando no se ha cotizado por una persona, la Seguridad Social no paga pensiones y esa persona no puede dejar de trabajar. Y, aunque no guarde ningún rencor, la vida diaria, su día a día, le presenta una realidad que nunca debió existir, porque es injusta. El día a día le recuerda que trabaja porque por ella no se cotizó y, por lo tanto, no puede jubilarse porque del aire libre y del agua clara solo se vive en esa canción que cantábamos en las tertulias.
Debería haber podido jubilarse hace 5, 8, 10 años, y no pudo, y a lo mejor nunca puede, porque no tendría de qué vivir, porque trabajó como un animal sin cotización alguna. Y fíjate que no hablo de retribución, que sería pura justicia y está reflejado en la encíclica Rerum Novarum, sino que hablo de cotización, hablo de pagar a la Seguridad Social por el futuro de esa persona.
Hay una ex-numeraria auxiliar en España que tiene 69 años. Le han dicho en la Seguridad Social que podrá pedir la jubilación (mínima, porque cotizaron el mínimo por ella) en enero de 2027, cuando tenga 71. No es rencor, Luis Diego, es justicia.
Muchas veces he hablado aquí de mi Inés, ex numeraria auxiliar, que se plantó como un poste y dijo “yo voy a cuidar a mi hermana mayor, porque me ha hecho de madre”. Tuvo que tragar comentarios crueles donde la caridad, la fraternidad, y la familia con lazos más fuertes que los de la sangre brillaron por su ausencia, pero ella fue y estuvo con Justina, su hermana mayor, hasta el fin de sus días. Y cuando su hermana se fue al cielo, Inés dejó la institución.
Al morir Justina, Inés fue a la Seguridad Social y le dijeron que le faltaban dos años para poder percibir la pensión. “¿Y cómo así?” preguntó Inés. “Bueno, es que usted empezó a cotizar muy tarde y, por cuando empezó a cotizar, hasta dentro de dos años no puede empezar a cobrar”.
Hace un mes y medio Inés cobró su primera pensión, me lo dijo y lo celebramos por teléfono. Y este fue su comentario: “Fíjate, cuando cobre la paga extraordinaria, cobraré dos pensiones, que todavía no me lo creo. Ahí dentro… pues lo hubiera ingresado todo y me hubieran dado € 20 para pasar el mes. Y venga de dinero a engrosar las arcas, y venga de ingresar dinero que no sabes a dónde va, y mejor no preguntes porque les sienta fatal que preguntes dónde va el dinero, y venga sueldos, y venga entregarlo todo, y las auxiliares comíamos las sobras. A veces pienso cómo aguanté tanto, cómo no me di cuenta antes de que me tomaban el pelo y yo trabajaba gratis para que la sección de varones viviera mejor que el rey de España. Y todo en nombre de Dios. Las sobras para las auxiliares, en nombre de Dios también”.
Mi suegra tenía dos empleadas de hogar a tiempo completo, llegaban a casa a las 07:00 y se marchaban a las 17:00. Comían en casa, no hay que decirlo. Servidora de ustedes es cocinitas y más de una vez y más de muchas le pregunté a mi suegra, “Maribel, cuento con que somos cinco, ¿cierto?” Y la respuesta, invariable: “no, no, Asun, somos siete”. M y M, las empleadas de hogar de mi suegra, solo comieron de lo que se comía en la mesa de la familia. Nunca, jamás, ni media vez, comieron diferente. Podía ser bogavante, espinacas, pasta, angulas o ensalada de lechuga iceberg: lo que la familia comió, eso comieron ellas. Si la familia no lo comió, ellas no lo comieron, si la familia lo comió, ellas lo comieron. Punto.
La vida es corta y hay que vivirla, Luis Diego, estamos de acuerdo, y el Señor no tiene ninguna culpa de las barrabasadas que se han hecho, y se hacen, en Su nombre. Pero que una persona trabaje como un animal y cuando se siente a la mesa se le sirvan sobras de otra mesa, no tiene nada que ver ni con la vida, ni con el rencor, ni con nada, tiene que ver con no vivir el amor al prójimo y con utilizar a las personas para el propio beneficio, aderezándolo en abundancia con comentarios a cuento y a descuento de “somos familia con lazos más fuertes que los de la sangre” o “en casa hay un solo puchero para todos”, que haberlo, igual haylo, aunque las sobras del mencionado puchero solo las coman algunAs. Tiene que ver con vivir la injusticia en lugar de la justicia, Luis Diego, y por ahí no se puede pasar.
Mediterráneo
“Las cosas que aquí se ven / ni los diablos las pensaron” – José Hernández, “El gaucho Martín Fierro”.
Solo la verdad nos hace libres.- Lvdovicvs
Gracias por tu testimonio, Luis Diego. Duele leerlo, porque en muchos de nosotros resuenan heridas similares: el rechazo, la soledad, la incomprensión incluso de quienes se dicen “familia espiritual”. También nosotros pasamos por el túnel oscuro de la ansiedad, la tristeza, los medicamentos. También fuimos tratados como objetos cuando dejábamos de ser funcionales al sistema.
Dices: “También hay gente buena que trató de hacer mejor las cosas”. Es cierto. Los hay. Pero eso no puede ser usado como coartada moral para ocultar el daño estructural. Que haya habido gente buena no elimina —ni atenúa— el carácter abusivo de un sistema fundado en la obediencia ciega, la manipulación emocional, el silenciamiento de conciencias, la explotación laboral de mujeres, y la infantilización espiritual de tantos.
No olvidemos cómo hace las cosas el Opus Dei: tras cada comunicado que admite una mínima parte del problema, viene el “anexo” con historias bonitas, limpias, cuidadosamente editadas. Testimonios que buscan eclipsar los miles de relatos reales que claman justicia. Así fue en su última comunicación: ofrecieron videos luminosos de tres numerarias auxiliares, una carta firmada por otras tantas pidiendo “respeto por su vocación”, y fotos de cuartos ordenados y decorados. Todo eso para maquillar lo que ya no pueden negar: décadas de silencios, abusos, servidumbre espiritual y precariedad laboral.
Sí, el Señor no tiene la culpa. Pero justamente por eso hay que decir la verdad. No para vengarse. No para “tirar a nadie a la basura”. Sino porque sólo la verdad nos hace libres (cf. Jn 8,32). Y porque el Evangelio no se construye sobre silencios cómplices ni sobre medias tintas.
Sigamos hablando, sí. Pero con coraje. Porque ya perdimos demasiado tiempo callando.
Lvdovicvs
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